Impronta del Ballet Nacional de Cuba en Vueltabajo

Memorable, así puede ser entendida la visita del Ballet Nacional de Cuba a Pinar del Río en el mes de mayo.

Con su directora general al frente, Viengsay Valdés[1], la agrupación Patrimonio Cultural de Nuestra Nación –que no visitaba Vueltabajo desde 2016– desplegó una extensa agenda que se movió entre intercambios con profesores y alumnos de la Escuela Profesional de Arte “Raúl Sánchez”[2]; clases magistrales, escalas en centros culturales y zonas de interés, como el Valle Viñales, de la provincia más accidental del país.

Pero sin dudas, la mayor huella que deja el insigne elenco danzario cubano, reposa sobre la escena del Teatro Milanés. Hizo subir a la alta plaza pinareña un programa de concierto donde la variedad estilística (del romanticismo al neoclasicismo) y la calidad se impusieron.

El “pas de deux”, de Coppélia; la “Suite” del tercer acto de Cascanueces y el “Adagio” del segundo acto de El lago de los cisnes demuestran, en tanto hechos coreográficos, un cuidado y una delicadeza en su tejido que confirman su pertenencia a lo mejor y más robusto de la tradición balletística mundial. Una cualidad que da fe del amplio conocimiento estilístico, la sensibilidad y el innegable talento para la escritura escénica de la siempre presente Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso.

Las escenas de Carmen, de Alberto Alonso, y Rítmicas, de Iván Tenorio, en sus especificidades, corroboraron también su calidad coreográfica, frescura y cuidadosa conservación. 

Por otro lado, La muerte del cisne de Michel Descombey nos desconcierta, pero al tiempo más nos satisface. Si bien es un solo, se basa en el mismo tema y utiliza igual pieza musical –el Carnaval de los animales, de Camille Saint-Saëns– toma caminos propios con relación a su homónimo, la obra original que en 1905 Mijaíl Fokín creara para la gran bailarina Ana Pávlova.

Descombey da a luz una criatura y apuesta por ofrecerle nuevos sentidos, resonancias, provocaciones. Así pues para marcar su impronta en escena no recurre a il travesti[3], a tratar de evocar a través de éste la delicadeza del gesto fluido fokiniano que se apaga lentamente.

Antes bien, subvierte la compresión que históricamente que se ha tenido del tema original al que se acercara el ruso Fokín, colocando como protagonista de su pieza no a una intérprete, como tal vez se esperaba, sino a un intérprete. De ahí en esta Muerte del cisne…, los cambios abruptos de estado, los espasmos, el gesto enrarecido, la falta de temor ante la caída, lo quebradizo y anguloso, las rupturas del tejido movimental que se hacen responder al gestus masculino, adquieren resonancias discursivas muy interesantes.  

Unas que describen minuciosamente con hondura la crudeza de las evidentes escalas de dolor, un tránsito verás de lo que se mueve, lucha entre la vida y la muerte. Resonancias que remarcan infinitas posibilidades de hacer ballet y recepcionarlo en el presente.  

Por su parte, Invierno y Dueto, de la primera solista y coreógrafa Ely Regina Hernández, devienen una suerte de joya coreográfica neoclásica. Ambas obras –la primera que resulta una apropiación y recreación de “La escena de las Nieves”, de Cascanueces, y la segunda, una obra original– destacan por su amplio despliegue, su marcada complejidad técnica para cualquier intérprete, pero también por su belleza.

Un preciosismo visual que no solo se perpetra en la correcta disposición espacial o movimental de la obra, sino en la atinada selección del vestuario, en el diseño de atmósferas a través del sistema de iluminación, la música y los efectos con humo. Ely Regina ha echado mano a sus recursos y ha salido airosa en tal empresa. En ella ya se puede reconocer una cantera firme para nutrir de buenas coreografías al repertorio del Ballet Nacional de Cuba.

Además de lo antes referido, otro mérito del programa que presenta en estos días el BNC reside en que está defendido por una parte significativa de sus primeras figuras y por otros bailarines que despuntan con resultados verdaderamente laudatorios.

Entre estos el pinareño Yankiel Vázquez[4], recién nombrado primer bailarín del BNC, que asumió con hondura todo el proceso interno de agonía y defenestramiento del cisne ideado por Descombey. Un grado de organicidad ante el cual el público solo pudo responder con una ovación.  

Algo parecido sucede con Diego Tápanes, que en su asunción de Franz en el “pas de deux” de Coppélia o su interpretación en La Muerte del Cisne irradia gallardía, fuerza interpretativa, capacidad para moverse sin problemas de un estilo dramático hasta uno más lírico.  

Annette Delgado y Dani Hernández, en Invierno y Dueto, sin dudas demuestran sus devenires llenos de vitalidad, precisión, manejo de una energía vital y cautivadora. Consiguen los experimentados bailarines darle el tono exacto que cada obra requiere: a Invierno la ternura, la delicadeza, y a Dueto, el derroche de energía, el arranque nuclear.

Como de costumbre, Sadaise Arencibia brilló en su interpretación del segundo acto de El lago de los cisnes, de Alicia Alonso, y Carmen, de Alberto Alonso.

Ahora si bien la generalidad los bailarines del BNC poseen indiscutibles condiciones técnicas y físicas para asumir el repertorio que trajeron a Vueltabajo, no es menos cierto que algunos jóvenes deberían trabajar más en pos de la consolidación de sus roles. Nos estamos refiriendo más que a la parte técnica que evidentemente dominan, a la interpretativa.

Hay pasajes de las obras que pierden cierta aureola puesto que todavía a estos muchachos les falta imprimirle vida a los roles, caracterizarlos, sentirse dentro de la circunstancia escénico-ficcional y reaccionar ante ella (no solo bailar bien): en tal condición están Marcel Gutiérrez, en el “pas de deux”, del segundo acto de Coppélia; Ányelo Montero[5] en las escenas de Carmen, y El lago de los cisnes o Gabriela Druyet, en Rítmicas.

Con todo, es aplaudible su seriedad profesional, el cuidado del estilo, de la coreografía. Esas son virtudes que sin dudas les son aplaudibles.

La presentación del Ballet Nacional de Cuba en Pinar del Río, como ya antes hemos referido, ha sido un lujo para dicho territorio. Esta agrupación, de las cinco primeras del mundo, ha traído parte de lo mejor de su repertorio, posibilitando al público asistir, en una hora, a algunos de los momentos más brillantes de los ballets más reconocidos en la historia de la danza. Un privilegio casi sin par.

Por tal razón a la partida del BNC han quedado las puertas abiertas para que este prestigioso elenco nos gratifique con su presencia y estelares actuaciones.

 

 

Notas:

[1] Se le entregaron varios reconocimientos importantes a la directora del Ballet Nacional de Cuba, tales como el Escudo Pinareño.

[2] Donde se debatió la imperiosa necesidad de reabrir la Cátedra de Ballet de dicho centro, en el cual se han formado muchos de los bailarines y primeras figuras del Ballet Nacional de Cuba.

[3] Ya es tradición que muchos personajes en el ballet hayan sido o sean interpretados por sujetos del sexo contrario. Por ejemplo, en el siglo XVll y fundamentalmente el XVlll, eran los hombres quienes interpretaban los papeles femeninos. Ante la escasez de bailarines, muchas bailarinas también tuvieron que asumir en el romanticismo papeles masculinos. Una tradición que ha perdurado hasta nuestros tiempos en muchos casos de manera premeditada.

[4] A quien durante su presentación en Pinar del Río se le reconoció sus méritos como bailarín principal del Ballet Nacional de Cuba.

[5] Sobre todo Ányelo que es el menos aventajado en cuanto a parecer sereno, relajado, viviendo el pasaje que le ha tocado interpretar. Por tal razón es que una bailarina como Sadaise Arencivia llega a opacarlo en escena.

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