Editorial Primigenios 


El descenso puede ser también un modo de elevarte

Me asomé a la puerta del libro como quien no pretende hundir mucho la nariz, mas, cuando quise darme cuenta, lo había devorado. Katabasis, compendio de cuentos publicado recientemente por la Editorial Primigenios, EE.UU (2021), del autor habanero David Martínez Balsa, es una de esas obras que de pronto, sin pretensiones de grandeza, sutil, se acerca al lector y lo mira a uno por el filito de la hoja, a ver cuán capaces somos de ignorarlo. Yo me quedé ahí, página dos, quince, sesenta, ciento tres, y no me bastó. La abrí al estilo Cortázar, fui al centro, a un costado, al otro, de atrás hacia adelante. Repasé el orden de los textos, hasta le cambié los exergos, (atrevimientos que como lectores se nos está permitido). ¿Qué buscaba? “El trucoâ€.

Los personajes nacieron ante mí, hombres ya mayores, que brotaron de la página en blanco y manchas, para ir directo a un pasillo de pabellón, bajo el constante hostigue del Capitán Espinosa. Hacían su entrada en escena con una tranquilidad abrumadora, limpios de imposturas, como quien se dirige a paso firme rumbo misión. Cada uno cumpliendo de modo cabal su acometido en ese rol de reos, que su autor definió, sería su mejor traje. Estas bestias a reflejo no necesitan de ti, lector, para que avives su mundo, serán ellos quienes jueguen contigo y tu sentencia, tus convicciones de “bien o mal†sopesando tus prejuicios. Existe en Katabasis una coherencia estilística, una caricia de textos pulidos hasta el hastío, cosas que el buen lector siempre agradece, y de pronto comienzan a revelarse los trucos, percibidos ante manía de escudriño.

El destino de quienes han delinquido es inexorable. Ya no podrán nunca ocultar su pasado: Toda la tierra les es de vidrio (Emerson). Bien lo saben ellos, protagonistas de estas seis historias, cuyo hilo conductor se desarrolla entre las agonías del encierro y los quince minutos de descanso, luego del almuerzo. La columna vertebral del libro pudiera definirse en tres relatos: Katabasis, La flor más bella en este jardín y Toda la Tierra de vidrio. Una especie de “pena por familiar cercano que sufre†te invade apenas chocas con estos cuentos, que tan conocidos pudieran resultarnos cuando el protagonista del primer texto, asoma dejándose ver desde distintos planos en los otros dos relatos. El nivel de realidad que abordamos no más abrir la primera página, se sostiene de inicio a fin, tal como si cerráramos la verja de casa y de pronto viviéramos la vida de estos presos a través de una vecina, te dice cómo le va a su hijo, quien ya está próximo a la condicional; o un hermano que te cuenta en cartas las peripecias del “tanqueâ€.

«Oculto en su búnker, el joven no quita los ojos del negro. Está esperando que haga algo. Algo que si llegara a ocurrir, él intuye que pondrá fin a su ritmo cardíaco supersónico, a los temblores en sus manos y a la respiración entrecortada que no ha sido capaz de subyugar a su propia voluntad. El hastío lo empalaga y quiere que llegue la señal que espera».

Ha llegado carne fresca a la prisión y “el Pisa Flores†prepara su jugada. Mas es de imaginar que no está solo, alguien ya entretiene sus deseos mientras la lujuria por someter a otro chico joven va ganando espacio dentro de sí. Esteban, protagonista de esa vértebra intermedia, será quien nos muestre otra óptica ante el fin inesperado de Katabasis. La retrospectiva uniforma el libro, dotándolo de un bien llevado recurso con el fin de no entregar las armas de golpe, manteniendo las historias en ese aire de dato escondido que al final, sin excentricismos, resulta óptimo.

Veredicto, tercer cuento, es un open eyes dentro del libro. Narrado en segunda persona del singular, avizora no solo la muda sino el sentir que se aproxima, donde el malo parecerá el bueno y viceversa, reafirmando eso que, aunque lugar común, todos sabemos cierto: “es cuestión de posturaâ€, nada habrá en este mundo más subjetivo que el tener que hacer de Dios, la obra nos lo recuerda.

«—¿Y cómo vas a resolver el problema, entonces, eh? —dice — ¿Invitando al tipo a que salga? Tú sabes que eso no va a pasar.

No sabes qué responder. Él se te acerca y coloca su mano en tu hombro.

—Déjame eso a mí —lo ha hecho rápido, pero estás seguro de haberlo visto guiñarte un ojo —. A ese cabroncito lo encuentro yo. En estas cuatro paredes no hay chistoso que se me escape».

Y vuelvo sobre La flor más bella… porque las escenas en este cuento abofetean varias veces al lector, con una serenidad envidiable a la hora de propiciar un golpe. ¿Quién no quisiera llegar y propinar una galleta en mitad del rostro y quedarse tan a gusto? Bueno, eso pasa mientras se lee hoja tras hoja el relato. Si Veredicto había sido un “open eyesâ€, este es un “clouse your mouthâ€. Vuelvo y repito, la excelencia del texto no radica en el uso de técnicas, su as es la sensibilidad con que han sido creados los personajes y aquello que pretenden transmitir al lector sin ánimo de moraleja. En este cuento hacemos una búsqueda a lo más hueco del ser humano, nuestras perversidades, estados de conciencia inducidos por la resignación, esa de la que tiramos cuando sabemos que nada más nos salva.  

«—Mira como ando de nada más pensar en lo que viene por ahí —dice el Pisa Flores, cerrando los ojos —. Apriétamela, dale. Eso, suave.

Esteban sabe que debe hacerlo suave; sus manos, pese a la finura que las distingue, siguen siendo las de un hombre. El primer día que respondió al pedido de apretar el miembro del Pisa Flores, lo hizo con mucho fervor. El bofetón que vino después aun hoy lo persigue cual un profesor tenaz, para recordarle las consecuencias de suspender este examen».

El cuento que cierra da la impresión de haber sido creado con ese fin, carga sobre sus hombros el peso de todo el libro. En él se reúnen los elementos de los que se valió el autor para hilar sus historias. Capítulo a capítulo mudan los narradores, haciéndonos danzar retrospectivamente entre contrastes, quizá necesarios para experimentar sensaciones tal cual el hombre del relato. La fluidez en los diálogos nos vuelve parte de las escenas, transfigurándonos de espectador a personaje conforme avanza la narración pausada que caracteriza a toda la obra.

Martínez Balsa, en este, su segundo libro publicado, se afianza de una voz que ya venía marcando pauta en Minutos de silencio, pero que sin temor a dudas encuentra solidez entre los textos de Katabasis. Descender al infierno, donde el paisaje no será más que barrotes, puede tener también su suerte de otero. David lo sabe y avanza al ruedo, seguro, como carne de exconvicto.


Experimentar piel a piel la necesidad de decir

Lisbeth Lima Hechavarría experimenta en piel propia la necesidad de dar cuerpo al arte. Su creación late y se construye sobre en un puente que enlaza memoria y realidad. Bien sabe que cada escritor es, a su manera, un cronista de su tiempo. Hoy les invito a conocer un poco más de esta joven autora santiaguera que ya ha conquistado, con su literatura, un fértil terreno editorial más allá de las fronteras nacionales.

En la escritura, en la creación, ¿qué consideras es esencial o indispensable?

Libertad. Un creador se debe ser fiel a su ideal, a defender su posición, sea cual sea. Todo es un proceso de pensamiento, de conclusiones conceptuales a las que se arriba tras poner en práctica lo único que no se le logra arrebatar a un artista nunca: la capacidad de transfigurarse e ir experimentando piel a piel la necesidad de decir.

¿Puede ser mesurable la calidad de un libro, o esto depende de las sensaciones, emociones, experiencias, referencias y del mundo estético personal de cada uno de los lectores?

Es un poco de ambas cosas que planteas. Aunque la apreciación de lo “bueno†o “malo†es subjetiva y está completamente estribada en las concepciones individuales de cada quien, es cierto que la calidad de un libro sí es mesurable y puede ir desde la propia conformación de este hasta el estilo, la complejidad lingüística, recursos, el cómo se desarrolla la temática, la edición, por citar algunos ejemplos. Pero sucede que más allá de esos criterios se encuentra el tema de las emociones que produce el texto: cuánto nos transmite, nos contextualiza, nos incita a la reflexión, cuánto provoca, todo esto resulta de gran peso a la hora de evaluar una obra. Pienso que es parte indispensable también en esa mensuración. Porque, ¿de qué sirve la literatura si no es capaz de transmitir y comprometer al lector por más limpieza estilística que tenga?

¿Es posible definir qué es la creación? ¿Podrías aventurar tu definición personal?

La creación es exorcismo para el alma. Libertad. Casi siempre mi proceso creativo está unido a la imperante necesidad de desfogarme, de liberar a los demás. Me transfiguro en rostros ajenos y los desato. Con el tiempo ya es oficio, y aun estando en paz logro crear, pero debo admitir que nunca con la facilidad, fuerza y prontitud que logro cuando algo me perturba. También es magia. No creo que algo que no lleve magia sea capaz de salvar.

¿Cómo transcurre tu proceso creativo? ¿Cómo piensas la estructura o arquitectura de un libro?

No la pienso, la verdad. Por lo general eso es algo que analizo después, cuando de poesía o cuentos se trata, claro. No logro condicionar mi creación a esquemas. Ya es suficiente con lo menguado que se ve el proceso ante las peripecias de esta vida tan convulsa y precaria que llevamos.

Y en cuanto a mi proceso creativo, lo cierto es que ya no sé trabajar de otro modo que no sea bajo presión. Es una condición impuesta ante la cual no me ha quedado otra que adaptarme, pero irónicamente lo disfruto porque en medio de tanto alboroto que hay siempre en casa con el niño, mis madres aclamando a Dios cada dos por tres, los gritos adolescentes de mi hermana y la tristeza tremenda que nos invade, pues yo escapo, escapo y es como un momento de abstracción febril. Calor, horas sin corriente, muchachos desde los portales vecinos enchuchando a los perros, Mateo de un lado a otro tirando de un carrito viejo sin ruedas y yo ahí, en ese vaivén que logro entre ficción y realidad. Pocas veces tengo paz para escribir, leer o estudiar, pero esas son también mis acciones vitales, como tragar, así que me adapto para sobrevivir.

¿Es el escritor un cronista de su tiempo? ¿Tiene el escritor deber con el tiempo que le ha tocado vivir?

cortesía de la entrevistada

Creo que sí, somos cronistas de nuestros tiempos, de los momentos históricos que nos han tocado vivir, lo queramos o no. Es difícil escapar de nuestra realidad. Es contraproducente querer luchar frente a ello, seríamos esclavos de cada frase escrita mientras huimos de nuestro entorno.

Pero no sería “deber†el término. A fin de cuentas, como ya expresaba anteriormente, creación es libertad y donde empiezan los deberes, comienza la atadura de alguna forma, y crear siempre debe estar por encima de todo eso. La cronicidad viene inmersa en el propio proceso de creación, fluye de modo natural, muchas veces sin que seamos conscientes de ello. Cuando lo condicionamos entonces estamos dejando de ficcionar nuestros planos y ahí sí surge ya el deber a ser fehacientes con nuestras circunstancias. 

¿Tiene el escritor un deber con la obra que ha elegido escribir?

Aquí sí considero que el término “deber†se impone. Si el creador no es capaz de sentirse comprometido y deberse a su obra, entonces nunca le debió ser otorgado el don. Porque una cosa es imponerse requisitos que entorpezcan el nacimiento de la idea, atarse a concepciones estilísticas para complacer a eruditos o sentir presión ante la realidad que se impone y otra muy distinta es no ser fieles a nuestra condición de creadores. Cuando estoy en el proceso de culminación de un texto, no estoy tranquila hasta que ha quedado listo y el deber sigue, porque engavetarlo no sirve de nada, hay que darle luz a esa idea, velar que llegue a todos cuantos puedas, nunca se sabe cuántas buenas emociones seas capaz de generar.

¿Rutinas o manías a la hora de escribir? ¿Inspiración o método?

cortesía de la entrevistada

No tengo manías ni rutinas. Son tiempos donde el pragmatismo se impone. Aunque sin perder ni una pizca de pasión, sí debo acogerme y aprovechar donde me llegue la musa para escribir. A veces es mientras dejo que se sofría un quimbombó con carne y hago apuntes en el blog de notas, o en una cola. Juego con mi niño, de pronto algo dice que me suena divertido y acopla bien en una escena, pues allá voy corriendo a escribirla: esos son mis mecanismos. Pero puedo hablarte de cuáles fueron, y todavía son de vez en cuando (no por elección propia sino porque no me queda de otra) esas rutinas que disfruté en mi proceso de escritura: escribir a partir de las once de la noche, en la madrugada, períodos de noctambulismo creativo, taza de café en mano. Pero si de preferencias se trata, elijo un ambiente limpio, agradable. Sueño con lo que pudiera ser en una casa grande, ventilada, donde se respire paz, y yo sentada en mi escritorio, nada sofisticado sino más bien artesanal, frente a un librero inmenso. Entonces poder escribir toda la mañana, desde bien temprano hasta medio día, es el horario que considero se aprovecha mejor.

Inspiración: vivir y leer, leer y vivir. No se puede crear sin vivir, vivir mucho, que no es lo mismo que llevar a cabo nuestras funciones vegetativas.

cortesía de la entrevistada

¿Qué resulta, a tu criterio, lo más interesante de la creación joven en estos momentos?

Siento que lo más interesante en la creación de estos momentos, no solo a nivel nacional, sino también internacional, es el riesgo. El arte que está moviendo el mundo hoy es un arte experimental, y sí, esto no viene de ahora, ya ha sido una constante desde décadas, pero no es que ahora se trate de novedad, sino de traer a los planos actuales, a nuestro momento histórico, el arte que tiempo atrás también cumplió su objetivo. Experimentar complementándolo con elementos vigentes y evaluar los resultados, ver lo que provoca. Hoy son muchos más los creadores que apuestan por el riesgo, son más los que aspiran a revolucionar los dogmas y corrientes de pensamientos. El arte ha sido puente, mecanismo, eso es inmutable e imagino que lo será siempre… los que no somos estáticos en nuestro modo de comprender y hacer somos nosotros, de ahí que hoy se perciba distinto ese mismo arte y por ende pueda generar el cambio inminente.   

Entonces, como artistas, ¿qué valores nos salvan y cuáles nos hunden?

La humildad es una virtud que admiro. La sencillez. El saber ser agradecidos es algo que engrandece y salva, siempre salva. Nos hunde el sobreponer el ego antes que la tolerancia y la empatía.

¿Cuáles son los temas que resultan, para ti, obsesiones o leitmotivs en la escritura?

La muerte. La muerte y su relación con los demás procesos de la vida: el amor, la soledad, la psicosis. Siempre he asumido la muerte con una especie de… no sé si “naturalidad†sea la palabra correcta, pero me enfrento a ella con desapego. Quizá porque la asumo y concientizo como lo que es: un proceso inevitable, al que por más intentos que hagas no lograrás frenar llegada la hora; entonces aferrarnos a la negación solo entorpece el devenir del ciclo.

A los nueve años murió mi abuelo materno, el único que realmente tuve. Recuerdo que mi madre fue a buscarme a casa de la veterinaria amiga de la familia, la cual vivía a unas pocas cuadras. Estaba lloviendo. Al bajar las escaleras tropecé y casi caigo, mi madre procuró que me fijara bien dónde pisaba, que ya estaba bueno de desgracias ese día, dijo. No mostró muchas objeciones en que fuera al velatorio. Llegué y sin pensarlo fui hasta el cuarto y me subí en la cama donde yacía mi abuelo muerto. Ahí pasé rato acariciándole el pelo lacio y sedoso, recordando los cuentos “de nunca acabar que siempre hacíaâ€. Mi madre se asombró y cuentan mis tías que quiso sacarme de allí, pero ellas lo impidieron. Fue uno de mis primeros encuentros con la muerte. Agradezco el que mi familia se mostrara siempre también presta a asumirlo sin tabúes, sin inventar historias para ocultarme las ausencias de los que morían. Luego partió mi bisabuelo paterno, con el cual también de niña establecí un vínculo.

En 4to año de la universidad cambié de bióloga de campo y estudios sobre Biodiversidad a interesarme por la Antropología Física, Forense, la Tafonomía (técnicas de enterramientos), campo en el que hoy desarrollo mis estudios científicos. Trabajé durante casi cuatro años con cadáveres humanos, en la morgue y cementerios. Creo que esta pasión que siento por mi especialidad tiene mucho que ver también con mi forma de enfrentarme a este fenómeno y, como válvula de escape que es al fin y al cabo la literatura, pues forma parte de mi universo creativo. 

¿Cuán difícil es para un autor joven abrirse paso en el terreno nacional y, luego, un poco más adelante, en el campo internacional?

A mí me ha sucedido al revés y no sé hasta qué punto pueda ser eso favorable o no, pero encontré espacio primero en medios internacionales. Mi primera publicación fue traducida al alemán en una antología de joven narrativa cubana, llevada a cabo por la editorial PODIUM, de Viena. Tuve el placer de ver publicado mi cuento Fototaxia negativa, uno de mis primeros textos, hoy contenido en el libro Matices de vida. Luego otros tres fueron traducidos al francés y publicados por la Revista Literaria Especializada de la Universidad de Poitiers, Francia, después en una antología en Polonia, y así fueron llegando las primeras publicaciones, felizmente de la mano también de traducciones.

cortesía de la entrevistada

En los últimos dos años no han sido pocas las oportunidades de publicación en revistas literarias extranjeras, las cuales he utilizado como vía de promoción y mecanismo para establecer contacto con personas del mundo editorial. En este año han visto la luz dos de mis libros, ambos publicados por editoriales del exterior y un tercero ya aceptado que corrió con igual destino.

Nada me haría más feliz que comenzar a ver los frutos de estos años de trabajo echar raíces en mi terruño, pero he de admitir que se vuelve un proceso engorroso, desde la presentación del texto hasta con suerte ver el libro publicado. Cierto que desde hace unos meses, tras el proceso de informatización que viene atravesando el país, ya al menos pueden presentarse a evaluación las obras en formato digital; aun así, sigue quedando un arduo camino. En un contexto donde, por cuestiones obvias hay crisis más inminentes que resolver que la del papel y descongestionar los planes editoriales de años de retrasos, pues entonces sí, es difícil, no sé mesurablemente en cuánto, pero lo es, para los jóvenes autores y para los no tan noveles también.

¿Crees en el fatalismo geográfico? ¿Existe aún para los jóvenes autores cubanos, pese al avance paulatino que han tenido las redes sociales en nuestro país?

Sí, claro que sí, es un fenómeno que ha afectado a través de la historia a no pocos artistas, buenos artistas. Tal como mencionaba en la respuesta anterior, no basta tener la llave si no sabes encontrar qué puerta abrir. Hay procesos que no pueden llegar a cuentagotas. “Por algo hay que comenzarâ€, nos resignamos muchos, pero ¿avanzamos realmente? El universo “Internet=posibilidades reales†no es un camino que se sondee fácil. Lleva tiempo de estudio, fracasos, riesgos y pérdidas.  

Al diseñar tus personajes, ¿en qué fijas primero tu atención? ¿Qué debe tener, esencialmente, un personaje para ser inolvidable?

Autenticidad.

Nunca es una sola o la misma cosa la que fijo para comenzar a darles vida a mis personajes. A veces simplemente llegan y se presentan: “Hola, soy fulano/a de tal, y esta es mi historiaâ€. Esto suele pasarme con frecuencia, se me relevan, toman autonomía. Yo solo me vuelvo entonces el medio para un fin. Ellos viven dentro mí, esa es la gran verdad. Como mencionaba, no suelo tener esquemas, ni bosquejo, eso lo hago internamente; sin embargo, considero que a veces es necesario, puede ser un hábito sano. ¡Mira que lo he intentado!, pero no me sale, y eso que soy de las que llevan agenda y pegan papelitos en el frío y van tachando listas, pero a la hora de crear no me sirve. Las ideas me llegan hasta de un título que se me ocurre, de ahí voy hilando trozo a trozo la historia y conforme avanzo van llegando ellos, se amoldan. En mi obra no busquen héroes, al menos no hasta el momento. Son personajes habituales, sin finales felices, llenos de cotidianeidad. También los hay marcados por la perturbación, la soledad, el miedo. A veces pienso que encuentro una especie de regocijo en crearlos y hacerlos transitar caminos que yo nunca elegiría, esa es la magia de este oficio: transmutarnos constantemente, ser todos y nadie a la vez, vivir cientos de vida, ¿quién dice que no sabemos de inmortalidad? Que le pregunten a Macondo.

¿Qué autores te han marcado?

Me resulta difícil responder porque me han marcado muchos autores y obras, desde los más desconocidos y rechazados por el gremio hasta algunos de los más aclamados y reverenciados. Con los clásicos, siempre lo admito sin pena, me pasa algo raro, no me siento libre, despojada a la hora de leerlos y eso me perturba. El medio crea demasiado ruido respecto a sus obras, unas expectativas que luego no logro y por eso llegan las decepciones. No me pasa con todos, claro está, pero me pasa.  

José Soler Puig, sin dudas es un autor que marcó su impronta en mí, Montenegro con Hombres sin mujer, Carpentier me encanta, Juan Rulfo con El llano en llamas sobre todo, a quien a la vez en los últimos tiempos asocio mucho con el cantautor argentino Jorge Fandermole, otro que también llegó para quedarse; Clarice Lispector y Camus. ¿Más contemporáneos?, me gusta siempre mencionar autores cubanos cuya obra marcó una etapa que defino como mi primera fase escritural: María Liliana Celorrio con Mujeres en la cervecera, Ena Lucía Portela con Cien botellas en una pared y Pájaro pincel y tinta china, Pedro Juan Gutiérrez, Daniel Chavarría y Ana Lidia Vega Serova. Mildre Hernández es otra autora que también me brinda matices interesantes desde su LIJ. Muchos otros.

¿Tienes miedo a lo rutinario en tu oficio como escritora?

Mi respuesta puede tener varias lecturas. Por un lado, no, para nada, no creo que la rutina o el agobio me invadan nunca. Este es un oficio tan rico en materia de hacer que será la vida lo que no me alcance para crear todo cuanto quisiera. Habrá momentos de silencio escritural pero pienso que esos también cuentan dentro del proceso, es tiempo para estudiar nuevos estilos, géneros, reinventarnos como creadores.

Por otro lado, rutina puede ser también disciplina, focus, y eso, para un autor que ya ha descubierto su sello, puede ser la clave del éxito. Ahí quisiera verme un día, no en el éxito, sino en el focus total de mi estilo creativo. Por el momento toca seguir descubriéndome, así que no le temo a la rutina.

Tus dos obras más recientes son Rostros, Editorial Primigenios, en Estados Unidos y Matices de vida, del sello editorial Libros Duendes en Ecuador, en colaboración con la Editorial Italiana TekTime. ¿En qué se diferencian ambas propuestas y cuál eje común las une o ata?

Rostros es mi primer libro publicado. Siempre me será infinitamente grato volver a sus páginas y redescubrirme en ellas. Los cuentos compilados en este volumen llevan mucho de mí, la mayoría tienen más de seis años. Significan inicio, crecimiento y, por qué no, también escuela. Rostros tiene la magia, diría yo, de hacer que nos miremos desde adentro. A fin de cuentas, sus personajes no son más que el reflejo de nosotros mismos en situaciones cercanas, situaciones que escuchamos en boca de unos, de otros, que nos llegan y nos conciernen a veces más de lo que creemos o queremos admitir.  Erotismo, sexo, amor, desamor son el convite que existe entre esas páginas, donde pongo fin a una etapa creativa inicial de mi carrera como escritora y doy paso, feliz ante lo concebido, a una nueva fase escritural.

Matices de vida igual es el resultado de varios años de trabajo. Algunos de sus textos fueron concebidos en paralelo a los del libro Rostros, otros son más recientes como es el caso de “Cifrasâ€, “El despertar de Aliciaâ€, “Nece(si)dadesâ€. Es un compendio de historias que sin grandes ambiciones deja entrever los roles que asumimos en el transcurso de eso que llamamos vida, es la sumatoria de cuanto enfrentamos: muertes, pérdidas, resignación…

A ambos los ata el hecho de que están compuestos por historias-espejos. Sin proponérmelo persiguen los mismos objetivos: hacer que mutemos de piel y nos veamos transitando de pronto por las páginas de un libro. Creo que el ponernos en situación de vez en cuando nos ayuda a comprendernos y tolerar a los demás.     

Volvamos a hablar de Matices de vida… ¿Escribiste este libro con el propósito de antologar tus cuentos bajo en eje temático o fueron textos que nacieron paulatinamente, sin un propósito de homologación? ¿Qué puede esperar el lector de esta propuesta?

No hubo tal propósito en la concepción de este libro. Siempre me cuesta armar los cuadernos, debo admitir, ya que al menos en estos dos primeros, que han sido más bien compilaciones, no hay un mismo hilo temático o una intencionalidad común hacia cada uno de los textos. En Matices de vida están básicamente aquellos cuentos que no cabían en Rostros, pues en ese último título al final logré que el sexo y el amor o desamor fuesen de alguna forma el eje. Luego surgieron otros cuentos que comenzaron a encajar y pues… voilá, salió.

No obstante, nuestros procesos creativos van madurando y, aunque sin camisa de fuerza, ahora tengo en marcha otro libro de cuentos cuyas historias sí guardan relación. Es un proyecto que me está produciendo mucho placer ya que requiere un profundo estudio y yo amo estudiar.

cortesía de la entrevistada

Más allá de la página en blanco, ¿quién es Lisbeth Lima Hechavarría?

Una apasionada de la Antropología Física que sueña con trabajar en algún yacimiento arqueológico y viajar a Egipto. Vivo enamorada de la genética y las aberraciones cromosómicas. Madre de un niño divertido y ocurrente. Miembro de una familia pequeñita y sufrida pero con una fuerza increíble.