Un «linaje» musical que huele a jazz

Harold, otro de los López-Nussa, perpetúa la tradición familiar del virtuosismo en la música y la pasión por el jazz.

Harold López-Nussa pertenece a un linaje que, en vez de sangre, le corre música por las venas. Erguido, se sienta al piano. Una leve respiración absorbe cuanta energía acumulada hay en el público, que sabe lo que espera. De un zarpazo, eufórica sinfonía. Sutil ejecución cual livianas manos que acaparan el teclado sin esfuerzo.

A su izquierda, Ruy Adrián López-Nussa, en la percusión, aumenta el desatino. Violento y sutil, entre éxtasis y pausas, se luce: es otro virtuoso. Se suma la trompeta, define el jazz: explosivo y potente Maikel González empasta con la ardiente y pausada sinfonía.  

Así, el Teatro La Caridad acogió un concierto variado, donde los temas del repertorio cubano y los de la autoría de la familia López Nussa, pusieron de pie al auditorio.  Es un honor recibir en casa —a propósito del festival A tempo con Caturla— a tres grandes de la música cubana.

En dicha coyuntura, Vanguardia conversó, a propósito de su creación musical, con el pianista Harold López-Nussa:

—¿Qué le ha parecido la presente edición del A tempo con Caturla?

—El festival es muy interesante, muy abarcador. Realmente, me ha sorprendido la idea y la amplitud que tiene. He visto que ha habido rumba, trova, jazz, música clásica… También, es sorprendente que no se quede en un solo tipo de arte y que incluya otras manifestaciones artísticas como la fotografía y el teatro… Al menos los artistas y espacios que yo he logrado ver son extraordinarios y con excelente factura. Y creo que hay que apoyarlo.

Aunque Harold López-Nussa haya estudiado música clásica —en los conservatorios Manuel Saumell y Amadeo Roldán, así como en el Instituto Superior de Arte de La Habana— es evidente un relativo desapego a dichos pentagramas. Su vasta producción avizora rumbos diferentes.

—¿Por qué desviar tus trabajos fonográficos hacia el latin jazz? ¿Acaso motivado por la tradición de los López Nussa?

—Bueno, puede ser. El jazz siempre estuvo en mi casa, por mi papá, por mi tío compartiendo todo el tiempo con jazzistas. Puede que haya venido por ahí la inquietud. Pero, fue sobre los 18 años que intenté tocar jazz.

«Por ejemplo, mi hermano desde los cinco años se sentaba en el piano e improvisaba. Eso para mí era insólito hasta los dieciochos que lo intenté y comencé a perder el miedo. Yo venía de la música clásica donde todo estaba escrito, donde si tocas una nota errónea está totalmente mal.

«La idea de que tú no sabías lo que ibas a tocar; de que con unos acordes tenías que empezar a inventarlo todo, era aterradora para mí. Sin embargo, hoy día es lo que más me cautiva. Es esa creación momentánea, la que unos días puede ser maravillosa y otros tantos fatal, es lo más cautivador que tiene el jazz».  

Harold navega cómodamente de un estilo a otro: del jazz al rap, una «brazada» de rock, otras tantas de salsa, y se sumerge en lo profundo del son cubano. La gran marea de géneros, que concomitan en su música, trae a colación colaboraciones pasadas con el Buena Vista Social Club, Omara Portuondo, Giraldo Piloto, Robertico Carcassés, Haila Mompié, entre otros del repertorio popular, demostrando así una envidiable plasticidad musical.

—Teniendo en cuenta recepción del género y hacedores, ¿cómo evalúa la salud del latin jazz cubano?

—Bueno, con respecto a la recepción siempre quisiéramos que hubiera más. Cuando tocamos fuera de Cuba, en la mayoría de los países, el público que asiste a nuestros conciertos es bastante mayor de edad, supera los cincuenta años.

«Sin embargo, en Cuba, sobre todo en La Habana, que es donde más toco, siento que es diferente. En Cuba encuentras público de todas las edades, incluyendo a jóvenes. Y eso hay que seguir fomentándolo, porque es una particularidad de nuestro país.  

«Por otra parte, la calidad y cantidad de los jazzistas dentro y fuera de nuestro país es extraordinaria. Y aunque desgraciadamente los músicos cubanos no logran exponerse internacionalmente, eso no sucede por falta de calidad, porque la calidad de la música cubana está más que probada».

Harold nació en cuna de arpegios, baquetas, dulces minués, desenfrenadas improvisaciones que emanan del jazz. Su madre, profesora de piano. Su padre y hermano, destacados percusionistas. También, sobrino de Ernán, otro López-Nussa, otro de los genios del teclado.

—Si en un mundo paralelo, el niño Harold no hubiera preferido convertirse artista, ¿cuál hubiera sido la reacción de la familia López-Nussa?

—Bueno… (RISAS) No pudiera… (RISAS)

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