Un canto a los ancestros

El azul de los mares y la frescura del niño juguetón, fueron imágenes que me acompañaron desde pequeño. El ir a algún toque o bembé se convertía en el deseo prohibido de un niño de apenas siete años; crecer, como todo cubano al corriente de toda esta cultura tan nuestra, llena de dioses y diosas muchas mestizas otras blancas y puras, crearon en mí,y de seguro para muchos otros niños del barrioVigía, mi barrio, una pasión por nuestro folklore cubano.

Desde sus inicios por el año 1962 el Conjunto Folklórico se ha convertido en el sello principal de las raíces culturales de nuestro país. Nos ha representado en más de mil giras internacionales, en festivales y eventos de alta significación. Pero 52 años de vida artística comienzan a marcar un antes y un después en el quehacer dancístico, y la escena que esta vez fue la sala de teatro o nave tres de la Fábrica de Arte Cubano, se vuelve la plataforma para pulsar sobre el cuero del chivo, convertido en tambor, y despertar a los ancestros.

Comienza el espectáculo. En la escena,Yemayá, patrona de los mares, madre de todos los hijos de la tierra, con su torso en quietud y su vestido, que gira con su cuerpo como las olas del mar furioso. Protegida por un fondo de hombres de torzo y piernas descubiertas, con bastones largos en sus manos como arma de defensa, negros africanos apalencados, que reclaman con sus cánticos la libertad, el derecho del ser humano. Seguido, el juego inocente del niño de traje rojo y negro, Elegguá,el que abre y cierra los caminos, el que coloca su sombrero al espectador más cercano, invitándolo a danzar y jugar en la escena.Movidos por la fuerza del iruke de Oyá, la que propicia los vientos fuertes y los huracanes, no daba con su paso una incotrolable lluvia sino,a los ritmos rurales de la isla, para llegar a los barrios.

Aunque la imagen tenga el poder de la palabra, no podemos dejar que ella sea quien lleve el peso, y más aún cuando no esté a un máximo su aprovechamiento. No es solo ejecutar los movimientos aprendidos, procesados e incorporados a una coreografía, es sentirse tal cual su personaje, porque se crea una barrera entre espectador e intérprete. La sincronía de cada movimiento no puede ser un ente aparte, todo debe estar entrelazado como una trenza que se teje y es imposible romper. Para no dejar entrar manchas que pueden ensuciar el resultado de la puesta en escena. Danzar es sentir la vida de manera diferente, es gozo. La visualidad de los bailarines en el espacio debe ser óptima, ya que la danza es un arte de gran información visual, y si el espacio donde el ejecutante se proyecta es limitado, sus movimientos estarán en la misma condición, por lo que el juego de cantidades de pareja puede variar según la necesidad, porque un gesto solo, también dice y más que mil palabras.

La manera de mezclar la música fusionada del grupo Síntesis con el canto tradicional de Oyá, le brinda a la puesta un matiz diferente; la música en vivo hace que el espectador, conocedor de los ritmos, salte desde su puesto.La utilización de cortinas musicales con canciones conocidas como Cuidadito compay gallo, o Quiquiribú, cambia la dinámica, dándole frescor a la puesta.

Lo que vimos no fue una historia dramática con personajes de simbología semejante a nuestros orichas, tampoco algunos de los pataquíes que estamos acostumbrados a escuchar o ver, solo una revista llena de movimientos y coloresacompañados de una saborosa musicalidad.Pintor, llena de poesía tu brocha, y así tu cuadro lucirá la alegría del niño de siete años que le ofrece un canto a sus ancestros.

Foto: Archivo

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