Fallece el actor cubano Manuel Porto por complicaciones relacionadas con la COVID-19

Este martes 28 de septiembre falleció el reconocido actor cubano Manuel Porto a los 76 años de edad a causa de complicaciones relacionadas con la COVID-19. El Consejo Nacional de las Artes Escénicas informó a través de su página en la red social Facebook: «con profundo pesar despedimos a Manuel Porto, uno de los grandes talentos de la actuación en nuestro país». Justo en esta jornada Porto celebraba su cumpleaños.

Este querido actor será recordado por la diversidad de personajes complejos que ha encarnado, de manera siempre diferente, con desdoblamientos profundos de la personalidad, física y psicológica.

Su trabajo se desarrolló fundamentalmente en la televisión, aunque también incursionó en el cine y en el teatro con su magistralidad acostumbrada, lo que le permitió conquistar no solo numerosos lauros, sino también la admiración y respeto del público y la crítica.

Muestra de su intensa carrera son las obras de teatro El tío Vania, La hoguera, El vuelo del quetzal o dramatizados para la televisión al estilo de Por el rastro de los libertadores, Alguien me habló de los naufragios, La frontera del deber, El halcón, La séptima familia, Algo más que soñar, La semilla escondida, Cuando el agua regresa a la tierra, Sol de Batey, El tesoro del Mallorquín, El contrato, Entrega, y el más reciente, Vuelve a mirar.

En el cine destacan títulos como Se permuta, Caravana, La vida es silbar, Barrio Cuba y José Martí: el ojo del canario.

El 13 de agosto de 1992, junto al general Faustino Pérez, fundó el Conjunto Artístico Comunitario Korimacao en la Ciénaga de Zapata, en la provincia de Matanzas, y durante muchos años estuvo al frente del proyecto, el cual alternaba con su desempeño en la actuación.

Sobre este proyecto, al que consideró la obra de su vida expresó:

«Korimakao es una idea tan artísticamente humana o tan humanamente artística. Me plantearon ayudar a organizar ese movimiento de la Ciénaga de Zapata. Cuando terminé la novela Cuando el agua regresa a la tierra me quedé, apoyado por el comandante Faustino Pérez, fundador del proyecto. Vinieron personas de La Habana, Camagüey, del oriente, de otros países a integrarse a ese grupo que soñaba llevar acciones artísticas no solo a la Ciénaga sino a toda Cuba.

«En un principio pensé permanecer seis o siete meses, pero se convirtieron en más de 20 años, hasta que me enfermé y los médicos me dijeron que no podía seguir en la Ciénaga. Un proyecto de esa envergadura no se puede dirigir desde La Habana, hay que estar allí, con la gente. No somos solo artistas sino también seres sociales, buenos seres humanos. A mí me gusta más un gran ser humano que un brillante artista que no sirva como persona. Estar dispuesto a brindar lo que se tiene a cambio de nada si es preciso. Korimakao es la obra de mi vida y ahí está resistiendo, como yo digo».

Sobre el arte comentaría en una entrevista que es la forma más sublime de expresar la cultura de un país. Por eso defendía que el concepto de recreación es muy peligroso. Una de las funciones sociales del arte —consideraba— no es mantenerle el gusto a la gente, sino elevarlo.

Puede leer estas entrevistas que ofreciera al Portal del Arte Joven Cubano:

Korimakao: De la Ciénaga, para Cuba y para el mundo

 

Korimakao y los gritos de Manuel Porto

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