La Edad de Oro


La poesía, el circo y mis asombros

Como mismo guardo aquel grato y recuerdo más antiguo de “aquella tarde remota en que mi padre me llevó a conocer el circoâ€[i], conservo el de la lectura del libro, premio La Edad de Oro 2018 El circo de los asombros, de Giselle Lucía Navarro. Así como me asombró el Circo Nacional en mi infancia, también lo consiguió Giselle Lucía con un libro de poemas, hermoso, equilibrado y colmado de sentimientos, emociones y muchos asombros. Y lo mejor de todo: destinado al público infantil.

Para una persona que ama la poesía, el primer asombro fue ese: la poesía. El circo de los asombros es un cuaderno de poesía, donde en cada página encontrarás un fragmento de la historia de aquel extraordinario circo que nos muestra la autora.

Y como todo buen cuento, comienza por el principio: El aviso. Ese aviso que esperaba cada niño durante las vacaciones y lo mantenía ansioso hasta que llegara el circo al barrio. Con la llegada de este, venía la Promesa de la alegría, tal y como narra Giselle en sus versos.

Papá ha prometido

que el circo vendrá

y el cielo abrirá

con sabor a nido.

De ese modo continúa Giselle Lucía haciéndonos la historia de este maravilloso circo, desde el montaje de la carpa, la ambientación, escenografía y cada uno de sus miembros. Con lujos de detalles, alegría y el uso de un lenguaje tanto hermoso como sencillo (que no es lo mismo que simple), la autora es capaz de describir, en cada poema al equilibrista, el trapecista y al payaso. También retrata a los acróbatas, al mimo, los magos, bailarinas, al arriesgado tragasables y al “fuertudoâ€.

Entre verso y verso, Giselle hace alarde del dominio absoluto de la métrica y la estructura de la prosa poética, al mismo tiempo que del conocimiento circense. Esto le permite mezclar adivinanzas y trabalenguas en versos, hacer/responder preguntas y hacernos detener nuestra mirada en aquellos detalles del circo que quizás se nos pasan por alto y de los que la autora nos llama la atención; como el reloj, el monociclo del payaso, los títeres, los grillos del exterior de la carpa, los hechizos del mago, los globos y la propia risa.

El circo de los asombros no deja de hacerle honor su nombre ni al terminar de leer la última página. Fue impresionante descubrir una historia perfectamente narrada de principio a fin; conocer y empatizar con personajes y situaciones, del mismo modo que si fuera la narración en prosa de un cuento o novela.

Quizás lo más asombroso de este circo es el sabor en boca que deja al final. Leer las páginas de este maravilloso libro es un viaje a la niñez, es la máquina del tiempo por excelencia. Su lectura cumple con la promesa del papá y logras ver el cielo abrirse y sentir el sabor a nido, a algodón de azúcar y la música de la orquesta.

Este libro es una lectura ideal, didáctica, divertida, alegre y asombrosa para niños de todas las edades. Incluso para aquellos que no lo son, pero que aún lo llevan dentro. Y no solo por lo alegre de su lectura. También por la calidad literaria y artística de la escritura. Todas estas adivinanzas, trabalenguas y juegos, Giselle Lucía nos lo presenta disfrazadas (al igual que algunos de sus personajes) en cuartetas, cuartetos, pareados, décimas, ovillejos, verso libre, romance, prosa poética, sonetos y sonetillos.

El circo de los asombros es una clase magistral de poesía, tanto moderna y postmoderna, como contemporánea y clásica. Pero, por encima de todo: de buena poesía. Además, la autora lleva una narrativa muy bien hilada y diseñada, verso a verso.

Quizás, lo mejor y más asombroso de El circo de los asombros, es que resulta prácticamente imposible de leerlo solo una vez, y cada nueva lectura es como si fuera un libro nuevo. Tal y como sucede en cada ocasión que vamos al circo: siempre igual de asombroso y diferente al mismo tiempo.

Vengan al circo, que ya llegó.

 

 

Nota:

[i] Parafraseando el inicio de 100 años de soledad, de Gabriel García Márquez.