Ian Padrón: «De eso se trata el cine que me gusta: hacer reír, llorar y pensar»

Por estos días en el que el mundo se encuentra amenazado por una pandemia, el cine, más que una opción, es un aliado. Durante el pasado mes de julio, la Muestra Internacional de Cine y Educación (MICE) ―que se celebra en Valencia― inauguró la reapertura del teatro romano de Sagunto tras el confinamiento por la crisis sanitaria actual. La MICE dio inicio ante el público valenciano con la proyección de un filme cubano que, en su estreno en la Isla, atiborró las salas de cine y ha quedado en nuestra memoria cinematográfica.

póster de habanastation

Se trata de Habanastation, la ópera prima de Ian Padrón ―estrenada en el año 2011― cuando la producción cinematográfica en Cuba respecto al trabajo con infantes como protagónicos no había sido muy explotada aún. Se posicionaba entonces la cinta como el cuarto largometraje de ficción que emplea personajes de este tipo como portavoces de un arquetipo gnoseológico de representación social y que va en consonancia con los objetivos de la MICE en el fortalecimiento de los procesos educomunicativos.

Desde el lanzamiento del filme han pasado ya nueve años, pero la tesis argumental de la obra está vigente, sin precisar de tiempo ni límites geográficos exclusivos, con esa alerta de raciocinio lógico que hay en la empatía emocional con sus personajes. El filme ha contribuido, además, a cristalizar la historia cinematográfica con tópicos temáticos no tratados antes con profundidad en Cuba y que su director pone a relieve con ese lenguaje universal que jamás pasa de moda.

La cinta se debate entre la polémica y sempiterna situación de las clases sociales como tesis principal. Es incuestionable la consecuente segmentación social a raíz de tal fenómeno. No obstante, Habanastation reivindica las incongruencias de ambos mundos mediante un elemento unificador e imponente: los valores humanos. El título responde a una auténtica manera de identificación y combinación del mundo de la tecnología con la realidad del país, retratando, además, un panorama extensivo.

Las vivencias de dos niños que estudian juntos en la misma aula pero que nunca se habían relacionado dadas las marcadas diferencias entre ambos, es el hilo del argumento. Durante el desfile del 1ro. de Mayo se desencadenan una serie de eventualidades que propician la amistad entre los pequeños. Mayito y Carlos son los nombres de los protagónicos, aparentemente opuestos en cuanto a conducta y estilo de vida.

fotograma de habanastation

Mayito despunta en clases por ser un alumno integral, disciplinado. Un ambiente de “familia culta” le rodea, aparejado a una estabilidad económica que le da la posibilidad de disfrutar de bienes materiales a los que no muchos tienen acceso. Pero su vida está llena de restricciones equívocas para un niño de su edad.

Carlitos, en cambio, tiene una familia disfuncional: su madre falleció cuando él era pequeño y su padre está encarcelado. Vive con su abuela en un barrio marginal llamado La Tinta donde se vive de a lleno en un ambiente saturado de violencia, pobreza y degradación ambiental. Las carencias económicas lo han llevado a hacer cosas que tampoco cualquier niño haría para ayudar a su abuela a sostener el hogar. Pudiera parecer esta historia en una primera instancia, una reminiscencia de la novela escrita por Mark Twain El príncipe y el mendigo, en la que la diferencia de estratos sociales es también el hilo desencadenante de los puntos de giro en la narración.

fotograma de habanastation

La idea original del guion es del propio Ian Padrón, quien ha reconocido que en este largometraje se encuentran algunos elementos autobiográficos, sobre todo de sus experiencias escolares. Especialmente se inspiró en un amigo que vivía en La Timba ―barrio habanero periférico―, en otros muchachos del grupo que residían en otra zona del municipio de Plaza, y en su anhelo infantil de tener un Playstation.

tomada del facebook de ian padrón

Los disonantes entornos de vida que experimenta cada uno los lleva a complementar su amistad, aunque pudiera parecer contradictorio. Mayito vive en una burbuja e ignora una realidad oculta pero latente. Carlitos, que crece en un escenario de problemáticas reales, no conoce el jazz, pero sí sabe del mundo de los orishas y las creencias populares que conforman la solidez de su ritmo de vida, tan complejo y profuso. Así que es de esperar que Mayito se sienta asediado y a la vez fascinado por lo desconocido cuando descubre accidentalmente este barrio antes inimaginable para él. Al inicio puede parecernos un poco egoísta, pero va tomando su rumbo con las experiencias que obtiene de su vida real al mismo tiempo que va evolucionando la diégesis fílmica.

 

Es meritorio el trabajo con la fotografía a cargo de Alejandro Pérez, y en el sonido de Diego Javier Figueroa. Plausible es el reconocido elenco actoral, y también loable resulta el despliegue histriónico de los infantes Andy Fornaris y Ernesto Escalón, que supieron darle a la cinta un exacto nivel de verosimilitud, sin caer en artificios ni exaltes de interpretación.

Habanastation articula una realidad social desde su propia base de indeleble existencia. Se representan los hábitos de una Cuba impensada desde la heterogeneidad de estratos que la conforman. Precisamente sobre estos elementos de conceptualización, representación y construcción de personajes, su director, Ian Padrón, nos comenta.

tomada del facebook de ian padrón

―Habanastation es el primer largometraje de ficción dentro de su carrera fílmica, ha sido galardonado en varios festivales internacionales de cine e incluso electo para representar a la Isla en la competencia por una candidatura al Oscar en el año 2012 a mejor película extranjera. ¿Qué ha significado para usted este logro? ¿Cómo concibió la idea del guion y qué lo motivó a incluir en su proyecto fílmico a dos personajes infantiles?

―Habanastation es mi debut en el largometraje de ficción y quizá sea el trabajo más popular en mis 20 años como realizador. Es un filme basado en mi vida personal, aunque no es exactamente autobiográfico. Tuve un amigo en la escuela primaria que inspiró al personaje que hoy es Carlos, del barrio de La Tinta. La idea surgió en un taller de guion que impartió Senel Paz en 2000.

 ―La película Viva Cuba de Juan Carlos Cremata es la promotora por excelencia del debut de los infantes como protagónicos en la cinematografía cubana. A partir de aquí se fomenta el trabajo con los pequeños y se hace ostensible en los filmes La edad de la peseta y Martí: el ojo del canario. Habanastation vendría siendo la cuarta película que sigue esta vertiente de darles mayor voz a los niños en papeles principales, en este caso con los personajes de Carlos y Mayito. De hecho, en algunas entrevistas declara que la cinta hace reflexionar sobre la necesidad de trabajar con niños y para niños. ¿Cómo cree que se inserta esta cinta dentro de esta reciente tendencia del cine cubano?

―Como te decía, Habanastation que entonces se llamada Pleisteichon―, es un argumento que surgió desde el año 2000 pero se “engavetó”. Cuando Cremata hizo Viva Cuba demostró que ese cine que en Cuba nunca había sido valorado, era un cine necesario y valioso para el público nacional. Viva Cuba es una bella película y fue muy popular, como las nuestras lo fueron años después. Este filme de Juan Carlos Cremata demostró, además, la madurez de la compañía teatral para niños La Colmenita, dirigida por su hermano Tim Cremata. 

Ya había un lugar en Cuba donde uno podía ir a buscar a niños capaces de actuar o vencer el miedo a las cámaras y que tenían la vocación y la disciplina para hacer un trabajo que puede llevarles un mes sin jugar o sin ir a fiestas.

tomada del facebook de ian padrón

―Uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta un realizador es, sin dudas, el trabajo con niños. Resulta sumamente complejo; sin embargo, ha sabido manejarlo muy bien, y es destacable además las cualidades histriónicas de Andy Fornaris y Ernesto Escalona. ¿Qué retos asumió y qué experiencias trajo consigo el trabajo con infantes durante el rodaje?

―Andy Fornaris y Ernesto Escalona estuvieron muy motivados desde que los seleccioné. Aprovecho para volverles a agradecer. Primero elegí a Ernesto (Mayito) y luego a Andy (Carlos) en un casting que duró varios días. Fue muy divertido hacer el filme con ellos y el resto de los niños actores.  Jugábamos fútbol, hacíamos chistes y nunca tuvimos ni un sí ni un no. Fueron tan profesionales como los actores adultos y dedicados como el que más. Siempre he dicho que repetiría la experiencia. 

―Es cierto que vivimos en una sociedad que no clasifica de homogénea o heterogénea, sino que se fusiona en una amalgama de sedimentos culturales y sociales. En el filme hay muchos elementos en los que subyacen tópicos  tomando como plataforma los personajes infantiles. ¿Cómo ha concebido la construcción fílmica de estos personajes como reflectores de una sociedad plural y compleja? 

―Creo que esta película es, primariamente, para el público infantil. Después puede haber otras edades que la disfruten o valoren, pero el objetivo central fue conectar con niños y adolescentes. 

Habanastation habla de convivir respetando las diferencias, aun en una sociedad que intentó buscar una igualdad en muchos aspectos.  A nuestra sociedad le falta un largo y difícil camino para respetar más la pluralidad y la complejidad de todos sus ciudadanos. Cuba es un país que tiene muchas personas capacitadas en ciencia, arte o educación. Mi esperanza es que los niños de ahora sean adultos más tolerantes en el mañana, si es que la cultura marginal no arrasa con todo primero.

tomada del facebook de ian padrón

―Los protagónicos experimentan una consecuente evolución en el transcurso del filme, más ostensible en uno que en otro. A ello se deben los encontronazos de Mayito con los escollos de un mundo abrupto e ignoto para él. Juntos se enfrentan al miedo, conocen el real valor de la amistad y conciertan una contrastable relación a tornapunta. ¿De qué herramientas fílmicas se valió para insertar y hacer visible a todo tipo de espectador estos elementos de evolución en los personajes?

―Hay una escena en la que Mayito se esconde de modo egoísta en el baño para comerse un pan con jamón, sin compartir con Carlos, que está afuera cocinando.  Un perro ladra de pronto, asustando a Mayito… y el pan cae casi entero en el inodoro.  El espectador se alegra que por “casasola”, Mayito pierda su merienda. Para rematar, cuando sale del baño se sienta a la mesa de Carlos, quien le brinda su comida recién cocinada y comparte con Mayito el único pan que tiene, mientras le dice: “Mitad y mitad”. Y divide el pan en partes iguales. 

―¿Cómo valora el trabajo con niños luego de culminada la tarea fílmica?

―Excelente. Lo repetiría mil veces si fuera necesario.

―¿Cree que ha logrado con estos personajes el fin que se tenía propuesto?

―Eso lo dirá el tiempo. Aprendí mucho creando estos personajes. Primero junto al guionista Felipe Espinet, luego con los propios actores y al final con la reacción del público que aún los recuerda.  Fue un privilegio hacer este filme. Un honor que el público cubano fuera masivamente a las salas de cine para divertirse, emocionarse y verse reflejados De eso se trata el cine que me gusta: hacer reír, llorar… y pensar. 

tomada del facebook de ian padrón

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