Bocetos desde la punta de la cola del mulo o De las primeras 24 horas en la vida de un Consejo.

Por: Yolaida Duharte López y Daniel Zayas Aguilera

Era la noche del nueve de diciembre de 2015 y comenzaba el Consejo. Durante casi una hora transitamos por calles desconocidas hasta llegar a un sitio ubicado literalmente en “la punta de la cola del muloâ€. Sentíamos la sensación de estar solos en el mundo, sin embargo, a cada paso redescubríamos amigos. Finalmente se hizo la luz –más temprano de lo normal, por cierto–, y antes de darnos cuenta nos despedíamos para adentrarnos en las Comisiones.

Y es que la Asociación Hermanos Saíz, como organización que aglutina a jóvenes creadores de las más diversas manifestaciones y expresiones de la cultura el todo el país, creyó pertinente dialogar sobre su relación de trabajo con las instituciones culturales, espacio que se materializó en una parte de las sesiones de trabajo del Consejo Nacional Ampliado que por estos días se desarrolla en La Habana. Era trascendental la representación nacional de jóvenes artistas que allí pudieron intercambiar con directivos y funcionarios de las diferentes instituciones y organismos del sector y otros afines, en pleno ejercicio de toma de decisiones.

Porque hablar de públicos de la cultura implica necesariamente referirse a los jóvenes como el segmento poblacional más activo y con las más diversas prácticas culturales. Por ello, recepcionar la demanda de estos grupos, ofrecer variadas opciones que potencien su participación genuina, así como contribuir a la formación del gusto, constituyen algunas de las misiones de estas instituciones. Esta labor necesita –como todo programa o política–, ser diseñado, implementado y evaluado de manera sistemática y colectiva, donde incluya a todos los actores sociales que en ella intervienen, independientemente de los niveles de implicación en su realización.

Justas fueron entonces las valoraciones sobre el papel de la AHS como motor dinamizador del panorama cultural de los territorios, reconociendo no solo el trabajo de las sedes provinciales, sino también de las células municipales. Precisamente Antonio Planos–coordinador en Baracoa, provincia Guantánamo–, fue uno de los que convocó a una mayor sensibilidad de los que dirigen, quienes matizan a las instituciones con sus métodos de dirección y que no siempre se corresponden con el carácter dinámico, transformador y humano de la acción cultural. A ello se suma la inestabilidad de las relaciones y oportunidades de actuar al cambiar frecuentemente los directivos, cuando lo que debía determinar es la visión y estrategia de la política cultural, no el parecer del jefe de turno.

Sobre este tema también intervino Orieta Domínguez–coordinadora del municipio Puerto Padre, provincia La Tunas– y Pedro Pablo Cruz –locutor y realizador radial–. La primera, padeció el cambio de seis directivos en menos de dos años, incluido la resistencia al cambio y la poca receptividad en el trabajo con y por los jóvenes. El segundo, lamentó la ausencia del ICRT como institución en este debate, pues con frecuencia solo se les ve o usa como mecanismo de promoción; también disintió sobre la desprofesionalización de los dirigentes, faltos de oídos atentos y sensibles, sin capacidad de diálogo, y sobre este aspecto apuntó: “(…) es preciso que se abra la pila del diálogo, que alguien abra la pila de ese gran tanqueâ€. Diálogo que debe materializarse en el trabajo desde las voces de los jóvenes, no solo en acciones para ellos, como simples beneficiarios; demanda, en parte, posicionar a estas generaciones, a líderes que realmente constituyan modelos de éxito de la sociedad cubana. Porque invertir en los jóvenes jamás constituirá un gasto, y desde las instituciones debe trasmitirse confianza y esperanza, pues a ellas acuden como cubanos y ciudadanos.

Fueron continuamente valoradas las alianzas entre el MINCULT y los Ministerios de Educación (MINED y MES), así como el papel de estos y el compromiso de la AHS en la urgente tarea de formar sujetos críticos y sensibles. Repensar planes de estudio, “humanizar†figuras históricas devenidas en verdaderos símbolos nacionales y tomar en serio la apreciación artística como asignatura del currículo docente, fueron algunas de las propuestas hechas por Eldys Baratute, presidente de la sede provincial en Guantánamo.

El pago de financiamiento directo a proyectos culturales y sus creadores fue demanda recurrente ya que es una política aprobada hace un año aproximadamente y todavía espera su implementación. Impuestos elevados e inexistentes formas de pago a algunos proyectos admitidos, es parte de los “altos precios a pagarâ€. Sin dudas, la creación va más rápido y adelante que los mecanismos actuales para adquirir las ganancias, hay informalidad y falta de profesionalidad a la hora de ejecutarlos, sin hablar de lo bajo que son estas remuneraciones.

Yoinier Díaz, escritor y vicepresidente en la provincia Granma, convocó a desechar excesivos enfoques economicistas de la cultura que laceran el proceso creativo y encontrar un equilibrio entre la “sobrevivencia†y la satisfacción de necesidades existenciales y espirituales. No obstante, reconoció que la pérdida de incentivos económicos en ocasiones ha devaluado el poder de convocatoria de becas y premios, entre otras actividades.

Desterrar imaginarios que visualizan la AHS como productora de eventos, actualizar la Ley de Derecho de Autor, aprovechar el caudal creativo, fomentar la cultura cubana desde nuestros propios espacios y no dejarla a mecenas que sí están dispuestos a pagar por ellas, fueron otros temas que se debatieron por más de 3 horas. También se habló de incentivar la realización de estudios de público, hacer conciencia del “valor†y no el precio del trabajo creativo, la limitada distribución y circulación de textos, así como de la ética y estética ambiental a través del arte.

No se trató de la catarsis de un puñado de niños pesimistas y malcriados. Hay disgustos, sí, es cierto, pero detrás de cada planteamiento hubo profundas preocupaciones por el destino de nuestro país, por la situación de la cultura y el enriquecimiento de esa población cada vez más propensa a la banalización. Hay inconformidades pero también hay pasión, esperanza y sacrificio. En cada intervención estuvo el testimonio de jóvenes que no se cansan de intentar romper con esquematismos, con la burocracia e inoperancia de algunas instituciones, pero sobre todo, y esto es lo más importante, no se cansan de llevarle un producto cultural enriquecedor a la población, de seguir enarbolando orgullosos toda nuestra tradición cultural. Nos alegra ver que aún quedan jóvenes decididos a no enajenarse y sí a cuestionar, a explorar nuevos horizontes dentro de la creación artística, rompiendo normas prestablecidas, desafiando a los clásicos y hastasiendo irónicos. Son jóvenes –y no los únicos– dispuestosa abrazar su realidad inmediata y llevarla a la hoja en blanco, a las cuerdas de una guitarra, a un lienzo, a las pantallas, o de hacerla danzar y reír y llorar entre los telones de un cine de barrio o de un teatro cualquiera. Actuando en consecuencia, hicimos un llamado intergeneracional a reconstruir nuestra sociedad desde la diversidad y la inclusión, potenciando una real y sistemática participación de sus protagonistas: su gente.

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