Usted también tiene ojos de pescado, señor Puta

En medio de la obra un hombre, desnudo, arrastra lo que podríamos llamar tanque. Nos recuerda el mito de Sísifo, condenado por enfadar a los dioses a cargar perpetuamente un peñasco hasta la cima de la montaña para, casi al llegar, desvanecerse rodando hasta el valle, y así indefinidamente. Desvanecido reposa la cabeza sobre el tanque-piedra y entonces, como analogía, pensamos en la antigua leyenda: una piedra mágica que recibe la queja de los hombres, soporta furias y seca llantos… la piedra de la paciencia para unos y de la impaciencia para otros.De sus orejas cuelgan dos banderitas cubanas, que caen una y otra vez al piso, la mano del hombre las recoge, vuelve a colocarlas sobre las orejas y, orejas al fin, las dejan caer. Metáfora de esta Antilla que Juan Edilberto Soza incluye en el montaje de Y los peces salieron a combatir contra los hombres para el grupo de experimentación escénica La Caja Negra, de Santiago de Cuba.

Es extraño, pero no me conmoví. No temblé. No suspiré. Entonces, la duda.

Dentro de la locxura contemporánea, sobre todo la española, Angélica Liddell cree que solo el horror nos puede transformar. Ella misma lo ha dicho: Y los peces salieron a combatir contra los hombres es una obra ANTISOCIAL, y no miente, porque derrumba conservadurismos, su performancia es un lúcido atentado contra las leyes de la costumbre, es un dique, no contra el pacífico, sino contra los hombres, los que tienen ojos de pescado, ¿o son pescados que tienen ojos de hombre?

¿Se da cuenta, señor Puta, de que este pescado tiene ojos de hombre? Se han ahogado tantos negros que los peces empiezan a tener ojos de hombre. Se han comido a tantos negros que los peces empiezan a tener ojos de hombre. Habría que darles escopeta a los pescadores. Porque a un pez con ojos de hombre hay que matarle como a un hombre, ¿verdad, señor Puta?

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Foto: Lázaro Wilson

No caben dudas, es un buen texto. TEATRO DE LA RESISTENCIA. Angélica Liddell es una terrorista de la belleza, terrorista por derecho. No llama a la batalla por la belleza, al contrario, nos invita a la trinchera de lo sórdido, de lo despoblado, según ella, de belleza. La belleza siempre pierde, nos recuerda.

Dicen que está loca… es ARTISTA.

Ante una obra de Liddell es imposible no condicionarse. Es estar dispuesto a sacrificar a nuestro hijo -entendamos HIJO como COSTUMBRE-, como Abraham llevando a Isaac camino del monte Moriah. Es entregarse a la epifanía de lo desmesurado, como primitivos dispuestos a experimentar una crisis, a sentir la «energía originaria» de la que hablaba William Blake.

Pero no me conmoví. No temblé. No suspiré.

Tiendo a pensar que la obra Y los peces salieron a combatir contra los hombres le queda demasiado grande a los actores de La Caja Negra. Los puntos climáticos fueron desaprovechados y terminamos por no sentir, al menos yo. No puedo negar que salí pensando, una de las funciones intrínsecas del teatro es hacernos pensar, pero es una obra para más, es una obra para hacernos pensar y para hacernos temblar.

Sin embargo, aplaudo el riesgo, el intento, las ganas de cargar esa montaña pesada que es la obra de Liddell, esa montaña pesada que es el ARTE.

Tengo mis reservas. Sé que la escenografía original no llegó desde Santiago de Cuba, que todo lo que vimos fue casi improvisación, en un escenario atípico pero dócil para el teatro: un almacén desmantelado en las postrimerías de la sede de Trébol Teatro, con plasticidad de retablo, bien aprovechado, hay que decirlo, por los actores de La Caja Negra.

Momento iniciático: lectura de ¿texto explicativo?, ¿texto aclaratorio? ¡TEXTO INSUFICIENTE! a manera de exordio. Me enfurecí. No era necesario explicar nada, la obra se explica por sí sola. Y si en última instancia se decide leerlo, era necesaria una voz clara, limpia; no fue el caso y desvirtuó. CRIMEN DE LESO TEATRO.

Cabe otra posibilidad, no pecamos de ingenuos. El director quizás escogió la peor voz, la de peor dicción y nos introdujo desde el inicio a lo grotesco, para desde el primer momento rehuir de lo «hermoso». Si fue así, la grandilocuencia les pertenece.

Tenían otras opciones: 1) que los actores solo leyeran el libreto de la obra; 2) que aparte de leer el libreto de la obra, se desarrollaran algunas escenas como presentación de La Caja Negra en Holguín, y 3) por último, no presentarse.

Apostaron por la cuerda floja -la puesta en escena- y no mantuvieron el equilibrio. ¿Y qué sucede cuando no mantenemos el equilibrio sobre la cuerda floja?

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