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Alejo Carpentier y la representación de un mito americano

Alejo Carpentier resulta ampliamente conocido por su labor como narrador y novelista. Al nombrarlo inmediatamente acuden a la mente varias de sus obras Ecué Yamba-Ó (1927), El reino de este mundo, (1949), Los pasos perdidos (1953), Concierto barroco (1974), El arpa y la sombra (1979). Sin embargo, quizá sea menos conocida su afición también hacia el teatro.

En el ejercicio crítico que cultivó en varias etapas de su vida Carpentier dedicó un espacio a la temática concerniente al arte teatral. Incluso en sus novelas es posible entrever un halo de teatralidad que envuelve ciertos personajes y situaciones. Cabría mencionar la presentación que hace de Antonia Mercé en La consagración de la primavera (1978), o bien la anagnórisis a la usanza de los trágicos griegos, de Sofía y Victor Hugues, tras la ceguera física del héroe en El siglo de las luces (1962), ceguera que es además indudablemente edípica, en tanto el protagonista permanece “ciego†al mal que porta en su propio ser. Más allá de esto, varios serían los textos de Carpentier dedicados a la representación escénica propiamente dicha. Durante 1928 presenta en el Theatre Benza en París la tragedia burlesca Yamba-Ó acompañada de la música del compositor Marious Gaillard. En ese mismo año concibe Manita en el suelo pieza que sería musicalizada por Alejandro García Caturla. Posteriormente en 1929 elabora los poemas coreográficos Mata cangrejos y Azúcar, mientras que en 1932 estrena la cantata Pasión negra también con música de Gaillard.

Sería en 1956 a petición de su amigo Jean Louis Barrault que el autor de Los pasos perdidos escribiría su texto dramático —concebido originalmente en francés— La aprendiz de bruja. Su traducción sería publicada posteriormente en la revista Tablas (Número 4 del año 1985) en un número especialmente dedicado al escritor. En esa fecha Berta Martínez al frente de Teatro Estudio asumiría la puesta del libreto.

La aprendiz de bruja refiere la historia de la Malinche, figura cuasi mítica que pervive hasta el presente en la memoria de las tierras americanas. Una de las primeras referencias que se tiene de esta corresponde a Bernal Díaz del Castillo, quien alude a ella en varios capítulos de su Verdadera historia de la conquista de la nueva España: Matlizín, hija de nobles caciques de Tenepal, fue vendida como esclava a unos mercaderes. Posteriormente quedó convertida por azar del destino en aliada de los españoles. Junto a Sor Juana Inés de la Cruz y Frida Kahlo, integra la tríada de personalidades femeninas más conocidos de la nación mexicana.

La aprendiz de bruja de Alejo Carpentier opera siguiendo la norma dictada por el modelo dramatúrgico clásico —introducción, desarrollo y desenlace—. El drama ha sido dividido estructuralmente en un prólogo al que siguen luego tres actos. Se cuenta la historia de la Malinche a partir de distintos acontecimientos que tuvieron lugar durante la conquista de México: la llegada de Hernán Cortés al frente de los colonizadores, la conversión de Matlizín en Doña Marina, y la caída de Moctezuma y el imperio azteca.

La aprendiz de bruja es un texto que se comporta según las reglas heredadas de la tragedia. Malinche comete su falta trágica —hamartia—, al confiar en los españoles y traicionar a su propio pueblo. Hacia el tercer acto se percata de su error. Ocurre la escena de anagnórisis o descubrimiento cuando al hablar con Hernán Cortés, este le regala las tierras de Oluta, con la condición de que contraiga nupcias con un capitán español; se ve entonces rechazada por aquel que hasta el momento fuera su amante, ahora convertido en gobernador de Coyoacán.

El autor dedica un espacio importante en su obra a didascalias que ofrecen información acerca de los recursos de construcción escénica, que él imagina, lo cual permite al lector hacerse una idea global del espectáculo que el texto insinúa. Los escenarios propuestos pretenden por su parte una representación un tanto espectacular. Carpentier describe a detalle por ejemplo el vestuario de cada personaje. La representación sugerida pretende reproducir los tintes de la época en que acaecieran los sucesos históricos. Hernán Cortés viste tal y como lo describe Bernal Díaz en su crónica. En la Malinche vemos producirse una transformación espiritual, que ha sido teatralizada a nivel de vestuario. Si bien en el primer acto lleva una sencilla túnica blanca indígena, luego adopta la Moda española, pero al final tras su decepción vuelve a usar los mismos atuendos que al comienzo.  

Ciertas escenas resultan de una amplia sugestividad. Casi al final de la obra, un escenario abre paso a otro, a través de la magia de la escena se concibe el traslado de los acontecimientos a otra latitud y fecha. Cuando Marina se encuentra en su lecho de enferma El Adivino se acerca a ella y al colocarle un espejo antes los ojos, le permite ver acontecimientos que sucederán después de su muerte: “Se descubre parte de una pared. En una claridad irreal se ve la gran puerta claveteada del palacio imperial, (…) frente a portones cerrados Cortés envejecido casi miserable (…).â€[1]

En la obra de Carpentier se torna constante la alusión a la figura bíblica de Rahab, rejuego intertextual que sitúa al mito americano en un paralelismo con respecto a la teología y el pensamiento occidental. Cabe distinguir el interés del autor por la mitología comparada, manifiesto en un texto como Los advertidos  que tiene como centro el tema del Diluvio Universal, pero a partir de figuras míticas de varias culturas: Amaliwak (amazona), Noé (hebrea), Ut-Napishtim (Mesopotamia), el Hombre de Sin (China), Deucalión (Grecia). La Biblia refiere como Rahab, una prostituta recibe a los espías de Josué en Jericó[2]. Le miente a su Rey al esconder a estos hombres en su casa. Al igual que Malinche, Rahab sería considerada por muchos una suerte de prostituta. Sin embargo su acción resultaría determinante en los planes de los conquistadores. Carpentier indaga acerca de la santidad oculta en la Malinche y en su papel histórico. Rahab, cuyo comportamiento resultara incomprensible para su pueblo, llegó a ser considerada un pilar imprescindible para los judíos quienes llegaron a reconocerla como antepasada de David y por tanto de Cristo. Por esa razón Marina hacia el final de la obra interroga  a los españoles “¿Queréis hacer de mí una santa? (…). ¿Cómo queréis verme? ¿Como heroína (…)? Miradme con los ojos de vuestros soldados (…) ¿Como traidora detestable? (…) preguntádselo a las gentes de la costa. ¿Como puta entregada al enemigo (…)? ¿Santa además?  (…) ¿Por qué no?â€[3]

Alejo Carpentier inspirado en un sentimiento de identidad americana retoma un cruento momento histórico y a uno de sus personajes más controvertidos. Amante de Hernán Cortés, intérprete y mediadora entre indios y europeos, convertida a la fe católica, traidora entre comillas pues los suyos ya le habían hecho traición al venderla como esclava, siempre movida por oscuros designios: ¿Qué motivó sus actos? ¿Amor hacia Hernán Cortés a quien en un primer momento consideró un Dios?, ¿Fe verdadera, o bien venganza y odio inquebrantable hacia quienes la humillaran sometiéndola luego de haber sido noble? Malinche-Marina deviene, a través de La aprendiz de bruja, en un símbolo de los misterios del alma americana…

Notas:

[1] Carpentier, Alejo (1985). “La aprendiz de brujaâ€. Revista Tablas, no. 4.

[2] Biblia con deuterocanónicos (1987). Versión popular- Segunda Edición. Josué, 2.

[3] Carpentier, Alejo (1985). “La aprendiz de brujaâ€. Revista Tablas, no. 4.