Adolfo Guzmán


Cubadisco 2021: El dilema de las nominaciones

Hace algunos años que la Feria de la Música Cubana Cubadisco —cuya vigésimo tercera edición se realiza este año de manera online, del 13 al 23 de mayo— genera opiniones encontradas a partir de cómo se organizan las diversas categorías y nominaciones. El esfuerzo loable por desarrollar el certamen en el marco de las irreparables consecuencias para la cultura que ha dejado la pandemia de la Covid-19, amerita aún la observancia de un diseño cada vez más a tono con la realidad de la industria y con la demanda de un público ávido de contenidos musicales de excelencia.

Me refiero no solo a lo que se promociona en los medios o en las redes sociales, sino también a lo que se “explica” y se “justifica” del diseño del evento más importante que tiene la música cubana en el año, sobre todo, en el papel que juega el criterio especializado y la participación de los expertos de la industria y los creadores —principales protagonistas del certamen— a la hora de decidir su funcionalidad. Es verdad que no debe dejarse al azar o a lo que dicte la mayoría, la decisión final de quiénes son los nominados o premiados —para eso trabaja gran parte del año el grupo consultivo del Premio—; pero sí esclarecer qué función tiene la votación (ya sea o no por un premio de popularidad o de los medios especializados) que justamente se colocó esta vez en la plataforma Streaming Cuba y a cuyo link solo se accede a través de la telefonía móvil.

¿Todos tuvieron acceso? ¿Se comunicó eficientemente esta posibilidad que no se había tenido en años anteriores?

Las redes sociales han venido a suplir un espacio cada vez más importante de socialización de contenidos en un país que cada año incrementa su acceso a Internet. Pero, ¿cómo se redirecciona a los públicos hacia esos contenidos?, ¿es el espacio online suficiente para llamar la atención sobre un evento de relevante importancia para la cultura cubana? Si bien es un logro que un canal especializado como Clave haya engrosado su parrilla con los contenidos del certamen 14 horas de transmisiones diarias, creo que habría que redireccionar esa parrilla hacia otros canales y horarios estelares necesitados de buenos contenidos musicales (los espacios de las noches de sábados y domingos por Cubavisión, por ejemplo, donde en otros momentos se han programado). Lamentablemente, en Cuba todavía todos no tienen acceso a Canal Clave.

Conciertos para un Premio y Documentales para un Premio, preparados específicamente para resaltar la labor y resultados de Cubadisco, son materiales de excelente calidad que debieran socializarse con más regularidad y en diversos medios y soportes. También el espacio Tienes la Palabra, que ha organizado en las tardes el Ministerio de Cultura y la red de Streaming Cuba, y donde han comparecido con sus criterios varios musicólogos y especialistas, ameritaría un lugar más relevante en los medios tradicionales de comunicación.

Pero sin dudas, la parte que sigue generando más opiniones cada año en el diseño de Cubadisco, es la manera en que se organizan las nominaciones y las categorías a premiar. Debo reconocer lo difícil que resulta organizar coherentemente dos años de producciones fonográficas (la edición de 2020 no se realizó por los efectos de la pandemia) y la amplitud de categorías surgidas este año por esa particularidad. Sin embargo, aún quedan lagunas conceptuales que movilizan la opinión especializada, de los públicos y de los propios músicos participantes.

Sigue la dicotomía dentro de la Música Urbana, donde no calificamos certeramente a ciertos géneros mal vistos por la política cultural: acabemos de llamar al reggaetón por su nombre si lo vamos a nominar y a premiar. El rap, la cultura hip-hop, la escena electrónica y otros géneros también concebidos desde la urbanidad engrosan esa categoría, ¿por qué el eufemismo con un género que ha evolucionado y cuya popularidad y dinámicas de producción y promoción crecen por días?, ¿acaso sus valores musicales, ponderados por un jurado que nomina, no son suficientes para legitimarlo?

El criterio cuantitativo no debe ser el único medidor a la hora de organizar y diseñar las categorías en Cubadisco. Los criterios de selección y organicidad deben buscar el equilibrio representativo de lo que se produce musicalmente en un período, pero también de cómo se produce y cuáles son las tendencias más actuales de esa producción dentro de la industria. A mi juicio, ya es hora de que una categoría como el single, cuya práctica de producción está legitimada a nivel mundial, se nomine. Incluso, músicos cubanos de reconocida trayectoria como Leoni Torres o X Alfonso, como también la mayoría de los defensores de la escena urbana, diseñan sus lanzamientos y producciones de esta manera (el propio Leoni Torres, después de Salseando, no produjo un CD completo hasta este 2021, ¿por eso no tiene derecho a estar y competir en Cubadisco?) Algunas de las reflexiones sobre el tema ya fueron expuestas en el espacio Tienes la Palabra, donde las musicólogas Yentsy Pérez Rangel y Leannelis Cárdenas expusieron el asunto. Cubadisco tiene también la misión de orientar, de marcar pautas para la producción fonográfica en Cuba. La inserción de esta categoría obligaría a las disqueras cubanas a cambiar para bien económico y promocional sus producciones, algo que ya hacen algunas pero que solo se generaliza a la hora de hacer campañas políticas o de bien público.

En el mismo sentido, si hemos pasado casi dos años elaborando contenidos caseros o los llamados lives,  potenciados incluso desde la institucionalidad para dar salida a la obra de los músicos en los llamados conciertos Estamos Contigo, por qué no se tuvo en cuenta esta categoría que ya han introducido otros certámenes como el Lucas, por ejemplo. Hay también calidad en varios de estos materiales, capaces de competir y servir a la vez de estímulo a quienes no han parado su creación incluso en los momentos más difíciles de la pandemia. De eso también trata la labor de un artista, de buscar soluciones, de ser lo suficientemente creativo a la hora de hacer llegar su obra al público.

Es difícil —repito— lograr uniformidad dentro de la gran variedad de producciones recibidas. Defiendo incluso la inclusión de categorías que este año muestran ciertas zonas pobladas de la producción, como el caso de Antología/Versiones o Nuevos Cantautores (aunque esta última todavía es muy discordante con su hermana mayor, la tradicional Ópera Prima), pero incluso, la existencia de estas u otras categorías no debió imposibilitar la participación de obras que muy bien funcionaban en otras, amén de que creciera el volumen categorial. Por ejemplo, ¿que imposibilita que un excelente disco como A romper el coco, ubicado en la categoría Tradición Sonera del área de música Patrimonial, concurse igualmente en Antología/Versiones?, ¿acaso no es también un disco de versiones? Lo mismo pudo suceder con A Journey through Cuban Music, de Aimée Nuviola, disco de versiones pero también de música bailable (categoría en la que ganó un Grammy Latino); o con ¡Ay! Mamá Inés. Llegó la Valdés, cuya excelente intérprete pudo también participar en Cancionística; o con un disco experimental de electrónica y música house como Deja la bobería de Dj Reitt & Shanara, conformado por versiones a temas antológicos de la música popular cubana, que pudo a su vez estar también en Antología/Versiones.

Sirvan estos ejemplos como botón de muestra del problema, pero existen otros muchos dentro de los nominados de este año. ¿Por qué las cuotas? Si hay diez buenos discos en cada categoría, debieran estar nominados como corresponde, como sí ocurrió en las categorías Audiovisuales, en algunas de las cuales hay seis, siete y hasta ocho concursantes. Más importante resultaría analizar precisamente las áreas de silencios que todavía existen y que no llenan ni convocan categorías en importantes géneros de la música cubana desatendidos o no promocionados por las disqueras, algo que ha señalado por estos días el crítico Oni Acosta.

La diferenciación etaria está bien para llamar la atención sobre cierta superproducción cualitativa en determinados géneros, pero ha sido una práctica de los últimos Cubadisco el separar competitivamente a los jóvenes de los consagrados, sobre todo en la música popular bailable o el jazz, y esto no me parece estratégicamente correcto. Este año, dada la cada vez más creciente participación de los jóvenes, surge Nuevos Cantautores y ninguno de los nominados en esa categoría participa en otras donde debieron estar: Nueva Trova, Canción Contemporánea o Cancionística, por solo mencionar algunas de las probables. Cubadisco premia la mejor producción de un año, ningún consagrado va a dejar de serlo por “perder” en buena lid con un joven; sin embargo, para un joven músico es muy importante saber que compitió con los mejores exponentes de su género.

Por último, quiero hacer referencia a un debate bizantino que ha avivado por estos días el maestro Joaquín Betancourt, Premio Nacional de Música, en sus perfiles en redes sociales, y que tiene que ver con el reconocimiento de los arreglistas, repertoristas y productores musicales.

En la última edición fue reconocida con el Premio al Productor Élsida González, productora ejecutiva del disco que a la postre se alzó con el Gran Premio, Saxofones live sessions; anteriormente, en 2018, debemos suponer que Jorge Aragón, productor del disco Libre de pecado. Beatriz Márquez canta a Adolfo Guzmán ganador del Gran Premio y de varias categorías, quien recibió a la par el reconocimiento con la intérprete en la gala de premiados, fuera el Productor de ese año. Debo suponer que este año igualmente se dé el premio que quizá resulte del Gran Premio Cubadisco 2021. Pero, ¿por qué no se nomina igualmente esta importante especialidad en una categoría? Digo más, ¿por qué no se estimula debidamente la notoria labor de estos especialistas, igualmente músicos, sin los cuales la producción fonográfica no existiría?, ¿por qué, aunque no resulten premiados en Cubadisco, no se reconoce su labor en otras tantas producciones que desarrollan en el año y que son nominadas o premiadas en otros certámenes? (sirva de ejemplo puntual este año, el caso de Roniel Alfonso, premiado en el Grammy Latino 2019 con el disco A Journey thruogh Cuban Music de Aimée Nuviola; o el de los cubanos nominados al Grammy Latino 2020).

Estas y otras reflexiones siguen moviendo el análisis de Cubadisco 2021 y es bueno que así sea, la polémica demuestra que la música cubana sigue estando viva y que constituye la piedra angular de las manifestaciones artísticas de la cultura cubana.


¡Buen provecho!

Es miércoles y sé que es día de engordar, de llenarme de libras sin cargo de conciencia, de ponerles más peso a mis neuronas y cultura general. Disfrutándolo. Sirviéndome sin miramientos, con cierta gula espiritual, ignorando que ya avanzó la noche y que tan tarde no se recomienda coger un plato en la mano. Pero llegó la hora de El potaje (Cubavisión) y no logro resistirme a una provocación así.

No hay nada más rico que un potaje, ya sea de frijoles negros o colorados, judías, chícharos, garbanzos o lentejas, si está bien hecho, claro está. Depende de la pericia del cocinero, de sus mañas para dar el toque final, de los ingredientes, para que sea más que legumbres cocidas en abundante agua y un poco de sal. Que a los cubanos nos gusta espeso, con alguna «sorpresa» que le asegure sustancia y que los granos no sean, como decía mi abuela, «cascaruses».

De escoger bien a los invitados estelares (desde los maestros hasta los más noveles e igualmente voces sobresalientes en el panorama musical cubano) se ha encargado un equipo de audaces jóvenes que decidió presentar este nuevo proyecto para nuestro verano televisivo, encabezado por Maytte Jacobo (dirección general), Liliam Pérez (producción general), Dianelis Hernández (conducción y guion), Yentsy Rangel (musicóloga) y Michel Herrera (asesor musical).

Se trata de un programa (son diez en total) que clasifica dentro de la Redacción de Musicales (como era de esperar al proponer un recorrido por aquellos géneros o estilos que han obligado a que el mundo ponga sus ojos y oídos en este archipiélago), aunque es, más bien, de corte didáctico. Y sin embargo, El potaje apareció para demostrar que la enseñanza no tiene por qué estar divorciada del entretenimiento y el goce, sobre todo a medida que han pasado las emisiones y madurado como concepto.

El de este mismo miércoles, por ejemplo, me dejó con ganas de más. Fue el dedicado a la cancionística cubana, a ayudarnos a entender cómo en todos estos años, después de echar profundas raíces, ella ha ido llenándonos el pecho de emociones, gracias a intérpretes de la altura de Bola de Nieves, Esther Borjas, César Portillo, José Antonio Méndez, las inolvidables muchachitas de Aida Diestro (Elena, Omara, Moraima y Haydée), Lourdes Torres…, muchas veces acompañados, a guitarra o a piano, por ilustres como Adolfo Guzmán…; un recorrido que tuvo como pun-
to culminante a nuestra enorme Marta Valdés, autora de Palabras, pieza antológica que nombró a tan especial programa.

En estos 27 minutos que se fueron volando, se agradecieron las sabias consideraciones y consejos de la Musicalísima, Beatriz Márquez, y verla cantando Qué será mañana o Es soledad, cuando quedó grabada por Ian Padrón en el DVD Espontáneamente, que a su vez nos regala un momento mágico, único, tan emotivo que hace un nudo en la garganta, como aquel de Este amor que se muere, junto a Juan Formell y Jorge Aragón en el piano.

La musicalísima estuvo de invitada/ Tomada de Juventud Rebelde

Pero en Palabras hubo otros instantes sublimes similares: Ibrahim Ferrer y Omara Portuondo con Robertico Fonseca en Quizás, quizás, quizás; Pablo Milanés y Chucho Valdés en La felicidad; la misma Marta y Haydee Milanés en el Sin ir más lejos que se registró en el DVD Palabras con la complicidad de fuera de series nombrados: Ernán López-Nussa, Enrique Plá, Jorge Reyes, Roberto García, Yaroldi Abreu y Nam San Fong… Ejemplos extraordinarios de nuestra cancionística que se mostraron para apoyar los acertados criterios de Annie Garcés en su rol de intérprete, y de Rodrigo García Ameneiro, devenido ya un magnífico acompañante, quien sabe que el secreto del éxito en ese rol estriba en no intentar lucirse en lo individual, sino en el trabajo de conjunto, en la complicidad, imprescindibles para comunicar, para llegar al alma.

Uno de los aspectos que más llama la atención de El potaje es, definitivamente, la rigurosa labor investigativa, de búsqueda de archivos históricos que se desarrolla con el objetivo de que el televidente constate la manera que surgió un subgénero del jazz como el afrocubano, digamos, desde que apareciera una pieza como Tanga, de Mario Bauzá, y se armara el binomio de Dizzy Gillespie y Chano Pozo hasta nuestros días, pasando por figuras del calibre de Armando Romeu, Frank Emilio Flynn, Carlos Emilio Morales, Emiliano Salvador, Joaquín Be-
tancourt y Opus 13, Bobby Carcassés, fundador en 1980 del festival Jazz Plaza…, sin olvidar, por supuesto, al «todos estrellas» que aglutinó el maestro Chucho en Irakere, capaces de entregarnos un Bacalao con pan que motivó otras de las ediciones ya transmitidas y que convocó al set a un trío de lujo: el impresionante flautista Orlando Valle «Maraca» y otros dos exponentes de primera línea en la actualidad: el mencionado Michel Herrera (saxofón) y Adrián Estévez (piano).

Tenía que ser el Bárbaro del Ritmo el protagonista de la primera entrega de esta temporada, denominada Bonito y sabroso, que convocó para abrir a otros dos «monstruos», el premio nacional de Música (al igual que la Márquez), Joaquín Betancourt, y al todoterreno Alain Pérez, para que disertaran sobre la Jazz Band y cómo el Benny le sacaba lasca a este tipo de ensemble que hizo tan suyo.

Tampoco podía faltar alguien que continúa siendo escuela: Juan Formell, a quien se le rindió merecido homenaje en Permiso que llegó Van Van, donde les tocó lucirse desde la «teoría» a César «Pupi» Pedroso con sus inconfundibles tumbaos, a Samuel Formell, digno heredero de su padre y de Changuito; y a Yadiel Bolaños, quien con su bajo asegura la sandunga necesaria en La Tabla.

Verdad que desde el punto de vista de la estructura (en el sentido de encontrar la armazón que más se presta al medio televisivo), del ritmo, de la eficiencia del montaje (que ya sí es muy notable en el caso de Palabras), Bonito y sabroso y Permiso que llegó Van Van pudieron haber sido mucho más impactantes. Mas lo que sí resulta innegable son sus valores como justos testimonios, la manera en que muestra lo que somos y a dónde hemos llegado, gracias a que quienes han venido detrás siempre han mirado hacia esos grandes referentes nuestros, a aquellos que nos han traído hasta aquí. Es ese el principal consejo que una y otra vez reiteran los invitados de El potaje: estudiar a los fundadores, a los creadores, a los que plantaron bandera; ver qué hicieron, por qué han sobrevivido sus nombres, por qué aún permanecen vivos sus legados.

Con su pegajosa música de presentación firmada por Cimafunk y fotografía de Alejandro Callejas, bastaría con esa enseñanza para aplaudir un proyecto como el que nos ocupa, el cual, sin embargo, ha querido ir por más: en el diseño gráfico de Adrián Berazaín; en la gracia y la soltura con que los protagonistas de las emisiones toman sus instrumentos y demuestran in situ lo que acaban de definir; en algunas de las secciones que lo distinguen como El reto y Los ganadores…

En el primer caso, El reto, los virtuosos convidados al programa ponen la base al tema que lo nombra: Bacalao con pan, por ejemplo, o Palabras, para que desde sus casas los televidentes se embullen y canten, improvisen o hagan sobre esta lo que más les motive, siempre buscando entrar entre los que elegirá El potaje, cuando envíen a través de las redes sociales sus contribuciones musicales con las cuales se completará el tema que será presentado en Los ganadores, en la edición siguiente. Original manera de conseguir la interacción con los espectadores y de mover El potaje, para que no se «pegue».

Lo fundamental es el resultado: realmente asombroso. ¡Mira que hay talento en Cuba, caballeros! Claro, tremenda pincha tienen que realizar Michel Herrera como asesor musical, y un diestrísimo y probado editor como Henry Ramírez, para primero montar las pistas y mezclar los sonidos antes de poner las imágenes, pero por esa maravilla que se obtiene, lo afirmo, vale la pena.

En fin, que levante la mano el cocinero al que un potaje no le haya quedado alguna vez aguado y/o desabrido, pero la Asociación Hermanos Saíz hizo muy bien en apoyar esta idea, que secundó RTV Comercial. Ahí, en el set, se ven a gusto intercambiando, complementándose, sus Maestros de Juventudes, sus miembros que se apoyaron en ella para dar el gran salto y aquellos que ahora mismo sueñan con también prestigiar con sus obras la cultura cubana. Que me digan goloso, pero ese manjar no me lo pierdo yo.

*Tomado de Juventud Rebelde


Dúo Iris: El significado de ser martiano

Yo te convido a creerme cuando digo futuro y, cuando digo futuro, me refiero a Dayamí Pérez Sánchez y Javier López Elías, más conocidos como el Dúo Iris.

No lo digo solo por sus composiciones hermosas, sino porque son un ejemplo de que tener talento es, como dijera el maestro, “tener buen corazón”. El concurso Adolfo Guzmán les permitió entrar en los hogares de Cuba para llenar de esperanza a quienes continuamos en la lucha por un mundo mejor. Lo hicieron con una canción nacida de los latidos infinitos de quien elige el honroso compromiso de portar la estrella que ilumina y mata: “Haciendo Fe”.

Desde entonces no han parado de crear ni de llegar a nuestros hogares a través de diferentes vías. Actualmente se encuentran grabando su primer disco y, aun así, encuentran el tiempo indispensable para, desde su balcón, aligerar la pesada carga que el aislamiento social impone a sus vecinos. También tuvieron la bondad de responder, vía WhatsApp, algunas preguntas que quiero compartirles como digno homenaje al más universal de los cubanos en el aniversario 125 de su siembra en Dos Ríos.

foto de perfil de facebook del dúo iris

¿Qué lazos les unen a José Martí?

Sin dudas la obra martiana es admirable. A medida que nos adentrábamos a su pensamiento tan revolucionario para la época en que vivió nos maravillábamos mucho más. Un hombre inmortalizado en el tiempo, con un gusto exquisito para escribir, infinidad de temas abordados sobre todo lo que encierra la naturaleza humana donde prima el amor sobre todas las cosas. Nos une ese amor a Cuba como al de una madre, esa solidaridad incondicional con el que necesite, todos los buenos valores que hoy usamos en estos tiempos de crisis.

¿Qué significado tiene para ustedes ser martianos?

Ser martiano significa seguir y poner en práctica las ideas de nuestro Apóstol en cada momento de la vida, más en estos tiempos en los que debemos ser mejores seres humanos. Brindarle nuestra mano amiga a todo aquel que necesite de nosotros, es nuestra tarea fundamental. La misión internacionalista de nuestros médicos en los lugares más afectados por esta pandemia es el mejor ejemplo.

tomada del perfil de facebook del dúo iris

¿Ser martiano constituye un desafío para la juventud cubana de hoy?

Puede que para muchos sea un desafío acercarse a la obra martiana dadas las tendencias que priman en estos tiempos, que muchas veces distan del buen arte y la buena literatura. El peor enemigo de una sociedad es la ignorancia y depende del interés individual. En nuestro caso ha sido una fortuna haber conocido parte de su obra, porque es tan inmensa que nunca dejas de sorprenderte.

Desde su perspectiva ¿Cuál sería la mejor manera de rendir tributo al más universal de los cubanos en el aniversario 125 de su caída en combate?

Nuestra mejor manera de rendirle tributo a Martí es continuar sembrando en las demás personas esa curiosidad por estudiar su obra. Nuestra fortaleza es el arte, específicamente, la música, y en ella nunca faltará esa fe en el mejoramiento humano que, como él, soñamos.