alma


Martí no es cosa del pasado

En la hora actual de Cuba y atendiendo a los desafíos de la humanidad, frente a un modelo hegemónico capitalista que desde lo económico hasta lo cultural es absolutamente injusto e insostenible; asirnos al pensamiento martiano es vital. Martí no está desactualizado ni es cosa del pasado. Es increíble como su pensamiento alcanza una vigencia extraordinaria, aplicable a la vida contextualizada en este tiempo histórico, a nuestro quehacer cotidiano, a la batalla por la emancipación cultural del hombre.

Conocer a Martí no es homenajearlo simplemente el día de su natalicio o caída en; sino profundizar en la esencia de su pensamiento, interpretarlo con objetividad y aplicarlo en nuestra vida práctica: asumir críticamente los valores que nos transmite, sus puntos de vista, sus criterios sobre los más diversos temas. Sentirse martiano y conocer al Maestro es un reto gigantesco, porque él no admite un acercamiento superficial. No se trata de memorizar sus frases, de repetir su discurso -a veces de forma descontextualizada-, o de conocer datos acerca de su biografía.

Su pensamiento no es abstracto, adquiere cuerpo y alma en sí mismo cuando somos capaces de redescubrir a Martí y aplicarlo a nuestra cotidianidad, cuando entendemos que la martianidad es osamenta sobre la cual debemos proyectarnos y sostenernos. Por eso somos martianos, porque críticamente lo hemos asimilado, porque creemos en la palabra del Maestro, y no lo hacemos como seres conducidos, sino desde una lealtad reflexiva a su palabra y ejecutoria. Martí no es cosa del pasado.


Gibara y el alma quijotesca de su festival (+ Foto y video)

Gibara, a unos 33 kilómetros de la ciudad de Holguín, en el norte oriental de Cuba, tiene un efecto seductor casi irresistible para visitantes y pobladores. Decenas de botes con el leve vaivén de las olas, cuales testigos de una magia que perdura en lo aparentemente simple, suelen ser el preámbulo de una especie de película de la realidad, en la cual al menos una vez al año aparecen personajes de la gran pantalla.

Es imposible olvidar los días en esa geografía, la brisa, el olor peculiar, aquellos primeros besos a orillas de sus aguas, el ir y venir de la gente dentro de un Festival que se readapta y crece.

Durante la etapa de la universidad, decenas de estudiantes nos íbamos a sus calles, al encuentro de su gente y de un evento nacido en el año 2003, idea romántica esa de crear y desarrollar un certamen de sueños, con el nombre de Festival de Cine Pobre, justamente allá, a cientos de kilómetros de la capital del país.

A veces, nos quedábamos en tiendas de campañas, levantadas en el patio de la casa de algún gibareño o en la vivienda de un amigo. Los conciertos, la música, las charlas y debates enriquecían las jornadas. Escuchábamos sobre el arribo aquí de Cristobal Colón, poco después de llegar a Bariay, y también acerca de una historia de amor desmedido.

Desde la concepción, nos parecía idílico el encuentro, impulsado en sus primeras ediciones por Humberto Solás: películas de calidad, realizadas con poco presupuesto, un reto para la creatividad y la voluntad de los realizadores, incluidos muchos jóvenes. Pero en las esencias nunca ha sido solo cine. Palpita mucho más.

En la versión más reciente, efectuada del 7 al 13 del actual mes, sorprendió el récord de participantes a las proyecciones de los filmes. ¿Cómo fue posible que ocurriera eso justamente cuando a nivel mundial disminuye el público en ese tipo de espacio, ante el incremento del consumo de productos audiovisuales mediante tabletas electrónicas, celulares y computadoras?

Para entender el éxito del Festival Internacional de Cine de Gibara –Ya no pobre- es preciso conocer ese lugar de encantamientos y leyendas, adentrarse en las mareas del certamen, sentir el calor de su pueblo, la pasión y orgullo, lo mismo en las colas para entrar al Giba (cine), en conferencias, obras de teatro, exposiciones o en presentaciones de intérpretes y orquestas musicales.

Hay que ver a grandes de la historia del cine cubano como el director Fernando Pérez y las actrices Laura de la Uz, Daisy Granados, Jacqueline Arenal, María Isabel Díaz y Coralita Veloz junto a los gibareños, disfrutar todos juntos, como partes del alma esencial de un festival que tiene en el centro a la gente, sin vitrinas ni rebuscamientos.
Y es favorable también estar en las demás actividades, incluidos conciertos como los de Habana abierta, Kelvis Ochoa e Isaac Delgado (Todos en 2019), y en el de Fito Páez en el 2018.

Resulta estimulante que Cuba mantenga con vitalidad este certamen y el del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana, este último con una historia mucho más larga y gran acogida del público, la crítica y los cineastas.  

EL AÑO DE CELESTE GARCÍA EN GIBARA

Más de 90 obras, de unos 20 países, llegaron a la también llamada Villa Blanca de los Cangrejos, incluidas más de 50 en concurso, en la edición de este 2019; dentro de las cuales resaltó un largometraje cubano, El extraordinario viaje de Celeste García (del director Arturo Infante, 2018), ganador de los premios Lucía en las categorías de Mejor película y Mejor actriz, esto último para María Isabel Díaz.

Esa obra verdaderamente emplea de manera adecuada el humor en el reflejo ficcional de la realidad del país, elementos que fueron resaltados por el jurado presidido por Fernando Pérez.

Según diversos medios de prensa, en interpretación también fue reconocida Samantha Mugatsia, por su actuación en la cinta Rafiki (Wanuri Kahiu), de Kenia.
El filme iraní Retouch (Kaveh Mazaheri, 2017) mereció el premio Lucía a Mejor cortometraje de ficción, y Dos Fridas, coproducción de 2018 entre Costa Rica y México, conquistó los apartados de Mejor dirección y Mejor fotografía, respectivamente a cargo de la costarricense Ishtar Yacín y el español Mauro Herce, formado en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.

De manera excepcional, el jurado entregó un premio especial a la obra teatral cubana Diez Millones, escrita y dirigida por Carlos Celdrán para Argos Teatro, que se presentó durante las jornadas del Festival, “porque nos atravesó y nos conmovió, porque el teatro es la fuente de la que surgen las actrices y los actores y por el agradecimiento a su autor y sus intérpretes”, según expresó en el acta.

La Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, confirió un premio colateral al cortometraje documental Lista Quinta, de Giselle García Castro, por su acertado tratamiento a la realidad y su especial acercamiento a lo relacionado con el cuidado y conservación del medio ambiente.

Por su parte, El cementerio se alumbra (Luis Alejandro Yero, 2018) obtuvo el Lucía al Mejor cortometraje documental. El también cubano Amilcar Salatti mereció el premio a Mejor guion inédito con su proyecto Él último.

El Lucía a Mejor largometraje documental fue para El camino de Santiago (Tristán Bauer, 2018), y el de mejor Video-creación (que unificó los apartados de videoarte y animación) se le otorgó al cortometraje sueco La carga (Niki Lindroth von Bahr, 2017).

La prensa cinematográfica nacional, que premia desde el pasado año películas de ficción y largometrajes, reconoció las obras Animal World (Lam Can-zhao, 2018), de China, y Los días que vendrán (Carlos Marques-Marcet, 2019), de España.

El premio Humberto Solás de Cine en construcción fue para el proyecto documental mexicano El film justifica los medios

HUMBERTO SOLÁS Y GIBARA

El amor de Humberto Solás hacia este terruño holguinero es innegable, donde también es recordado y admirado siempre, cual hijo adoptivo, gran creador y fundador del mayor evento cultural del municipio.

Tal vez, se enamoró del lugar desde que conoció la singularidad de sus pobladores y el ambiente, sus calles y murallas coloniales, su historia y belleza de paisajes. Aquí filmó parte de su película Lucía (1968) y regresó más tarde para grabar segmentos de Miel para Oshún (2001).

Muchos gibareños lo recuerdan impulsando ideas y haciendo durante las primeras ediciones del evento. Mantener el Festival es otra manera de agradecerle por su quehacer y garantizar su permanencia especial en esta tierra de pescadores y amor.       

UN FESTIVAL EN CONSTANTE CRECIMIENTO

Poco a poco, el certamen ha construido su propia mística, en armonía y perfecto complemento con la ficción. Personajes de la pantalla y de la realidad forman una especie de alma quijotesca y cinematográfica, que ya forma parte del corazón creativo de Gibara, su orgullo y gracia.

Para bien del cine nacional y extranjero, de sus seguidores y los sueños, el Festival debe mantener sus esencias en constante crecimiento. Fuera de los grandes circuitos y las metrópolis artísticas también vive la creación.

Tomado de Cubahora