La historia es el reconocimiento de que somos parte de algo (Entrevista a Olga Portuondo II)

Continuación de la primera parte.

Usted estudia un periodo de la historia muy específico pero, como historiadora a cargo de la ciudad de Santiago de Cuba, los periodos posteriores… cómo se están estudiando, por quiénes, cuáles temas usted considera que —de los últimos cien años—, no deberían soslayarse.

Se está trabajando la República, hay muchas personas en ello. Acaba de salir un libro de Alcibíades Poveda del que hice el prólogo, se llama Noticias de la historia, que aborda, mediante crónicas, toda la etapa de 1900 hasta 1958. Es un libro de gran valor por lo que significa, por la falta de información que hay de ese periodo. Y considero que ese lapso de tiempo puede ser un incentivo para muchos investigadores.

Creo que va siendo hora de trabajar en la investigación de los primeros años de la Revolución, pero con un criterio de investigar documentos, de valerse de todos estos recursos de los que hablábamos, no haciendo meras descripciones de los hechos, de los acontecimientos, porque se han publicado muchos textos que son meras descripciones. Considero que es el momento de hacer análisis de los primeros veinte o treinta años de Revolución. Es que de los años más recientes las implicaciones políticas no permiten tener una visión de distanciamiento, pero sí de la Revolución, primero como lucha revolucionaria contra la tiranía de Batista, y además también los primeros años luego de 1959. Fuera de Cuba se han escrito muchas cosas, y yo creo que cabe a los cubanos de aquí también hacer investigaciones sobre esos periodos.

Tal vez ahora parezca muy fácil ser Olga Portuondo, algunos consideran que para usted es más fácil el acceso, otros remarcaban las dificultades que tuvo que enfrentar y aún enfrenta durante el proceso de investigación. ¿Cómo es ser Olga Portuondo cuando ya se tiene un prestigio, una obra y trayectoria reconocidas?

Bueno yo creo que uno no se siente… hay una necesidad siempre de investigar… es decir, no me creo que estoy en la cima del mundo ni mucho menos. Yo soy una persona que cocina todos los días, y lucha con los problemas de la placita. Quiero decir que soy una persona común, con una profesión.

Hay algunas ocasiones en las que, porque te conocen, te resulta muy fácil. Yo soy miembro de la Academia de Historia. Entonces, bueno, como miembro de número tengo ahora más facilidades para estar en el archivo, para lograr que allí se me atienda… no siempre. Pero tengo los mismos problemas para coger una guagua. Ahora mismo estuve en La Habana y las dificultades para llegar al Archivo Nacional… ¡porque las guaguas están en La Habana…! y con mis problemas en la rodilla fue pasando trabajo. Porque además no tengo facilidades para el hospedaje.

Y las veces que he estado en el Archivo de Indias en Sevilla, en el Archivo Histórico Nacional, me he tenido que valer de mucha gente, de amistades y de mis recursos económicos. Si voy a un evento, por ejemplo, y me dan una cantidad de dinero por ir, eso lo invierto en ir al Archivo de Sevilla. Así es como yo trabajo, porque a mí nunca me han dado una beca para ir a trabajar a España. Es mucho sacrificio, tú dirás y por qué no utiliza lo que le dan para comprarse un par de zapatos, u otras necesidades que uno tiene… pero como yo digo: yo tengo un vicio, y así como la gente gasta en beber o fumar, yo gasto en mi vicio, que es la investigación.

Profe, ahora es un fenómeno muy usual el tema de las tecnologías de la información y las comunicaciones. Solo hay que ver las zonas wi-fi, el tan anhelado Internet. La investigación histórica, la comprensión, el estudio de la historia, ¿cómo pueden valerse de estas herramientas para socializar y para lograr que la gente se enamore de la historia, pensando siempre que se aboga porque se introduzcan en los espacios académicos, pedagógicos…?

¡Ay, imagínate! El problema es la modernización de ese sistema en nuestro país. La Internet es imprescindible ahora para hacer trabajo de investigación. Yo, por ejemplo, he resuelto muchos problemas cuando ha estado funcionando… no sé… una imagen, información bibliográfica, ese tipo de cosas. Incluso ahora hay colecciones de libros a los que se puede acceder, tenerlos en casa y te ahorras un tiempo precioso.

Yo hace muchos años que no escribo si no es en la computadora, ya no sé escribir a mano. Antes escribía con una tecnología que casi nadie utiliza, que es la mecanografía, ahora resulta que casi todo el mundo escribe con un dedo, con dos dedos, pues yo aprendí a escribir con todos los dedos, entonces no te imaginas lo que me ha ayudado la mecanografía. Y yo recomiendo que se aprenda esta técnica, de comienzos del siglo XX. Lo otro, Internet, es muy útil, porque se localizan fondos; si quieres ir a un archivo fuera de Cuba, al menos primero tienes esa información.

Claro, el problema es la velocidad, que a veces no te permite revisar un documento, porque yo lo he intentado con los sitios donde está el Archivo de Sevilla, y es una gran dificultad. Eso te impone tener acceso, porque en el mundo contemporáneo es imprescindible.

Olga, usted decía que la enseñanza era inculcarle al estudiante la capacidad de asombro…

Yo recuerdo al Dr. C Francisco Prat Puig, que fue mi profesor de historia de la cultura, y me dio varias asignaturas cuando empezaba la carrera de Historia. Él era capaz de hacer cualquier gesto, incluso fuera de lugar, con tal de llamar la atención. Cuando tú das clases, tienes que ser un poco actor, si no, estás perdido con los estudiantes. Tú no puedes pararte en una clase y estar estático, ni siquiera en la universidad. Esa técnica de gente que lee una conferencia… no. Imagínate para dar dos horas de clase, aunque haya un momento de descanso, y mantener la atención, cuando a los 20 o 30 minutos ya nadie está atendiendo, tú tienes que «inventarla», no puedes ser formal.

Todo ese sistema de los años 70, que era una cosa muy regular, nada de eso sirve. Además, lo más importante es que el profesor tiene que hacer muestra de su personalidad frente a los estudiantes. No puede ser una misma regla para todo el mundo. Eso es lo que el alumno toma, esa sustancia. Lo digo por experiencia, este año cumplí en enero cincuenta años de docencia, y los estudiantes que encontré por todo el país recuerdan, tienen anécdotas de los disparates que decía, recuerdan cosas, simpáticas o no. Se acuerdan de la personalidad del profesor. Al propio Prat Puig todo el mundo lo recuerda por las cosas que hacía, la forma de dar sus clases. La pasión con que da las clases, el amor a los estudiantes, tomar en cuenta a cada uno.

Otra cuestión es que el maestro no solo lo es en el aula, debe serlo en cualquier circunstancia. Lo mismo ocurre con otras profesiones, el médico, el periodista, en cualquier lugar de la calle tú funcionas con tu profesión, con las habilidades que vas creando. Con el maestro es igual, si viene aquí a la casa un alumno yo no le puedo decir «no, estas no son horas de atención». No, eso no es posible.

En cincuenta años ¿qué ha aprendido de sus estudiantes?

¡Oh, muchísimo, muchísimo! En primer lugar, algo muy importante que está asociado a la investigación, el dar clases te ayuda a transmitir los conocimientos. Sí, tú tienes conocimientos, pero si no eres maestro, si no lo has sido, es difícil transmitirlos, el maestro sabe encontrar la manera. Yo he leído textos de los que me he dicho «no entiendo nada», porque además lo dicen de una manera tan… controvertida, que la tesis que estaban sustentando no se entiende. Tienes que lograr canalizar esas explicaciones de manera que se entienda. Y no abusar de palabras rebuscadas, lo que no quiere decir que no utilices el idioma español y toda su riqueza.

Cincuenta años después, ¿qué recuerda de la Universidad de Oriente, de aquellos primeros años en la Universidad de Oriente?

Yo todavía no puedo «recordar» la Universidad de Oriente, porque aún trabajo en ella, yo no estoy retirada. Como estudiante tengo muchas anécdotas, son tantas: los primeros años de la Revolución, Playa Girón, cuando trabajaba en una oficina, las movilizaciones, todas las veces que estuvimos recibiendo instrucciones, los trabajos voluntarios. ¡Te puedo hacer tantas anécdotas de los trabajos voluntarios! Algunas muy simpáticas, y otras muy tristes. Eso y mis profesores, algunos que destacaron. El profesor que me preparó para dar historia de la antigüedad, materia que impartí durante veinte años, y quince años de historia de Asia, y tres de historia de África. Y todo eso me ayudó, porque es cultura general, la historia de la humanidad te ayuda a trabajar la historia de Cuba, aunque sea la historia regional.

Usted ha mencionado muchas veces la palabra archivo, y la gente se representa al historiador como la «polilla» de los archivos…

No, claro que no. Lo que pasa es que yo trabajo con documentación, porque nadie de esa época está vivo, pero hay que trabajar con fuentes orales. Claro, no siempre se puede confiar en las fuentes orales, porque siempre, igual que los documentos, van a decir su punto de vista.

Y por otra parte, el investigador también es un sujeto y va a dar un criterio desde su punto de vista, desde su cultura, desde su acervo. Por eso yo les decía a mis estudiantes que los historiadores no se van a morir de hambre, porque la historia siempre se renueva. Y cada generación tiene un punto de vista diferente de ver la historia, de ver ese pasado.

Lo que me preocupa, y lo he dicho en más de una ocasión, es que se centra mucho la atención en el siglo XIX con el tema de la esclavitud. Este año 2016 se va a hacer mucho énfasis en ese tema, porque se cumple un aniversario cerrado de la abolición. Pero yo siempre insisto en que no solo esa es la historia de Cuba.

¿Qué otros temas?

Hay que trabajar los primeros siglos. Mira, así se aborda la historia de Cuba según la historiografía tradicional: aquí se fundaron las villas y se acabaron los indios, y de ahí se acabo la historia de Cuba hasta principios del siglo XIX. ¿Y qué pasó en los siglos XVII y XVIII? Parece como si no hubiera pasado nada. Entonces eso se revierte en que la del XIX se convierte en una historia económica de la plantación, donde por un lado están los esclavos recibiendo latigazos, y por el otro los blancos, impartiéndolos.

Y luego, en el siglo XX, borramos buena parte, porque a raíz de la Revolución, nada de lo anterior servía hasta los años 50. Eso ha perjudicado la historia, la manera en la que los muchachos juzgan la historia. Y luego la Revolución, que sigue mirándose con una serie de esquemas y estereotipos. Yo no estoy diciendo que un niño de quinto grado haga un estudio profundo, pero hay cosas que incluso hemos discutido severamente en la Academia de la Historia.

Se han analizado los textos de historia de Cuba de la enseñanza primaria, de la secundaria, porque siguen con moldes a partir de la historiografía del siglo XX. Y decimos, esta historiografía no es mala, posiblemente esté entre las mejores de América, pero no es la que corresponde para la época de desarrollo científico o para la interpretación de un país con más de 50 años de Revolución.

¿Y cómo es la relación con el Ministerio de Educación?

La versión que tengo yo es que no ha habido… eso se discutió en el Congreso de la Uneac la vez anterior. Te dicen que sí, que sí, que sí que lo van a atender, pero no se produce el cambio en la enseñanza.

El problema no es decir quiénes son los héroes del Cuartel Moncada, y que Martí fue el autor intelectual, eso ya lo sabemos. Hay que explicar, porque queda de un modo muy superficial. Por eso el profesor tiene que poner su cultura, sus conocimientos, y no siempre los tiene, su pasión, el amor por la asignatura… no siempre se ve.

No creas que no estamos trabajando en función de eso, no solo aquí en Santiago sino en todas partes. Ahora mismo hicimos una historia de Santiago de Cuba tomando hitos fundamentales, y fuimos a dar conferencias a muchísimos lugares.

Yo fui a dar una conferencia a los maestros, creo que de primaria y de la enseñanza media, y otros compañeros de la Oficina fueron también. Y se ha vendido el libro de Santiago de Cuba en su 500 aniversario con cuestiones sobre la fundación, la cultura, los monumentos de la ciudad.

Ahora, cambiar la mentalidad de las personas que imparten la asignatura es difícil, porque conspira todo lo que va aparejado con la enseñanza, todo el sistema de reuniones, de información burocrática. Nosotros insistimos en que, si todos los años se hace un evento de historiadores locales, por qué al menos no asiste una representación. Y el maestro debe estar al tanto de lo que se publica, porque no siempre se utiliza lo que nosotros trabajamos, publicamos.

Hay que luchar muy duro. Te pongo un ejemplo, nosotros descubrimos, demostramos y analizamos información de que Marcos Maceo nació en Santiago de Cuba. Tuve la suerte de encontrar referentes del bisabuelo, del abuelo, con documentos en Sevilla que esclarecían todo. Hay historiadores de La Habana que no quieren aceptarlo, y siguen insistiendo en que fue en Venezuela. Y yo pido un registro de parroquia del nacimiento del padre de Antonio Maceo en Venezuela, no ha aparecido, pero tengo el de la Iglesia de Santo Tomás en Santiago. Y tengo la hoja de servicios de Marcos diciendo quiénes son su madre y su padre, y que nació en Santiago. ¿Qué más quieren que demuestre? Pero no hay manera.

Considero que es una versión racista de la historia de Cuba. Porque si Marcos nació en Venezuela, y vino con dinero, que no fue así, es porque quieres darle a Antonio Maceo una excepcionalidad que tiene porque la conquista, porque socialmente era un hombre pobre, mísero. A los 16 años Maceo no tiene toda la cultura que va adquirir después a lo largo de la guerra de independencia. Tenía, eso sí, inteligencia, capacidad, tenacidad. Así es como estamos combatiendo, hay muchísimas otras situaciones.

La historia no es aburrida…

No, pero mira, en esas encrucijadas, con ellas, tú llamas la atención del estudiante. Cuando tú pones ese cuestionamiento, le llamas la atención sobre esos detalles, cuentas un chisme… son las habilidades de los profesores. Yo recuerdo que el doctor Prat decía que la reina María Cristina era una carnicera, o insinuaba que «le pegaba los tarros a Carlos IV», que Goya lo representaba de esa manera, y a mí eso no se me ha olvidado nunca. Esa es la astucia, la idiosincrasia, la experiencia, que va ganando el maestro, no un profesor circunspecto. También depende del nivel de enseñanza, de la cultura de cada profesor. No hay otra opción para la enseñanza.

¿Cuáles son los profesores que tú recuerdas con mayor facilidad? Los que te llevaban aprisa, porque yo no era fácil. Hace un tiempo en Holguín, durante los días de la Feria del Libro, vi una muchacha que hacía cuarenta y tantos años que había sido alumna mía, y yo recordaba que cuando le hice el examen había salido llorando, y ella no recordaba eso, solo que yo había sido su profesora y yo sí recordaba cuando la suspendí.

En el aula es fundamental la relación con los estudiantes, difícil pero no imposible. Porque recuerdo que de entonces me quedó la costumbre de preparar las clases en la madrugada. Y jamás llegué tarde a una clase, porque si tengo estar ahí a una hora, es a esa hora, y a veces tenía una fuerte carga docente. Porque, ¿cómo vas a enseñarle disciplina al estudiante si tú mismo no la tienes?

Hay que respetar al alumno, jamás ofenderlo, aunque ellos te pongan nombretes, apodos, algo que siempre hacen. El respeto es una norma de conducta que te permiten convertirte en ejemplo para el estudiante. Así fue como me educaron, son cosas que uno aprende con los años. Porque yo empecé a dar clases en el Pedagógico con apenas veinte años, como instructora no graduada. En esa época era más fácil, porque tenía una edad similar a la de mis estudiantes. Sin llegar a la confianza extrema, los comprendía mejor, recuerdo que en festividades bailaba con ellos, pero en el aula no, no admitía excesos de confianza. Hay que establecer la diferencia, sobre todo cuando se es tan joven.

Ahora sigo con mi investigación, saldrán dos libros de viajeros que estaban previstos para el 500 Aniversario, un libro muy lindo de Walter Goodman, Un artista en Cuba —cuando se habla de Cuba se refiere a Santiago de Cuba—, en los que trabajé como asesora y estuve a cargo del prólogo. Y la reedición del libro de Hyppolite Piron, La Isla de Cuba. Y aunque después cobren vida propia y se independicen como los hijos, algo que me ha pasado con el libro sobre la virgen de la Caridad, ya sabes, nosotros los autores siempre amamos más al libro que está en imprenta.

 

 

Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Lo más Leído

Lo lamentamos. No hay nada que mostrar aún.

Suscripción

Para recibir nuestro boletín ingrese su dirección de correo electrónico