Razones para una avalancha de jóvenes jazzistas

Cómo es posible, se preguntan muchos, que en un pequeño país, en el que no se enseña nada de jazz en las academias de música, surjan, indetenibles, hornadas y hornadas de talentosos intérpretes del más libre de los géneros musicales. La respuesta se podría empezar a buscar en la idea misma del jazz, en la libertad que implica su ejecución, en la mezcla de improvisación y rigurosidad que lo define y que es esencial al desarrollo de la música cubana.

Para entender la avalancha de jóvenes jazzistas cubanos hay que reconocer de entrada la riquísima tradición que nuestro país tiene en dicha manifestación artística, y que se remonta a las bandas llegadas a finales del siglo XIX a New Orleans, las que desparramaron ritmos y melodías novedosas en la cuna del jazz; proceso que se consolida con los intercambios entre músicos cubanos y norteamericanos a partir de la década del 40, con Chano Pozo y Dizzy Gillespie como el caso más icónico, aunque no el único.

Otro de los pilares de la potente escena joven es la existencia de una red de escuelas de enseñanza artística a todos los niveles que, si bien -y es una verdadera pena- no instruye explícitamente a sus estudiantes en dicho género, les aporta en cambio una rigurosa y esmerada preparación musical que, unida a la habitual interacción con grupos de música popular bailable, convierte a los jóvenes músicos en unos jazzistas natos.

Importante también es destacar espacios como el Festival Jazz Plaza (surgido en 1980) y el concurso Jojazz (que data de 1998 y está dedicado exclusivamente a intérpretes y compositores menores de 30 años), que han sido tribunas de reconocimiento y legitimación de destacados jazzistas de las últimas generaciones. Las primeras noticias para el público de algunos artistas ya consagrados como Harold López-Nussa, David Virelles, Yasek Manzano y Gastón Joya muchas veces vinieron de la mano de una presentación en alguno de estos eventos, que han sido a su vez acicate y entrenamiento de los jóvenes.

En ese mismo sentido, programas televisivos como Cuerda Viva y Lucas, junto al especializado A puro jazz, han sido plataformas de difusión del género, al tener premiaciones dedicadas exclusivamente a este. De igual manera el uso de temas jazzísticos en las presentaciones y despedidas de programas musicales o como música de fondo, ha permitido que un público no seguidor se familiarice con algunas piezas. No obstante, se sigue extrañando una mayor profusión de festivales especializados y presencia en los medios masivos.

Para hablar de una verdadera escena jazzística, es necesario repasar los espacios en los que estos músicos interactúan con el público, y justo ahí encontramos las principales carencias de este panorama. Han habido -hay- experiencias puntuales de peñas y otros espacios regulares dedicados al jazz, pero ninguna ha logrado sostenerse en el tiempo.

Con excepción del teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, devenido escenario de debut de numerosas agrupaciones de jazz; y las tardes de sábado en el club La zorra y el cuervo, iniciativa que recoge Radio Taíno con su programa A buena hora y es un verdadero oasis; son casi nulos los lugares en los que un interesado puede vivir la experiencia de ver tocar a los jóvenes jazzistas en vivo (quiero decir, sin tener que dejar la mitad -o incluso la totalidad- del salario en la entrada).

El jazz, su razón de ser, es ese momento vivo en el que un músico sobre el escenario deja correr sus manos por el instrumento, mientras uno o varios espectadores atentos, alaban o maldicen al intérprete. Estamos muy faltos de eso. Y esa prolongada ausencia de diálogo entre los músicos y los escuchas, quién sabe qué consecuencias tendrá -si es que ya no las tiene- para el desarrollo de un género musical que nació marcado por dicha interacción.

Tal vez defraude al editor y a los lectores que, quizá, esperaban un recuento de nombres notables de jóvenes jazzistas cubanos (algo que, por demás intenté en otra parte), pero me pareció más oportuno esbozar estas reflexiones de melómano interesado. Como lego que soy, quisiera escuchar lo que los investigadores tienen que decir sobre estas mismas cuestiones.

Pese alas críticas y los desafíos que enfrenta esta escena, lo cierto es que de la cantera del jazz en Cuba siguen brotando talentos como si fueran flores. Hay esperanza. Aunque sigamos bajo la sombra de los Chucho Valdés y los Paquito D’Rivera, hay unos cuantos jóvenes calentando el banquillo, listos para hacer historia cuando les llegue la hora.

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  • lamento no haber leido antes este material, excelente aproximación a un tema apasionante para los que seguimos este asunto. Lo utilizaré en el sitio que conduzco (www.dcubajazz.cult.cu) con la ligera correción de que el programa televisivo se llama A TODO JAZZ, en cuya fundación participé. De paso invito a todos los autores sobre la materia a que lo visiten contribuyan directamnte con copias de sus interesantes notas. afectos. jds

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