Carlos Machado: «Soy un cineasta ambicioso»

Cuando presentó su reciente película en el cine Charles Chaplin –durante el 37 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (FINCL)– el joven director cubano Carlos Machado Quintela no dudó en calificar a La obra del siglo (2015) como «pretenciosa», tanto como él cree que ha sido nuestra sociedad durante mucho tiempo. Realizándola intentó nada menos que indagar en una parte de la memoria de Cuba, con la suficiente calidad e ingenio para comunicar su punto de vista a los públicos del mundo.

La obra del siglo inauguró la muestra Joven Icaic del 2015. Luego de recibir el premio Hivos Tiger del Festival de Rotterdam (Holanda) y el Listapad de Plata del Minsk International Film Festival (Belarús), Machado llevó a casa una Mención del Jurado de Largometrajes de Ficción en el FINCL, y el Premio El Mégano otorgado por la Federación Nacional de Cine Clubes.

Filmó el segundo largometraje de su carrera durante apenas una veintena de días, en la Ciudad Electro-Nuclear (CEN), apartado lugar del centro de la Isla que formó parte del proyecto cubano-soviético de construir un reactor de energía atómica.

¿Hubo improvisación en La obra del siglo?

Tiene muy poca en los diálogos, pero hay mucha improvisación en la manera de afrontar lo escrito. Traté de ser coherente al contar lo que quise, aprovechando lo bueno y lo malo de la experiencia del rodaje.

¿Tenías claro que la estructura sería como la que vimos en pantalla?

El resultado final es la reescritura de toda la película en el proceso de montaje, porque el guion tenía otra estructura. Cuando la vimos editada no nos gustó, no era interesante. Creímos que podía ser más poderosa pues habíamos encontrado otros elementos, como las imágenes de archivo.

Quizás por hacer justicia –aunque el cine no va a hacer justicia– uno adquiere un apego emocional con lo que está contando, quiere incluirlo todo en la película y eso es imposible. A veces siento que tiene más de lo debido, pero al menos así es más honesta. Filmar esta película fue un aprendizaje. Fue muy espontánea y creció, mutó hasta llegar a La obra del siglo.

Pero tenías grandes expectativas con ella…

Sentía que iba a ser importante para la memoria de la CEN. Al mismo tiempo tenía miedo por la responsabilidad que eso implica, un miedo que me acompañó siempre y solo pude lidiar con él en el montaje.

Lógicamente, antes de mi largometraje ya existía la memoria de este lugar. Sabía que hablaría de algo con una trayectoria y entonces a la historia de la ciudad subordiné mi película, que también es parte de ese proyecto inconcluso. Como me mantuve con tal concepto en la cabeza asumí el filme como un proyecto también, no le exigí perfección para que no fuera diferente de la memoria de ese lugar.

obra_stillReferencias de varias maneras aquel cine cubano de los 60 y principios de los 70 del siglo pasado. Mario Balmaseda, por ejemplo, es un actor que interpretó papeles importantes y que en La obra del siglo sugiere un diálogo con este pasado…

El filme tiene el espíritu de esa época, fue inevitable. Mario Balmaseda –un hito de los 70 y 80– encarna un personaje muy contradictorio, pero que siempre es directo y dice la verdad. Lo creí la persona idónea para hacerlo, por su calidad interpretativa. Mayito Guerra me lo presentó y fue ideal porque la película tiene que ver con una familia, y realmente ellos son como padre e hijo desde hace muchos años. La relación de ellos existe, no la tuve que crear como director. Eso ayudó mucho, sobre todo en el tono.

Un crítico europeo te mencionó como «un peso pesado de la nueva ola» de esta región ¿Te sientes parte de un modo de hacer común?

Creo que la película es relevante por muchas razones, pero no me considero un “peso pesado” porque es mi segundo largometraje. Tiene semejanzas con La Piscina, aunque en otro sentido cambié completamente. Ambas tienen en común la importancia del entorno para los personajes. Si lo quitas desaparece la historia porque ellos están anclados completamente a su ambiente.

Yo estoy aprendiendo, intentando hacer el cine que me gusta. También procuro ser menos egoísta para atraer más público y poder filmar, porque en el cine se necesita vender para seguir trabajando. Para ello la película tiene que hacerse visible. Si solo la puedes exhibir en La Habana no tiene sentido. La obra del siglo se ha estrenado en el mundo entero y me enseñó cómo lo cubano puede ser internacional, qué se entiende o no fuera de Cuba.

¿Cómo influyó el hallazgo de imágenes de la TV local?

Supuso un cambio radical. Utilicé la diferencia entre los colores y el blanco y negro para marcar diferencias no solo de época, sino también de dos mundos, porque el de la ciudad nuclear es diferente a cualquier cosa que había conocido. Soy un turista allí y por eso el archivo es lo que da densidad al mundo de la ficción que hay en la película. Es un gran paseo.

obra_del_sigloEn el cine hubo quien no paró de reír, y quien se fue diciendo que era “pesada” ¿Qué reacción esperabas de los públicos?

Es polémica y compleja de ver. El que sea un híbrido la hace menos accesible. Si pudieras nadar con un ojo encima del agua y otro debajo observarías dos mundos al mismo tiempo. La película –como es tan artificial, con ella el espectador sale y entra de la ficción– te permite algo parecido: mirar para analizar unas veces, otras para sentir.

La secuencia donde atraviesan la bahía en la lanchita es la frontera más difusa entre lo documental y lo ficcional…

Y llega un momento en que se hace un nudo y los dos ámbitos son lo mismo. Todo es ficción, todo es documental, todo es un proyecto.

¿Te consideras un cineasta ambicioso?

Sí, hay que serlo. Intento ser ambicioso para filmar películas que permanezcan en el tiempo.

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Foto de portada: fotografiacinelatino.wordpress.com

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