Guillermo Sardiñas


El sacerdote católico de la Revolución cubana

Hace ya un tiempo, el programa de la Pupila Asombraba dedicó una de sus emisiones a la religión en los procesos revolucionarios. La gran sorpresa es que hablaron de esa relación tomando como ejemplo a muchas figuras y hechos que han encabezado el movimiento de la Teología de la Liberación. Se destacó el encuentro entre Fidel y líderes religiosos protestantes que se efectuó en el año 1990; el comentario sobre el libro Fidel y la religión del teólogo brasileño Frei Betto. En otro momento, el programa televisivo centró el análisis de figuras como el sacerdote Camilo Torres y los monseñores Óscar Arnulfo Romero y Pedro Casaldáliga. Y la canción “Jerusalén año cero”, de Silvio Rodríguez, concluyó el espacio que invita a reflexionar en torno a la realidad cubana y latinoamericana. Todo esto me pareció genial y a la vez íntimo, solo me quedó la insatisfacción al no escuchar ninguna referencia sobre el padre Miguel Sardiñas.

El padre Guillermo Isaías Sardiñas Méndez, hombre bondadoso, cristiano y con un fuerte compromiso social, fue el único sacerdote que se incorporó a la lucha insurreccional en las montañas de la Sierra Maestra. Pocos conocen de este gran hombre de la Revolución cubana y de la Historia de la Iglesia Católica en Cuba.

Nació el 6 de mayo de 1917 en Sagua la Grande, en la otrora provincia de las Villas, hoy Villa Clara, proveniente de una familia de modesto recursos materiales. A los 12 años encuentra su vocación religiosa hacia la carrera sacerdotal e ingresa en el Seminario Conciliar de San Carlos y San Ambrosio de La Habana. En este lugar estaría desde 1929 hasta 1933 donde iniciaría sus estudios de Filosofía y donde despertaría sus inquietudes políticas.

Vive muy de cerca los conflictivos años de la década del 30 porque dos veces el órgano policial registró el edificio del Seminario para desalojar a los estudiantes impregnados de las influencias que ejercía el padre Félix Varela, aquel que “nos enseñó en pensar». Posteriormente, fue en el Seminario San Basilio el Magno, de Santiago de Cuba, de la otrora provincia de Oriente, donde a los 19 años termina sus primeros estudios eclesiásticos y recibe de mano del monseñor Valentín Zubizarreta la prima clerical tonsure, que determina el inicio de su condición sacerdotal, en la Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.

De Santiago de Cuba a Roma donde cursaría por cinco años la licenciatura en Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana de Roma, y a su regreso de Italia en 1941, cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, es ordenado sacerdote en la Iglesia Catedral de Cienfuegos y designado cura ecónomo en la Parroquia de Corralillo, en Las Villas. Pasando por diferentes parroquias de las más humildes va formando sus convicciones por los más desfavorecidos y en contra de los males que aquejaban aquella sociedad. Fue uno de los sacerdotes que protesta por el arbitrario manejo del escalafón de promociones parroquiales en la jurisdicción de su obispado.

Es trasladado a la arquidiócesis de La Habana y ejerce su magisterio sacerdotal en la parroquia de Quivicán, donde también atendía la Iglesia de Alquízar. Matricula en la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana, la cual solo llega a cursar hasta el tercer año. Luego es designado presbítero de Nueva Gerona, llegando a la Isla de Pinos, hoy isla de la Juventud, el 27 de febrero de 1954. Ya en ese momento Batista había dado su golpe de Estado, habían ocurrido los hechos del Moncada y los sobrevivientes de este acto estaban encarcelados en dicha Isla, donde él siempre se interesaba y atendía a los familiares de los moncadistas.

Su vínculo con el movimiento 26 de Julio se hace tan íntimo que es un ferviente colaborador del mismo, pero siempre consideró que todo lo que hacía era insuficiente, de ahí que se incorpore a la lucha en las montañas de la Sierra Maestra. Este hecho, después de la aprobación de Fidel Castro, ocurre el 8 de junio de 1957, convirtiéndose así en uno más de la guerrilla. En estas mismas lomas insurrectas rebeldes ejerció su magisterio sacerdotal, lo que le valió el grado de Comandante.

Al Triunfo de la Revolución se le podía ver usando sus grados en su sotana verde olivo confeccionada por Camilo Cienfuegos. En el primer año de la Revolución, el clero habanero lo veía con mucho recelo por las crecientes conflictividades entre el Estado revolucionario y la Iglesia, cuestión que se arregla cuando monseñor Artega, el primer cardenal de Cuba, lo convida a participar en las reuniones comunes del clero habanero al cual perteneció ejerciendo su humilde sacerdocio.

El padre Miguel Sardiñas fallece el 21 de diciembre de 1964 sin ninguna aspiración terrenal que haber hecho lo posible por siempre estar al lado de los más humildes y haber enfrentado todo tipo de injusticias. Su legado, algunos lo han tomado como antesala a la corriente de la Teología de la Liberación, muy difundida en América Latina y donde muchos clérigos y religiosos católicos formaron parte de la misma.

Hoy sigue siendo un héroe que parece estar cubierto por el manto del olvido que debemos remover para seguir perpetuando su legado de justicia y paz. Además del fuerte compromiso de estar con los humildes y para los humildes.