Buendía


«Soy una amante fiel de mis imperfecciones»

(Una conversación con la actriz Maibel del Rio Salazar)

El teatro es un espacio para construir(se). Un lugar donde todo es real, incluso la espera o la magia. Los que practicamos este arte sabemos que en el escenario nada es casual, que todo lo utilizado genera consecuencias para el cuerpo. Elegir la actuación como modo de vida es como elegir algún deporte de riesgo, donde la vida está en juego; la diferencia es que en el teatro la vida es una noción distinta. La vida en el teatro es la unión de varios ojos que observan: público, actor y personaje. La vida en el teatro es una noción cuyo significado varía según el contexto.

Maibel del Rio Salazar (Santiago de Cuba, 1990) es una equilibrista de la vida que yace en el terreno de lo teatral. Con su talento ha podido interpretar otras biografías, transformarse en historias e ideas, todo para hacernos ver distintas alternativas de un mismo fenómeno. Todo para hacernos creer. Su lenguaje se ha perfeccionado hasta alcanzar cierta madurez que la hace diferente. Graduada de la Escuela Profesional de Arte José Joaquín Tejada en su nivel medio, y luego en la Universidad de las Artes de la filial santiaguera, en el perfil de actuación, ya deja personajes memorables para el teatro de la ciudad. Tal es el caso del monólogo Estrella Negra o Aniña, de la obra Leviatán.

Hoy, la hija del ya desaparecido grupo La Guerrilla del Golem acepta este diálogo. Ella se encuentra expectante, como si hubiera olvidado algún bocadillo, pero firme, segura de que lo solucionará desde su verdad. Yo la observo. Ambos sabemos que la función acaba de empezar.          

¿Por qué el teatro?

Yo bien quería ser músico, cantante, bailarina, artista de la plástica o actriz. Mi vocación estuvo siempre muy clara desde niña, y claro está, incursioné en cada una de ellas como aficionada. Gracias a mi madre que siempre me apoyó en todo, ella creía que si tenía el talento debía ayudarme a desarrollarlo.

Aunque me dediqué a ser aplicada para tener oportunidades de otras carreras no afines al arte, dígase periodismo y derecho, estudié teatro porque según me decían en aquellos momentos, era la manifestación del arte más completa. Estando en la secundaria, en noveno grado, llega la convocatoria de captación para la Escuela Profesional de Arte José Joaquín Tejada, una filial de la ENA, exactamente lo que yo quería y aprobé.

Durante esta etapa el teatro era un deseo, una ilusión de niña con aptitud y vocación. En la academia el teatro se transformó en descubrimiento, pasión, esnobismo y certeza. Recuerdo a mi madre decirme en su regreso a casa después de la primera reunión de padres: “oye, tú no estás en una escuela cualquiera, en la reunión estaban Lescay y Joel James; parece que tienen familiares ahí, porque fueron en calidad de padresâ€. Y muy cierto, el hijo de Lescay estudiaba en la escuela y el nieto de James era uno de mis compañeros de aula, este al final no se graduó, pero a ella le impactó muchísimo que en la escuela en que estudiaban familiares de estas personalidades de la cultura cubana, estudiara su hija, fue muy cómico.

Luego de graduada en pleno enfrentamiento con la vida laboral, el teatro se vuelve mi vida, mi presente, mi canalización, mi exaltación del yo, mi exploración interior-exterior… Es tan indescriptible el poder que uno experimenta cuando habita otras pieles, y como se habitan, es decir, los disímiles procesos por los que se transita para habitar, la cosmovisión es otra.

La profesión siempre necesita de guías, algunas espirituales/simbólicas, otras más terrenales. La búsqueda del referente y del consejo preciso son tan vitales como el talento. ¿Quiénes fueron esos maestros?

De la existencia muchos, empezando por mi madre que ha sido mi principal maestra. En carrera los que mencionaré a continuación, que no solo fueron los formadores en la especialidad que estudiaba, sino también en amistad, en inclusión, en multiplicidad, en perspicacia. Quizás no fueron los mejores, pero aprecio mucho la autenticidad, y ellos eran verdaderamente auténticos. Ellos fueron Ruperto Pérez, Odalis Ferrer y Harold Fernández. El tiempo ha pasado y los caminos se han bifurcado, pero recordarlos me hace respetarlos y quererlos igual o más que el primer día que los conocí. Ellos me guiaron a la búsqueda de los maestros que yo necesitaba en la posteridad. En la actualidad, el Grupo de Experimentación Escénica LA CAJA NEGRA está ejerciendo como un maestro excepcional.

Me dices que ellos te impulsaron en la búsqueda de esos maestros que necesitabas. En gran medida eso hace grande a quien porte la palabra MAESTRO. ¿Cuáles fueron esos referentes que encontraste?

La vida, la naturaleza, la sociedad son mis referentes principales, porque me alimento de ellos. Soy aprehensiva, por eso disfruto y me duelen las sensaciones, las emociones, los detalles, lo visceral.

En cuanto al teatro supe que la línea que me hacía vibrar tenía que venir muy de adentro, y me pasó con Charenton del Buendía, en un festival de Camagüey, aun siendo estudiante, ese es el camino, me dije. La academia te crea referentes de cabecera que te quedan para siempre, escuela al fin, te dota de herramientas conexas con tu futura actividad profesional y la experiencia laboral te conduce hacia otros.

En Santiago de Cuba las estéticas de trabajo existentes no me provocaban o me movían el piso popularmente hablando, excepto La Guerrilla del Golem de Marcial Lorenzo Escudero, que me ofrecía una vibración bastante parecida a la que sentí cuando vi al Buendía. Es que manejaban códigos que tenían que ver entre sí o que tenían que ver con lo que yo buscaba. Luego aparecen Nelda y el Ciervo Encantado, y de los foráneos, el teatro de Rodrigo García. Cada uno tiene una verdad especial, que me hace recurrir a ellos de alguna u otra manera. Y la aterrizada Uta Hagen, que vuelvo a ella una y otra vez.

Cuando hacía la introducción para esta entrevista, anuncié que eras hija de la Guerrilla del Golem. ¿Qué representa para ti dicho grupo?

En mis tiempos de estudiante, La Guerrilla del Golem era el grupo problematizador, indómito, de estética opuesta al teatro popular tradicional santiaguero. Se movía entre lo absurdo, la comedia negra y un teatro contemporáneo-reflexivo desde situaciones límites. Un teatro parecido a mis intereses profesionales; es que me gusta aun el teatro que dialogue con mi tiempo, con mi presente, y así era la Guerrilla. Además, era el grupo del boom y del swing en Santiago de Cuba, marcaban la diferencia, en todos los aspectos. Mis aspiraciones eran estudiar Teatrología luego de terminar el nivel medio y quedarme en La Habana, pero no pudo ser, entonces fui por la Guerrilla que no era el grupo que me tocó en boleta, pero luché y luché hasta ir directamente para allá. Estoy hablando de 2009.

La Guerrilla del Golem y Marcial me mostraron de qué iba verdaderamente el mundo del teatro y me lo mostraron sin paños tibios. Recuerdo mi primer día, como si fuera hoy, en lo que era la sede en aquel momento, las ruinas del cine América; me dan a leer una escena de lo que iba a ser más tarde un montaje, lo primero que me dijeron con mucho sarcasmo fue: tú vas a dar guerra en este grupo, y así mismo fue, pero confieso que la guerra me encantó.

Agrego a la lista de maestros que han dejado su huella y sabiduría a Marcial Lorenzo Escudero y a la Guerrilla del Golem. Ello representa el inicio sin fin, mi morir o no morir. La Guerrilla del Golem fue el verdadero proceso de gestación y alumbramiento. Le debo lo que soy y se lo agradezco de todo corazón.

Voy hacer un salto enorme. Recuerdo que un día te invité a ver un ensayo de mi grupo, mi intención era que te quedaras trabajando con nosotros y lo logré. Desde entonces han pasado casi cinco años, ahora das guerra en y desde el grupo. ¿Qué ha significado El Grupo de Experimentación Escénica LA CAJA NEGRA para ti?

LA CAJA NEGRA si bien es mi perturbación emocional, anímica, sentimental, es también un diario examen de conciencia, una exploración de mi vida en presente, pasado y futuro. En ella he podido certificar que soy una amante fiel de mis imperfecciones, de mis obsesiones, y que son ellas precisamente las que me llevan a crear, porque me vuelven frágil, me desnudan, me hacen única como ser, y esa propiedad justamente fue lo que me hizo apreciar de un modo revelador al grupo.

¿Qué hace diferente al Grupo de Experimentación Escénica LA CAJA NEGRA de tus otras experiencias?

Los procesos de trabajo destacan al grupo. Los procesos de trabajo para mí son las verdaderas obras de LA CAJA NEGRA. Son extraordinarios y punzantes a la vez. Te conducen por zonas inesperadas y eso te obliga a vivir expectante. Son muy ricos. Es una experiencia que solo la he saboreado aquí.

Desde tu condición de actriz vinculada a una praxis diaria y extensa en Santiago de Cuba, puede ser tal vez muy difícil definir el estado de la creación teatral en la ciudad. Esa edad dorada de nuestro teatro, para muchos, parece un mito o un camino que no se terminó de hacer. ¿Qué le falta al teatro santiaguero de hoy?

Vida, diversidad, energía, proyección, solidaridad, diálogo. El teatro santiaguero está inmóvil e inseguro. Disfruta con beneplácito el progreso fuera de sus posesiones, más se resiste al progreso interno.

¿Cómo se pudiera desarrollar en Santiago de Cuba un teatro más inclusivo?

Para desarrollar un teatro más inclusivo en Santiago de Cuba debe existir respeto sobre todas las formas de pensar y hacer el teatro. Coherencia entre los creadores y las instituciones que los respaldan, comunicación real, armonía.

Aun en medio de tantas disonancias, ¿por qué tener fe en el teatro?

Porque el teatro es la representación de la naturaleza humana, tiene muchos caminos y todos son un ser en sustancia. Si tienes la capacidad de sentir afecto, sensibilizarte con las fragilidades, deslices, resistencias, y eliges como yo, el teatro para enmendar, entregar, comprender y fraternizar, entonces estamos ante un acto de correspondencia con nuestra esencia, un acto de fe, esperanza y caridad.