La creación teatral joven en Cuba

«Pedro Franco parece haber encontrado en un pedacito de su Matanzas natal su realización personal. El hombre de El Portazo, proyecto nacido bajo el amparo de la AHS, sorprende tanto a críticos como a espectadores, demostrando que las nuevas generaciones tienen también mucho que aportar». Abrimos Paréntesis con las palabras definieron a este joven actor y director teatral matancero (reconocido por los resultados de su grupo El Portazo, el cual fundó en el 2013) en la página cultural del diario Juventud Rebelde el 26 de abril del año 2013.

Pedro, ¿cuánta razón crees que tiene la periodista Ana Laura Palomino en estas palabras, con las que asegura que encontraste en El Portazo tu realización personal?

Yo creo que todo proyecto es un resguardo, y sobre todo en una ciudad como Matanzas, tan disciplinada y correcta (para usar una serie de eufemismos). Es bueno encontrar un lugar donde uno pueda despeinarse y sentirse cómodo, donde pueda fluir, precisamente por ser el sitio que te ha tocado y donde se ha decidido permanecer, al menos por un tiempo. En ese sentido, hay mucho de realización personal, hasta este momento en que estamos sentados aquí estoy conforme.

Antes de adentrarnos en la labor del grupo El Portazo, me gustaría que habláramos de tu carrera artística. ¿Cuándo encuentras tu vocación como actor? Tengo entendido que al principio tu familia no quería…

Debo remontarme al año 1998, cuando comienzo en el taller de Miriam Muñoz, que después fue mi directora. Ahí recibo la noción de eso que Stanislavski llama “comunión”, que no es más que el sentido de colectividad que tiene el teatro. Pienso que ahí se registran las primeras experiencias en este largo camino.

A mi familia le tomó largo tiempo asimilar que la actuación podía ser un oficio; mi abuela es muy martiana y siempre me decía: «sé útil, recuerda que tienes que ser una persona útil para la sociedad». Todo eso influyó mi pensamiento, porque me considero muy martiano, y eso también forma parte del oficio teatral. Tuve que pasar por un proceso formativo en el sentido artístico, y por un proceso de educación para mi familia, para que entendieran que esa era también una manera de ganarse la vida, de ser honrado, y de ser útil a la sociedad. Así comenzó este largo, tortuoso, azaroso y por suerte, estable camino hasta este momento.    

Llegamos al año 1999 y a la Escuela Nacional de Arte (ENA). Háblame de esa experiencia, del contacto con tus profesores y de cuánto ha repercutido la ENA en tu desarrollo posterior.

En la ENA se comienza con 14 años, es decir, ahí se forma tu personalidad, sobre todo tu personalidad artística. Es un choque fuerte donde uno tiene que estar muy atento, a la hora de procesar toda esa información, guardarla, porque se es muy joven, se está en pleno proceso de la adolescencia. Siempre dirijo buscando en una especie de archivo: ¿cuál experiencia me puede servir concretamente para llevar algo a escena? En ese período, del 1999 al 2003, hay muchas de esas experiencias, de las atmósferas, de las imágenes que se reutilizan y se refuncionalizan con sentido expresivo; vienen de ahí, de esos pasillos, de esas personas que conocimos, de esos maestros, de esos conceptos.

En otras entrevistas has hablado de importantes directores de teatro. En la ENA fuiste alumno de Ernesto Ruenes, has mencionado a Carlos Díaz, a Rubén Darío, háblame de esas personas que fueron una influencia y que hoy quizás son pilares de referencia.

La primera obra de teatro que yo vi fue en 1999: El alma buena de Sé Chuan, dirigida por Carlos Celdrán. Fue en el noveno piso del Teatro Nacional y la recuerdo como una función maravillosa. Celdrán, no es un secreto para nadie, está muy cercano a mi trabajo, lo considero un maestro, dirigí mis primeros espectáculos a partir de toda su teoría, de todos sus escritos. Ha seguido mi carrera y me acerca a él una relación personal y un sentido profundo de admiración.

Es ahí, en esa etapa formativa, cuando comienzo a interactuar con ellos, con Carlos Díaz desde la distancia, con Ernesto Ruenes, que todo su sentido ético y de organización del trabajo me acompaña especialmente en estos días. Ahora que me toca asumir el rol de director y de organizar procesos. A Rubén Darío lo tengo muy cerca, trabaja a unos metros de donde tengo mi sede permanente. Son maestros que me han influido y ahora tengo la posibilidad de dialogar con ellos. Gracias al trabajo, tengo la oportunidad de citarlos, de rendirle homenaje, de que vean las puestas del grupo. Es un proceso interesante porque ahora que me acerco a los 30, se cierra un ciclo y se abre otro.

Me llena de orgullo y de placer trabajar con las generaciones que estudiaron conmigo. Trabajar con Ania Hernández, con Liliam Olivares, con Yunior García. Llevar a escena textos de Yunior me parece increíble, porque él dormía encima de mi litera en la ENA durante nuestra etapa de estudiantes. Y resulta que ahora hacemos trabajo de mesa sobre cómo vamos a explotar y circular determinada obra. Siento que valió la pena, hay mucho por delante, nada está concluido, pero sirvieron de algo las etapas anteriores porque hoy me abren otros caminos.

Después que te gradúas de la ENA en la especialidad de Teatro, perfil Actuación, trabajas como actor en varias compañías, entre ellas, Pequeño Teatro de La Habana de José Milián; después vas a Villa Clara a trabajar en El Mejunje con Ramón Silverio. Háblame de ese recorrido antes de regresar a Matanzas.  

Con Silverio, un ser maravilloso, gran gestor y promotor, aprendí la diversión del teatro, ese desparpajo que es muy cubano, ese sentido de la identidad a partir del cual el teatro se conecta con las raíces de la nación y vuelve a su origen popular. Ahí estuve hasta el Festival de Teatro de Pequeño Formato del año 2007, cuando Miriam Muñoz, la directora de Icarón Teatro de Matanzas, me dijo que había trabajo en la ciudad. Entonces regresé.

¿Bajo qué presupuestos creaste El Portazo?

Fue a partir de la necesidad individual de buscar independencia estética, una voz propia, caminar con mis propios zapatos. Así surge El Portazo, como un ejercicio de programación dentro de la Casa del Joven Creador de la AHS de Matanzas, para diversificar, porque la gente pensaba que era un espacio solo de músicos y poetas, pero no lo tenían pensado como un espacio de representación teatral. Dicidimos asumir el riesgo y presentar Por gusto, texto de Abel González Melo, que fue la primera obra. Con un lenguaje claro, diáfano, directo, dirigido a un público joven: esas fueron las primeras intenciones.

En aquel momento todavía no nos atrevíamos a llamarle al grupo El Portazo; era un nombre que manejábamos entre nosotros pero para los demás era un proyecto de la AHS que estaba montando un texto. En los inicios, solo eran cuatro actores que no tenían ninguna formación académica, los busqué a partir de su biografía, de ahí viene Celdrán y todo su trabajo con la biografía del actor. Busqué alguien que había estudiado en una escuela de policías, una maestra de primaria, uno era profesor de una universidad y otro era pintor. Hicimos la audición, las personas que más o menos se acercaban al casting fueron aprobadas y empezamos a montar el espectáculo. Luego se sumaron actores de la ciudad, entró Sarahí de Armas, William Quintana. También llamamos a amigos que estudiaron con nosotros como Jany Hernández y Jean Olivares. En la actualidad entran jóvenes de otras provincias, por ejemplo, ahora estamos trabajando con Carlos Enrique Carret, un actor de Trébol Teatro en Holguín; con Elisa que es de aquí de La Habana, y con Yerandy Basart, que está pasando un tiempo con nosotros.

El sentido de interacción, ser una célula agitada nos ha permitido evolucionar y no quedarnos cómodos; porque el hecho de que pasen muchas personas por el grupo dejando su poquito y luego salgan para seguir su camino, siempre será provechoso para todos.

Seguramente tus actores agradecen que seas actor. ¿Cómo diriges y qué esperas de tu grupo?  

Ellos dicen que eso es una espada de doble filo, porque como mismo entiendo, sé. Hago el teatro que me gustaría ver y dirijo a mis actores como me gustaría que me dirigieran. La relación con los actores no es nunca del todo democrática, es más bien un proceso de organización del trabajo, que tiene un líder artístico que lo piensa, y es capaz de elaborar procedimientos para que el hecho teatral pueda acontecer. Es necesario hablar un lenguaje común. El actor es el mundo de lo concreto, el técnico de lo más concreto aún. Para los diseñadores y personas que intervienen en el proceso de realización del espectáculo todo es más subjetivo, porque ellos tienen que imaginar algo que todavía no se ha materializado. Cuando uno logra organizar todos esos lenguajes y dirigirlos, entonces acontece el proceso creativo, florece y el último resultado es la puesta en escena, que termina en consumo. Todo proceso cultural debe terminar en consumo, por eso es tan importante el espectador.

Durante estos cuatro años de trabajo arduo, has montado cuatro espectáculos. Voy a mencionarte los nombres de estas puestas en escena, para que me definas en pocas palabras la experiencia que significó cada una de ellas: Por gusto, un texto de Abel González Melo, espectáculo que resultó premio Aire Frío a la Mejor Puesta en escena del año 2012.

Esa primera obra fue la voluntad, la intuición, el temor al fracaso y el riesgo.              

Antígona, texto de Yerandy Fleites.

Fue la conciencia de lo teatral, del oficio. Significó además la adquisición de William Quintana y Sarahí de Armas, y fue una experiencia en la circulación de espectáculos.

Semen, texto de Yunior García.  

Esa obra fue el cierre de un ciclo. Los tres espectáculos que me has mencionado forman parte de una trilogía que nosotros llamamos “En zona”, porque estas obras trabajaban los mismos ejes temáticos: la noche, la violencia, la apatía; que de alguna manera perfilaban las necesidades de una generación. Semen fue la conclusión y la madurez de lo que podría ser una poética.

Ahora mismo tienen en cartelera CCPC (Cuban Coffee by Portazo´s Cooperative)

Este espectáculo es el desparpajo, el choteo, la relajación del grupo y al mismo tiempo la responsabilidad con los temas que estamos tratando: la identidad, la enajenación, el dolor común de Patria. El cabaret político es un género en el que se debe ser muy cuidadoso porque no es muy explotado. Te decía que Matanzas es una ciudad que no se despeina, es muy disciplinada, muy correcta, muy formal. Hacer un cabaret en el centro de la ciudad es muy complejo por la recepción del público, la relación con las instituciones, las autoridades, la gente que entiende y la que no entiende, las personas que deliran ante un proyecto así y las que la detestan. Un espíritu polémico que siempre ha acompañado al teatro, también sigue desde sus orígenes a este espectáculo.

La presencia de El Portazo en los más importantes escenarios teatrales del país te ha dado la oportunidad de mirar de cerca muchas propuestas. ¿Crees que el teatro cubano actual goza de buena salud?

No sé si podría responder esa pregunta con total objetividad, porque me encuentro dentro del fenómeno, y una vez que formas parte es más difícil distanciarse. Creo que falta unión, faltan estrategias de desarrollo, espacios de legitimación. Yo tengo una gran inquietud: ¿qué legitima al teatro cubano? ¿La crítica? No sé. ¿Los premios? Tampoco. ¿Las instituciones? No estoy muy seguro.

¿El público?

No tanto. Hace falta un teatro más vivo, un teatro que piense más en el espectador, un teatro más útil, que no esté tan desfasado del contexto. El teatro será defendido según su utilidad.

¿Cuán tomados en cuenta son los jóvenes en el teatro cubano?

Nunca es suficiente. No se trata solo del grito juvenil: “lo quiero todo y lo quiero ahora”. Las instituciones tienen que planificarlo más y pensarlo más, porque no siempre en sus dinámicas cotidianas desarrollan estrategias para que, donde surgen proyectos interesantes, puedan protegerlos. A veces, la AHS asume el rol de sustituto de la institución que en realidad debe proteger, promocionar y circular ese producto. Todavía hay mucha desatención, y es necesario hacer algo al respecto. Por supuesto, hace falta constancia, talento, voluntad, riesgo, para que alguien pueda apostar por un proyecto, como decimos en buen cubano: “el muerto delante y la gritería atrás”. Pero de cualquier manera, faltan más espacios aún.

Además de tu desempeño como director teatral de El Portazo, has asumido otros roles, ya sea como profesor de Técnica Corporal, Dirección y Actuación en el Escuela de Instructores del Arte; como fundador del boletín cultural El Cuervo de la AHS en Matanzas; organizador del Proyecto Tubo de Ensayo en tu provincia natal y como vicepresidente de la AHS. ¿Cómo logra Pedro utilizar el tiempo y además no desatender El Portazo?

Restándole mucho tiempo a mi vida personal. El arte teatral es algo que atraviesa la vida de una persona: como el teatro se nutre de las propias experiencias, tiene un material muy subjetivo que es todo el proceso emocional, y a la vez muy objetivo que es la realidad; así que también pasa por mi casa, por mi familia, por mis relaciones personales, por los trabajos. Mi labor en la AHS, por ejemplo, me ha ayudado a organizar, a gestar, a producir

Háblame de los planes y proyectos futuros de El Portazo.

Ahora mismo terminamos la temporada con nuestro más reciente espectáculo, así que tendremos un mes de descanso. Luego empezaremos a circularlo, pues tenemos algunos compromisos en el extranjero. Queremos armar la trilogía “En zona”, que está de alguna manera desarticulada porque ya no tenemos Antígona en repertorio. Tenemos previsto para el 2016 un año de circulación internacional de los espectáculos en varios festivales coordinados. También queremos probar la experiencia de este cabaret político en ciudades como Santa Clara, Holguín y Camagüey; a partir del contacto y la coordinación con algunos grupos teatrales.  

Conductora: Giselle Fundora

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  • QUE PRIVILEGIO… estudiar en la ENA… yo tambien amo el teatro gracias a Miriam Muñoz…
    pero … por que la mayoria de los actores matanceros tienen que ser empiricos…. por que tan pocas plazas para Matanzas… y si hay talento.

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