De estrella de rock a escritor

Yonnier Torres Rodríguez hubiese querido ser estrella de rock, conductor de un globo aerostático o domador de tigres de Bengala, pero decidió apostar por la literatura y un cúmulo de premios y libros publicados respaldan su decisión.

Para Yonnier la actividad creativa se sustenta sobre tres principios: constancia, persistencia y sudoración. Está seguro de que la clave del éxito radica en el trabajo diario, en confiar en que se puede llegar un poco más allá y perseguir el sueño, incluso cuando creemos que ya no se nos está permitido soñar.

Con más de 15 libros publicados en los más diversos géneros (cuento, novela, poesía) Yonnier Torres se ha convertido en uno de los jóvenes escritores cubanos más laureados y publicados en el actual panorama literario de la Isla. 

A este autor no le interesa escribir sobre lo que conoce. Prefiere inventar universos cercanos a lo fantástico, juega con lo absurdo y lo hace con naturalidad.

Una conversación con él deriva en un ocurrente discursar de ideas de toda índole, que se mezclan y forman un entramado literario peculiar.

Tus primeras publicaciones, comenzaron cuando ejercías la docencia en la Universidad de las Ciencias Informáticas. Además, provienes de una familia dedicada a esta actividad durante décadas. ¿Cómo ha influido el ambiente académico, docente y científico en tu carrera como escritor y específicamente en tus obras?

De algún modo todo lo que vemos, escuchamos, leemos y vivimos forma parte o tributan, tanto temática como estéticamente, a lo que creamos, aunque la mayoría de las veces no nos demos cuenta de ello.

Yo estudié sociología tratando de huir de la tradición familiar, del magisterio como maldición gitana; y los caminos de la vida, esos malditos caminos que nunca conducen a Roma, me colocaron delante de un grupo de estudiantes, me obligaron a levantar la voz, a mover un poco las manos para hablar de Kant, de Hegel o de Marx, mientras ellos, desde sus tímidos asientos, me miraban con cara de no entender. He pasado de materia en materia, de una escuela a la otra, de un nivel de enseñanza a otro y de cada trocito de experiencia he tomado algo a favor de mi labor literaria, o al menos eso me gusta pensar. Recuerdo, con cierta nostalgia, a un chico, que por algún designio divino y raro (como de raros suelen ser los designios divinos) le dijo a la decana de la facultad que mis clases eran las mejores que había recibido jamás; recuerdo a una rubia de amplio escote que acostumbraba a sentarse en la primera fila, y entre los colores de su blusa y ese brillo extraño que desprendía su piel, yo trocaba, torpemente, las leyes de la dialéctica materialista; recuerdo el día en que un funcionario de la escuela sacó del salón de clases a la mitad de mis alumnos, porque sus padres no habían pagado la mensualidad y no tenían derecho a presentarse al examen.

Tus primeros libros publicados pertenecen al género narrativo. Con Dios no me tiene en cuenta te presentaste como poeta ante el público lector. ¿Crees que los textos poéticos de este cuaderno ya se venían fraguando desde tus obras narrativas?

No lo podría saber con certeza, imagino que sí, que en algún lugar de la mente o del recuerdo, los versos se iban formando y luego se desprendieron, como se desprenden lo frutos maduros de un árbol.

Has incursionado en el cuento, la novela y la poesía, también en el teatro y en la literatura para niños. ¿En cuál género te sientes con mayor libertad, qué te brinda cada uno?

Prefiero la novela, me permite moverme con soltura y desparpajo; el cuento es demasiado semejante a una camisa de fuerza; escribir poesía me trasmite cierto sentido de culpa y el teatro lo tomé, en algún momento como un ejercicio. Cuando me siento frente a la computadora y veo el cursor parpadear, no pienso en si voy a escribir una novela, un cuento o un puñado de frases sin sentido, solo comienzo a colocar una palabra detrás de la otra y el muñeco, de a poquito, se va formando.

Un escritor favorito, una obra, una frase.

Mario Vargas Llosa

La guerra del fin del mundo

Dijiste: Iré a otra tierra, iré a otro mar. Una ciudad habrá mejor que esta.

No hallarás otra tierra, no hallarás otros mares. La ciudad te seguirá.

En tu opinión, ¿existen temas, formas, símbolos que identifiquen tu obra dentro del panorama literario nacional?

Hay temáticas, imágenes, signos y determinadas estructuras o recursos expresivos que utilizo (y a veces sobre utilizo) en mi creación literaria. Hace poco una amiga trató de definir mi simbología personal (si es que tal cosa pueda existir), decía que en mi obra habitaban dos animales: el rinoceronte y el tigre de la India; en mi poética la bebida no era la cerveza, y mucho menos el ron, sino el jugo de tamarindo y que mis personajes, irreductiblemente, son fanáticos de los temas de Nirvana, de las canciones de Red Hot Chili Peepers. Hay un recurso que me persigue como un perro faldero (como solo un perro faldero me podría seguir) y es justo eso, comparar un elemento consigo mismo; pero resulta muy difícil, para un autor, definir las características de su propia obra y más establecer diferencias o limites dentro de eso que llamas el panorama literario nacional. Nunca formé parte de la generación 0, y mucho menos de eso que ahora algunos chicos de Las Tunas han bautizado como generación STOP (creo). Mi obra está, de algún modo, dentro de esa gran colmena que es la literatura cubana contemporánea, allí tengo mi celda, semiamueblada y limpia. Quizás dentro de algunos años aparezca un nuevo Salvador Redonet, que se dé a la tarea de definirme, de definirnos.

¿Qué piensas del movimiento literario joven cubano en la actualidad? Desde dentro cómo percibes este fenómeno.

¿Desde dentro? ¿Qué significa estar dentro? ¿Estar dentro es lo contrario a estar fuera? ¿Aún soy un joven escritor cubano? Ya paso de los 36, ya no puedo enviar mis obras al Calendario, ni al Celestino o a otra media docena de certámenes destinados a los jóvenes escritores cubanos. ¿Cuándo un autor llega a su madurez, a su mayoría de edad? ¿Cuándo se pierde la frescura y la valentía que ofrece la juventud? ¿Cuándo un escritor pierde las fuerzas para crear y dormita sobre un escritorio, al centro de una oficina mal ventilada? ¿Cuándo se deja de estar dentro? ¿Cuándo se comienza a estar fuera?

Desde Hace más de un año te encuentras residiendo en el estado mexicano de Tabasco. ¿Cómo valoras el ambiente tabasqueño para tu producción artística y la divulgación de la misma?

No llegué a México creyendo que aquí florecería mi espíritu creativo. Tenía la certeza que debía empezar desde cero. En Cuba llevaba una vida literaria muy activa, me invitaban a eventos, festivales, lecturas tertulias y cuanta correría literaria se organizara en la Isla. Acá el tiempo adquiere otro ritmo, el trabajo otra tonalidad. He logrado hacer algunas presentaciones de mis libros, incluir algún título en un par de publicaciones cartoneras, crear una leyenda fantasmagórica sobre un tímido escritor cubano que reside en México, les imparte clases a chicos de secundaria, aparece referenciado en Internet (cosa que a todos les asombra y aún no entiendo por qué) y acaba de ganar un premio en España.

Tabasco está en la periferia cultural de la nación. Vivir en Paraíso, dentro de la nación mexicana, es como vivir en Placetas, con más supermercados y anuncios lumínicos; desde allá no alcancé a levantar banderas, desde acá intentaré hacerlo.

Ya has publicado varias de tus obras en el extranjero. Coméntame tu experiencia.

Los libros que he publicado fuera de Cuba, a excepción de la novela con Samarcanda (que esa es harina de otro costal) han obtenido premios que incluyen la publicación, casualmente los dos han sido cuadernos de poesía: “Una jaula casi perfecta” (2016) y “Postales de Varadero” (2018). Recibir un premio siempre me (nos) produce una alegría increíble, te (nos) atrapa el síndrome de la premiopatía, del cual habla Rafael de Águila en algunos de sus artículos, y si ese premio incluye la publicación de la obra y un viaje con los gastos cubiertos para recibir el galardón en una hermosa sala del viejo continente, ¡por dios, eso no tiene comparación!  Lo demás, que imagino sea lo más importante, pasa desapercibido: la promoción, la cifra de ventas, la ubicación de tu obra en el mercado editorial. Nos condena la cultura de la pobreza: tomamos el vuelo, una ducha de agua caliente en un hotel precioso, destrozamos la despensa en el desayuno buffet, nos felicitan y nos estrechan la mano una veintena de personas, nos toman fotos cargando el galardón, nos abrazan los miembros del jurado, los organizadores del evento, el alcalde de la villa te regala una botella de aceite de oliva, producto autóctono de la ciudad, te invitan a “probar” el jamón ibérico, y te regresas tan contento, con tu equipaje repleto de los productos de aseo que colocan en la habitación del hotel y el papel sanitario (que desapareció en las tiendas de la Habana), tan contento que se te olvida lo importante, se te olvida todo lo demás.

Hace unos meses las redes sociales y varios medios de prensa internacionales dieron cobertura al premio “Diario Jaén 2018” de Poesía que recibiste recientemente en España. ¿De qué manera percibes este y otros premios internacionales que reconocen tu obra literaria? ¿Crees que constituyan un salto cualitativo en tu carrera?

La palabra salto no me gusta. De cierto modo, saltar es cuanto menos, un acto peligroso. La cobertura de prensa en Jaén fue maravillosa y efímera, apareció mi imagen y mis palabras en el diario durante toda la semana, incluso las fotos personales que me tomaron en las visitas a sitios de interés histórico-cultural, en las redes sociales me felicitaron los amigos y apareció mi biografía en la web de herramientas escritores.org; pero saltar, lo que se dice saltar: ni siquiera con los pies atados.

La 28 Feria Internacional del Libro en La Habana…

“El ojo del ciclón” es una novela para adolescentes que obtuvo el Premio Abril el pasado año y que será presentado por esta misma editorial, en un rediseño de todo el sello que justamente se estrena con mi libro, lo cual me hace verdaderamente dichoso. Sed de Belleza me regala la edición de la novela “Círculos de cal”, Ediciones Matanzas me publica el volumen “El show de Terry Hackman” (Premio Fundación de la ciudad de Matanzas en el género de novela) y la Editorial Montecallado, en Mayabeque se ha propuesto publicar mi libro de relatos “La estrategia de ciempiés”. Por tanto estamos de Feria…

En Cuba eras un escritor conocido, con una carrera destacada entre los más jóvenes escritores. ¿Crees que el hecho de residir fuera del país puede constituir una limitante para estar activo, literariamente hablando, dentro de la Isla?

De Cuba solo me he alejado espacialmente, mi espíritu creativo permanece allí y espero que ese puente afectivo nunca se venga abajo. No me imagino ubicando mis historias en México, utilizando frases chocas, renunciando a la musicalidad del léxico cubano. La tecnología de este siglo XXI me permite sostener espacios, relaciones, mantener las ventanas abiertas. De Cuba no me han faltado propuestas editoriales y espero así se mantenga, como en la canción de Habana Abierta: “yo no me fui, yo me alejé un poquito, desde más lejos se oye más bonito”.

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