Paradigmas emancipatorios: la felicidad está en la lucha.

Fuente: Sitio web del Granma

La Revolución Cubana no se planteó sus conquistas asomada a las despensas. Todo cuanto nos distingue de las mezquindades del capital o de prácticas enfrentadas a él que –sin embargo– no lograron trascender sus formas y relaciones, creció con más calorías políticas que orgánicas.

La alfabetización, la Reforma Agraria y la defensa, el millar de leyes revolucionarias promulgadas entre 1959 y 1961 –promediando casi una diaria–, las nacionalizaciones, la reforma urbana, la nueva institucionalidad y el internacionalismo, el deporte masivo desmercantilizado, los planes educacionales, la sobrevivencia de los 90 y un largo etcétera, fueron todos hitos que las cubanas y cubanos sostuvimos alternando entre arroz y lentejas, queque, harina de maíz con huevo y boniato, fricandel, soya, pasta de oca, café mezclado, cerelac, y un etcétera más largo.

La Revolución fue tal porque avanzó «a pesar de» las despensas, y no «a partir de» ellas.

Con esa certidumbre sobre la mesa, aunque magros de carnes, un grupo de mujeres y hombres que pedaleaban en 1994 para hacer ciencia social decidieron ese año, el más duro de la década, que debían pensarse mejor las prácticas, los caminos…, pasar de la contracción brusca a la expansión del suelo social de las alternativas, hacer a estas últimas desafiar la «gravedad» neoliberal, el peso muerto de las propias resignaciones y fatalismos dentro del campo popular, responder a las escaseces con el no racionamiento de las ideas. Y como colofón de los sacrificios cotidianos, relanzar la utopía libertaria.

Fue así como proyectaron los Talleres Internacionales sobre Paradigmas Emancipatorios que cada dos años en La Habana, desde 1995, le calibran válvulas a la esperanza.

Desde el 22 de enero y hasta hoy, la XIII edición de Paradigmas… nos pone otra vez de frente los desafíos –y acumulados para responderlos– de la lucha anticapitalista, antipatriarcal, por la descolonización de la vida, la descontaminación de los sentidos, la apertura del tugurio a donde los capataces del orden mundial han confinado «lo posible»…

No sufre la convencionalidad de «un evento académico», no remeda el encuentro de un grupo de «autoayuda», ni replica lugares para la descongestión de una queja social. Paradigmas… es una escuela política donde aprendemos que los medios deben parecerse a los fines; que la liberación no lo es solo de enemigos externos sino también de enemigos íntimos, endémicos; que la diversidad no es un asunto de feria o un «valor agregado», sino una clave de las tareas emancipatorias necesitada de una identidad política que la organice y encabece para devenir fortaleza; que si el sistema de dominación es una hiedra, la oposición a él no puede ser espiga; que el capitalismo puede convertir perfectamente las alternativas en sus «reservas de la biósfera» si aquellas no se proponen conquistar para sí todo el espacio; que las revoluciones –o la derrota de ellas– no dependen de la fluctuación de precios en el mercado internacional; que el socialismo es la condición para plantearse el desarrollo y no el desarrollo condición para plantearse el socialismo, como expresó Fidel en 1969; que la conquista y sostenimiento en el tiempo de poderes populares es un requisito para cambiar a fondo el estado de cosas y que las metáforas solo llegarán a convertirse en testimonios mediante la acción consciente y organizada de los pueblos.

Ahora que los retrocesos y el revanchismo de derecha en América Latina nos recuerdan que la reacción oligárquico-burguesa no anda con miramientos, este foro pone sus enseñanzas al servicio de las concertaciones que debemos apurar para un pase a la ofensiva.

El pensamiento es crucial en la misión de guiar las prácticas, llegar primero que ellas al destino y desde allí llamarlas. Por eso Paradigmas… hace de los saberes un patrimonio colectivo, no cotos profesionales; los sale a buscar en la calle, el plantón, la barricada, la sala de casa en horario de telenovela… Porque solo siendo muchos triunfaremos.

Cuentan que cuando estos Talleres Internacionales comenzaron, un pan con guayaba y agua con azúcar prolongaban las voces de sus protagonistas.

Aquel año fundacional de 1995, el país anfitrión volvía a demostrar que era viable quebrar la lógica del egoísmo y del dinero como medidor de los alcances.

Veinticuatro años después persistimos en la batalla irrenunciable por salir del subdesarrollo, del «tentempié», pero gracias a Berta Cáceres, Hugo Chávez, Che Guevara, Fidel Castro y todos cuantos se han levantado por encima de sus circunstancias, sabemos que no es cierta aquella distorsión de la propuesta de Marx, según la cual «el hombre piensa como vive».

Es por pensar de un modo superior a como viven, a las carencias que enfrentan, o a su clase social de pertenencia, que las personas se vuelven capaces de no consentir la opresión –en  cualquiera de sus formas–, de rebelarse contra ella, modificar a su favor –mediante la lucha– los condicionamientos adversos y, al cabo, vencer.

Gracias entonces al Grupo América Latina: Filosofía Social y Axiología (Galfisa) del Instituto de Filosofía y al Centro Memorial Martin Luther King Jr. por los Paradigmas Emancipatorios que esta vez traen como temas fundamentales: Rebeldías Populares y Revolución en América Latina y el Caribe, y el aniversario  60 de la Revolución Cubana.

Gracias a los cientos de hermanos latinoamericanos y caribeños que vienen, por seguir empeñados en una liberación múltiple: hacia adentro y hacia afuera –un «adentro» que siempre nos rebasa y un «afuera» que siempre nos contiene–; hacia atrás y hacia delante –un «atrás» que nos explica y un delante que nos proyecta–; hacia arriba y hacia abajo –un «arriba» en que se toman decisiones y un «abajo» en que se cocinan sueños.

La mejor retribución es que logremos abolir todas las dominaciones y que mañana no sean necesarios los adverbios de lugar.

Como dijo Fernando Martínez Heredia en ese mismo espacio: «¿Parece demasiada ambición? Sí, naturalmente. Pero es lo único factible».

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