El silencio del signo


El silencio del signo prevalece

Gilberto (Yiki) González “pica†la piel de Vlad de Molay. Corta, limpia, dibuja… Tatúa en el pecho, en un espacio aun sin signos, una obra que irá naciendo in situ, mientras el público recorre las piezas, pero detiene la mirada en esta especie de performance que no recurre tanto a la improvisación como sí al contacto directo con el espectador, y que fue el centro de la inauguración, en el espacio galérico El Zaguán, del Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC) en Holguín, de la exposición El silencio del signo, con piezas de este joven artista que defiende el “tatuarte†como expresión que, a diferencia del tatuaje convencional, alcanza una dimensión creadora, dentro de las artes visuales, a través de las diferentes técnicas usadas.

Fotos del autor

El sitio de trabajo, debidamente señalado, establece un límite, una zona de acción que no debe ser traspasada. Las personas observan y hacen fotos, pero no cruzan el espacio. Dejan a Yiki seguir “picandoâ€, como en una sesión más de trabajo, mientras Vlad de Molay, micrófono en mano, lee las palabras que escribió para el catálogo de la muestra: “La figura domina el espacio, se concibe por el pensamiento y esa concepción depende de una medianía: lenguaje-mundo. Hay una relación de caos que pone las cosas en un lugar dominado por leyes: simbólicas, geométricas, universales. Los elementos a disposición del ente imaginador de realidad están estructurados estrictamente por sistemas de lenguaje. La transgresión de ese cosmos lingüístico establecido por el hombre, obliga a fugarse del orden dominante en función de localizar lo no dicho. El papel gaceta en la muestra —su integración intrínseca al origen de las cosas— soporta informal y radicalmente un tejido que enumera mundos con sus propias leyes: figuras humanas (aborígenes, políticas, artísticas, pop), animales, objetos de cotidianidad, dioses, rituales, signos de índole místicoâ€. La voz por momentos se hace inaudible: afuera, frente al Museo Provincial La Periquera, el desfile inaugural de la 41 Semana de la Cultura Holguinera aporta una algarabía de pasos, voces y sonidos de instrumentos. La acción dentro, mientras Yiki sigue picando, Vlad de Molay vuelve a leer las palabras de presentación y el público recorre las piezas de la galería, añade otro significado: el acto creativo —que aquí también es silencioso y paciente, cuidando cada detalle— es acción performática y ejemplificación, “corte en vivo†y “muestrario†de una propuesta, que como evidencia las piezas, se sustenta en los valores artísticos que poseen las obras a tatuarse.

“Creé el proyecto Tatuarte en 2009, en el marco de las Romerías de Mayoâ€, cuenta Yiki. “Se caracteriza, desde sus inicios, por vincular el tatuaje con las artes visuales, ya que nos pudimos reunir varios artistas con la idea de defender nuestra obra como un grabado en la piel. Siempre lo estético y la obra de autor presente como premisa. El tatuarte, siendo un grabado en la piel, es, por tanto, a la vez diametralmente opuesto a los tatuajes ordinarios que la tradición ha expuesto. Este concepto de tatuarte nace en Holguín y su fundamento es artísticoâ€.

Fotos del autor

Este año el evento Tatuarte, organizado por la AHS, también realizó una muestra similar, con la exhibición de unas 25 piezas elaboradas en diferentes técnicas y un body art consistente en la realización de un grabado en la piel con referencias a las obras que se exhibieron; similar a la inauguración de El silencio del signo, donde la escritura fue un corte directo, una acción que permitió “la acción performática, el gesto ritual, la grabación de la marca sobre el sujeto, la vuelta a cierto orden tribal, primigenio, de las cosasâ€, pues: “Todo intento de Yiki por capturar lo expresable, en tanto sistema de realidad instaurada, en verdad conduce a presentar la antítesis del signo: se produce su silencio. La figuración canónicamente entendida por la cultura da paso a una desenfadada destrucción de sus leyes. Los rasgos se deforman a través de un viaje laberíntico cuyo periplo enmudece la significación estricta de la génesis de los elementos en cuestión. Se reducen a trazos, fragmentos discursivos, manchas, huellasâ€, repite Vlad de Molay mientras recibe la hendidura y el color, las formas enraizándose en su piel. La obra en proceso permite un “vaciar del signo†que “toma acción inmediata sobre el traumático detritus de lo realâ€. Cae la tarde. Fuera la multitud se agita y el silencio del signo prevalece.