imperio romano


El traje de los cristianos en el Imperio Romano

El traje, también llamado vestimenta, indumentaria o ropa, ha sido el elemento utilizado por el hombre desde la antigüedad con el objetivo de cubrirse, adornarse o decorarse. Constituye una fuente de información sobre la historia, la sociedad y la cultura así como acerca del desarrollo alcanzado en el arte y la economía de los distintos períodos históricos. Puede ser atendido y estudiado a partir de tres aspectos conceptuales y de significación: psicológico, sociológico, y semiológico.

Según los estudios, sobre el traje son varias las razones que impulsan al hombre a vestirse. En primer lugar se encuentra la necesidad. El hombre se viste para proteger su cuerpo, principalmente de las inclemencias atmosféricas, aunque también acude al traje con una finalidad decorativa o bien por un sentido de pudor y porque a lo largo de la historia existen tabúes en relación a la desnudez del cuerpo. El ser humano es capaz de develar en el acto de vestirse un impulso ambivalente de aceptación o rechazo ante determinado grupo social y es así que en el desarrollo de la historia del traje se encuentra presente esta constante de conflicto.

Umberto Eco en su ensayo El hábito hace al monje ha enfatizado el valor semiológico de la vestimenta. El vestido es comunicación o sea tiene un valor sígnico dada su cualidad de significar. Puede ser entendido como lenguaje en tanto transmite, a través de su forma, color, y materiales determinados contenidos.

El traje de los primeros cristianos en Roma empieza a comunicar, a partir de modificaciones leves en la línea del traje del Imperio, determinados contenidos relacionados con la nueva fe. Buscan identificarse como grupo y distinguirse del resto de los habitantes del Imperio mediante el uso del traje al preferir unas prendas por encima de otras, o unos materiales de confección antes que otros. Entre las características que comienzan a diferenciarse de la antigüedad se encuentran los tipos de ornamentos, la preferencia por tejidos más pesados. Casi desaparece el pliegue que había llegado a altos niveles de profusión entre los romanos convirtiéndose en señal de poderío y ostentación. Cabe señalar que el traje romano parte del griego pero utiliza una mayor cantidad de pliegues, lo que genera complejidad en su línea y el uso de grandes dimensiones de tela. El traje cristiano, por el contrario, se simplifica.

Entre las principales prendas de uso de los cristianos primitivos se encontró la dalmática, una túnica, de lino en su origen, con grandes mangas que se extendía hasta los pies. Esta, devendría prenda usual de los cristianos así como de los diáconos de la Iglesia Primitiva, hasta adoptarse como indumentaria litúrgica de forma permanente. Se adornaba por lo general con una cinta, llamada clavus, que antes estaba reservada a altos personajes romanos. Como otra señal distintiva los grupos de cristianos utilizan monogramas frecuentemente, las letras griegas, X y P (Ch y R), primeras letras del nombre de Cristo, o la cruz, en diversos tamaños y formas.

Para los cristianos de los primeros siglos fueron además de uso general las túnicas talares de forma recta: En sus viajes y peregrinaciones usaron diversas prendas de abrigo o cobertura para protegerse del frío y de la lluvia entre ellas la paénula, que era empleada por los senadores romanos a inicios del siglo IV. La paénula no era más que una especie de manto, tipo poncho con capucha, confeccionado en tela gruesa o cuero. Además emplearon la caracalla, una especie de túnica larga o capa estrecha de mangas largas, que tuviera origen galo y fuera introducida en Roma por Marco Aurelio Antonino Caracalla (188-217), uno de los emperadores romanos (211-217).

También se utiliza en esta etapa la casulla, que fue en su origen una prenda de abrigo, por lo general de lana. Tenía forma circular o cónica y una abertura al centro para pasar la cabeza. Generalmente contaba con una capucha. Algunos autores afirman que esta prenda provenía de la paénula, antes mencionada Hacia el siglo VI, la casulla se abandona como prenda civil, pierde la capucha y se convierte en ropa litúrgica. Hasta el siglo IX sería la vestidura litúrgica común de los clérigos, época en la que comienza a prevalecer el uso de la dalmática para los diáconos y la tunicela para los subdiáconos. Hoy la casulla colocada sobre el alba y la estola, constituye la vestidura propia del sacerdote para la celebración de la misa y los ritos directamente relacionados con ella. Llama la atención que muchas de las prendas que actualmente conforman la vestimenta litúrgica se usaban, entre los cristianos primitivos, de modo común.

Con respecto a las primeras mujeres cristianas que emplearon el velo para cubrir sus cabezas y a veces sus rostros, con una finalidad ritual. Este especial uso del velo sería preservado hasta la década del 60 del siglo XX.

En el uso del traje por los cristianos primitivos prima un sentido místico religioso. Los primeros creyentes de la fe en Cristo optan por la sencillez extrema en el vestir debido al carácter de su religión, con su predica de austeridad, humildad, y desprecio de la riqueza, precisamente comunican estos contenidos a través del uso de la vestimenta.

A diferencia de los romanos, hombres y mujeres, que usaban gran cantidad de joyería, collares, dijes, brazaletes, pendientes, anillos, cinturones, los adornos eran de poco uso entre los primeros cristianos, quienes solo usaban eventualmente cintillos de tela o metal, sencillos brazaletes o pendientes discretos. Algo similar ocurría con los peinados y maquillajes. Si bien los romanos de ambos sexos fueron complicando sus peinados en la medida en que avanzó su civilización llegando a necesitar la ayuda de peluqueros, y las mujeres romanas no solo usaban maquillaje sino que contaban con esclavas especializadas en la aplicación, las cosmetae, los cristianos optan por la sencillez en tales aspectos. Las primeras cristianas tendieron a evitar los cosméticos en la creencia de que Dios pudiera alabarlas por esto y llevaron, por lo general, el pelo suelto o recogido en un simple moño, mientras que el hombre dejó crecer su barba, bigote y pelo.

Además de buscar distinguirse de los romanos y de intentar identificarse unos a otros, en tiempos en que todavía eran ampliamente perseguidos, los primeros cristianos en Roma buscaron reproducir el modelo de vida que Cristo les transmitió, también a través de las formas de la vestimenta. De ahí cabe señalar que el traje paleocristiano, en verdad una modificación del traje romano, fuera un modo de manifestar una manera de pensar y de sentir la nueva fe, y en definitiva el reflejo de una espiritualidad naciente.