Arte danzario


Premio Nacional de Danza 2020: Johannes García

Desde 1998 se genera por parte del Consejo de Artes Escénicas de Cuba (CNAE) el máximo galardón Premio Nacional de Danza. Este valora el recorrido por la obra de toda la vida, los representantes más meritorios en la danza cubana de acuerdo a su obra, aporte y  relevancia. Su entrega es anual, tras el criterio de un jurado especializado en el Arte Danzario.

Entre la lista de laureados se encuentran: Alicia Alonso, Ramiro Guerra, Fernando Alonso, Eduardo Rivero, Rogelio Martínez Furé, las llamadas cuatro joyas (Aurora Bosh, Mirtha Plá, Josefina Méndez y Loipa Araujo), entre muchos otros de gran relevancia en los hallazgos de la danza cubana.

La fecha de entrega de este premio figura el 29 de abril, a propósito del Día Internacional de la Danza, pero en esta ocasión en medio de la pandemia Covid-19 obligó a posponer su entrega, al igual que múltiples intervenciones.

Este 22 de julio en la sede habitual del CNAE fue concedido el Premio Nacional de Danza al Maestro, Director y Coreógrafo Juan Jesús García Fernández, con nombre artístico Johannes García. Este lauro fue valorado por los también premios de danza: Alberto Méndez (presidente del jurado), Isabel Bustos, Santiago Alfonso, Manolo Micler y Miguel Iglesias, además el diseñador Gabriel Hierrezuelo y el periodista José Luis Estrada Betancourt.

Johannes García, maestro de gran relevancia en la danza folclórica cubana, en 1961 entra en el Conjunto Folklórico Nacional de Cuba (CFNC), acompañado de la savia y referencia de figuras como Rodolfo Reyes, Santiago Alfonso, Alberto Alonso, Roberto Espinosa, Roberto Blanco, Eugenio Hernández Espinosa, Adolfo de Luís, Nelson Door, entre otros.

En dicha institución alcanzo en breve tiempo la categoría de Solista, más tarde los niveles de Primer Bailarín y sus desempeños como coreógrafo. También en 1980 debido a su trayectoria en este espacio fue nombrado director del CFNC, institución por excelencia, que indaga en los acervos culturales de la danza cubana.

De muy joven fundó y dio origen a múltiples espacios y movimientos culturales, entre ellos la Escuela para Bailarines de Cabaret en Cuba, con sede en el Teatro de la Central de Trabajadores de Cuba, el Conjunto Folclórico Universitario, la Comparsa de la FEU (1969-1991).

El recorrido inquieto de este creador lo lleva ya en septiembre de 1992 a crear su propia compañía profesional de nombre “Compañía de Danzas Tradicionales de Cuba JJ”, espacio formador de una estética y estilo en medio de la danza folclórica, el cual es y ha sido base para muchos intérpretes del baile y la danza folclórica cubana.

Los pretextos y objetivos de esta compañía es indagar en el panorama de nuestra cultura popular tradicional, los cantos, bailes y toques de las diferentes manifestaciones que integran nuestras huellas y herencias culturales.

En su repertorio resaltan obras como Deidades Cubanas, Alegoría al Machete, Aquí estamos, Música Popular, Polirritmía, Afrocubanizate, Recuerdos de la Rumba, Casa  de Vecindad, África del Caribe Soy, Cimarrón, La otra Rumba de Papá Montero y, la obra más reciente, Arará

Sin dudas un premio que tributa a la alegría, el respeto, a la labor de toda una vida. Le decimos desde el Portal del Arte Joven Cubano ¡Muchas felicidades! Le damos las gracias por compartir y dejar tantas huellas en la danza y la cultura cubana. Su fuerza tributa emociones y sentido en la creación de todos los tiempos.


La danza es un ejercicio intelectual

Para Kaisa García Hernández la danza es un ejercicio espiritual, una experiencia de vida que cada día enriquece los caminos de esta joven artista. En La Habana o en Madrid, ya no importa, Kaisa crea desde el cuerpo y desde la mente. ¿Sus horizontes?, tocar la condición humana.

Se sobrentiende que en la vida de un bailarín su formación física es un factor elemental en su desarrollo, ¿qué otras herramientas cohesionan esta preparación? ¿Hasta qué punto la danza es, también, un ejercicio intelectual?

La formación de un bailarín profesional incluye, además de la parte física, una serie de asignaturas teóricas específicas que amplían su cultura general y mejoran su presencia escénica. «La cabeza guía los pies», sentenció Jean Georges Noverre, de ahí que sea tan importante saber cómo y porqué me muevo.

foto Klaus Wegele / cortesía de la entrevistada

Por otro lado, te gradúas como bailarín muy joven, alrededor de los 18-19 años, incluso a veces desde antes puede que hayas tenido presentaciones importantes en concursos o participaciones dentro de alguna compañía. A esa edad solo posees en tus manos las herramientas para danzar, pero no para pensar la danza en profundidad; es ahí donde la universidad entra a jugar un importante papel.

Cualquier licenciatura dentro del campo danzario va enfocada a desarrollar la parte intelectual del bailarín, no la física. Claro, al enriquecer su conocimiento teórico y crítico, su cuerpo se moverá mejor. O sea, la universidad no te mejora la flexibilidad, pero te hace pensar en cuántas maneras la puedes utilizar y analizar. La universidad hace de ti un mejor profesor, un coreógrafo más creativo, un investigador. Y sí, para los que aún no lo saben, el arte danzario se investiga, se analiza, se piensa, o sea, es un ejercicio intelectual.

La danza es algo inseparable de la condición humana, eso me lo enseñó mi querido profesor Miguel Cabrera. Si vas a la historia, la humanidad siempre ha estado danzando; de ahí que este ejercicio intelectual pueda abordarse desde tantas perspectivas y pueda, al mismo tiempo, hacer aportes a distintos campos del conocimiento.

En estos tiempos de obligatoria cuarentena sorprendes a tus seguidores en redes sociales con improvisaciones. ¿Parte esto de un impulso artístico o es un ejercicio que, quizás, te conduzca hacia lo coreográfico?

Ambas cosas. Siempre que se me ocurre un movimiento me gusta grabarme para luego observarlo y poder guardar ideas para futuras creaciones. Me gusta la coreografía pero hasta ahora, oficialmente, solo me he desempeñado como bailarina en las compañías en que he estado. Por eso esta nueva experiencia de improvisaciones express en cuarentena se me ha hecho un entretenimiento y un reto. Debo confesarte que antes odiaba verme en video, algo contradictorio porque siempre me ha gustado salir por la pantalla, pero es que soy muy autocrítica. Sin embargo, con el tiempo, me he vuelto más tolerante conmigo misma y por eso me lancé a esta necesidad de compartir mi danza a través de las redes, el único escenario que por ahora tenemos los artistas.

¿Quiénes constituyen tus referentes en el mundo de la danza? ¿Qué otras referencias provenientes de diversas artes conforman y enriquecen tu universo?

Con respecto a las manifestaciones artísticas en general podría decir que soy más bien fanática a descubrir y a que la gente me haga descubrir artistas. Tengo una sed constante de conocimiento y la verdad es que hay tanto por develar en este vasto universo…

Debo confesarte que, cuando me preguntan por mis referentes en el mundo de la danza, tiemblo. Y es que en realidad no sigo con frenesí a nadie en específico. Te pudiera decir que vibro con las interpretaciones de Barýshnikov, los espectáculos de Sara Baras y las creaciones de Pina Bausch, que disfruto la cubanía de las piezas de Alberto Alonso, principalmente su Carmen, y que disfruto muchísimo leer a Ramiro Guerra. Pero también admiro el trabajo de jóvenes cubanos que conozco, como el de los integrantes de Otro Lado. Soy de consumir de todo un poco, a veces profundizando más y, otras menos, pero sin llegar a fanatismos extremos.

foto Klaus Wegele / cortesía de la entrevistada

Sin embargo, me considero una gran melómana. Me atrevería a decir que consumo más música que danza, imagínate, siempre ando a la caza de piezas musicales para crear. Además, llevo mis oídos preparados para que la gente me proponga músicos que aún no he escuchado.

Como referentes en mi universo creativo pertenecientes a otros campos del arte, en la actualidad —porque hay que aclarar que esto varía por periodos— saltan a relucir por la parte cubana nombres como: Harold López-Nussa, Tomás Sánchez, Carilda Oliver y Luis Rogelio Nogueras; mientras que en el campo internacional me quedo con Gaudí, Keith Jarrett, Amy Winehouse y Adele, Carlos Ruiz Zafón,  Charles Bukowski y Helmut Newton.

Al final todo lo que nos gusta conforma un reflejo de nuestra personalidad. Esas preferencias llegan como intertextos conscientes e inconscientes de todo lo que creamos, de ahí que encuentre en mis aficiones un factor común: las emociones a flor de piel proyectadas de manera concentrada y organizada. Y es así como soy en mi vida profesional en todos los aspectos, sea impartiendo una clase de entrenamiento, realizando una conferencia, bailando, investigando, creando o escribiendo.

Tu formación como bailarina incluye el ballet, las danzas españolas, las contemporáneas, populares y folklóricas cubanas, ¿dónde te sientes más cómoda? ¿Cómo ajustas la disposición de tu cuerpo y de tu mente para adaptarte a diversos estilos?

Realmente fue un proceso duro. Mi cuerpo y mente dieron un giro de 180 grados cuando tuve la fortuna de comenzar a estudiar danza española profesionalmente. Duro pero placentero. El hecho de tener que adaptar mi cuerpo a un estilo tan rico y distinto al ballet hizo que mi mente se abriera al universo danzario, porque a través del aprendizaje de la danza española fui capaz de demostrarme a mí misma que podía moverme diferente, y allí en realidad comenzó la exploración de mi cuerpo danzante.

Después de cuatro años bailando profesionalmente con el Ballet Español de Cuba, decidí irme al Ballet de la Televisión Cubana, donde estuve tres, y allí fue otro cambio. Una vez más difícil pero enriquecedor. Allí se baila de todo, por lo que la exploración continuó.

Cuando vas ganando en versatilidad, cada vez se vuelve menos complejo asimilar otros estilos. En mi caso, disfruto mucho la Escuela Bolera y la Danza Estilizada dentro de la danza española; dentro de lo cubano me siento mas cómoda haciendo danzas populares y bailes folclóricos guajiros; y el contemporáneo tiene disímiles aristas que me permiten volar y eso me encanta.

foto Klaus Wegele / cortesía de la entrevistada

Sin mentirte, donde más cómoda me siento ahora es en mi estilo “exploratorio”, estoy en una etapa de mi vida en la que realmente quiero seguir probando movimientos nuevos desde un cuerpo danzante ya aceptado, porque conozco de él sus fortalezas y debilidades. Aceptar tu cuerpo no es limitarlo a tu zona danzaria de confort, sino expandirlo a otras zonas desconocidas desde lo conocido. Esa es la herramienta que utilizo para ajustar la disposición de mi cuerpo y de mi mente para adaptarme a varios estilos.

Tuve la suerte de contar con la danza académica como mi primera base, mi primera formación, y ya a partir de allí pude aplicar conocimientos de esta mientras ampliaba mi zona danzaria, hasta llegar al punto en que estoy hoy, donde mi ser es totalmente consciente de que funciona como un complejo filtro intertextual de movimientos y sensaciones.

Quizás esta debió ser la primera pregunta, ¿cómo descubres tu vocación? ¿Cómo se incentiva, desde el talento y la insistencia, el talento de un niño?

Esa más bien es una pregunta para mis padres, ya que gracias a su apoyo es que soy artista. Todo comenzó por una manera de “entretener a la niña” y “tomar un respiro”. Siempre he sido muy hiperactiva y cuando me llevaban al teatro, tanto para ver danza como para escuchar a la Orquesta Sinfónica, me quedaba tranquilita, hipnotizada.

Por eso surgió la idea de ponerme en clases de danza cerca de mi casa, y así empecé en ballet y danzas populares cubanas con cuatro años. Mientras fui creciendo me gustó también la pintura e incluso en algún momento me imaginé como violinista, pero la danza siempre fue la protagonista.

Mis padres me daban la libertad de decidir desde muy pequeña, y fue así como detectaron mi pasión por el movimiento. Crear un ambiente de total confianza y estar dispuesto a destinar muchas horas a la actividad artística de tu hijo(a) es fundamental para incentivar el talento y desarrollarlo. Al menos mis padres lo lograron con esa fórmula, aunque de manera muy intuitiva, ya que nadie de la familia se dedicaba al arte.

Desde tu juventud y tu talento, ya has sido profesora en diversas compañías. ¿Cómo transcurre el proceso de la docencia y qué te aporta como bailarina? ¿Te sientes cómoda en este oficio?

Supercómoda. Es algo a lo que quiero entregarme, a nivel universitario sobre todo, a tiempo completo. Específicamente el proceso de docencia dentro de las compañías en las que he estado, ha sucedido de manera automática, como usualmente sucede en mi carrera. En el Ballet Español, además de ejercer como bailarina, debes ser profesora de la escuela en cuanto te gradúas, y eso para mí nunca fue un problema. En el caso del Ballet de la Televisión, impartía ballet a mis compañeros profesionales cuando algún profesor se ausentaba por algún motivo, ¡y yo encantada! En general he impartido casi todas las asignaturas relacionadas con la danza española, la preparación física y el ballet.

foto Klaus Wegele / cortesía de la entrevistada

Ser profesora y ejercer como bailarina desde tan joven puede tornarse un poco difícil, porque cuando te acabas de graduar con 18-19 años, tu mente y tu cuerpo están listos para realmente probarse como bailarines y resulta un poco forzado intentar enseñar algo que aún no acabas de asimilar del todo (como bailarín, no como profesor) y que todavía no has tenido tiempo de contrastarlo con otros conocimientos. Quizás por eso, cuando comencé a estudiar mi licenciatura, el impartir clases se me hizo más cómodo y pasó de ser un acto de repetición de ejercicios que me habían enseñado, a ser un acto de reflexión y análisis; donde ya los ejercicios tenían un porqué, un objetivo. De esta manera uno se siente más cómodo para aplicar sus propias combinaciones de ejercicios sin miedo a dañar a nadie y que al mismo tiempo estos sean efectivos.

Y sí, se produce una autoretroalimentación en el proceso, pues como todo el tiempo debes estar actualizándote en cuanto a metodologías y otras teorías necesarias para el buen desarrollo escénico del estudiante o profesional, esos conocimientos también los puedes aplicar para tu propio desarrollo como intérprete y creador.

En la actualidad radicas en Madrid. Toda migración conlleva un ejercicio de adaptación y de memoria. ¿De qué manera llevas lo cubano, ese concepto que es a la vez abstracto y concreto, a tu experiencia danzaria en otros países?

La cubanía se expresa de infinitas maneras. Somos un ajiaco cultural, como decía nuestro Fernando Ortiz. Lo cubano se expresa, porque en realidad es algo que no se controla, en la forma en que me muevo y en la que pienso. Es una esencia que es difícil de explicar, pero fácil de identificar… Me gusta decir que es un sabor con peso, con aires de resistencia y de grandes pasiones, de cadencia sensual, divertido, pero fuerte, rápido a veces, nunca ligero. Esa esencia me identifica en todo acto creativo, desde el movimiento hasta la investigación.

Me siento sumamente orgullosa de eso pues por mi físico, al menos aquí en España, no hay forma de que me relacionen con Cuba, y eso es precisamente por los estereotipos ya asentados por demasiados años sobre nuestro país.

El cuerpo del bailarín, ¿lo consideras un templo?, ¿o es un solo una de las tantas materias que habita el creador y que complementa otras habilidades y referencias?

El cuerpo es la herramienta de trabajo del bailarín, de ahí que debamos considerarlo un templo en cuanto a cuidados y gratitud. Es además un dispositivo complejo que se debe llevar al límite para potenciar su uso, pero que al mismo tiempo se debe cuidar de roturas graves; y con esto me refiero tanto a lo físico como a lo emocional porque, al fin y al cabo, somos seres humanos.

¿Qué resortes espirituales te acompañan en tu proceso creativo?

Soy de emociones y sentimientos, y de crear o recrearme una historia (la que sea) para cualquier pieza. A veces siento la necesidad de danzar algo basado en un sentimiento que tuve y otras veces es una pieza musical la que me provoca cierto estado emotivo que me lleva a esa necesidad de moverme. En cualquier caso, el sentimiento es lo que impulsa. La inspiración me llega —o la hago venir— mediante las experiencias vividas, las deseadas por vivir y las infinitas imaginadas.