Es Pagán uno de nuestros. Sí, entre los pintores santiagueros encomiados por una ingente labor sostenida y una crítica plausible se halla Reinaldo Pagán Ávila. Su obra desborda en recursos lúdicos que lo hacen ceñirse al giro postmodernista. En ella se pueden hallar caprichos tales como una Gioconda que se “amulata” bajo una sombra del parque Céspedes, o un Marat que ha sido asesinado por la desidia aplastante desde su silla de ruedas. La imaginación de este alto artífice de la plástica santiaguera contemporánea todavía no conoce límites, ni siquiera para reinventarse en tiempos de crisis económicas, en los cuales lo mejor de él sale a flote con lienzos “reinventados” o cualquier otra materia prima no pensada para fines artísticos. Como parte de un trabajo de promoción nos acercamos a su casa, tan familiar para nuestro cercano grupo de amigos tertulianos. Desde allí, y bajo el amparo de un dulcemente amenazante árbol de guayaba, salió esta entrevista.
¿Cómo descubriste la venia de tu arte? ¿Te fue difícil?
Pues no. No me costó trabajo. Desde niño di muestras de talento por las artes plásticas. Mi madre me ayudaba a definir lo que yo iba a dibujar y a partir de ahí he llevado conmigo esta especie de don. También mi padre, que era fotógrafo y se codeaba con los artistas de la ciudad, me llevaba a los talleres y aquello permeó mi futuro para que luego, en sexto grado, hiciera la prueba de actitud para matricular en la escuela de pintura José Joaquín Tejada. Aprobé y comencé a pasar la secundaria en esa academia en el año 1983.
¿Es cuando te gradúas o antes en que el proyecto Cara-jó entra a tu vida?
Fue después que me gradué. Un grupo de colegas nos unimos y coincidimos varios jóvenes recién graduados. Fuimos designados para la decoración del hotel Santiago y allí decidimos dar un nuevo rumbo al arte pictórico que en manos de las “vacas sagradas” y a nuestra manera de ver, creíamos anquilosado. Fue esa la manera de incidir en el arte en aquella época, los noventa. Nos dimos cuenta de que siempre eran los mismos los premiados en los salones y de alguna manera quisimos irrumpir en el panorama coyuntural.
¿Por qué Cara-jó?
Cara-jó fue la palabra que utilizamos para acortar lo de “caras jóvenes”. Todo el mundo piensa en la palabra obscena. También quisimos que fuese un juego de palabras que llamara la atención.
¿Crees que en alguna manera Cara-jó sigue vivo?
Sí, pero en el fondo las personas no entendieron a Cara-jó. Todos manipulamos la historia del arte. Éramos afines en la concepción de las ideas, pero con diferencias. Al final quedamos los que teníamos que estar por no tener conflictos serios entre nosotros. Pueden pasar años y el proyecto podría volver a unirse, aunque solo fuésemos dos. Ya desgraciadamente Orestes Campos partió de este mundo, pero Yuri Moreno, el otro artista integrante, y yo, tenemos algunas propuestas engavetadas. Tal vez la materialicemos en cualquier momento.
¿Entonces es el humor tu tópico principal?
Sí. Toda mi obra está salpicada de humor. Siempre. El humor es importantísimo en el arte. La parodia, la ironía, la sátira, son vehículos de expresión para hilar un humor fino, que no provoque la carcajada, pero sí la reflexión sobre aspectos álgidos de la vida.
¿Existe alguna otra temática en tu obra que se desligue del humor?
Temáticas tengo muchas. De hecho, el humor no es una temática, va implícito en la obra, constituye la forma de plasmar un tema. Eso de parodiar y utilizar la risa para criticar o para otra cosa es propio de la cultura latina y a mí me nace, innato. No solo se halla en los cubanos, como muchas veces se cree, sino en aquellos que llevan la latinidad como carga genética. Son formas de usarlo como pueblo, una manera de sobrevivir a los vaivenes sociopolíticos.
Por qué te decantaste por el uso de intertextos y manipulaciones de la historia del arte universal con la pintura como bandera.
Bueno, desde mis inicios comencé a usar citas de la historia del arte. Yo soy de los que pienso que todo está hecho en el arte, como el fin de la historia. Existen muchas tendencias, pero al final todo lo que se concibe en el arte, va a beber a las fuentes originales. Como se dice en buen cubano: “ya todo está inventado”. Nuestro grupo se unificaba al utilizar las citas y eso era común para nosotros. Pero la utilizábamos de manera individual. Nosotros no nos reuníamos para pintar un cuadro, sino que cada cual por separado hacia una reinterpretación de la historia y luego la valorábamos juntos. El arte pictórico es un ciclo que da vueltas como círculos y vuelve en las distintas épocas para ser renovado.
Al pensar en tus recursos con la historia del arte, nos preguntamos, desde tu perspectiva, dónde comienza y termina la frontera que divide la apropiación del plagio.
Eso es fácil de discernir. Cualquier manifestación artístico-expresiva que no varíe su apropiación ni en lo formal ni en lo conceptual, se considerará como plagio. Esas cosas se tornan muy evidente. Sería una tontería tratar de engañar a las personas hoy en día habiendo tanta información en los medios.
¿Ha habido otra zona geocultural que te haya nutrido como artista, además de Occidente?
Sí. De hecho, el Oriente me ha interesado mucho. Desde comienzos de los años 2000 comencé una serie aludiendo a esa zona del mundo, “Filosofía oriental”, en la cual el Japón es el país renombrado. De alguna manera tiene doble sentido. Una de esas obras alude a que todo el mundo es oriental y yo vivo en esta zona del país, así que…. Este interés por el Japón nació cuando leí “Memorias de una geisha”, que luego Spielberg llevaría al cine en 2005. Investigué sobre el grabado erótico japonés, que es donde más afiancé mi apropiación y la manipulación de la temática, hasta que alcancé mi exposición en 2004.
Precisamente el erotismo está muy implícito y explícito en tus trabajos.
Tiene que ver con mi forma de ser, de vivir lo erótico. Mis trabajos, en alguna proporción, están dotados de una visualidad que evoca plenamente lo sexual. Aquí en Cuba hay muchos tabúes y la aparente libertad se vuelve una contradicción. Hay mucha censura en los medios y lo erótico-sexual esta cercenado. No hay revistas especializadas en el tema. La única divulgación que existe en Cuba son los libros de educación sexual, pero nada más. Los límites, en ese punto, los pone la misma mente humana porque no hay nada más natural que el cuerpo humano para explorarlo y, además, tenemos una condición de seres puramente sexuales. Yo asumo estas cuestiones desde una óptica de liberación. Tal vez el hecho de haber vivido en Europa me haya permitido tratar lo sexual sin ningún tipo de tabúes. De ahí que mi obra resulte a veces polémica. En fin, el arte es provocativo, polémico y polisémico.

¿Qué nuevos retos de la Cuba actual (mayo 2021) te motivan para crear? La pregunta viene en medio de la coyuntura social en medio de esta pandemia.
Mi obra es netamente social y trato de plasmar y utilizar todo lo que pasa a mi alrededor, aquí o en otro paraje. Por eso, ha habido muchas personas que no han comprendido la profundidad de lo que expongo y por ello he sido, en algunas ocasiones, malinterpretado.
De hecho, pudiera pensarse que tu obra capta más la realidad cubana, con sus vicisitudes, que la de Europa.
Realmente vivir en Latinoamérica es más fácil para crear. En el primer mundo las premisas económicas elementales están resueltas. Aquí cualquier acto te parece surrealista y esos avatares me inspiran y me conllevan a ser más creativo, a buscar opciones alternativas como pintar con café como pigmento porque no tengo acuarela, por ejemplo. Aquí tengo el reto de darle artisticidad a otros eventos que no son comunes en esas latitudes. Yo lo siento así, aunque les parezca extraño a algunos de mis allegados.
Es decir, tú eres capaz de sacrificar prebendas, de desligarte de una vida más sosegada, tranquila para nutrir tu arte, como has dicho.
Pues sí.
Entonces, en esa misma línea de pensamiento: ¿Eres de los artistas que piensan que deben padecer existencialismos para sentirse llenos de arte en medio de la tortura o no llegas a esos niveles de romanticismo?
Te repito, el artista debe sufrir sin caer en lo paupérrimo. Cuando todo es perfecto no es igual. Soy de la opinión de que las obras de la mayoría de los artistas que lo tienen todo resuelto no dicen tanto. Esas obras que en vez de un pincel parece que la han trabajado con otra cosa, por el nivel de estilización que poseen, para mi criterio carecen de alma. Es el sufrimiento individual el que logra transmitir, ya sea pintura, escultura o grabado. En mi caso, yo me retroalimento con el padecer colectivo más que con el individual y eso sustenta mi condición de artista al ponerlo en el lienzo.
Es comprensible, pero hay una disyuntiva. Por ejemplo, cualquier sociólogo, sacerdote, político y humanista que crea en el mejoramiento de las cosas te podría decir: “Eso de pintar y hacerlo bien con tus contenidos y formas es positivo. Sin embargo, ¿no sería mejor que tu arte contribuyera a que las cosas que están mal en una sociedad se modificaran? No puedes aprovecharte de la perpetuidad de los males sociales para desarrollar tu talento.
Si yo no criticara esos males de la sociedad con un sentido constructivo, no tendría sentido ser artista. Por lo menos, intento señalar los fenómenos oscuros del tejido social e intento corregirlos. Por ejemplo, las erradas decisiones que se toman en mi país. No es criticar por criticar. Mi postura conlleva al mejoramiento.
En ese sentido, crees que Cara-jó ha dejado una impronta en los últimos 25 años.
De acuerdo con mi experiencia –y no me gusta hablar en primera persona–, el grupo Cara-jó generó un movimiento artístico que trajo consigo una oleada de artistas conscientes de la importancia del arte dentro de la sociedad. Esto se notó en toda Cuba, pero en especial en la región oriental. En aquella época las ideas estaban por doquier, pero los materiales eran muy escasos. Pasábamos por un periodo especial y teníamos que crear con cualquier cosa y tuvimos que inventar con cualquier cosa. El movimiento provocó que muchos artistas despertaran del letargo y tuvieran que aguantar las críticas que recibe todo lo nuevo transgresor. Se decía que éramos locos porque copiábamos de las obras de arte clásicas. Tuvimos discusiones con los teóricos y algunos percances desagradables. Al final, muchos de mis homólogos se pusieron las pilas y comenzaron a formular una obra más comprometida con el cubano de a pie, lo cual trajo consigo que se formaran grupos nuevos después de Cara-jó y fueran bien recibidos.
¿Cómo reaccionó la institucionalidad de las artes plásticas en aquel entonces y cómo opera hoy?
La institucionalidad en un principio nos asimiló porque vieron las buenas intenciones. Incluso algunas de las directoras de las instituciones de cultura fueron valientes al exhibir nuestras obras pese a que en más de una ocasión tuvieron problemas con los superiores de la oficialidad. Esto ayudó a que se legitimara Cara-jó. En esa etapa, en Santiago, el arte cobró una importancia vital. Se empezaron a tomar en serio a los artistas santiagueros en la capital, fuimos invitados a festivales, etc. Desde hace años las instituciones no tienen ese compromiso serio con los creadores, lo cual ha provocado su disgregación y el perder el sentido de su arte. A la mayoría lo que les interesa es hacer dinero, aunque comprendo que también se debe pintar para vivir. No voy a generalizar, porque hay otros, entre los cuales me incluyo, a los que sí les interesa la cultura.

¿Cómo has percibido la atmósfera cultural santiaguera desde tu retorno?
Después de vivir siete años en Europa y regresar a mi país he sufrido una decepción tremenda. Me he topado que el ambiente cultural está en el piso y esto ocurre mucho antes de la pandemia. No hay lugar que sirva como punto de encuentro, como había en otros tiempos. Por ejemplo, la Galería Oriente era el sitio de reunión y de debate para el compartir de muchas generaciones de intelectuales, el equivalente al café Voltaire en Suiza o al Montmartre en París. Se vivía una atmósfera bohemia. Recuerdo que los artistas se anotaban en una lista porque había muchos proyectos para exponer, más competencia creativa.
Yo no he notado esa desconexión entre artistas e instituciones en otras provincias como La Habana, Camagüey y Santa Clara. No sé, creo que los que gestan las actividades deben replantearse otra política para atraer de nuevo a los artistas y retomar esos círculos. Por supuesto, habría que esperar que la pandemia merme sus efectos. Por estas y otras causas muchos creadores han emigrado a otros países y hoy en día tengo más contacto con aquellos que con los que se han quedado.
En tu obra hay cubanía desde lo conceptual, pero en lo formal es más abierta.
Pues así mismo. Es más europea y ahí reside la apropiación. Puedo usar algún elemento distintivo de lo cubano, como la serie de los cañaverales. Sin embargo, los personajes que generalmente están insertos entre las cañas pertenecen a la cultura europea. Además, no quiero enmarcar mi obra solamente en Cuba; mi pretensión es que llegue a todo el mundo y que adquiera un carácter universal. Por eso trato de conectar las distintas zonas geográficas en mis series: lo asiático, lo europeo o lo tropical. Al final, somos una mezcla de todo y eso me retroalimenta, me vuelve más fuerte.
Vemos mucho de Marcel Duchamp en tu obra. ¿Será una especie de padrino espiritual?
De hecho, sí, lo he citado mucho en mi plástica. Para mí, él fue un bromista que empezó jugando en el arte. Le gustaba retar a los críticos y a los convencionalismos de su época y al final lo terminaron legitimando como a un gran artista. Aún así, su obra sigue siendo polémica. Algunos dicen que lo que hacía no era arte mientras que otros lo ensalzan como un gran creador. Lo cierto es que pasó a la historia e influyó en lo que luego definió al arte del siglo XXI.
¿Dentro de las cosas que te han inspirado, qué lugar ocupa lo cinematográfico y hasta dónde te permea?
El cine, para mí, es lo máximo. He trabajado como director de arte para algunos realizadores santiagueros. Me encanta la apreciación de lo cinematográfico porque me considero un gran cinéfilo. Aunque son un consumidor de obras de diversas latitudes, me decanto por el cine experimental y por el de Kim Ki-duk en particular. Me atrae la fotografía del séptimo arte y pongo atención en el tratamiento de las imágenes asociado a la historia de la película. Mi padre fue un artista de la fotografía y me influenció mucho. En el futuro, tendré la oportunidad de crear una serie que impregne algo relacionado con la cinematografía universal.
Gracias maestro, muchas gracias.
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