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Palabras de Virgilio López al recibir premio Maestro de Juventudes

Palabras de agradecimiento por recibir la Distinción «Maestro de Juventudes» otorgada por la Asociación Hermanos Saíz

Estimados compañeros:

Es bueno recordar que el gran poeta nicaragüense y de la lengua española Rubén Darío llamó a la juventud «divino tesoro», y de ese tesoro de los años hemos disfrutado todos los aquí presentes y los que, aún niños, tendrán en sus manos ese caudal. Es verdad que ella es un estadio de la vida que pasa con relativa rapidez, pero cuando decimos: «hay que abrirles las puertas a los jóvenes» pensamos en los de hoy mismo.

Los jóvenes tienen ante sí las puertas del mañana, pero es en nuestro presente donde deben actuar. La mejor juvenilia es aquella que atiende desde sus edades a la belleza en torno, al brío inestimable por hacer, que es la mejor forma de decir, o de decir en arte, que es una magnífica forma de hacer.

Cuántas veces hemos escuchado en nuestras vidas, larga ya para algunos de los aquí presentes: «la juventud está perdida», o «a la juventud hay que darles tareas», como si esa hermosa masa humana no fuera una continuidad de la vida que siempre halla su camino, y como si nuestro intento paternalista subvalorara el sentido creativo del fervor juvenil. Existen en nuestro país varias organizaciones que atesoran la fuerza digna de nuestra juventud, la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media, la Federación de Estudiantes Universitarios, la unión de Jóvenes Comunistas, el Ejército Juvenil del Trabajo, la Asociación Hermanos Saíz.

Entre ellas, la Asociación Hermanos Saíz reúne el conjunto principal creativo de la juvnetud que profesa todas las artes, desde la palabra, a la cual llamamos literatura, hasta la música, la danza, las artes figurativas y pictóricas, performáticas, teatrales y cinematográficas, de otros medios expresivos propios de la oralidad, entre otras. Estos jóvenes van avanzando desde la promesa hasta la realización plena. Y con ese conjunto de juventudes entusiastas, ilusionadas, llenas de talentos y deseos de crear, hemos trabajado de diferentes formas todos los aquí reunidos, a los que la Asociación Hermanos Saíz ha querido conferir la hermosa distinción de «Maestros de juventudes».

Los que hoy recibimos este hermoso homenaje, hemos laborado y laboramos al lado de muchos jóvenes, ofreciéndoles nuestra experiencia, donándoles sugerencias para su mejor desarrollo artístico. Pero estoy seguro que cada uno de nosotros no hemos actuado así para ser recompensados, porque no existe mejor premio que el del trabajo, no hay galardón mejor que el de sabernos útiles, no hay maravilla más gloriosa que ver a nuestros retoños crecer y abrir sus alas, llenándonos del orgullo de abrazar la continuidad, de saber que el futuro de Cuba también puede y podrá contar con sus artistas.

Quisiera que mis colegas Eslinda Núñez, Pedro de Oraá, Francisco García, Guido López-Gavilán, Manolo Pérez y Lázaro García, me permitiesen dar fervientemente las gracias a la Asociación Hermanos Saíz, y aunque algunos podamos no considerarnos como «maestros», al menos tenemos la humildad de aceptar y agradecer tanta gentileza. Aquí se encuentran ante nosotros algunas de la figuras más descollantes del arte cubano de hoy, de un arte que resiste al bloqueo, que no se marcha de esta bella patria que tenemos todos, que nos sentimos profundamente comprometidos con el mundo mejor que es posible, y que sea siempre posible también para Cuba. Cuánto nos enriquecen los jóvenes cubanos de hoy. Nuestros coetáneos juveniles son también nuestros maestros por su talento, tesón, inteligencia, libertad y caudal de ilusiones. Esta inmensa fe en la juventud es parte de nuestra trayectoria creativa, y es asimismo parte de la poesía hermosa de nuestras vidas.

Gracias, muchas gracias a la Asociación Hermanos Saíz por creer que somos «Maestros de juventudes», o sea, personas útiles al divino tesoro, a la juventud.

Muchas gracias.

Virgilio López Lemus

Maestro de Juventudes

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