Versión única de lo hecho por dos

Para coincidir sólo es necesario un punto, la fuga de varias rectas que se intersecten en el mismo sitio. Pero en el mundo del arte son necesarios más componentes. Por eso, cuando el punto es identificado por alguien, todos asentimos, porque sabemos que no siempre en esta matemática los cálculos son exactos. Para la exposición que tiene por sede la Revista Cultural La Jiribilla, sólo hay un resultado común: Despedida.

Las exposiciones de arte convocan todo tipo de público a sus inauguraciones, pues cada uno va tras lo que resulta para sí prioridad. Una vez que sucede ese instante, la exposición comienza su estado de coma y sólo saldrá si es capaz de despertar en la mente de otros interesados la curiosidad de visitarla, alejados de los cantos de sirena del opening show.

Hace unos días asistí a la exposición bipersonal de Daniela Muñoz Barroso y Jorge Ricardo Ramírez: Despedida. La misma fue curada por Gabriela Román González, quien nos lleva hacia aquellos días que recordamos con mucha tristeza y que una vez más nos conducen a tales profundidades; ahora con la fotografía como camino. Entonces, ¿por qué visitar la exposición?

  1. Porque es una mirada personal sin encargo de por medio.

  2. Porque es el canto de cisne de un instante que vuelve para todos en la memoria emotiva cuando pensamos en la Historia de esta nación, y tiene entre todas las justificaciones: tomar otros ojos para ver mejor.

  3. Porque cada foto se detiene en una hora del día (esto es una metáfora, pues realmente hay momentos del día que comparten la misma iluminación, pero son 24 fotos y el día tiene igual cantidad de horas) y son diferentes las emociones que pueden apropiarse de nosotros, y todas ellas están en las piezas que los autores exponen, evolucionando en busca de la noche, cuando la vida se recuesta y espera la eternidad del sueño.

  4. Porque siempre será degustable conocer la perspectiva de una pasión que parece obvia, y descubrimos que tiene peculiaridades y lunares que seducen.

Las posturas que podemos asumir como espectadores de una muestra de arte son tan volubles como sea el momento del día escogido para tal experiencia. Sin embargo, la fotografía como formato es cada vez más vulnerable a estereotipos y clasificaciones superficiales, que lastran su interés antropológico y la convierten en ensayo fútil de una realidad desnuda.

La exposición Despedida narra las vivencias de dos jóvenes en los días de dolor por la muerte de Fidel. Una provocación tan presente en cada uno de los que asistimos a la Caravana y la Plaza de la Revolución, pudiera pensarse como tarea simple. Pero justo ahí radica la pertinencia de esta muestra fotográfica: en la capacidad de saberse diferente por el hecho de estar convencida de serlo.

Las fotos hechas a cuatro manos, pues hay dos autores aunque cada pieza tenga un solo nombre y la exposición demuestre una sola óptica desde el visor, proponen la documentación en dos extremos de la Isla: La Habana y Santiago de Cuba. La muestra es por tal razón, verbo de ambas lenguas, palabra de más de un cubano. Y en la posibilidad coral de narrar un hecho se descubre su verdad. Porque cada uno tiene su versión, porque es demostrada con las pruebas fotográficas de un hecho común y convence.

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