Otras tonadas del violín de Ingres

Otras tonadas del violín de Ingres puede ser un libro para niños y jóvenes como cualquier otro; sin embargo, su concepción y rejuego subvierten formas de crear dentro de la literatura infanto-juvenil de estos tiempos.  

Varias podrían ser las razones. Lo más interesante, a mi juicio, es la formulación de un título intencional —sugerente para muchos lectores e incógnito para otros—, que puede divorciarse del verdadero contenido de este volumen. Precisamente ahí radica el doble juego: en el empleo de una frase hecha casi en desuso y de significado absolutamente desconocido para el más común de los lectores, me refiero al «violín de Ingres».

Poseer un violín de Ingres vale por la capacidad que tiene el individuo de diversificar su interés por el universo intelectual que le rodea y, sobre todo, haciéndolo a través de facetas profesionales del amplio mundo de las artes. Entraban en esta nómina artistas reconocidos y otras personalidades de épocas antiguas. Entonces, ¿quién recibe en este libro esta denominación? ¿Acaso estas tonadas del violín hilvanan de buenas a primeras los cuentos que agrupa? ¿Se conoce que Ingres, al ser llevado por su padre a Toulouse para perfeccionarse en dibujo llevaba, además de lápices y lienzos bajo el brazo, un violín? En todo caso, se le permite al lector la necesidad de rastrear la causa de mezclar a Dominique Ingres: pintor francés del siglo XVIII, eximio representante del neoclásico, con este instrumento.

Otro aspecto provocador es que, sin más, el autor se deja seducir quizás por el ambiente plástico que lo instó a hurgar en valiosos referentes de la historia del arte o, mejor aún, por los estilos más contemporáneos de escribir narrativa para dejar la autoría de sus cuentos en la firma de Fidelio Ponce, Wilfredo Lam, Amelia Peláez, Carlos Enríquez, Eduardo Abela, Mariano Rodríguez, René Portocarrero y Victor Manuel; convirtiéndose, ante todos, en un atinado compilador. Un riesgo pudiera parecer, cuya mitigación recaería en el aporte singular que le hace al arte cubano y, más aún, por el acercamiento particular a nuestros pintores de la vanguardia artística de las primeras hornadas.

De modo que este valioso ejemplar, bajo el sello de la Editorial Oriente, sugiere nuevas enseñanzas dentro de la apreciación de las artes visuales. Apela al requisito de la fantasía y al poder de acompañar a niños y jóvenes en la formación del sujeto crítico y la recreación estética. Es por ello que Los niños, El rey del juguete, flores amarillas, Rapto de la guajira, El intelectual, La joven de la mano verde, Las comadres, Retrato de Flora y Gitana Tropical, nueve pinturas de obligatorio estudio para la Educación Artística protagonizan, conjuntamente con sus autores, las historias que nos propone Eldys Baratute. Sus lecturas van más allá de la interpretación de códigos semiológicos e intertextuales. La descodificación, en este caso, supone el empleo de símbolos imaginarios que enriquecen a las obras en sí mismas y a las prácticas propias o la manera de ser y vivir de cada artista; muy bien reelaborados en cada pincelada de estos cuentos.

Baratute toma como punto de partida de su percepción visual a la Gitana Tropical —pieza convertida desde la década del 30 en el primer clásico del modernismo pictórico cubano— descontextualizando todo símbolo central de la poética vitormanueliana. Ahora convertida en la joven Jimena de Andalucía, la cual decide experimentar una vida nómada por el trópico con sus habilidades de gitana. Descubre que la belleza natural, espiritual y humana de la isla de Cuba, además del primer y único amor encontrado en la travesía, se convertirían en el camino definitorio para el comienzo de una nueva etapa, lejos de sus tradiciones ancestrales y experiencias de gitana, si bien esta lectura distingue la imagen central de una pintura que, por lo general y según su creador, representa a la mestiza-mulata con ojos rasgados del Perú, pero con esencia puramente cubana. Porque las mulatas cubanas, decía Víctor, tienen mucho de gitanas.

Así lo hace con El intelectual, la obra cumbre de Marcelo Pogolotti, sin dudas uno de los cuentos más fascinantes de este libro. Cuidadosamente conserva al escribir la misma contención personal y profundidad de pensamiento que le atribuye Marcelo a su pieza, como fiel autorretrato de su ideología, la cual advierte sobre el poder de la cultura y su conversión en industria.

El intelectual de esta historia permanece en la máquina de escribir obligado a su oficio de soledad, buscando ideas brillantes durante días y noches, las que guardaría en un viejo cajón donde permanecían las de toda su ascendencia familiar, originadas por una industria o fábrica de hacer intelectuales.

Un fragmento les propongo:

Estimado señor: Por recortes presupuestarios nuestra fábrica se quedó sin materia prima y, lamentablemente, debemos cerrar. Ya no construiremos más intelectuales. En esta cesta le enviamos el último embrión que tenemos. Es una niña de dos años. No ponga cara, ya sabemos que es muy pequeña, pero nuestra delicada economía no nos permitirá hacerla crecer. Ahora esa es tarea suya. Si en algún momento nuestra situación económica mejora, se lo haremos saber y revertiremos el proceso. Le pedimos disculpas, pero no podemos hacer más. Agradecidos,

La Admón de la fábrica de intelectuales con ideas brillantes, brillantísimas.

Pd: Ah, se nos olvidaba. La niña se llama Graziella

Por lo visto, nuevas circunstancias de supervivencia enfrentaría este Marcelo al multiplicar ideas brillantes lejos de soledades y tecnicismos académicos, más bien llenas de alegrías y complacencias producidas por su nueva compañía.

Por lo general, sucede así con cada cuento. Visiones que transforman la ingeniosidad de estos artistas que no hicieron más que plasmar su narrativa en pertinentes lienzos.  «La imaginación es parte integral del ser humano equilibrado, nada puede el hombre sin la imaginación», decía Aristóteles.

De este basamento aristotélico se ha valido el narrador para conseguir una literatura amena pero edificante, de la que será partícipe no solo el niño que se sube al librero de un adulto para robarle las obras maestras de la imaginación, sino todo joven, toda persona interesada en conocer el ingenio pictórico y la alegría de vivir de los pintores vanguardistas. Esos que se han ganado el violín de Ingres, gracias a la voluntad poética de este escritor guantanamero, afanado en descubrir el mundo de nuestros artistas cubanos.

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