Experiencias de mármol y sangre

La magia de posar como estatua o sentirse por unas horas una verdadera escultura viviente es un placer que se cultiva; pero cuando se logra, es una de esas pasiones eternas. Descubrirse, mostrar brevemente el universo interior en pequeños gestos, y volver a disfrazarse o refugiarse en el personaje que se asume a diario es un reto hermoso.

Después de retirar el maquillaje, proceso que tarda alrededor de dos horas en dar vida a los protagonistas salidos de historias de ensueño, dos jóvenes artistas santiagueros comentan sus experiencias en la agrupación Ojos Teatro.

Alicia Estrada Laurencio lleva un año en este trabajo y con emoción afirma que le gusta mucho hacer performance.

«Disfruto sobre todo interactuar con el público, aunque a veces sea un poco difícil porque te pueden decir desde que les gusta hasta lo peor; sobre todo a las mujeres que hacemos bodyart y debemos tener los senos pintados.

»Es complicado lidiar con los estigmas, especialmente cuando un hombre se acerca y dice cosas desagradables. Sin embargo, me encanta lo que hago, nunca antes había hecho teatro o trabajado en nada que tuviese que ver con la cultura, y estoy fascinada.

»Para mí lo que hago es maravilloso porque no es un trabajo monótono. Cada día te invita a crear algo nuevo que cautive la mirada de otras personas».

Según Leonelis Garzón Seijo la experiencia se trata también de una búsqueda constante del yo interno, una persecución más solapada del alter ego.

«Estoy con el grupo desde la inauguración, llevo ocho años de mucho esfuerzo y sacrificio, especialmente porque en Santiago de Cuba no había mucha aceptación de estas formas del arte, pero lo principal es que me gusta y este tiempo también ha sido de aprendizaje.

»He logrado conocerme a fondo y saber hasta dónde puedo llegar, respetando mi cuerpo. Quienes nos dedicamos al performance, tenemos que hacer muchos ejercicios, practicar la concentración, hacer yoga, controlar la respiración.

»Al principio, que las personas nos aceptaran en la calle era una meta a lograr; y dicen que el público más exigente de Cuba es el santiaguero, porque es el que más critica, el más meticuloso, al que todo le interesa; por tanto no faltó quienes nos tildaran de locos, pero nos enfocamos en quienes sí apoyaban el proyecto y lo veían novedoso.

»Ahora que he compartido mi trabajo en otras plazas confío más en mí. Defiendo dos personajes, aunque en realidad, es uno solo, con un poco de hibridación. Se trata de un lector, pero también está pensado y concebido para que las personas interpreten lo que quieran y sean imaginativos; este personaje igualmente se convierte en un policía de 1934, del periodo machadista, sin embargo a algunos creen que es un cartero».

Entre risas, concluimos que en eso consiste la magia de lo que hacen. En trastocar un poco, en darle vida a las calles sinuosas de Santiago y quedar estampados, mientras dure, en la mente de los transeúntes.

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  • Tuve la suerte de pasar por una experiencia similar, donde yo era la estatua. Realmente, coincido con la periodista, disfrazarse (y lo es en cualquier de sus variantes) es siempre un reto hermoso.

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    Lo lamentamos. No hay nada que mostrar aún.

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