música. literatura


Alcanza otra eternidad la trova santaclareña

Tararee. Cante. Afina su guitarra. Está por comenzar el concierto.

Disfrútelo. Emociónese. Conviva.

¿Quién puede decirnos que no sea la vida una canción…?

                                                                                Geovanny Manso 2011.

Vivir en Santa Clara, a tiempo de ser joven y con el alma abierta a la belleza, te hace susceptible a la trovadicción. Una afección que se adquiere en universidades, escuelas becadas, portales bañados de luz de luna o en los bancos del parque Vidal; pero que se adhiere a tu sistema inmunológico cualquier jueves pasadas las 11 de la noche en El Mejunje de Silverio.

Ese es el “jueves de la trova”, oficialmente bautizado en el “Centro Cultural” como “La Trovuntivitis”. Pero ya no es el único espacio institucionalizado para disfrutar y compartir “tragos y trova”; sino que la propia casa de la Asociación Hermanos Saíz ofrece en tiempos de normalidad (ahora online) “La Hora de la Mameyes”, con el talento del grupo de trovadores jóvenes “La Caña Santa.”

Así, la Trovuntivitis y La Caña Santa son los dos proyectos representativos de la canción de autor en la ciudad (no los únicos, la ciudad cuenta con otros jóvenes cantautores que no integran estos proyectos). Hasta el momento la producción musical de sus integrantes ha devenido especial arsenal de letras y acordes inteligentes que jóvenes y amantes del género tarareaban y se trasmitían de memoria, vivos en la preferencia de su público y en el ambiente cultural de la ciudad.

Sin embargo, la editorial Sed de Belleza nos regala este año un nuevo acercamiento a esa poética colectiva. Acompasada en acordes de guitarra, pero ahora también rubricada en papel, para que podamos manosear cada letra; y regodearnos en el lirismo de cada verso. Y es porque en estos tiempos de confinamiento el sello de la AHS en Villa Clara saca a la luz “La Otra Eternidad”, un cancionero que resguarda para la posteridad temas inolvidables, representativos ya de la novísima trova gestada en el centro de Cuba.

La edición y diagramación de este Cancionero de la Trova Santaclareña corrió a cargo del narrador Alejandro Hernández, Licenciado en Pedagogía por la “UCLV” y actual director de Sed de Belleza; quien nos propone un viaje por la obra de unos 23 cantautores ordenados según su fecha de nacimiento, desde los consagrados de La Trovuntivitis hasta la joven vanguardia artística que integra actualmente el proyecto La Caña Santa. Para concluir con el dúo Círculo de Tiza, porque, aunque son fundadores de La Caña Santa, ellos defienden una línea de interpretación sui géneris que “supone la ejecución de géneros propios del panorama musical de Estados Unidos y Canadá (…) aunque con reminiscencias de la influencia que aportó el movimiento de la Nueva Trova en Cuba.”

Dicho orden cronológico no es ingenuo ni gratuito en ningún sentido, sino que permite al lector avanzar en el gran relato que puede ser la comunión de dos generaciones de cantautores, los momentos de continuidad y de fractura que ha experimentado la forma de hacer canciones que tuvo su primer momento cumbre con el Trío Enserie (Levis Aleaga, Rolando Berrío y Raúl Cabrera); y que ha venido enriqueciéndose con nombres ya inscritos en el pentagrama nacional como Leonardo García, Diego Gutiérrez, Alain Garrido, Yaíma Orozco, entre otros. Hasta adentrarnos en las apasionantes propuestas de Yeny Turiño, la más joven de los cantautores reunidos en este libro.

foto tomada de cubadebate

Cada uno de ellos aparecen identificados por una breve reseña que antecede a las letras de sus canciones, así como por la caricatura hecha a lápiz de Stephanie Rivero Toledo, recién egresada de la Academia Provincial de las Artes de Villa Clara. 

Para la selección de las piezas el compilador confiesa que tuvo en cuenta “ciertos temas imprescindibles por la popularidad y reconocimiento que han alcanzado en quienes escuchan esta música inteligente, y también otros que portan una belleza poética y una factura artística asombrosa.” Así encontramos temas ya clásicos (incluso entre adolescentes) junto a otros que no por ser poco difundidos son menores, todo lo contrario, ensanchan nuestros sentidos hacia el verdadero gozo estético.

“… porque ya eres tarde de agua

eres estruendo, aire, lágrimas y recordarte

parece un aguacero.”

Allí, en La Otra Eternidad, nos aguardan Parece un Aguacero, de Levis; Olor de Roly; La Casa, esa canción de Raúl Marchena que describe a El Mejunje; Los Giros, compuesta por Yúnior Navarrete; la belleza exquisita que nos regala Leonardo en su “Mi primer bolero”; “El Son de Eliodoro” con que nos despabila Yordan Romero, y más.

La moringa es según Bartolo…

Como la sangre del toro.

La moringa es según la ciencia…

Es salud pa´la consciencia.

La moringa es aquí en Cuba…

Para la enfermedad la cura…

Releemos “La Moringa” que tanto nos hace reír una vez que Yatsel Rodríguez sostiene el micrófono; el vigoroso “Tocadiscos” de Yeni; entre tantas melodías populares. Pero también redescubrimos la savia negra (afro) de Yuri Giralt; la ternura con que Amaury Muro aborda géneros tradicionales; la fuerza autoral de Leodanys Castellón desborda imágenes como “le faltan velas al alma”; y las letras cargadas de contenido social que defiende Círculo de Tiza.

Todo esto lo describe el prologuista, Yordan Romero, al afirmar que:

“Estas canciones recorren disímiles géneros musicales, incluso foráneos, y muestran diversidad en cuanto a forma poética, estilo e influencias. Constituyen un ejemplo genuino de la mejor canción cubana contemporánea, que, por supuesto, no se agota en estos textos ni en estos compositores.” 

Ante lo cual vale regodearse en los versos de Alain que dan título a la presente compilación: ¿Y qué más se necesita para escuchar/ leve el zumbido de un ciclón/ avecinando otra eternidad/?

Antecede a La Otra Eternidad: Cancionero de la Trova Santaclareña, el libro de ensayo La Vena del Centro: Trova Santaclareña, escrito por Alexis Castañeda Pérez de Alejo, también publicado por Sed de Belleza en 2010. Este último parte de las primeras descargas que se realizaron en Santa Clara en los años 40, pasando por la trova tradicional, la nueva trova y aterriza finalmente en La Trovuntivitis. Si bien Castañeda nos devela en su estudio la Santa Clara bohemia destinada a una guitarra y un acorde poético en sus madrugadas, Yordan Romero dota a este cancionero de un prólogo que parece continuar la historia hasta el presente.

Nos preguntamos entonces: ¿qué novedades nos traerá la Editorial en los próximos diez años, si en esta última década tanto ha crecido el movimiento trovadoresco en Villa Clara? Queda la puerta abierta para los ensayistas. Por lo pronto, este cancionero de la trova santaclareña probablemente exigirá nuevas reediciones a Sed de Belleza, una vez que la vida retome su curso, aquí en el centro de la Isla; y los trovadictos oriundos y adoptivos le tomen el pulso a la ciudad.