De querer estamos llenos… y vacíos

Tal vez, o mejor, casi seguramente, el que no sea yo un asiduo al teatro –por razones holguineras que no vienen al caso explicar– me provoque cierto desconcierto asistir y valorar una obra como I want, presentada fuera de Matanzas por segunda vez (antes fue en La Habana), y como su dinámica lo exige, en un espacio de pequeñas dimensiones –todo es relativo– en el siempre acogedor sitio que es la ¿cafetería? Las Tres Lucías.

Fotos Robert Rodríguez

Sin embargo, no pudiera decir todo lo que este comentario se propone sin señalar que la primera parte de esta pieza se presenta en las palabras introductorias que María Laura Germán Aguiar, su autora y directora general, expone ante los asistentes con la maestría no solo de la actriz que es, sino con el sentimiento inocultable de que su primera pieza la pone en contacto con un quehacer que disfruta y que se ha convertido en el complemento de su experiencia con textos de otros, porque ella –que no actúa en I want– está tan involucrada con lo allí visto que es como si fuera la tercera persona en las tablas.

Fotos Robert Rodríguez

Y es que en una atmósfera de íntima expresividad donde se manifiestan dos realidades espoleadas por sentimentales dosis de ruptura, marcadas por las quiebras que provocan el desamparo, los ¿abandonos?, los recuerdos, la orfandad, las distancias y las huellas de aquello que en la infancia se convierte en hitos para alimentar nostalgias, traumas y ¿esperanzas?, se logra algo que nos hace sentir no solo como espectadores de la dramática experiencia de dos ¿niñas, adolescentes?, sino que también pudiéramos sentirnos partícipes de sus desgarrones.

Pero si bien la insoslayable fantasía infantil logra una envoltura de sentimientos más o menos conocidos (o compartidos), algo que se fortalece con los guiños intertextuales a referentes de clásica estirpe (ahí están Pipa, Dorothy y Peter), es la inevitable cercanía a las circunstancias y el conocimiento que puedan tener quienes, después de los aplausos, hemos aumentado –aunque sea en pocos adarmes– el sentido de qué responsabilidad y trascendencia poseen el hogar y la familia.

Fotos Robert Rodríguez

Confieso que en ocasiones algunas frases del muy bien expresado texto de I want me hicieron detenerme y no continuar al paso que debía. Reflexionar al mismo tiempo que algunas frases nos van dando golpecitos en las neuronas, es algo que no siempre es posible realizar, y menos –como ya dije– cuando no es el disfrute del teatro una acción tan frecuente. Y por ello, como ocurre con todo producto de buena factura artística, existe la incitación para un reencuentro.

Gracias a María Laura y al equipo todo de este proyecto matancero que lleva el nombre de I Want Teatro por esta pieza que, aun con lo que me faltó por asimilar, funciona como aldabonazo en el portón de la familia, esa que por dogmatismos o por descuidos de lesa humanidad no podemos permitir que se desmorone.

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