Norias y parques de diversiones al estilo de Yeremy Guerra

Hoy, cuando tanto tiempo ha transcurrido, parecería que en la producción de Yeremy Guerra solo existe el misterio poderoso que emana de las texturas de sus cuadros de norias, parques y templos. Cuadros de un acabado impecable donde el tiempo emerge como congelado. No es ya Parque sin diversiones una serie donde la narración es el elemento clave, sino la experimentación pictórica. Veamos, entonces, los inicios de esta línea evolutiva.

Si bien estuvo siempre bien definida su vocación por esta manifestación, Guerra comenzó su haber por curiosos personajes de aire pop. En este sentido, es memorable su serie El hábito hace al monje: varias calaveras que mostraban su ejercicio intenso, su dedicación por entero a la técnica. Después afloraría la característica que considero base de toda su poética: el factor vivencial.

Yeremy Guerra es un creador que ha evolucionado desde el trabajo en la pintura  figurativa, con referentes tomados de experiencias cotidianas; hacia la experimentación con los modos en que se puede abordar el material pictórico, un enfoque que lo acerca a la estética ochentiana. De una producción más semántica y simbólica ha comenzado a cobrar mayor relevancia la pintura misma. Y dentro de ella, como operatoria fundamental, los modos de la industria gráfica, debido a su gusto personal por la música, hecho que lo acerca a una producción más visceral e intuitiva.

Portadas de discos, pullovers, todos los objetos que acompañan el marketing musical, ejercen en el artista gran fascinación. Ese espacio de la mercadotecnia convive con su alto interés por las estéticas del pop y el rock y los libros de historia del arte. De ahí el re-empleo de códigos de los lenguajes de las vanguardias y también su gusto por analizar cada espacio, pero desde los objetos del mercado y la industria cultural.

Guerra parte de una base abstracta e incorpora elementos que van conformando el paisaje. Su pintura actual posee dos vertientes: una más lírica, que viene dada por la geometría de las norias de los parques de diversiones y la poesía oculta en estos espacios abandonados —lo abandonado es la posibilidad para crear una imagen—. Y otra más geométrica. Por ello, según el artista, su pintura se construye entre «las mediaciones de lo pictórico y la geometría de la imagen». Esta acción lo lleva a disminuir el carácter narrativo, para ahondar más en lo visual.

Ya no es el qué, sino el cómo lo que motiva a Guerra. De ahí que el paisaje haya pasado de ser el espacio para símbolos, a ser un discurso genérico per se. El paisaje contiene las reminiscencias de grandes batallas o hechos trágicos. Por tanto, el paisaje es, a un tiempo, memoria y espacio para la experimentación.

A base de color y trozos de historia se gestan las escenas de estos cuadros. Entre melodías, acordes o un solo de bajo; pero siempre desde el coqueteo con el pasado y las vivencias del presente. Una comunión de tiempos que sólo encuentra concreción plena en el espacio de la obra de arte.

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