Del eros me interesa todo

Lourdes de Armas escribe con pasión. Y desde la pasión. En cualquier otro contexto, y posiblemente incluso en este, afirmar algo semejante puede provocar que esta introducción sea tachada de lugar común. Pero debo correr el riesgo en virtud de la verdad. Esa verdad que Lourdes defiende desde su literatura, desde el eros de sus cuentos y desde la —muchas veces— terrible y compleja realidad que viven sus personajes. Nuestra amistad ha crecido a través del correo electrónico, las llamadas, los planes en común y, ocasionalmente, algún que otro encuentro en los pasillos de la UNEAC (o en sus jardines). Hemos intercambiado cuentos, libros e historias. Nos debemos un café. Esta entrevista es el preámbulo de algunas conversaciones que hemos dejado pendientes, aquí y allá. 

¿Piensas que, en la actualidad creativa de nuestro patio, la obra de las escritoras es reconocida? ¿Subsisten aún, en los telones de fondo de la literatura, criterios machistas o patriarcales?

Se ha avanzado algo en cuanto al reconocimiento de la obra femenina si lo comparamos, por ejemplo, con la literatura de la década de los 80. El boom literario femenino alcanzó su mayor esplendor en los 90. Pero es innegable que aún existen criterios machistas y patriarcales que perturban la visibilidad de la mujer en la  literatura. Cuestión que no es intencional en la mayoría de los casos, se trata de una actitud que está presente en la memoria colectiva masculina y hasta en la femenina de una manera muy arraigada, simplemente no se tiene en cuenta a la mujer porque no se piensa en ella del mismo modo en que se piensa en los hombres. Los hombres se tienen en cuenta entre ellos como espejos de sí mismos y se ven como líderes, héroes, proveedores. La mujer, sin embargo, todavía está clasificada como débil, tierna, de movimientos ondulantes, gestualidad que muchos tienen como modelo para clasificarla de mujer o lesbiana… como si no fuera lo mismo.

Los hombres siguen sobresaliendo y mientras esto suceda, las mujeres continuarán en su lucha por la visibilidad. Pasa no solo en la cultura, también en casi todas las instituciones de la sociedad. Son los hombres los que mayoritariamente dirigen; sin embargo, según estadísticas del último censo poblacional, el número de mujeres es mayor que el de los hombres. Somos más pero menos visibles. Si observamos de cerca con ojos de mujer, notaremos que hay más directores que directoras, más presidentes que presidentas, más jefes que jefas, menos secretarios que secretarias, así en todo lo que nos rodea. Es por eso que, desde mi opinión, hay que estar constantemente debatiéndose, luchando para ser tenida en cuenta. Algo que es bastante agotador.

Por eso es necesario abrir espacios de debate sobre el tema, sitios para las quejas en los que se pueda denunciar cualquier situación que desfavorezca a las féminas, de forma rápida y sin burocracia. Ya que hay una propensión masculina, no solo a ejercer sus funciones de líderes, también a ignorarla, a acosarla sexualmente, a mezclar nalgas con profesión. Si no te dejas tocar las nalgas, no te mereces un ascenso, una promoción. Y se hace de un modo ya tan natural que esta conducta, aunque se desapruebe por la mayoría, casi nunca consigue justicia.

Y aclaro que tengo muy buenos amigos hombres y que no estoy en contra de ningún hombre, todo lo contrario. Porque también se peca de revertir los reclamos. Cuando exigimos nuestros derechos, la conducta más generalizada es acusarnos de arrogantes, de que no admitimos galanteos. Es una manera, aunque la más común y menos inteligente, de reducirnos, de silenciarnos. Pero efectiva en muchos círculos donde el pensamiento falocéntrico está aún muy arraigado. Teoría que desde Freud a nuestros días ha pasado por innumerables cuestionamientos, provocando daños sicológicos en la mujer, pero no se ha deshecho. De diversas maneras seguimos siendo castradas, mujeres sin sexo, envidiosas del falo.

En tu obra, el personaje mujer y el cuerpo femenino son centros temáticos, ejes de sentido, ¿ocurre esto por disposición consciente, forma parte de una poética escritural?

Esto ocurre de manera inconsciente y, a veces, muy consciente. Por supuesto, hay  una poética derivada precisamente del eros, que no solo está asociado a la sexualidad sino también al amor, porque sexualidad y erotismo son resultados del amor. El cuerpo femenino es el centro como también lo es la mujer, porque es una manera de expresar los conflictos cotidianos de la mujer de hoy, específicamente la cubana. Y como escritora me siento comprometida a denunciarlo. Escribiendo desde la mujer es mi manera de intentar hacer justicia.

A tu entender, ¿cuáles son los principales retos de la mujer escritora, especialmente las jóvenes, en el panorama literario cubano?

Los principales retos de la mujer es posicionarse dentro de la sociedad patriarcal. Creando espacios como los que comenté anteriormente. Haciendo valer con firmeza su posición de mujer. Escribir más y mejor cada día. Porque escribiendo se conquista un espacio. Las letras son también un arma, no solo es placer.

Por el momento hay que mantenerse atenta a esta conducta, porque si das la espalda, en cualquier descuido, los hombres que nos rodean, acostumbrados como están a vivir en un mundo de hombres, se olvidan de que existimos. No hace mucho se sentaron más de siete en una mesa a hablar de los Novísimos. Ni se acordaban que las Novísimas también existían. 

La mujer joven tiene un doble reto: luchar contra la sociedad patriarcal y con aquellos no tan jóvenes que no admiten el candor y el talento juvenil, que no aceptan las ideas noveles que, sin embargo, son las que nos alimentan de nuevas perspectivas.

Hablemos del erotismo, otro de los elementos que considero esenciales en tu escritura y que ya anteriormente mencionas, ¿por qué elegir esa zona de sentido? ¿Qué, en particular, te interesa del eros y qué desechas?

Del eros me interesa todo. Por tanto, no desecho nada; solo que escribo desde una perspectiva y no desde otra. Desde la mía significa amor y también libertad. Y ambas cuestiones son de vital importancia para mí. Escribo desde mi propio concepto del erotismo, o de lo que me erotiza. La escritura es un lugar donde puede habitar todo lo que deseo, donde me deshago de todo lo que me molesta, no hay patrones sexuales de conductas, ni culturales, ni sociales. Soy dueña de mi cuerpo, de mi sexualidad. Es importante una sexualidad sin censuras. En mis textos impera el gozo, el placer tal como lo concibo. En ellos soy libre, absolutamente libre.

La realidad y el cotidiano aparecen constantemente en tu trabajo. En un mundo tan plural, tan polifónico, la realidad es ya una línea bifurcada, un mapa de muchos puntos…

Lo cotidiano es el mundo que me circunda y del que tomo cucharadas para mezclar con la ficción. Me interesa mostrar la sociedad en que vivo, dejar constancia de mi mirada, que no quiere decir que sea la verdad absoluta, pero es mi modo de percibir el mundo que me circunda, mis conflictos, generacionales y existenciales y, por supuesto, los conflictos de la mujer.

En nuestros tiempos, ¿qué utilidad tiene la escritura? ¿Aún tiene utilidad?

La escritura tiene mucha utilidad. Puede ser terapéutica, te aviva y organiza el pensamiento y puede servir de catarsis. Desde el punto de vista literario, nos permite lo mismo plasmar el mundo en que vivimos como recrear otros. La utilidad es particular, es una especie de contribución íntima con la cultura, un compromiso social. Nunca es un negocio, por lo menos como la vivo yo. Es muy mal pagada y con demasiada tendencia al timo. Hay muchas editoriales que se apropian de la obra y luego pagan poco o nada. Debido a que no hay una forma precisa y exacta de cuantificar los libros vendidos, por lo menos que yo conozca, estamos obligados a creer en la editorial que nos contrata.  Y esto se presta para que nos estafen ya de una manera tan natural como una brizna invernal. Esto, en lo que concierne a las editoriales extranjeras. Las cubanas pagan, poquísimo pero pagan. Se demoran en el pago porque casi nunca hay presupuesto, pero nunca he sido estafada por una editorial cubana. En cultura, de forma general el pago es ínfimo y demorado. Nos contratan, hacemos el trabajo y después no hay presupuesto, esto se ha hecho una constante. Trabajamos literalmente por amor al arte. Es por eso que la utilidad de la escritura es un gozo íntimo que, en mi caso, es el momento de la creación.

Tu rol como narradora se combina también con tu labor como periodista, reseñista y ensayista. Estas zonas de conocimiento, ¿satisfacen otras inquietudes creativas o son la pluralización de un mismo interés que se presenta con diferentes rostros?

Esta labor es un todo incluido. Se combinan el placer de la lectura, los comentarios sobre lo leído y la promoción de la buena literatura. Los escritores cubanos merecen promoción y para mí es un placer hacerlo dentro del mundo editorial al que tengo acceso.

¿Qué escritores cubanos han ejercido, directamente, una influencia en tu trabajo? ¿Crees en las influencias? ¿Cómo las interpretas?

Son muchos los escritores que han influido en mi obra aunque esta influencia no la tenga de manera consciente. Desde mi punto de vista estamos influenciados por todo lo que leemos, aunque cada lectura sea en una etapa diferente. En cuanto a los escritores cubanos, recuerdo que leí mucho a Cofiño, era la fiebre del Realismo Socialista, y se nos inculcaba este tipo de lecturas porque se veía la literatura con un sentido didáctico. Más tarde me enamoré de la obra de Padura. Y luego leía todo lo que me caía en la mano.

En los noventa nos leíamos los unos a los otros en talleres literarios, círculos de lecturas y otras actividades, y es por eso que pienso que todos tenemos algo de todos. En la literatura de esta etapa se coincide en las temáticas, la estructura, pero después cada uno ha ido tomando su estilo propio.

Creo en las influencias, hay muchos autores que te indican un camino, a veces abres un libro y descubres una perspectiva aunque sea igual a la tuya, pero dicha de otra manera. Esto ya es un premio, una satisfacción.  Las interpreto como una fusión cultural, una excelente combinación de saberes que auxilian al pensamiento a formar conceptos y teorías. Incluso, aunque se piense lo contrario, siempre es una ganancia porque para contradecir hay que encontrar lo dicho.

En la actualidad, ¿cuáles son las historias que deseas contar?

Me interesa contar muchas historias. Tengo algunas inéditas y otras aún no escritas. La mayoría están relacionadas con la sociedad cubana, lugar donde se deslizan mis personajes, preguntándose, calumniándose, reflexionando, amando y por supuesto, haciendo el amor.

Si tuvieras que definir tu escritura en pocas palabras, ¿cuáles serían?

Hay una definición que no es mía, porque me cuesta definirme en cuestiones literarias. Es de la escritora y editora Dulce M. Sotolongo, ella se refiere a mi obra como “escandalosamente atrevida”.

Sin embargo, no puedo evitar auto catalogarme como una narradora femenina, que escribe en defensa del género, comprometida con la verdad, mi verdad, siempre.

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