¡Cuidado, hay gaviotas!

Si caminas por una calle de la ciudad, mira bien al suelo, ten cuidado, en algún sitio están. Te miran. Esperan posarse en ti. ¡Cuidado! ¡Hay gaviotas! Y eso es muy peligroso.

Según un viejo mito de los indios Lilloet de la Columbia británica, la gaviota era propietaria de la luz del día, la cual guardaba celosamente en una caja para su exclusivo uso personal, hasta que un día el cuervo logró romper esa caja y dar la luz a los hombres. El mismo mito explica seguidamente como el cuervo realiza un viaje en la barca de la gaviota (la barca de la luz) para conquistar el fuego. 

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Este libro, que responde al bello título de Gaviotas en las aceras, de la autoría de Daniel Zayas y con el que obtuviera el Premio Sed de Belleza 2014, aunque no tiene su origen en ese mito, sí presenta una relación con el mismo. La gaviota se presenta aquí como un símbolo de la oscuridad, como aquello que es el producto de lo ilusorio, la expresión que una existencia atribulada logra imprimir en las aceras de un pueblo, Isla de Pinos.

Un día Nena, una de las tías del protagonista, se pone un par de zapatos que no le pertenecen y comienza olvidar. Con ello aparece un destino familiar, un miedo que se va transmitiendo de uno a otros y que el protagonista logra transmitir al lector. El miedo de perder los recuerdos, y de perderse en ellos. Pero en otro sitio de este libro hay una muchacha, Isabel, y un amigo, El Cáscara.

La historia de una amistad, como son las amistades duraderas, las que uno siempre recuerda y que las gaviotas nunca se llevarán. La historia del primer beso, el que se da sobre la carne soñada de una prima, cuyos labios han sido dibujados con saliva. Pero también está la historia de un amor, quizás el único amor verdaderamente puro de que somos capaces los humanos, el primero, el que tiene lugar cuando la vida con sus millones de gaviotas revoloteando no ha logrado poblar de oscuridades. Y ese amor tiene un nombre, Isabel. Dicen algunos estudiosos que este nombre posee un origen vetusto como el tiempo, que viene desde lejanas civilizaciones, más lejanas todavía que la de los indios Lilloet, la civilización egipcia.

daniel_zayas_periodico_victoriaPero hay otro amor, y a mi entender es el verdadero protagonista de este libro, un amor que es verdaderamente el primero, que está latente en el protagonista y en el autor. El amor a la Isla. Porque se trata de la historia de un regreso, o más exactamente, de dos. El que tiene lugar en la realidad, cuando el protagonista vuelve a Isla de Pinos, y el que tiene lugar en la imaginación, cuando ese mismo protagonista hace volver a Isabel. Hay un abuelo olvidado buscando su desayuno incansablemente, estoicamente. Hay una tía que pinta gaviotas. ¡Cuidado, hay gaviotas! Gaviotas que se roban la luz.

Gaviotas es un libro triste, pero no es la tristeza. Es un libro sobre lo terrible, sobre el dolor, y sin embargo, más que el dolor fluye de él la ternura. Yo diría que es un libro para la ternura y para el amor. Mientras leía Gaviotas en las aceras, pensaba en mi abuela Ramona, perdida en su propio recuerdo, pero no había dolor en mí, porque la ternura me devolvía siempre una imagen llena de amor. Y de un lado están los amigos, los que valen, los que se afianzan a la memoria como un tatuaje del que ya no es posible desprenderse. Porque lo más difícil es escribir el recuerdo, es decir, hacerlo vivir nuevamente en el lector. Y eso es lo que son estas gaviotas.

Hay, en el sustrato, la historia a la vez divertida y triste de una maldición. La locura de la tía Nena, que sale desnuda a la calle y pinta gaviotas en las aceras. La maldición que asecha tras cada uno de la familia. Hasta llegar a él, es decir, a ti.Pero si eres tonto te perderás. Si no tienes los ojos abiertos, habrás de caer en la trampa. Si no te has armado de un amigo como El Cáscara, si no tienes un amor escondido, si no has besado, si no has soñado los labios de una prima, si no te has inventado amores que vuelven, bellas niñas que son conquistadas en la imaginación, entonces te perderás sin remedio, entonces las gaviotas echarán a volar desde ti y se llevarán la razón, es decir, la luz.

Pero el protagonista de estás gaviotas sabe cómo vencerlas. Yo lo sé. Lo sabe Daniel. Porque acaso todos lo sabemos de cierta forma secreta. Mamá dice que lea, que escriba. La verdadera locura es esa y ese es también el único sino verdadero, lo demás es un juego, aunque peligroso, en el que se puede uno perder. Porque todos nos enamoramos de Isabel, más exactamente, de la idea de Isabel. Aunque Isabel quizás se llame Ana, o se llame Lucía, o se llame Beatriz, o se llame Claudia y uno acabe siempre escribiéndole canciones, epigramas, o pintando gaviotas en las aceras de un pueblo lejano de la memoria, al que siempre, irremediablemente, regresamos.

Foto de portada tomada de: fotolog.com

Foto 1 tomada de: Periódico Vanguardia

Foto 2 tomda de: Periódico Victoria

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