La mejor puesta en escena de Maité Zamora

A Maité Zamora la conocí aquí en Santiago de Cuba en un Festival de Teatro hace tres o cuatro años. Recuerdo que en el grupo La Quinta Rueda, dirigido por Charles Wrapner, tuvieron dos presentaciones de muy buena acogida. Estudia en el Instituto Superior de Arte y es de esas jóvenes que busca crecer a través de su trabajo. Ella nos ofrece caminos en este intercambio al inicio fortuito pero placentero.

El otro día vi una entrevista de la joven actriz Yeni Soria y dijo que a veces los personajes te permiten sacar las cosas que uno en ese momento desea soltar. ¿Te ha pasado a ti? ¿Cómo lograr sin perder el equilibrio expresar lo que te pide el personaje y de paso liberarte emocionalmente?

Sí, eso pasa. A veces los personajes llegan en el momento justo. A mí me pasa mucho y creo en eso. Todo está en el training del actor. Cada uno va tomando oficio según el camino que escoja. Las emociones se te van poniendo a flor de piel y llega el momento en que no sabes ni cómo llegaste a ese nivel o a ese sentimiento. Hay resortes q se quedan guardados por ahí, imágenes que tienes en el subconsciente y ni sabías. Por eso, los actores deben ir almacenando, mirando, absorbiendo. Es un proceso de toda la vida. A veces también pasa que no hay dónde vaciarlo, porque no te llega. Pero es nuestro deber buscar dónde hablar, dónde expresarnos.

Y en tu caso que trabajas con títeres, ¿cómo logras desdoblarte? ¿Cómo logras moverte en obras para adultos y para niños? ¿No te repites o ves que mantienes un equilibrio?

Intento no repetirme. Cada personaje es una historia nueva. Una historia llena de misterio que se abre y te sorprende.

Para los niños hay que trabajar mucho en crear la ilusión, en dibujar con tu cuerpo y con el objeto que animas, la historia. En realidad para todo espectador es eso, activar su curiosidad para que te sigan. Los niños son un medidor más activo, pues todo el tiempo reaccionan a la historia. Con los adultos también es mágico, porque a veces están muy callados y piensas que no les va a gustar, pero al final reaccionan y eso es hermoso.

Desdoblarme tanto para el público adulto como para los niños es algo que lleva el mismo nivel de compromiso y estudio. Es entregar el alma en cada momento con la fe de que al menos alguien se vaya ese día con el alma un poco mejor.

¿No te sobrecarga el hecho de estudiar en el ISA y ser parte de dos grupos de teatro con formatos diferentes?

No. Soy una persona que necesita tener cosas que hacer, cosas que me apasionen y con las que me sienta comprometida, cosas que mantengan mi mente sumergida en preguntas. Aunque no siempre tengan respuesta. Pero el viaje, la búsqueda, es al fin lo que te transforma. Me sobrecarga más el peso de la cotidianidad.

¿En tiempos de COVID-19 has podido hacer algo relacionado con la actuación?

Bueno, participé en un concurso auspiciado por el Centro de Artes TAI en España. Junto a mi esposo hicimos un video sobre nuestra cuarentena. Fue algo muy personal que me encantó hacer. Grabamos nuestra cotidianidad, nuestro día a día. El arte estuvo en elegir esos momentos que se mostraban teatrales, que contenían poesía. Al final creo que el arte y la vida se entrelazan y se alimentan mutuamente. Quedamos finalistas y fue algo especial porque fue nuestro primer video juntos, y me despertó esa curiosidad por el mundo audiovisual y el cine, aunque aún no me ha tocado hacer.

¿Hay poesía en las obras que has representado?

Sin poesía no tiene sentido para mí lo que hago. Si no encuentro la poesía en lo que hago, me pierdo.

¿Existe la posibilidad de una nueva experiencia con el audiovisual?

Me encantaría. Es algo que estoy valorando. Pero tengo mucho que aprender al respecto. Ya sé que puede ser una nueva pasión. También estuve trabajando con un maestro que conocí en el evento Traspaso Escénicos en el ISA, Ernesto Ortiz. Debía grabar algunos movimientos y enviarlos cada semana durante un mes. Fue una hermosa experiencia que también requirió de una estrecha relación con las cámaras y el mundo audiovisual para que los videos se vieran interesantes, más allá de mis improvisaciones. El maestro pertenece a La Universidad de Cuenca en Ecuador.

¿Escribes poesía además de hacer teatro o solo es algo que manifiestas a través del cuerpo y la mente?

Escribo sobre todo cosas que tienen que ver con mis procesos de trabajo. Al final parecen poemas algunos de ellos. Pero son secretos .Nunca han visto la luz, excepto algunos amigos muy cercanos y la familia.

¿Cómo llevas a cabo tu proceso creativo tanto en teatro para niños como para adultos?

Aunque tienen similitudes son diferentes tipos de entrenamiento. Sobre todo porque en los títeres debes aprender una técnica que lleva tiempo y dedicación; debes ensayar y practicar con el muñeco para dominarlo y que él no te domine a ti. Hay que tener en cuenta muchas cosas técnicas referentes a la manipulación como la verticalidad del muñeco, su mirada, etc.

Eso además de ser capaz de transmitir todos tus sentimientos y tratar de anularte para no opacarlo. Para mí es un trabajo de humildad. El actor debe olvidar su ego y dejar que el objeto que animas sea el protagonista. Sobre todo es un proceso de todos los días tomar el títere y hacerte su cómplice.

Para mí el trabajo con los títeres es más difícil. Me pongo incluso más nerviosa que cuando me toca salir de cuerpo presente. Es algo que lleva disciplina y que te envuelve porque es maravilloso. Ya el otro proceso, sobre todo en mi caso, lleva mucho trabajo con el cuerpo; ir variando el entrenamiento dependiendo de tus necesidades tanto físicas como espirituales, del tipo de personaje o trabajo al que te vayas a enfrentar. Cada trabajo lleva una búsqueda diferente, no solo hacia el exterior para encontrar referentes que te apoyen, sino también hacia dentro de uno mismo.

¿Qué actores nacionales o extranjeros tienes como referencia en tu carrera?

Antes que actores, debo decir que sobre todo las personas que me han enseñado. Porque los maestros son muy importantes en la vida de un actor.

Llegué a los títeres por casualidad y hoy me doy cuenta que trabajar con Christian Medina Negrín me ha hecho crecer muchísimo. También debo agradecer a alguien que siempre ha estado a mi lado desde que estudio en la EPA en Santa Clara y es Charles Wrapner, quien también es ahora mi director.

No obstante, los referentes en Cuba son muy fuertes y creo que las jóvenes generaciones de actores tenemos mucho que aprender de grandes como Consuelito Vidal y Raquel Revuelta. Estas dos mujeres se convirtieron en grandes mitos de la actuación y la locución en Cuba, y solo de verlas hablar o en algún video de los que aún se conservan, uno aprende.

¿Qué debe tener una obra cuando la leas para que te atrape y decidas ponerla en escena?

Esa es una pregunta difícil. Porque a veces ellas te encuentran a ti.

A mí me ha pasado que a veces nos ponemos a hablar en el grupo y salen temas que quisiéramos tratar. En el caso del teatro para títeres, es Christian quien escribe los textos, y una de las cosas que me ha hecho permanecer en el grupo, son los temas que trata en sus obras; temas que son difíciles de tratar para los niños, como la muerte.

¿Utilizas el método Stanislavski en la actuación o has encontrado otros referentes teóricos?

Claro. A Stanislavski siempre se vuelve. Me ha pasado –y tengo amigos actores que también les ha pasado– que están atascados en una escena y leyendo un fragmento de Meyerhold, Barba, Lee Strasberg, y han encontrado la luz. Entonces creo que ninguno es descartable. Ahí están los maestros de siempre para hablarnos desde su experiencia y guiarnos.

¿Cuándo decidiste convertirte en actriz? ¿Qué momento marcó esa decisión?

Desde pequeñita cuando me preguntaban qué quieres ser cuando seas grande, decía: actriz.

Ya en la secundaria había dejado un poco esa idea. Pero la noticia de que estaban haciendo las pruebas de captación en Santa Clara me encendió la chispa de nuevo y fui sin dudar.

¿El fatalismo geográfico no ha limitado tus posibilidades como actriz en cuanto a oportunidades?

Creo en el trabajo y voy a donde me lleve. Creo que lo importante es mantenerse creando y aprendiendo donde quiera que uno esté. A veces hay que salir a buscar las oportunidades o ellas llegan. No importa de dónde vengan, sino que cuando se den, te encuentren preparado.

Joven, llena de sueños y con la intención de conquistarlos. Es el amor que irradia gracias al teatro la cienfueguera Maité Zamora. Me asegura que cree en los afectos y en la fuerza de las conexiones humanas. Y recibe esos afectos que establecen conexiones con el público, en la intensidad de los aplausos.

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