Lourdes Guerra


La fotografía como aliciente de vida

(Entrevista a Lourdes Guerra Mesa)

Cierto es que el artista posee una sensibilidad inherente a su personalidad que le lleva a escoger determinados caminos por los cuales expresarse desde el arte. Lourdes Guerra (La Habana, 1956), precisamente con esa sensibilidad y alma de artista, incursionó con pie certero –o, mejor dicho, con ojo certero– en el universo de la fotografía con una capacidad para concebir imágenes que remueven los sentimientos.

Su producción no es fortuita. Ella lleva a cabo un proceso de realización a conciencia, meticulosamente pensado y enfocado para establecer un diálogo con el receptor. No intenta imponer un criterio, sino persuadir a partir de la sutileza y dulzura que emanan de sus piezas, para apreciar en nuestro contexto, en nuestra cultura, en nuestro devenir flashazos que recogen lo viejo y lo nuevo, lo tradicional y lo moderno, la quietud y el movimiento, la belleza en aquellas zonas destruidas u olvidadas.

He aquí los testimonios de una carrera en ascenso, que procura un desarrollo y alcance exquisitos dentro del panorama de la fotografía cubana. Sigamos de cerca los criterios y las imágenes que emanan de esta artista del lente.

La Quinta, 2016. De la serie Yo tengo un sueño, 60×80 cm.

Coméntame un poco cómo y cuándo comenzaste en la fotografía.

Creo que ya sea un arte, un oficio, una profesión, incluso hasta un hobby, todos tenemos un denominador común y es el hecho de habernos valido de personas cercanas que nos han ayudado a dar los primeros pasos. En casa siempre hubo cámara fotográfica –una Kodak– que mi padre utilizaba para dejar constancia de eventos familiares. Con el transcurso del tiempo, vinieron otras como la Vilia, una Smena, una Praktica y allá por los 90´s llegó a mi mano una Ricoh que para mí constituyó un puente entre la época analógica y la era digital dadas las prestaciones que esta cámara tenía y con la cual pude documentar viajes de trabajo que hice a Alemania y Namibia en esa misma época.

Definitivamente, fue mi madre quien determinó esa inclinación dado su gusto por repasar con cierta regularidad todas las fotos de la familia y las artes en general. Ahí comenzó el hechizo, aun sin tener conocimientos de fotografía. No puedo dejar de mencionar a un querido amigo y gran fotógrafo cubano, Leonel Fernández Delgado, quien también contribuyó mucho a mi formación académica al tenderme su mano de forma desinteresada e incondicional. 

Entrega, 2019. De la serie Poesía del Sujeto, 30×40 cm.

Por lo que explicas, podemos decir que eres una fotógrafa de vocación autodidacta, pero quisiera que me comentaras brevemente cuáles han sido tus experiencias desde un aprendizaje académico. ¿Cómo ello ha influido en tu carrera como artista?

Luego de mis primeros pasos de la mano de Leo, como te decía, llegaron Tomás Inda, Rogelio Durán, Márgel Sánchez, todos de la Escuela de Fotografía Creativa de La Habana (EFCH); Rufino del Valle, el Dr. Ramón Cabrales, ambos de la Academia de Arte y Fotografía (hoy Casa del fotógrafo); El Chino Arcos con su magnífico Taller de la UNEAC; y, Grethell Morell, una extraordinaria mujer, curadora, historiadora del arte y Premio Nacional de Crítica, quien definitivamente vino a marcar la diferencia entre un antes y un después en la búsqueda por la distinción de ese rasgo que identifica tu trabajo y los detalles que resultan invisibles a otros ojos. 

Isadora, 2015. De la serie XXX Retazos, 60×50 cm.

Tienes una exquisita producción fotográfica donde has abordado la danza con un halo preciosista y elegante, y una delicadeza visual y técnica en el trabajo con las luces, los movimientos, las puestas en escena, los bailarines, que han sido para ti motivos de lauros –de lo cual hablaremos más adelante–. Este halo poético también siento que emerge en otras de tus series, por ejemplo, en Travesías de Madrid a La Habana, Poesía del sujeto o Con La Habana a cuestas. ¿Cómo entablas esa relación entre tus fotos y lo poético?

Como bien expresara Eusebio Leal, hay que conocer de dónde venimos para saber a dónde vamos. Tanto la educación que me dieron mis padres, como la formación que tuve de ballet, y mi trabajo como traductora, hicieron que me convirtiera en la persona que soy hoy. 

Somos uno solo, 2021. De la serie Interiores (serie en proceso), 30×40 cm.

En mi casa siempre se ha escuchado música clásica; mi padre fue abogado, mi hermano médico, mi esposo economista: todos apasionados de la literatura con una sed casi desmedida por la lectura; por eso hoy día cuando entro en una casa y no veo un libro se me enfría el alma. También mi desempeño como traductora/intérprete en un centro de investigaciones políticas me dio la oportunidad de trabajar con intelectuales, académicos, diplomáticos y, con todos, se abrieron en mí nuevos horizontes. Con ello quiero decir que estos múltiples lenguajes aprehendidos a lo largo de la vida me han permitido crear el mío propio y como consecuencia navegar en aguas mansas para buscar y hallar lo poético a través del lente, pero sobre todo con perseverancia, que la creo mucho más importante que el talento.

De igual modo, eres una artista que trabaja la cuestión social, antropológica y sociológica en tus fotografías, con ese marcado acento poético, lírico que le otorgas a tus imágenes, como ya estuvimos dialogando. En ese sentido, ¿cómo decides escenas y encuadres? ¿Hay una concepción previa, un análisis consciente antes de disparar el obturador?

Para llegar a ello es indispensable primero mucho estudio, ver muchas imágenes, buena filmografía, mucha práctica y lecturas tanto de literatura en general como aquellas, casi obligadas, relacionadas específicamente con la fotografía, digamos Historia de la fotografía, Estética fotográfica, El instante decisivo, La cámara lúcida y muchos otros títulos. Una vez que logras interiorizar toda esta información teórica además de conocer tu cámara para explotarla al máximo, el ojo ya entrenado te permite componer y por tanto decidir los elementos que conformarán la escena teniendo en cuenta para ello iluminación, color, textura, etc. 

En mi caso, como tiendo mucho al detalle, a la simplicidad y a los encuadres cerrados, efectivamente hay un análisis previo, consciente: me valgo de la teoría del in y el out para destacar el centro de interés y dejar fuera el resto de la historia con el objetivo de que sea el espectador quien la complete. Dentro de la escena, también me ayudan aquellos elementos que representen figuras geométricas sobre todo las líneas: tengo un amigo que acostumbra decir que soy euclidiana.

Quien observa tu trabajo en conjunto puede apreciar que hay, en tu modus operandi, una inclinación especial por las luces y sombras, por reflejar un tratamiento minucioso y delicado con las zonas iluminadas o ensombrecidas, lo cual en muchos casos es el toque fundamental de la escena. ¿Cómo ha sido tu trayectoria y crecimiento en este sentido?

Creo que el manejo de las zonas de sombras y luces es algo que lo tengo incorporado desde la infancia teniendo en cuenta mi formación. Mi madre, aunque indocta, tuvo la suficiente inteligencia natural para inculcarme su ascendencia artística: José Vilalta y Saavedra, importante escultor del siglo XIX y principios del XX con una vasta obra tanto en Cuba como en Italia, país donde tuvo su propio taller, y donde lamentablemente falleció olvidado y en la más absoluta pobreza. Además, sembró en mí lo que acostumbro a llamar “un pensamiento semilla” que se traduce en la búsqueda continua de las luces y las sombras: fíjate siempre en las luces y las sombras, me decía incesantemente. Hoy por hoy, constituye mi leitmotiv y esto me permite captar escenas con sensaciones tensas, misteriosas, melancólicas, según el espacio que se presente ante mí o el mensaje que quiera transmitir con la imagen. 

Amanecer, 2016. De la serie Con La Habana a cuestas, 60×80 cm.

El fotógrafo español Fernando Guerra expresó en una entrevista: El simple hecho de que la luz cambie hace que la fotografía también cambie. Lo que era banal hace media hora, se convierte en la fotografía.

¿Cuáles artistas, sobre todo del lente, ya sean cubanos o extranjeros, consideras que son referentes de cabecera para ti y tu trabajo?

A medida que uno transita este largo camino creo que los referentes van cambiando teniendo en cuenta los trabajos realizados y la madurez alcanzada. Cuando me preguntan por los referentes siempre viene a mi mente la idea de un río que, en la medida que avanza su cauce, va nutriéndose de diversos afluentes que enriquecen su caudal. Por tanto, trasplantando esto al plano fotográfico, digamos que los referentes han tributado al desarrollo y madurez de todo el trabajo.

En mi caso particular, como creo nos pasa a todos, han sido varios: en un principio me identifiqué con la obra de Rosemarie Klausen, fotógrafa alemana especializada en teatro; Josef Koudelka, fotógrafo checo quien en sus inicios también desarrolló este género y Sonia Almaguer, gran amiga y fotógrafa cubana con una vasta obra dedicada a este género.

En el caso de la arquitectura, pues los clásicos Alfred Stieglitz y su discípulo Paul Strand, además de José Grandal y Lissette Solórzano. Si hablamos de danza no puedo dejar de mencionar a Robert Doisneau, André Kertesz, Alexey Brodovitch, Leysis Quesada y Jorge García Alonso.

Actualmente, mencionaría a Torben Eskerod, fotógrafo danés con un exquisito trabajo de interiores; Italo Zannier, considerado el padre de la fotografía moderna italiana; Todd Hido, quien destaca por el trabajo de la luz y la limpieza del color; la danesa Trine Sondegaard; Inge Morath, maestra del blanco y negro, llamada “la fotógrafa de la calma”; Marc Riboud, francés, de encuadres muy concentrados en la relación de los lados; Chauncey Hare, maestro en dividir las escenas y aprovechar ventanas y toda puerta abierta; Diana Markosian y Vanessa Pallotta quienes también van por esta línea y la Pallota en particular lleva los elementos al borde del encuadre; la alemana Cándida Hofer y sus ambientes laborales que van desde la opulencia hasta lo minimalista; y por supuesto, Sabine Weiss, suiza naturalizada francesa, aun en activo, considerada la fotógrafa de la luz y la ternura, enmarcada dentro de la corriente de la fotografía humanista. Hay muchos otros, pero la lista se haría interminable… y espero que muchos referentes más lleguen y continúen enriqueciendo mi caudal. 

Haciéndose a la mar, 2016. De la serie Con La Habana a cuestas, 60×80 cm. Esta obra fue premiada en la VI edición del concurso “Lente Artístico”, en diciembre de 2020.

En tu carrera artística has sido merecedora de varios premios y reconocimientos. Coméntame sobre algunos de estos lauros, en el marco de cuáles eventos han sido entregados y qué han significado para ti dichos reconocimientos.

Efectivamente, han sido varios, y estoy muy agradecida por cada uno de ellos. El premio más reciente, fue el pasado mes de diciembre (2020), durante la VI edición del concurso “Lente Artístico”, evento que organizó la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos del Centro de Patrimonio Cultural de La Habana, así como la mención especial que en este mismo concurso me otorgó el Consejo Asesor para el Desarrollo de la Escultura Monumentaria y Ambiental (CODEMA).

Indiscreción, 2015. De la serie Con La Habana a cuestas, 50×70 cm. Obra que recibió mención en la VI edición del concurso “Lente Artístico”, en diciembre de 2020, otorgada por CODEMA.

 

Anteriormente, en 2017, me premiaron en el Salón “Ciudad sin Límite”, concurso que se celebra anualmente dentro de las conmemoraciones por el aniversario de la Villa de San Cristóbal de La Habana.

En 2016 obtuve otros dos: el Premio “La Academia”, por toda la obra realizada, otorgado por la Academia de Arte y Fotografía Cabrales del Valle y el premio entregado en el I Salón de Mujeres Fotógrafas “Tina Modotti”, auspiciado por la Galería Angelus.

También he recibido a lo largo de todos estos años varias menciones y reconocimientos entre los cuales se incluyen varios organizados por grupos de fotografía que circulan en las redes sociales con sede en India, Estados Unidos y España dadas las nuevas condiciones impuestas por la Covid-19.

Por naturaleza soy una persona discreta, que intenta mantener un perfil bajo sin ánimos de sobresalir ni ser el centro de atención. Muchos han llegado a pensar que es arrogancia cuando en el fondo no saben que soy profundamente tímida. No persigo concursos ni premios, mucho menos trabajar en función de estos últimos. No obstante, cada vez que recibo alguno o me veo “colgada” en una pared –que éste es siempre mi fin– es la prueba de que las horas de desvelo, el esfuerzo y la dedicación han valido la pena y como consecuencia el compromiso con mi trabajo y el respeto por el espectador es cada vez mayor. 

Ya no somos los mismos, 2021. De la serie Saba, 30×45 cm.

Como sabemos, la COVID-19 ha impuesto nuevas dinámicas de vida y de realización profesional; nos ha llevado a replantear cuestiones que van desde lo íntimo, lo familiar, lo social, y ello ha influido, de manera cardinal, en nuestros modos de ver y enfrentar la vida. Háblame sobre tu experiencia a raíz de esta circunstancia: proyectos, reformulaciones en el trabajo fotográfico, superación, etc…

Innegables son las difíciles circunstancias que ha impuesto la Covid-19, tanto en Cuba como en el resto del mundo, en todas las esferas de la vida, y mi trabajo fotográfico por supuesto también se vio ralentizado provocando incluso un largo momento de impasse.

Primero que todo, porque me aterré al pasar de una vida dinámicamente normal a la interpretación de un protagónico de ciencia ficción. Con el paso del tiempo y resignándome a esta “nueva dinámica”, en lo personal pienso que ha resultado positivo: he aminorado la marcha, pues soy una persona que siempre ha estado al límite, y la actual situación me ha permitido un mayor tiempo para estudio, lecturas pausadas e incluso, como bien dices, reformular el trabajo fotográfico, orientarlo hacia otra línea que desde el mes de febrero desarrollo y me desvela –como la serie de los interiores–, permitiéndome llevar adelante tres trabajos al unísono que de alguna manera se relacionan: Saba, una historia de vida compartida entre memoria y recuerdos de una mujer extraordinaria cuyo universo íntimo me permitió penetrar y en el que me vi atrapada entre sus luces y sus sombras; Interiores, donde reflejo ambientes y objetos habaneros desde lo más general hasta lo mínimal; y, El ojo en vigilia, una serie donde la presencia humana directa, sin rostro, me permite descubrir sujetos en situaciones muy privadas pero confiados y cómplices ante la cámara. Estas dos últimas aún en proceso, así que no adelanto nada más.

Henri Cartier-Bresson afirmó “fotografiar es como gritar, pero no para dar uno pruebas de su originalidad, es una forma de vivir”. ¿De qué manera y hasta qué punto vives y te involucras en tus trabajos fotográficos?

Como te comentaba anteriormente, soy una persona que siempre ha estado al límite desde temprana edad pues el ballet es una disciplina muy fuerte, de mucha entrega, sacrificio, incluso restricciones y eso, como quiera que sea, te va forjando. Todo ello hoy lo veo reflejado en mis trabajos; una vez que decido llevar adelante un proyecto es porque ya desde el momento inicial me siento involucrada y que va desde el primer encuentro con mi retratado o su espacio hasta el día en que veo las piezas colocadas, listas para la inauguración. Realmente, la fotografía es una forma de vivir y de sentir, de mirar con sensibilidad y en busca de nuevos caminos. Es un aliciente para mí en todo momento.

 

Leyenda de obras:

  1. La Quinta, 2016. De la serie Yo tengo un sueño, 60×80 cm
  2. Entrega, 2019. De la serie Poesía del Sujeto, 30×40 cm
  3. Isadora, 2015. De la serie XXX Retazos, 60×50 cm
  4. Somos uno solo, 2021. De la serie Interiores (serie en proceso), 30×40 cm
  5. Amanecer, 2016. De la serie Con La Habana a cuestas, 60×80 cm
  6. Haciéndose a la mar, 2016. De la serie Con La Habana a cuestas, 60×80 cm. Esta obra fue premiada en la VI edición del concurso “Lente Artístico”, en diciembre de 2020
  7. Indiscreción, 2015. De la serie Con La Habana a cuestas, 50×70 cm. Obra que recibió mención en la VI edición del concurso “Lente Artístico”, en diciembre de 2020, otorgada por CODEMA
  8. Ya no somos los mismos, 2021. De la serie Saba, 30×45 cm