Un comentario apropósito de El trono de Ecbactana

He leído con placer el magnífico libro de Elaine Vilar, El trono de Ecbactana. Libro Primero. La ciudad de las máscaras, publicado por la editorial Gente Nueva, en 2017. Según la propia autora, es una reescritura en clave de ciencia-ficción de El fantasma de la ópera, de Gastón Leroux. Sin embargo, la originalidad imperante, devela un modo particular de narrar, que ya se va notando en otras obras y que desde mi punto de vista, se trata de un estilo propio conseguido por Elaine, que la distingue entre otros narradores de Ciencia Ficción.

Uno de los disfrute de esta lectura, es la vastedad imaginativa de la autora, que nos conduce por Ecbatana confiándonos sus secretos, contando “leyendas sobre el monstruo que el dux guardaba en sus mazmorras y que Rohen alimentaba con el cadáver de sus enemigos o aquella otra que hablaba del torturador sin rostro”. Así narra Elaine, con una prosa limpia, amena que mantiene expectante al lector hasta la última línea.

El Rey mono, La serpiente emplumada y Santa Muerte, son entre otros, los mitos recreados en este atrayente panorama, en el  sus personajes se deslizan, seguros y bien perfilados, en el complicado laberinto de Ecbactana. Y que constituyen, solo un  segmento, de los once capítulos que conforman este volumen. En el que la autora crea un universo donde confluyen la magia y el misterio.

El trono de los Silwe, pletórico de secretos, develados algunos y otros sugeridos, cautivan a los lectores dentro de un mundo vertiginoso en proceso de consunción  y en otro que crece y se propaga multiplicándose en el que no parece haber fronteras para la imaginación.

La autora narra un modo de vivir muy diferente al nuestro, sin embargo, coinciden rasgos comunes entre sus personajes y los seres humanos contemporáneos: envidia, maldad y avaricia, son entre otras, las circunstancias que conducen a la violencia y a la pobreza.

En esta novela se hallan magníficamente representados seres devastados por la indolencia de sus gobernantes, guerras, plagas, crímenes y crueldades. Que aparecen recurrentemente desarrollados por Elaine, como si reclamara la atención con unos toques de nudillo, en la puerta la del gran auditorio universal, para mostrarnos el horror de la humanidad.

Obras como estas, aun cuando inscriben pasajes diferentes al nuestro, nos incitan a pensar en el desmoronamiento de las sociedades, en la autodestrucción del individuo y, nos alerta con su aguda visión del mundo mítico, sobre la decadencia del mundo el actual.

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