malena salazar


Una excelente propuesta para comenzar a leer ciencia ficción

Que la ciencia ficción cubana siga dando frutos tan espléndidos no debería sorprendernos. Tal es el caso de una de la más reciente entrega de la multipremiada escritora habanera Malena Salazar Maciá, portadora de un talento indiscutible para entramar mundos y para muchos, una de las autoras jóvenes y contemporáneas del género más importantes de nuestro país. Los errantes es una noveleta de poco más de cien páginas, que consta de diez capítulos y que mereció el Premio Aldabón de Ciencia Ficción en 2020 y que, publicada por la editorial homónima, vendió su versión impresa en la pasada Feria Internacional del Libro.

La hermosa imagen de cubierta, confeccionada por la propia autora, como ella acostumbra a hacer con sus libros, nos adelanta parte de la historia al mostrarnos a una muchacha de piel negra con una esfera flotando entre sus manos –una de carne y hueso y la otra de metal– sobre un fondo cósmico con predominio de tonos azules, morados y blancos. La joven es Erena, la protagonista de esta fascinante historia y la esfera que levita entre sus manos es un planeta artificial que vaga por el espacio, su casa-prisión, donde ella nació y sobrevive al filo de la muerte junto con el resto de sus habitantes, sin una esperanza de salvación a la vista.

En el futuro los humanos se han expandido alrededor del Universo conocido y fundado colonias fuera de la Tierra. Pero tres generaciones ocupando un planeta-estación ajeno no son suficientes para descifrar la tecnología de sus verdaderos dueños, los idaltus,[1] una civilización más avanzada que la nuestra, aunque físicamente no se observe mucha diferencia entre las dos. El castigo proporcionado por los idaltus luego de la invasión de su territorio y la guerra correspondiente fue retirarse, llevándose todas las naves de vuelo estelar, para condenar a los humanos a una muerte lenta, ya que al quedar varados sin remedio en un lugar que funcionaba con una tecnología distinta a la suya y cuyas escrituras y conocimientos permanecían indescifrables para ellos, no podía conducirlos hacia otro destino. Así, esta humanidad importó todos sus agravios políticos, económicos y sociales a la superficie de Boer, instaló una sociedad clasista, elitista y opresora, donde, por tal de conseguir la fuente de energía que mantiene con vida al planeta, que no es otra que la misma sangre idaltus solidificada en forma de cristales, son capaces de recurrir a los más crueles mecanismos de explotación. Un Consejo que gobierna de forma tiránica a base de poder e intimidación, armado con mutantes –humanos genéticamente modificados, con condiciones físicas muy por encima de la media–, androides –robots de forma humana poseedores de una inteligencia artificial capaz de desempeñar muchas y variadas tareas–, droides –robots no antropomórficos cuya función más importante es mantenerlos vigilados a todos, especies de cámaras programadas para trasmitir información directamente en tiempo real a partir de sus implantes visuales–; una Sociedad Alta, especie de burguesía privilegiada, que goza de los mejores recursos, los ricos, los que crían a capricho los seres híbridos de humano e idaltus que salen de las incubadoras, donde con la conciencia dormida, hembras de la especie siguen generando vida, estos mestizos son los llamados en el libro cargadores con consciencia; luego están los Barrios Bajos, un paisaje lúgubre y ruinoso, espacio basura donde se amontona la mayor parte de los pobladores de Boer, fue allí donde ocurrió el conflicto entre humanos e idaltus, y donde con cada falla del sistema de simulación ambiental del planeta, con cada “apagón”, más y más casuchas se congelan y posteriormente se deshacen: este es el lugar de la gente sin capital –los créditos–, sin oportunidades, de los marginados, los desposeídos, los que, sin posibilidad de una vida mejor, caen en la delincuencia y sobreviven gracias al contrabandeo y todo tipo de negocios oscuros: es aquí a donde pertenece Erena, quien nos repite más de una vez durante el libro, que ella no es una heroína. Pero este no es el último eslabón del sistema: hay niños mestizos esclavos cuyas mentes han sido vaciadas, los cargadores –a secas–, que solo funcionan como bancos de sangre, a los que se les extrae su preciado plasma para “revivir” cristales viejos, gastados, carentes de potencia; son estos los que miran a Erena cuando ella pasa cerca de ellos con los cristales escondidos, los últimos que había “robado” de los depósitos ocultos del planeta, para continuar trazando su plan de fuga: el llamado de la sangre los hace poner sus ojos en Erena con ese sufrimiento que soportan y que a la misma vez no son capaces de comprender. Miente el Consejo cuando dice estar buscando soluciones para salvarlos a todos, las reservas de combustible sanguíneo y alimentos descienden cada ciclo –el tiempo de un día simulado en Boer–, pero si alguien transgrede las normas será castigado con la debida severidad.

La historia asimila ingredientes de varios subgéneros literarios propios de la ciencia ficción y del terror, esto conduce hacia un universo complejo y por ende, altamente verosímil, donde no faltan detalladas descripciones de la tecnología del lugar y de cómo funciona. Space opera en tanto que se trata de una aventura espacial, futurista y tecnológica, en la que hay viajes estelares, guerras y una civilización alienígena; distopía porque esta es una sociedad ficticia y futurista no deseable donde priman la deshumanización, los gobiernos tiránicos y los conflictos armados; un toque ciberpunk en tanto se habla de la lucha de un personaje marginal contra un sistema totalitario y cuyo cuerpo está “invadido” por la tecnología –Erena es una cyborg desde el principio de la historia y su cuerpo sufre más modificaciones hacia el clímax de la obra, cuando tras la mutilación por parte de un androide muy peligroso, reconstuye ciertas partes de su cuerpo a partir de piezas de este–, y también porque la historia funciona como una alegoría sobre los peligros de la tecnología, la vigilancia de las personas y la corrupción de los gobiernos. Emociones de terror y horror invaden a Erena en determinados pasajes de la historia, por el miedo tan intenso que experimenta en una casa de la Sociedad Alta, cuando, es arrojada después de una golpiza al interior de una habitación oscura donde seres humanos de plástico muy silenciosos, espantosos juguetes sexuales de los Logone –los propietarios de la casa–, la observaban, y ella, sin poder percibir más que con el tacto de sus propias manos, se tranquiliza a sí misma, pensando que lo que está junto a ella en la cama y que tiene rostro y cabellos humanos no son muertos sino muñecos vivientes; o el horror que le provoca Macro, el androide de la casa homónima –el antiguo médico de los Logone cuya consciencia se implantó en el robot a través de un chip–, con sus herramientas carniceras y sus seis implantes visuales de color rojo sobre una cabeza ovoide carente de rasgos, y su disposición inmediata a matar cuando se lo ordenan, a matarla ella misma, incluso. También puede hablarse de gore por toda la importancia que se le brinda dentro de la historia a la violencia, el dolor, la tortura física y por todo el exceso de sangre, quizás el episodio más ilustrativo en este sentido sea el asesinato múltiple de los Logone y sus mutantes a manos de Macro, donde la sangre corre hasta formar espesos charcos, o el episodio de la mutilación de Erena, donde pierde una oreja, dos dedos y parte de sus rostro, a manos del propio Macro.

Un narrador objetivo en tercera persona es el responsable de conducirnos a lo largo de la historia, uno que se dedica a seguir los pasos de Erena sin meterse en sus asuntos y mucho menos en sus pensamientos, que observa sus gestos y sus actos sin juzgarla. Erena es toda una antiheroína: rebelde, marginal, ladrona, asesina, testaruda, impulsiva, vengativa, no se resigna a su situación y va a escondidas de sus “padres” a perseguir su sueño de abandonar Boer o de simplemente conocerse a sí misma, esto es lo que sucede hacia el final, una peripecia que invierte el curso de los acontecimientos, cuando Erena, habiendo descubierto su verdadera naturaleza idaltus a partir de los nuevos pedazos de tecnología que habían reparado su dañado cuerpo, y en consecuencia con su naturaleza demandante y vengativa, hace viajar a Boer a través de varios hipersaltos que dañan su sistema y finalmente lo devuelve a sus verdaderos dueños, con los que establece contacto a través de los controles de esa nave gigantesca que también es Boer. Pero ya es tarde, el sistema de simulación ambiental ha colapsado, el planeta estación se ha congelado y todos, salvo ella, que se encuentra en el núcleo del planeta-nave, sigue con vida, pero eso poco le importa.

Esta nueva propuesta de Malena Salazar, cuyo lenguaje bastante llano en contraste con la complejidad de la historia y todos sus mensajes, es un llamado a la reflexión sobre la actuación de la humanidad y el futuro que nos depara de seguir por estos mismos caminos. Esto es algo para lo que la ciencia ficción es una útil metáfora, para advertirnos y moralizar: la ambición de los humanos que puede conducirlos a su perdición, las nefastas consecuencias de la guerra y lo absurdo que hay en cada una de ellas; las consecuencias del imperialismo sobre los desfavorecidos, el peligro de la muerte debido a nuestras propias malas decisiones, un llamado de alerta sobre el mal uso de la tecnología, las clases sociales, los gobiernos totalitarios y el dominio militar de las masas a través de la intimidación; la emigración, el agotamiento de los combustibles fósiles y otros recursos importantes para el mantenimiento de la vida como la conocemos hasta ahora; las consecuencias de la pobreza en el individuo marginalizado que lo conduce a la violencia y a desempeñar acciones negativas. Los errantes nos habla de lo corrompida que se encuentra nuestra sociedad a nivel global, de la inminencia de un futuro de barbarie: nadie es bueno en Boer, nadie es un héroe, la existencia al límite ha sacado lo peor de los seres humanos, si en los Barrios Bajos la gente es, muchas veces obligada por sus propias circunstancias, disfuncional, en la Sociedad Alta el poder económico los ha pervertido, por ejemplo, los hábitos sexuales de los Logone fascinados por las máquinas, ese afán de mutilar personas y convertirlas en maniquíes de placer, el egoísmo de Desrot –el hijo adoptivo de los Logone–, que lo lleva a asesinar de manera indirecta a su propios “padres” y a sus grotescos “sirvientes”, la propia actitud de Erena, sus deseos de resolverlo todo con violencia porque eso es lo que ha recibido siempre, violencia.

Y más allá de la reflexión de orden político, económico y social, se pudiera hablar también de la búsqueda de la verdad y el conocimiento versus la ignorancia. Los secretos de la identidad del individuo que no se conoce a sí mismo (Erena), los arcanos de un planeta que permanecen indescifrables porque no se conoce el código escrito, ignorar lo que se tiene enfrente porque no se entiende; el engaño por parte de la autoridad regente, que oculta el verdadero desastre a la multitud; la revelación final a un individuo, a uno solo, en este caso a Erena, que más que una elegida es una sobreviviente que no se ha quedado de brazos cruzados a ver el tiempo pasar. La distribución del conocimiento es un arma eficaz que ha utilizado muy bien la autora para urdir esta compleja trama y también es uno de esos elementos que sirven para reflexionar, que sin dudas, constituye un tema que nos quita el sueño desde tiempos inmemoriales.

Esta historia oscura, donde la tecnología no ha hecho de la vida un paraíso sino un infierno, que guarda tanta sustancia en un espacio tan breve, pudiera convertirse en una de las obras más sobresalientes de su autora e incluso, ¿por qué no? de la ciencia ficción cubana de los últimos años.

Nota:

[1] Un descubrimiento científico relativamente reciente reveló, a partir del hallazgo de tres cráneos antropomórficos, la existencia de una subespecie humana extinta a la que se pasó a denominar homo sapiens idaltu, esta última palabra es de origen amhárico –lengua del pueblo amhara, habitantes del centro y el norte de Etiopía– y significa anciano.


Malena Salazar: «Me conformo con ser parte de los sueños» (+Fotos, video y tuit)

Desde pequeña se inventa mundos y fantasías que enriquecen su vida. Adoraba visitar al abuelo en su taller, donde lo veía desarmar radios, televisores, medir transistores, soldar… y escuchaba sus explicaciones sobre cómo funcionaban los equipos. Él, lector voraz, siempre se ocupaba de que la niña tuviera algún libro.
 
Poco a poco, la infante desarrolló la pasión por la literatura y la tecnología. Hoy es técnica en Informática, autora de varias obras literarias, y ganadora de algunos de los más importantes concursos para escritores en Cuba.
 
No le gusta hablar sobre su vida privada, ni siquiera la comida preferida, pero cuando escribe todo cambia. “No soy Malena. No soy nada y, a la vez, lo soy todo.”, dice quien tiene entre sus reconocimientos el Premio David de la UNEAC, en la categoría de novela de ciencia-ficción (2015), el Calendario de la Asociación Hermanos Saíz (2017) y el Oscar Hurtado (2018).
 
Graduada del Centro Nacional de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, recuerda con agrado sus primeros años, cuando se entretenía con los juegos tradicionales y gracias a su imaginación disfrutaba sin salir de casa.
 
Al comenzar a leer abrió una puerta nueva. “Conocí autores que creaban historias maravillosas; las bebía, las soñaba, las vivía… Sentí que también tenía otras para contar, así que comencé a fabular desde una edad temprana”, dice quien actualmente se desempeña como técnica en Informática, y cursa la Licenciatura en Derecho en la Universidad de La Habana.
 
Para ella la Literatura y la Informática están conectadas de una manera especial, por eso no extraña que comenzara a escribir fantasía y ciencia ficción con historias relacionadas precisamente con la tecnología.
 
Otros de sus galardones son la beca de creación La Noche (2019), que concede la AHS, el premio de novela HYDRA, La Edad de Oro (2019), el Luis Rogelio Nogueras (2019) y el Regino E. Boti (2020).
 
Para ella tiene un significado singular el que lo inició todo: el David de ciencia ficción, su opera prima, por la obra Nade. “Antes, pasaba sin penas ni glorias por los concursos, luego llegaron las menciones, a veces a cuentagotas, en otras ocasiones a chorros. Cuando me sentía algo desesperanzada, me recordaba que nada se logra de la noche a la mañana y continuaba intentándolo con los concursos, hasta que el David me sorprendió.
 
  • “Actualmente, siento que he crecido como escritora y mi literatura ha cambiado, pero pienso que ese primer libro, aunque no sea una obra maestra, siempre va a ocupar un lugar especial en mi lista personal de logros”, asegura esta joven con brillo especial en los ojos.
Agrega que para ella lo más importante en cuestiones literarias es el lector. Que su obra lo marque de alguna forma. Que lo haga disfrutar, reflexionar, que lo impulse y se adentre en él para dejar una huella, un recuerdo.
 

—¿Cómo logras construir seres tan diferentes a ti o es que no lo son tanto?

 
—No sé si otros escritores tengan el mismo sentir, pero cuando me siento a escribir, ya no soy yo. Me debo a la creación, a la historia que he comenzado a tejer. Dejo que los personajes nazcan como deseen ser, dejo que el argumento me guíe desde la primera palabra hasta la última.
 
Por supuesto, el escritor deja su impronta en sus textos. A veces cuando se leen varios libros de uno mismo se suele encontrar una línea, una temática que se repite, pero abordada desde diferentes visiones. Y es que nos valemos de nuestros conocimientos, experiencias de vida, interacciones, análisis, investigaciones, entorno…, para crear. El escritor juega con estos elementos y los transforma para obtener verosimilitud, variabilidad, incluso dentro de los escenarios más agrestes.
 

—¿Qué podrán encontrar los lectores en el libro Secretos en lo alto de ciudad Ventosa, ganador del premio Regino Boti (2020)?

 
—Esa novela para infantes trata acerca del maltrato animal a nivel corporativo, la manipulación de las industrias hacia sus trabajadores y la explotación infantil, desarrollado con reminiscencias steampunk (tecnología a vapor) y clockpunk (tecnología de relojería). El verdadero reto, en mi criterio, consistió en colocar a niños valientes como Nina, Dano, y la perrita Loló, en un escenario tan complejo.
 
Malena Salazar con el reconocimiento por su premio la Edad de Oro.
 

—¿Qué nos puedes adelantar sobre La otra casa, por la cual obtuviste la beca La Noche (2019)?

 
—Es una novela de ciencia ficción fantástica, una idea que desde algún tiempo quería desarrollar. Aquí se aborda la inclusión, la amistad, la solidaridad, la tolerancia y la aceptación de diferencias. Uno de los ejes de la novela es la necesidad de la familia, sin importar cómo esté conformada y fuera de los roles clásicos, como formadora primigenia de los niños y niñas, los miedos e inquietudes de quienes han perdido el apoyo familiar y la sensibilización hacia las dificultades ajenas.
 

—¿Todavía te sorprendes cuando lees…?

 
—Cuando leo siempre encuentro algo que me sorprende y me dice que, si algo tiene la capacidad de evolucionar es la literatura. Personalmente me considero en constante aprendizaje e intento leer la mayor cantidad de libros de diferentes géneros y temáticas. Sirve para enriquecerse uno mismo y, a la vez, aprender cómo se está conduciendo el panorama literario en el país y el extranjero.
 
“A veces es inevitable terminar influenciados por un autor al que admiramos, pero en algún momento surge la necesidad de encontrar voces propias y formas diferentes de contar las historias”.
 
Malena aprovechó la etapa de aislamiento para crear.
 

—¿Qué tal la etapa de aislamiento en casa, como consecuencia de la COVID-19…?

 
—Es difícil lograr concentración en una situación como la que vivimos y que ha sacudido al mundo. Surgen preocupaciones que antes no existían y resulta complicado lidiar con ellas, adaptarse y encontrar soluciones alternativas. Pero fuera de esto, he intentado mantenerme activa en materia literaria. La novela ganadora del Regino E. Boti 2020 nació durante esta etapa de aislamiento.
 

—¿Qué significó para ti pasar el curso de técnicas narrativas en el centro Onelio Jorge Cardoso?

 
—Un vuelco absoluto a mi vida literaria. Cuando entré al Onelio y recibí las primeras clases, entendí que todo lo que creía saber sobre literatura no era correcto. Cuando terminé el curso pasé cerca de un año sin escribir, porque necesité incorporar, poco a poco, todo lo aprendido. Comprendí lo que tanto repetían los profesores (el gran Heras León, Sergito Cevedo, Raúl Aguiar) acerca de la importancia de leer, de analizar cada texto, desmenuzarlo, extraer las herramientas y adaptarlas a mi forma de escribir, en orden de construirme un estilo propio.
 
Ese curso es favorable para los escritores que comienzan. Les brinda una serie de reglas, lecturas para analizar, y herramientas imprescindibles.
 

—¿Qué importancia le concedes a la Asociación Hermanos Saíz como aglutinadora e impulsora de sueños de jóvenes escritores y creadores en general?

 
—La AHS brinda la oportunidad de conocer artistas jóvenes y talentosos, e interactuar con ellos en eventos a lo largo y ancho del país. Aplaudo la forma en que la Asociación se preocupa por mantenernos activos, y las oportunidades que brinda con sus becas, premios y actividades. Hace un esfuerzo realmente grande en materia de promoción en todos los medios. Es uno de los pilares de apoyo que tanto necesitamos para avanzar.
 

—¿Principales sueños en el mundo creativo?

 
Dejar huella en los lectores. Que puedan disfrutar mis textos. Que los puedan hacer suyos. Que, de alguna forma, conformen un bloque dentro de su edificación. No pretendo estar en la cima; me conformo con ser parte de sus sueños.