La poesía sin miedo, de frente y luchando

(Presentación del libro: TESTAMENTO DE LAS SOMBRAS de Leo Buquet, publicado por Ediciones Ávila en el año 2021, Premio “Poesía de Primavera” 2020.)

 

…vistes la muerte de ropajes pétreos,

la vistes de ciudad, la desfiguras

dándole el rostro múltiple que tienes…

 

Gastón Baquero, Testamento del Pez

Pretenden muchos resistir el agobio de la vida perdidos en una torre de marfil, o tras el espesor de cierto boscaje urbano que les permita salvar su afán de hipocresía, huyendo oportunamente, cuando la realidad se pone obscura, al refugio donde se amparan todas las atalayas del ego.

Sucede que es muy difícil, por no decir imposible, hablar de literatura (leer poesía) sin implicarse o tomar partido. Negar el testimonio de un acto iniciático, como lo es la aparición del primer libro de un poeta, pudiera estar en el ánimo de quien pretende derivar entre el bullicio grupal y el pertinente silencio, de quien fuga del miedo sin otro ánimo que no sea empujar y no darse golpes.

Aquel que prefiere hablar, no mentir, elije ser entre las sombras y hasta esas sombras llega el eco, la implícita eficacia de estas memorias que recoge sentado en el mismísimo umbral de la penumbra Leo Buquet, para dejarnos absortos, conmovidos, iluminados por el alegato frontal y concreto que le han dictado una multitud de voces, y que él ha recogido en Testamento de las sombras, cuaderno que ganara el Premio “Poesía de Primavera” en 2019 y que bajo el auspicio de la AHS llega hasta nuestras manos bajo el sello de Ediciones Ávila en este aciago año 2021.

Que haya sombras es un peligro. Que las sombras se congreguen y estén próximas, para insinuarnos su legado, sería terrible si no fuese porque lo hacen bajo la égida valiente de Leo Bouquet, quien ha captado sus voces y las ordena en ríos de palabras bien escogidas, sin recovecos pomposos ni imágenes absurdas, apegándose a dos modelos rítmicos que le permiten pasearse, y exhibir su talento, por diferentes variantes estróficas del soneto y la décima; haciendo de lo convencional algo diferente y único; pues único, y muy bueno, es un libro escrito desde fórmulas tradicionales para conquistar la atención de cualquier jurado en un premio de poesía, y se atreve a dialogar sin miedo con el ámbito cotidiano de sus pretendidos lectores.

Dividido en tres etapas: “Nosotros, las sombras”, “Siluetas personales” y “Eclipses de fondo”; este testamento funciona como un argumento de la realidad para burlarse de sí misma, siendo capaz al mismo tiempo de cuestionar su ocurrencia, el sentido de la vida, donde la conspiración y el hartazgo se unen para juzgar lo complaciente, y medir ese hálito de mediocridad que por más que intentamos quitarnos de encima acaba sitiándonos en todos los cuarteles donde pretendemos combatirla.

Así empezamos por descubrir que en una torre están confabulándose los necios allí dónde rondan, juntas siempre, la obscuridad y la luz, luchando cada una por establecer su dominio, por ganar almas, bocas idiotas, dioses terrenales; donde nuestra experiencia consiste en respirar poniendo un orden alfabético a la costumbre del dogma. En esta batalla, en este cerco se aglutina la duda que impregna cada momento del libro, donde Leo Bouquet nos provoca e inquieta, no solo dibujándonos contornos de esas sombras cuya trascendencia germina en el enunciado filosófico y florece en la cínica realidad, sino que también retrata con agudeza y precisión la esencia mediocre del individuo, publicando sus secretos, ventilando sus honores, como si fuesen partículas de sombras entre las sombras.

Esta reverberación satírica, punzante, se disfraza en un aparente delirio empático, salpicada con versos lapidarios que nos distancian del texto conectándonos con la propia intimidad, reflejándonos en las sombras o haciéndonos expresión visceral de ellas allí donde nos advierte de que mentimos por cumplir con el oficio… y mas adelante a la ignorancia nada se le escapa… como un anuncio de que todo es mentira, que la realidad de los titulares y pantallas no es la realidad.

Pero si en esa primera parte las sombras son un arquetipo múltiple, que nos definen como público y personaje coral a la vez, donde la cordura es otra inversión trágica… sin manual de indicaciones, en la segunda etapa del cuaderno Leo Buquet consigue definir los límites de cada sombra, las singulariza bajo el espectro de la noche hermanándolas con la muerte, haciéndolas personificaciones de ella al tiempo que juega con sus atributos cuando afirma el tiempo es el pecado de la muerte. Y quizás sea en estas siluetas más individualizadas donde la procacidad del verso sea más necesaria para disipar el tremebundo engranaje de la muerte jugando con esa máscara que es el tiempo, negando el arbitrio de la corrección (o la seudomoral) al momento de elegir las palabras, y hacerlo de frente, sin miedo como debe hacerlo la poesía de verdad cuando dice la verdad, y no se resiste a cerrar un poema con toda la grandeza y valor que requiere hacerlo con un verso tan exacto como este: el tiempo es otra puta indiferente.

El tiempo, la muerte, las sombras. Este es el camino por el que nos ha traído hasta aquí Leo Buquet, apuntalado en variaciones del soneto, conviviendo con el desafío de una tradición literaria universal que sostiene estructuralmente el discurso de las sombras, amoldándose a sus propios intereses estilísticos, mostrando un oficio y dominio de su contemporaneidad admirables, pero ¿qué hay al fondo? ¿Qué puede verse más allá, después de las sombras y la muerte, fuera del tiempo? ¿Quién es ese rostro cuya calavera se ha visto eclipsada en todo momento? ¿Dónde está Leo Buquet? ¿Cómo hallarlo entre las sombras cuyo testamento ha transcrito?

No hemos terminado de leer.

Testamento de las sombras cierra como Dios manda. Ha generado su propio apocalipsis: la revelación del augur, la confluencia de todos los esbozos creados en un rostro único que tiene el suficiente valor para mostrarse no mostrándose, para hundir su mirada en sí mismo, sin dejarnos verle, ofreciéndonos un paisaje que juega con tres niveles de entendimiento y creación, que nos invita a jugar bajo la máxima de no definirse, de no conocerse, por eso quizás insinúa, Leo Buquet, en uno de los textos de esa tercera parte: No soy yo, soy otra gente perdida en la desmemoria…

Qué buen recurso: el olvido cuando la verdad es transitoria y nos descubrimos en el mejor momento, ese en el que hacemos gala de nuestra ironía certera, concisa como un relámpago; que se sostiene en el ejercicio de la espinela, crudo y casi improvisado, pero recurrente de los mismos instrumentos que hacen de la poesía de Leo Buquet una exhibición total de su oficio depurado y consciente, un manejo notorio del verso como vehículo absoluto de la imagen donde el lector, una vez acabada su lectura no le queda más que preguntarse, ante tanto dolor propio y público, ¿Por qué es que respirar nos cuesta tanto?

Dejemos pues de agobiarnos y leamos esta poesía. Dejemos que nos secuestren las sombras. Dejemos que Leo Buquet nos lea y escriba. Dejemos que la poesía nos llegue de frente, luchando, sin miedo.

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