El tiempo es la última frontera

A menudo el director norteamericano Stanley Kubrick se lamentaba de que la ciencia ficción apenas había tenido antes de él dos películas importantes («no ridículas», decía). Se refería a Metrópolis, de Fritz Lang, y La vida futura, de William Cameron Menzies. Le molestaban profundamente la simplicidad naif, con sus marcianos y sus platillos volantes, de las producciones de los años cincuenta.

Tal vez alentado por el éxito de Gravity (Alfonso Cuarón, 2013), aquella tensa y agridulce aventura de astronautas perdidos y acorralados en el firmamento, el director Christopher Nolan, fiel alumno de Kubrick, asumió una lujosa apuesta sobre lo que puede ocurrir más allá de las estrellas.

Como si de 2001, odisea espacial se tratase, Interestelar no es una película de ciencia ficción aparatosa en la que el único protagonismo lo ejercen los efectos especiales. La firma del prestigioso Nolan y de su hermano Jonathan, quien lo acompaña en el guión de la película, arroja como resultado Interestelar una muestra de cine de autor con formato de gran espectáculo; es, en otras palabras, una cinta que, además de deslumbrar con sus imágenes, hace pensar y sentir.

Christopher Nolan, que comenzó haciendo thrillers tan atractivos y perversos como Memento (2000) e Insomnio (2002) y que luego realizó películas como El truco final, Batman begins y El caballero oscuro, suele perpetrar un tipo de cine que se caracteriza por tener gran presupuesto, sin que por ello renuncie a plasmar su sello artístico.

En Interestelar quizás no se entienda la jerga científica, que es abusiva, llena de agujeros negros y física cuántica, pero sí se comprende la esencia emocional de la historia: en un futuro próximo, la Tierra ha sido devastada por las plagas. Los habitantes que quedan sobreviven en medio de continuas tormentas de polvo, que apenas los dejan respirar. La única solución posible para preservar la vida de nuestra especie es encontrar planetas habitables en otras galaxias y trasladar allí a los desesperados terrícolas.

Un científico, que encarna el cada vez más grande y afónico Mathew McConaughey, debe decidir entre estar al lado de sus hijos y salvar al planeta. Como Aquiles, se decide por la gloria eterna. Va al espacio exterior a buscar otro planeta habitable. Por cierta caótica propiedad del tiempo en el espacio, cada minuto que pasa en la galaxia es un año en la vida en La Tierra. Cuando McConaughey regresa de su viaje intergaláctico, han transcurrido 76 años; su nombre se estudia en los libros de historia y sus hijos son ya muy viejos: salvó a la Tierra a costa de hundirse a él mismo.

O no. Porque lo que a Nolan le interesa es hablar con aliento poético de las relaciones paterno-filiales, y del amor como tabla salvadora, como hálito redentor.

El espectador puede en Interestelar ser arrastrado por las geografías desoladas de universos helados, viajar por mares inmensos tapizados por el dolor inconsciente de unas olas descomunales, ver a la Tierra ser consumida por mareas bíblicas de polvo con el aspecto de una pesadilla compartida; pero también presenciará cómo la fuerza bienhechora del amor vence toda aspereza del destino. Porque, para Nolan, es el amor la fuerza que representa la garantía de la especie humana.

Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

  • Lo más Leído

    Lo lamentamos. No hay nada que mostrar aún.

    Suscripción

    Para recibir nuestro boletín ingrese su dirección de correo electrónico