Nota al pie, un espacio verdaderamente abierto para los no iniciados

El público cubano que asiste a las galerías da por sentado su nivel de competencia como espectador de arte. Esta convicción se ha ido transformando en una determinación sectaria que excluye cada vez más a los no iniciados, al tiempo que le cierra las puertas al público no entendido. Está claro que se requiere una sensibilidad muy aguzada y un marcado interés para formar parte del círculo selecto de consumidores de arte contemporáneo, pero ¿qué sucede con los espectadores potenciales que bajo ciertas condiciones pudieran formar parte del público asiduo a las galerías? Responder a esta pregunta, desde la voluntad curatorial, fue el sentido de la exposición Nota al pie, presentada el 25 de septiembre en la galería Espacio Abierto, en la sede de la revista Revolución y Cultura.

El esfuerzo compilatorio corrió cargo de Carlos Gámez. Por varios motivos tuve la posibilidad de ver crecer el proyecto, sorteando los infortunios propios del ejercicio de la curaduría en Cuba. Es interesante que todo el esfuerzo llevado a cabo por Gámez fuera ajeno al público, que finalmente asiste a una recepción de carácter social y protocolo.  

La muestra está apoyada por exergos elaborados por el curador, que fungen como pasos para acercarse a la recepción crítica de la obra de arte. Por un lado, se asume que el espectador potencial es el no entendido, aquel que si no encuentra ayuda, no entiende nada de lo que está viendo. Pero todos sabemos que ese público, solo de forma muy esporádica —y casi siempre de la mano de alguien que ya es espectador asiduo—, llega a estos espacios. Por tanto, detrás la aparente orientación didáctica, hay un llamado de atención muy serio, que nos hace pensar en nuestra función social y de expansión del conocimiento.

El incentivo fue asumido por los artistas que integraron la exposición de muy diversas maneras, y como es lógico, con diferentes grados de efectividad. Entre ellos, destaco la relación perceptiva de la imagen y su racionalización científica (Rafael Villares), la necesidad de entrar cada vez más en lo profundo del saber (Hander Lara), denotar el espacio invisible que subyace bajo la materia fáctica evidente (Yasser Izquierdo), las derivaciones y desvíos de la interpretación de un hecho histórico (Ranfis). Otros establecieron marcos de relaciones muy elípticos, al punto de que en algunos casos el referente se diluía en el producto resultante.

En mi opinión, la obra que marcaba la muestra, o sea, esa que al salir quedaba en tu mente por un buen rato, fue Narración, de Aluan Argüelles. Esta se componía de un video de nubes en un movimiento oscilante y aleatorio. Una leyenda mostraba el ángulo de inclinación que iba alcanzando la cámara. Lo primero que intriga en la obra es cómo pudo haberse resuelto una toma así. Las soluciones posibles que se plantearon algunos espectadores, van desde amarrarse la cámara en la cabeza y realizar el movimiento, hasta un brazo robótico automatizado a distancia. Acepto mi sorpresa cuando el artista me develó que la solución fue fijar la cámara a una balsa, y el propio vaivén del agua produjo ese extraño oscilar. El ángulo de inclinación, por otra parte, fue tomado con el móvil que estaba conectado a la cámara.

Lo verdaderamente interesante en este caso, es que una solución tan precaria, determinó una visualidad high-tech que en nada descubría como fue resuelta la obra. Una vez más, vemos un artista hábil y muy creativo que, con lo que tiene, sortea las necesidades, corriendo el riesgo, incluso, de que se quemara el lente de la cámara por la sobreexposición a la luz. En lo conceptual, la obra fustiga la propensión de los estudiosos (y decisores), de desviar la atención de los hechos terrenales y reales, hacia la especulación metafísica sin aplicabilidad práctica.

De forma general, la exposición logró un estándar de factura bastante alto. Las obras se integraban entre sí, aun cuando la muestra incorporaba una gran diversidad de técnicas y formas de hacer. Inclusive, el intrusivo piano de la galería quedaba solapado, sin alterar la visualidad de ninguna de las piezas en sala; de manera que, los posibles desniveles de la calidad, se diluían en la coherencia total del conjunto.

 Foto de portada: Tomada de Havana Times

 

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