El sueño quebrado de la editorial Pablo

Escuché a una colega decir que hubiese preferido publicar su libro por la editorial a donde (supuestamente) pertenece según su profesión: la de la UPEC. De manera muy personal opino que resulta más prestigioso para ella que su investigación sobre Guillén y la crónica fuera premio Calendario de ensayo, y lanzada por la Casa Editora Abril. Pero es válido este reclamo, la crítica. Yo también había recalado en el asunto, y me recuerdo comentándolo en la redacción donde trabajaba. Puede que no seamos solo nosotras, y que más periodistas se pregunten por el funcionamiento, proyección o planes editoriales de la Pablo de la Torriente Brau.

Hasta dónde sé (y puntualizo que sí desconozco algo y estoy a punto de cometer un error, al menos en mis 6 años de graduada y labor en el 5 de septiembre jamás se me informó sobre lo que estoy a punto de comentar) esta editorial de la UPEC no ha sabido socializar su trabajo de la manera que debiera. A lo largo del tiempo, es cierto, ha publicado muchos materiales que sirven de libros de textos para la carrera en las distintas facultades del país; es verdad que se han hecho tiradas de otros cuadernos pertinentes y necesarios, allí están: El periodismo como misión, Pablo de la Torriente Brau. Pasión de contar, los libros de Julio García Luis o las crónicas de Luis Sexto.

Es cierto también que otros volúmenes certeros —desde mi punto de vista— no han sido publicados por la editorial de la UPEC, aunque debió suceder. Por solo citar algunos ejemplos tenemos a: Crónicas raras y otras redundancias (Editorial Ãcana, de Enrique Milanés León), Periodismo incómodo. La maldición del avestruz (Casa Editora Abril, compendio de comentarios publicados en Juventud Rebelde), Avisos de ocasión (Ediciones Unión, de Lisandro Otero), Yo tengo la historia (Ediciones Unión, de Ciro Bianchi), Gajos del oficio (Ediciones Mecenas, de Francisco G. Navarro) o Hiakus en la memoria (Ediciones Mecenas, de Julio Martínez Molina); suerte han tenido estos ejemplares y sus lectores que editoriales tan variadas apostaran por ellos.

No dudo que la Pablo de la Torriente camine por la misma cuerda floja que hoy mantiene en vilo a las editoriales y Centros del libro en el país, pero vale anotar que es el ICL (Instituto Cubano del Libro) quien reparte y parte los insumos para cada una de ellas (amén de las pocas gestiones que puedan hacerse de manera más personal). Entonces ¿por qué, en los casos anteriores, no se reajustaron estos materiales para que los libros mencionados pudieran publicarse bajo el sello de la editorial a la que en verdad pertenecen?; ¿por qué dejar sumir en tal falta de identidad y hasta repulsión (pues también deberían ellos indagar por qué algunos periodistas no desean publicar allí) a esta editorial de la UPEC?

Otra pregunta posible sería: ¿por qué no existen (si los hay, aclaro, no se comunica) planes editoriales que posibiliten a los interesados presentar sus proyectos para una posible aprobación? o, ¿por qué no laborar más de conjunto con los potenciales autores y los públicos a los que va dirigida esta editorial (anotando que casi coinciden ambas partes)?, ¿dónde está la promoción constante del trabajo que allí realizan?

En casi todos los medios de prensa de Cuba existen profesionales que a lo largo de su ejercicio han producido materiales dignos de recogerse en un libro. Acaso no se podría explotar más esa verdad, acaso no podría repensarse el trabajo interno, y hacia los lectores, de esta editorial para ganar todos. Me parece que sí. De esta forma mi colega pudiera encontrar un sitio en el lugar que desea para su libro. Eso debería ser motivo de orgullo para la Pablo de la Torriente.

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