Se me ha posado un duende que musita

Reseña al libro de cuentos Menú completo, del escritor habanero Abel Guelmes Roblejo. Premio La gaveta, 2019.

 

El inspector McBee no solo toca el timbre en casa de unos ojos extrañamente azules, sino que también hace un primer ruido en quien observa de este lado. Abren la puerta y comienzan a correrse las cortinas, mientras quedamos ahí, pestañando, con las manos listas para entretejer punta a punta las historias. «—¡Mara! —gritó hacia la cocina—. ¿Nosotros comemos alimentos transgénicos?» Rompe Roblejo de a golpe, con la soga holgada para que sientas que no habrá agobios innecesarios. A medida que avanza el cuento buscamos cobijo en el sofá para recrearnos cómodamente ante la suavidad del lenguaje y ese tragar sin pausa, que siente uno bebiendo con sed un vaso de agua fría. En el antepenúltimo párrafo, cuando avistas el final, algo no cuadra. La sensación de “¿pero ya?†invade, y avanzan las ganas de incorporarte casi con rabia ante lo que imaginas “un final inconclusoâ€. Luego sueltas la sonrisa de alivio, certero ante las conclusiones que vislumbrabas. Están ahí, premian incitando a continuar el viaje.

Vas a estar alerta en las próximas páginas. Infalible intentará tomarte por sorpresa con un Dios que hace de las suyas dándole a la historia un broche a la medida, un cierre, esta vez sí, inesperado. Por momentos ese dilema con el tópico podría resultar molesto y, por reflejo, engurruñas los ojos imaginando el dolor.  

―¿Cuántos golpes se ha dado usted en los huevos?

―Ninguno ―respondió, inmutable. Sin pensarlo un segundo.

―¿Me dice que en su vida no se ha dado un golpe?

―Sí. Nunca me he golpeado.

―¿Ni siquiera por accidente, o por una tercera persona?

―No.

Mas, todo lo que recrea alrededor del tema infalible del cuento, es un juego interesante con la realidad objetiva del lector y el absurdo que caracteriza la narración de Abel Guelmes Roblejo, en este Menú completo, compendio de cuentos ganador del premio literario La Gaveta, 2019.

Me acomodé y justo cuando cogí el impulso, el tiempo se detuvo. Como en las películas. Los pájaros detenidos en el aire, mi suegra y novia con muecas en el rostro como si hubieran salido mal en una foto. Pero eso no fue lo más impresionante, justo delante de mi suegro, estaba este señor vestido de un blanco impecable, y rostro agitado, con la mano en alto; como deteniéndome.

Huellas en el tejado nos dejará precisamente eso, la marca de haberse posado en nosotros. De entrada, ya les digo que, si alguien viene a interrumpir mi preciado tiempo de ocio con eso de que vende seguros, más le vale sorprenderme. No escaparás a la sensación de pérdida entre planos, donde lo real, de golpe se camufla con fantasía, robándote la cotidianeidad que ahoga. Un buen lector siempre agradece ser abducido. «Desde hace un tiempo para acá el mundo ha cambiado y varios fenómenos han causado que las criaturas fantásticas se descontrolaran. No solo los animales comunes han sufrido las consecuencias de los cambios en la tierra. También los fantásticos, así que tuve que dar el ejemplo en mi compañía, que, aunque pequeña, es responsable y profesional. Es un negocio de familia.» Justo por aquí ya comienzas a sentir que se te atora el primer conejito. El incrédulo señor Leo intentará ser el puente que no te deje echar a volar hasta el galope de los pegasos en el techo. Pero, nada atará nuestros pies, ni el plomo, ante un párrafo como este:

—Por ejemplo, ¿ha escuchado por las noches, el estruendo del galopar de los pegasos por el tejado, y ha visto las tejas rotas a la mañana siguiente? Por el peso de sus cuerpos, tienen que lanzarse de un lugar alto para poder despegar. Hay muchas ventanas rotas por las torpes gárgolas al posarse en ellas de noche. Tiene que entenderlas, dígame usted si pudiera andar con total agilidad luego de pasarse el día sentado en una posición, sin moverse. ¿Ha escuchado a los ángeles y sus conciertos nocturnos de arpa? ¿O visto los estragos en su jardín por los gnomos? ¿Ha sido despertado por el cuchicheo de las hadas en su ventana? Son muy bromistas, al menos se creen ellas. Mire, aquí tengo nuestro catálogo. Verá que está ampliamente cubierto.

Avanzas tan cálido entre las hojas del menú que Roblejo ofrece, sin pausa y con brillo en los ojos, haciéndote cómplice del total disfrute, que apenas notas la mitad del libro. Casi sufres el que avance y no percibas más que las ganas de nunca acabar. Y aquí, justo aquí, vas a olvidar que lo conoces, no te parecerá cercano ese que escribe, pues, tiene Abel la gracia de narrar en otro idioma sensitivo, huye sin proponérselo a los costumbrismos actuales, al lugar común del realismo y los temas que circundan nuestros días.

Así como propone Abel Guelmes Roblejo, con el título de su obra, Menú completo es una carta de presentación diversa donde el lector podrá encontrar literatura para todo tipo de gustos. Desde historias que rozan lo escatológico, hasta narraciones tiernas que provocan suspiros románticos; todas siempre en el filo de lo fantástico.

En esta obra el autor cristaliza años de trabajo en los que ha ido consolidando, a pasos seguros, su método para generar literatura siempre desde una visión singular.

Los siete cuentos que conforman el libro, narrados con el mismo pulso, pero independientes uno de otros, nos dan la oportunidad de escoger, conformar nuestro propio menú y comenzar a devorarlo completo por donde más gustemos.

Daniel Burguet.

Ya nos lo deja claro Daniel Burguet en su nota de contracubierta, cada quien puede elegir qué degustar primero del menú. Yo siempre empiezo por el vino, así que me vi descalza, pisando uvas el día de la vendimia en El secreto del Viñedo, mientras el viejo me observaba. Descansé la cabeza sobre él y fui comprendiendo lo que sabrán descubrir también ustedes. Llega con esa suerte de ternura, que a dosis bien repartidas matiza el libro, convirtiéndolo en el arrope que se antoja una noche de frío.

¿Es acaso la ternura un sentimiento o una emoción? Quizá no importe tanto saberlo como comprender que, sin ella, ni hay sentimiento, ni hay emoción. Tenía razón Víctor Hugo cuando escribió que: “(…) en el naufragio de todo, la ternura, permanece a floteâ€. Es el exergo que me provoca Lo que trae la suerte, frase hermosa de Edouard Boubat, que en esta costumbre de lectora intensa, siempre juego a ponerle a los textos que logran apasionarme. Desde la primera vez que hojeé el libro, tal cual truco de duende, este cuento me atrapó.

—¿De qué hablas?

—De capturar un duende. ¿No sería genial?

—¿Metafórica o literalmente hablando? —le pregunté, porque ya no estaba muy seguro de si era un juego o no.

—De verdad. ¿Por qué? ¿No quieres uno?

No supe qué responderle de inmediato. O cómo decirle que no creía en eso.

—¿Y cómo vamos a encontrarlo?

—Pues aquí —señaló al cuarto—. En la casa. ¿No sabes que en todas hay duendes?  

Una vez avances hasta esa página, las ganas de atrapar uno para ti, se harán irresistibles. No hay forma de huir a la magia que envuelve esta historia. Querrás ocupar el lugar de su protagonista y vivir la ilusión de hacerla feliz, creerás que solo haces eso, complacerla. Tenderá sus manos vacías ante ti y te saltarán los ojos en dos grandes corazones rojos, redondones, cursis, hasta que los pequeños piececillos te regresen las pupilas incrédulas.

Seguro no pocos querrán la suerte de Miss Z: que de pronto te regalen naranjas y al otro día ya no sean naranjas sino melones, sobre todo en estos tiempos que corren, sería genial. Habrá más de uno al que tampoco le moleste una realidad distinta cada veinticuatro horas.

La casa los vio perderse, pero Mrs. Z no miró atrás ni un segundo. Corrió por el espacio que le hicieron los girasoles gigantes al apartarse. No se detuvo cuando la saludaron los hombres con cabeza de pez, o al chocar con una presencia invisible. No paró de correr al atravesar el sembrado de tomates parlantes y asesinar sin querer a una familia entera, ni cuando se le acabó la tierra, tuvo que correr sobre el agua y sufrió el riesgo de ser devorada por una roca.

No podría cerrar el cuaderno más acorde que con la historia que titula el libro. Menú completo hechiza al lector de tal forma, que no hay ganas de escapar. Sin alardes, sin pretensiones de grandezas, como esa literatura que no cansa y leemos de una sola sentada, se escurre ante nosotros un “libro viajeâ€, al que volver nunca será como un recuerdo, sino más bien como si descubrieses de a poco, las historias que un ser de luz te va contando al oído.

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