Centro de Estudios Sobre la Juventud


Forodebate «Rejuvenecer la política». Un homenaje a los hermanos Saíz

La Asociación Hermanos Saíz, en homanaje a Luis y Sergio Saíz, este 13 de agosto, convoca al forodebate «Rejuvenecer la política». Como invitados contará en esta ocasión con Keyla Rosa Estévez, Directora del Centro de Estudios Sobre la Juventud; Iramís Rosique Cárdenas, investigador de la joven vanguardia; y Claudia Alejandra Damiani, escritora de la Asociación.

A continuación, los invitados realizan varias reflexiones en torno a la temática del debate virtual, usted puede dejarnos sus criterios, opiniones o preguntas.

Queda abierta la sección de comentarios para usted.


 

Senda para un tiempo

Luis Saíz

Diciembre de 1956

Hermano en el tiempo:

yo quiero tenerte de frente al sol…

Detén por un momento esa vana carrera sin meta,

y escúchame.

Yo soy como tú… ¡somos iguales!

la voz recién se me siente grave

y la hombría plena

la barba escasa y el ansia llena

de vivir,

también laten en mí…

Pero yo necesito que te detengas,

hermano en el tiempo:

la vida… ¿sabes…? es algo más que esa fiesta eterna

que la burla fácil,

que la risa franca,

que despreocupación de adolescencia;

por eso yo te pido que hagamos juntos

una excursión que sepa a realidad…

Quiero llevarte por los trillos de sol

hacerte sentir el dolor de tabaco

y la pena oculta que duerme

callada, ¡en espera!

tras la puerta sucia de cada bohío;

Quiero, hermano en el tiempo,

saberte entre dientes el dolor humilde

de tanto obrero muerto;

que veas niños llorando portales,

ancianos de mano extendida

(nieve en súplica de verano),

y que sepas la historia

de los que no tienen padres,

ni risa,

ni Reyes Magos,

ni hogar,

ni escuela,

ni saben la canción de vitrola

o el artista de éxito…

Los que no tienen la mesa servida,

ni cama tendida

tan sólo un portal que llora

perdido en la brisa…

Ansío llevarte en ese recorrido de sombras,

tan ajeno al disco, al club y la moda.

¡Ven para que hagamos este viaje con sabor a realidad!

Hermano en el tiempo

ya es hora que comprendas…

Hermano en el tiempo,

encuentra tu senda,

olvida los ritmos exóticos,

los finos perfumes
y el baile de moda.

Elévate desde la misma parte en que te unes

a la tierra más cerca de esperanza,

y dilo con fuerza de entraña viva:
¡Ya no soy ajeno en ideal!

¡Ya encontré la única senda!

 


 

En un mundo con días cada vez más cortos

Por: Iramís Rosique Cárdenas

Cuando nos enfrentamos a la cuestión de cómo los jóvenes cubanos se involucran en la política, fundamentalmente en la política revolucionaria —que es la que nos interesa por aquí—, hay algunas condiciones y fenómenos que están presentes en el panorama nacional que no pueden ignorarse. En primer término, hay que señalar lo que podría llamarse una desideologización política en grandes capas de la población, y especialmente en una franja importante de los jóvenes, sobre todo los más cercanos a la adolescencia. Los ídolos, fetiches y luces de la cultura de masas que nos asola como un tsunami alejan el interés de muchos respecto a militancias comprometidas —de uno u otro signo—, servicio público, compromiso, al tiempo que los hunden en el hedonismo más hueco. Y hablo de desideologización política y no de despolitización, en tanto este proceso y estas actitudes no dejan de representar posiciones políticas con significado para el proyecto de sociedad cubano.

El capitalismo no necesita para avanzar una masa crítica de individuos constituidos como sujetos políticos, sino que avanza precisamente sobre la negación, a las grandes multitudes, de la posibilidad de constituirse como sujetos políticos. En el socialismo es todo lo contrario: depende, para su realización, avance y supervivencia, de la constitución de una masa crítica de pueblo como sujeto de transformación revolucionaria. Nada puede ser más deletéreo para el proyecto político de la Revolución, nada puede ser más contrarrevolucionario que esta aparente apatía, que este desinterés por lo público, por lo político.

De la mano de la desideologización política, asistimos al mismo tiempo —paradójica, pero no casualmente— a un auge del pensamiento liberal. Cuando digo pensamiento liberal no me refiero a una escuela económica o politológica puntual, sino al fundamento epistémico, teórico, categorial profundo de todo el capitalismo, a la Ideología —con mayúsculas— por excelencia de la burguesía.

Ese liberalismo como lógica, como lenguaje, como forma de entender los fenómenos sociales, que reaparece como un fantasma que se creía superado, y que se refuerza con la influencia del mar capitalista que nos rodea, encuentra acomodo y espacio cada día más en nuestra sociedad, incluso en las instituciones creadas por la Revolución.

Por ejemplo, podemos percatarnos de esto en empresas encargadas de ejecutar la política cultural de la Revolución, y que en virtud de la rentabilidad o de otros criterios, propios de una forma liberal de comprender el consumo cultural, violan esta política. Nuestras universidades —por citar otro ejemplo—, empujadas por las circunstancias, por la «ausencia crónica de revoluciones socialistas en el mundo» —como han dicho unos compañeros hace unos meses—, deben adecuarse a criterios de homologación, a estructuras, a unas academias, que son en sí mismas cajas de resonancia de ideología burguesa. Y no es nada fácil permanecer inmune. Por fuera de las instituciones el escenario suele ser mucho más lamentable: el liberalismo campa a sus anchas. Esta situación ha ido convirtiendo a la cultura socialista y a la ideología socialista más radical en espacios de resistencia, en culturas de resistencia: terminamos por necesitar una trinchera dentro de nuestra propia casa.

A este panorama, que opera a contrapelo de una politización de izquierdas consecuente de grandes capas de la juventud, hay que sumar obstáculos que tienen que ver con deficiencias del propio campo revolucionario. Asistimos a un envejecimiento de las prácticas políticas tradicionales. En medio de un mundo con días cada vez más cortos —del que Cuba no puede escapar—, la idea de una juventud expectante a la espera de las convocatorias a los grandes acontecimientos ya no funciona: ese no es el momento político actual. Constantemente surgen de entre la masa juvenil iniciativas, proyectos y colectivos que desarrollan prácticas emancipadoras, que se constituyen como trincheras, como esos espacios de resistencia y de revolución, en medio de la apatía; y las instituciones revolucionarias tradicionales han sido deficientes en reconocerlos, metabolizarlos e integrarlos orgánicamente como miembros de la familia de la Revolución.

Estos colectivos emergentes existen en verdadera resistencia; porque mientras quienes operan bajo la hegemonía de la restauración del capitalismo disfrutan de los oscuros apoyos y las redes de influencia que ese campo ofrece, cada iniciativa revolucionaria extrainstitucional está sola. De hecho, casi todos los jóvenes revolucionarios que conozco se han sentido solos en algún momento, se han sentido los únicos, y todos manifiestan una tremenda y desesperada sed de conocer semejantes.

En esta hora de la Revolución nuestras organizaciones juveniles, más que «correas de transmisión» deben transformarse en espacios de confluencia y canalización de toda la creatividad y el ímpetu revolucionario joven; porque, además, cuando la Revolución no asume orgánicamente ese moméntum, siempre lo aprovecha alguien más.


 

Juventudes Cubanas: ¿Izquierdas? Políticas sociales y Derechos

Por: Keyla Rosa Estévez

La invitación a participar del panel llegó en un momento en que estudio los antecedentes relacionados a ser o no una juventud de izquierda. ¿Qué significa para los jóvenes cubanos esa etiqueta y la realidad o no en torno al tema?, por lo tanto, aprovecharé no para dar mi opinión al respecto, sino para que en el debate que se establezca permita también esclarecerme de elementos desde los propios protagonistas.

El Estado cubano reconoce en la Constitución de la República de Cuba los deberes y derechos de cada ciudadano con la eliminación de la discriminación de género, etnia, color de la piel, por zona geográfica, según sexo, grupo etario y estrato social y poblacional.

Las políticas sociales diseñadas e implementadas en el país tienen entre sus propósitos preservar la equidad social sobre la base de la universalidad y gratuidad en los servicios sociales básicos. Estas políticas constituyen el principal instrumento de referencia de un sistema de acciones dirigidas a la juventud. En la actualidad, la política de juventud continúa insertada dentro de las políticas sociales dirigidas a toda la población, pero es aún insuficiente el alcance de mayor integralidad entre las acciones que se desarrollan. No obstante, dicha política tiene un amplio alcance, pues involucra políticas económicas, sociales, programas, estrategias, proyectos y acciones específicas en áreas diversas: educación, empleo, salud, cultura, arte, ciencia y tecnología, política, entre otras.

A pesar de ello, nuestros jóvenes tienen inquietudes y preocupaciones como son la incapacidad de los ingresos económicos para satisfacer sus necesidades, incluidas aquellas que son propias de la edad. La garantía de empleo, la posibilidad de tener un espacio propio para vivir, las desigualdades sociales y las opciones para el uso del tiempo libre y la recreación, también presentan índices notables como problemas de los jóvenes; en particular para algunos grupos.

Cómo se activan para participar de estos procesos y qué posibilidad tienen de hacerlo, o si saben o quieren participar de procesos constructivos, son de las ideas que pretendo que muevan el debate.

Cierro con la idea de quienes ejercemos una u otra profesión no tenemos verdades absolutas sobre estos temas tan subjetivos y polémicos, por eso prefiero el debate abierto, donde no existe de antemano verdades establecidas; que cada uno de los participantes tengan la capacidad de escuchar y respetar los criterios de todos.


La política de no meterse en política

Por: Claudia Alejandra Damiani

Cuando me propusieron participar en un forodebate cuyo tema es la juventud y la política, como miembro de la sección de lLteratura de la AHS, me pregunté ¿por qué yo?, ¿qué tiene que ver mi quehacer diario con la política?, ¿y si no tributo a ella, qué de relevante podría decir? Después me di cuenta que este pensamiento es parte del problema.

Creo que no es errado generalizar mi reacción y decir que muchas veces entendemos lo político como algo ajeno: la política es solo política para sí misma, y de ella se ocupan solo los profesionales de esta esfera, los cargos públicos o quienes la abordan desde una posición de militancia. Son estas nociones reduccionistas, las mismas que hablan de ciencias “duras” (como la ciencia verdadera), y ciencias “blandas” (a donde se relega todo lo que atañe solo al ser humano) o que cuestionan la relación entre las ciencias (duras) y la filosofía. Como si todas esas actividades no tuvieran en lo humano, su esencia: ¿a quién atañe estudiar y entender los fenómenos de la naturaleza o las relaciones entre entidades abstractas?, ¿para quién es la tecnología?… puede parecer que estoy desvariando, pero la relación entre política y filosofía no es casual, ni la relación entre estas y cualquier otra actividad humana. El origen de ambas palabras proviene de la antigüedad griega, donde política era todo lo que tenía que ver con la vida en sociedad y esta definición es medular y vigente. La política permea toda actividad social y el ser humano y su producción es impensable al margen de lo social: sin la sociedad no existe lo humano. Entonces, hay que entender que todo lo que hacemos, tiene, por fuerza, un significado y una dimensión política.

Sin embargo, es una postura bastante generalizada en la juventud, definirse a sí misma como “apolítica” o declarar que “no se mete en política”. Esto tiene sus causas (geopolíticas e ideológicas, de hecho): los jóvenes de hoy hemos heredado un mundo aparentemente unipolar, donde existe un bando ganador a las polarizadas luchas del siglo XX, cuyo paradigma fue, sin duda, el progreso social, como fue el progreso industrial, el del siglo XIX.

Que tras las pugnas del siglo XX, el orden socio-económico más antiguo sea el que haya prevalecido, representa una derrota para esas aspiraciones y esa sensación, se traduce en una desideologización y despolitización de la sociedad (tendencia que, por cierto, ya venía ocurriendo, es deliberada, y tuvo un papel importante en la concreción de esa derrota). No obstante, esto es solo apariencia, porque ni el mundo de la actualidad es unipolar, ni el paradigma de luchas sociales del siglo XX ha sido derrotado…

Nos encontramos ante una realidad más heterogénea, diversa y atomizada, y por eso mismo, confusa. La posición apolítica no existe, o más bien es una posición conservadora, declararse “apolítico” es declararse conforme al orden hegemónico imperante en el mundo o, al menos, declararse incapacitado de confrontarlo. Es consentir que se destruyan los ecosistemas y el medio ambiente en general, que se margine a determinados grupos, que existan desigualdades sociales y de género, que las desigualdades de desarrollo entre países no puedan superarse, que mueran personas por causa de las guerras imperialistas, que no podamos ajustar nuestra realidad inmediata a nuestros paradigmas de cómo debe ser esa realidad.

Toda insatisfacción o reclamo individual, responde a una carencia dentro de las dinámicas sociales y, por tanto, es política. El ser humano, como ser social, no puede dar soluciones individuales a problemas colectivos, porque estamos inmersos en una sociedad y a ella nos debemos.

No existe una sola lucha que sea apolítica, como no existe actividad humana a la que se le pueda aplicar, con justeza, tal adjetivo. Lo que ha de ponerse cuidado en entender bien las causas de la enfermedad social y no limitarse a aliviar solo los síntomas, no conformarse con la epidermis del problema.

Para ello es necesario que la juventud se desperece, deje de renegar de lo político (como si de lo político fuera posible escapar) y comprenda que las soluciones individuales, no son soluciones; que toda lucha emancipadora es una lucha política y que toda emancipación es igualmente importante para erradicar las injusticias de este mundo que hemos heredado y que dependerá de nosotros dejar en herencia; que todas nuestras acciones individuales (desde los temas por los que sentimos interés, la forma en que escogemos pasar nuestro tiempo libre hasta los debates virtuales en los que participamos) tienen una dimensión política. La importancia histórica de la juventud como protagonista de los cambios sociales es innegable y, en Cuba, mucho más. Por tanto, es tarea nuestra transformar la realidad para que sea mejor y más justa.


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