Marte


Modo Split y los Museos viajan a Marte

El espacio es un ámbito de esplendor para el ser humano donde los escenarios surrealistas deslumbran a los simples mortales que aspiran a tocar una galaxia cercana. En el pasado siglo el hombre logró alunizar, no solo en el plano físico; la mente abrió sus puertas a un espacio extra terrestre. Este periodo fue el boom de la psicodelia y los grandes eventos que, más allá de ser sueños, fueron realidades concretadas surgidas en noches surrealistas.

Modo Split y los Museos lograron llegar a Marte creando realidades psicodélicas y nuevas experiencias en el público santiaguero el pasado diciembre a través de una nueva visión de la museología. Los seres humanos podemos aterrizar en la tierra cuando bajamos de nuestros sueños. Pero, ¿cómo hacemos para llegar a Marte? La Real Academia de la Lengua Española define como “amarterizar” la acción de entrar en contacto físico con la superficie de ese planeta. Santiago de Cuba no consiguió poner los pies de forma física en dicho planeta, pero la mente, ¡logró volar!

La experiencia titulada Modo Split y los Museos viajan a Marte comenzó con la organización de la Orquesta de Cámara Esteban Salas en el parque Céspedes mientras que la música estuvo a cargo del compositor y guitarrista Aquiles Jorge. Este performance atrajo publico inquieto y curioso, que decidió parar su tránsito para ver la inusual situación.

Bajo la dirección de Marco Tulio Niño Wong los artistas demostraron que no solo la experiencia musical se logra trasmitir dentro de una sala de concierto. Hay que lograr involucrar a los espectadores con el arte y atraerlos hacia la luz de la cultura.

Un flautista de Hamelin atrajo a los mortales que, siguiendo los gritos de Pregón –poema del artista y director del Museo de la Imagen y el Sonido Demian Rabilero– fueron guiados hacia la Sala de Arte Extensión del Museo Provincial Emilio Bacardí Moreau conocido popularmente como Club San Carlos. La acción más que un discurso predeterminado fue un hecho de improvisación; el azar y las condiciones favorecieron a que el evento deslumbrara de forma sui géneris.

Esperanza en la red, obra de Yuri Seoane.

El espacio galerístico quedó roto cuando la curaduría demostró que no hacen falta decenas de obras para llenar las salas de arte, solo es necesario un concepto curatorial diferente que ajuste las obras al espacio. No puede existir una brecha entre la curaduría, el artista, las obras y el público, todos son una unidad indivisible de lenguaje-interpretación, donde la hermenéutica media entre el sujeto y el objeto.

Solo tres piezas se presentaron dentro de la edificación neocolonial que representa la Sala de Arte Extensión del Museo Provincial de Santiago de Cuba. En el centro de la institución artística se encontraba la pieza Esperanza en la red.

El environment de Seoane fue presentado al Salón Artes Visuales y Experimentación (SAVE) –donde ganó el gran premio– y retomado en esta exposición con un aire renovador. El trabajo artístico estaba situado en el centro de la galería por lo que obligaba al púbico a ser parte de ella en el intento de continuar observando el resto de la exposición. La re-contextualización de la obra le dio un aire diferente a la pieza ya exhibida con anterioridad; al incluir juego de luces, y utilizar mayor espacio dentro de la galería.

Al evento se presentaron dos videoartes “Esperanza en la red”, que era un trabajo audiovisual con una visualidad experimental y fue la documentación fílmica de la pieza homónima de Yuri Seoane, y “Domingo de invierno” de Demian Rabilero. Ambos audiovisuales se exhibieron en el SAVE, pero no pudieron ser visualizados por el público debido la falta de fluido eléctrico que acompañó el acto de inauguración del salón.

Unas pequeñas palabras inaugurales de Suitberto Frutos, director del Centro Provincial de Patrimonio Cultural de Santiago de Cuba, rompieron la espera del público cuando las siete campanadas de la catedral de Santiago de Cuba señalaron la hora. La elocuencia no viene de recursos rebuscados y “metatrancosos” como muchos creen, el arte de la retórica es convencer a las personas con la menor cantidad de palabras, lo cual se logró en la presentación del gran environment que fue el viaje a Marte de los museos. Todo un acto de pantomima floreció con la acción de incluir una intérprete de señas que, más que tratar de llegar a un público con una determinada discapacidad se convirtió en una suerte de performance.

Se proyectaron los videoartes de Yuri Seoane y Demian Rabilero.

A esas alturas de la noche, el viaje a Marte ya había comenzado y la nave del arte estuvo en gravedad cero y fluyendo hacia su destino. Es en ese momento donde se entiende que la travesía interestelar y la idea de la construcción de la infraestructura espacial comenzó con el evento astronómico de la oposición del planeta Marte, este suceso ocurre cuando el astro alcanza la mínima distancia con la Tierra en todo el año y forma una línea recta con el Sol y nuestro planeta. Este tema fue analizado por especialistas que explicaron a los execradores el suceso cósmico a la vez que se realizó una observación astronómica guiada por Raudel Hubert.

No solo el cielo fue excusa para guiar al espectador. Al mirar el suelo una larga alfombra roja alineada con la puerta de Museo de Ambiente Histórico (Casa de Diego Velásquez) guiaba al espectador hacia su próxima experiencia. Ver el planetario dentro de un museo fue la justificación para hablar de astrología y dilucidar experiencias entre especialistas y espectadores.

A través del slogan “La museología como arte vuela” se unieron tres museos, el de la Imagen y el Sonido Bernabé Muñiz Guibernau, el Emilio Bacardí Moreau y el de Ambiente Histórico Cubano. Estas tres instituciones crearon una nueva visualidad en la curaduría espacial santiaguera e intentaron enseñar un concepto nuevo de “curaduría conceptual ambiental”.

La museología como ciencia estudia el conjunto de prácticas, técnicas y saberes relacionados con los museos. Esta ciencia debe ampliar su concepto para incluir esta experiencia totalmente diferente, donde la curaduría espacial sobrevoló el diseño convencional de las exposiciones artísticas. Realmente lo que voló fue la museografía, que renovó su discurso al vincular la visión convencional del museo a una nueva experiencia ambiental.

Lograr que el púbico asista a eventos artísticos en el panorama cultural santiaguero se hace cada vez más difícil. Debido a la situación económico-social las personas se sienten cada vez más alejadas de la vida cultural y de las instituciones.

El arte como manifestación no puede existir sin público. Si bien el aumento del desarrollo tecnológico ha abierto nuevas brechas que deben ser exploradas, no se debe ignorar el arte como experiencia vivencial. Analizar la praxis artística es complejo, y más en un país donde se hacen obras de arte indistintamente a la situación económica-política y social que existe.

Cabe preguntarse por qué los artistas siguen realizando sus obras cuando se supone que las condiciones objetivas están por encima de las subjetivas. Partiendo de la premisa de que sí se hace arte en Cuba e ignorando la situación antes planteada, podemos cuestionarnos por qué el público asiste con menos frecuencia a los espacios artísticos.

No es necesario un estudio sociológico sobre el fenómeno de la “asistencia del público” –a galerías, teatros y salas de conciertos– no especializado a eventos artísticos para llegar a la conclusión de que los cubanos en ocasiones están más interesados en cómo sobrevivir que en la parte hedonista de la humanidad. En este sentido estar vivos es el primer paso de alegría que con frecuencia se vuelve amargo con cada carencia. Tenemos oxígeno en abundancia y problemas de sobras. Entonces, ¿por qué voy a ver arte cuando tengo que buscar dinero para sobrevivir?

La crisis económica y política en la que vivimos y la inserción de las nuevas tecnologías en la isla son algunas de los factores que influyen en la participación del público en los eventos artísticos. Eso sin contar que el pueblo cubano tiene instrucción, pero adolece de cultura de consumo artístico.

Palabras inaugurales de Suitberto Frutos, director del Centro Provincial de Patrimonio.

Estos motivos antes expuestos –que no son los únicos– requieren de mayor profundidad de estudio, siempre desde un posicionamiento crítico. Pero la pregunta es: ¿Si las personas no consumen arte, qué podemos hacer al respecto para cambiar esta situación? Hay un viejo proverbio que asevera, “si la montaña no va a Mahoma…” entonces, por qué no llevar el arte al público. Los parques, calles, terminales, y centros de trabajos son lugares habituales donde las personas transitan o hacen estancias por un tiempo determinado. Entonces, por qué no utilizar estos lugares como grandes galerías donde los espectadores sean parte de la obra de arte.

El arte tiene que evolucionar para adaptarse al contexto social en el cual se exhibe, y para ello hay que cambiar el paradigma de la galería como caja de fósforo donde los artistas esconden sus obras con el objetivo de que el espectador vaya a buscarla para hacer un incendio. Hay que llevar el arte a otros espacios como lo logró hacer Modo Split y los Museos viajan a Marte. Hay que hacer que la vida sea una obra de arte y la mente del trabajador común –que no tiene tiempo de ir a galerías– logre involucrarse con la praxis artística.

La historia del Arte a grosso modo no es más que un cuento donde se habla de las rupturas y cambios de paradigmas. Cada estilo o movimiento artístico que se analiza es el resultado de la “negación de la negación artística”. Esto es lo que tenemos que lograr; apropiarnos de lo bueno del pasado y crear ideas nuevas que involucren al público en el proceso artístico.

No estamos hablando de algo que carezca de antecedentes. Cambiar los espacios donde se exhiben las obras artísticas es un fenómeno que se lleva realizando hace más de cincuenta años. Tenemos que apropiarnos de esas ideas para llegar al espectador. Hay que crear un environment espacial donde la museografía y la curaduría sean las herramientas para introducir la obra de arte, y la pieza sea el happening nacido entre el público y el fenómeno artístico.