Siete evocaciones de la Giraldilla

Decía Martí que de todas las cosas, la que más se parece a la verdad es el arte. De modo que éste ha sido por mucho tiempo un modo de reescribir la Historia—olvidando los trastocados maniqueísmos de vencedores y vencidos— y recordar que lo histórico es más apegado a la vivencia íntima y a la memoria emotiva, y no tanto a lo que muchas veces se edita en libros y folletos.

Estas ideas afloran en la puesta en escena de la obra Acuémeme que por estos días se ha estado presentando en la sala Osvaldo Dragún del centro cultural Raquel Revuelta, en la capital cubana, y que se presentará el próximo mes de agosto en el Proyecto Comunitario Korimakao, en la Atenas de Cuba.

Con la dramaturgia de Manuel Martínez y la dirección de Jorge Juan Fernández (Chino Juan), la obra presenta a la joven actriz y miembro de la AHS Maritza Morales Sánchez (Holguín, 1985), quien interpreta a la Giraldilla en una trama que se interesa por la conformación de la isla en nación.

Al decir del Chino Juan, director del Grupo de Teatro al Límite, le interesó trabajar en esta obra con Maritza Morales por sus ductilidad e histrionismo, así como por la fuerza que imprime a la caracterización de cada uno de los complejos personajes que interpreta. Sobre todo en esta obra, dispuesta a modo de unipersonal, y en la que el trabajo de la actriz requiere de mucho más esfuerzo y consagración una que se fundamente en el teatro de relaciones.

Acuémeme —palabra que aparece con asidua frecuencia en textos guillenianos y heredada de cantos de origen africano asentados en nuestra cultura— es una obra de corte intimista, en la que se introduce al espectador en un espacio de reflexión, y se le hace pasar de público pasivo a participante, ya que en varias de sus escenas es imprescindible su intervención; si bien las características físicas de la Sala Osvaldo Dragún, pequeña y acogedora, promueven (en ocasiones) el sobrecogimiento de los presentes.

Este es hoy un reto para Teatro al Límite, ya que deberá adaptarse a nuevas características espaciales sin perder su expresividad, cuando tenga su presentación especial en el Proyecto Comunitario Korimakao.

Por su parte, la producción musical, dinámica y ecléctica como nuestra identidad, aporta a cada escena una carga sugerente que complementa el todo. Comienza la obra con una estatua viviente de la bella Giraldilla más de ébano que de bronce (por la tez oscura de su actriz) que luego de los minutos iniciales, tras su “despertarâ€, transita por la caracterización de varios personajes: Isabel de Bobadilla, el Almirante Cristóbal Colón, Cecilia Valdés, Yemayá Okute, una iletrada nana de sabiduría natural y una sensual dama de compañía de La Habana nocturna de hoy.

Al finalizar, regresa la Giraldilla envuelta en imágenes comerciales de la capital, proyectadas sobre su cuerpo y el espacio por el que se desplaza, mientras en puro afán de resistencia pide a gritos que no la bajen de su Castillo de la Fuerza, que le pertenece por derecho propio, pues, desde allí, ha acompañado el devenir de nuestra ciudad desde sus días fundacionales.

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