Paquito de Cuba o réquiem por la inclusión

Quien lo conoce, sabe que Paquito –el de Cuba– se presenta solo. Y en mi opinión, esa es una de las mejores cualidades que puede tener una persona: ser lo que es; llamar las cosas por su nombre; atreverse a vestir su identidad, valores e ideas, fuera del clóset patriarcal.

Tomar partido, definir una postura, tener criterio autóctono, debiera constituir el punto de partida para el entendimiento y el diálogo, pero no siempre es así y Francisco Rodríguez Cruz (Paquito para su bitácora y seres cercanos) a diario practica el deporte de alto riesgo que supone dar su opinión en el ciberespacio.

Quienes le rodean coinciden en este mérito de ser él mismo. La directora del Cenesex, la Dra. C Mariela Castro Espín, lo ha dicho en múltiples espacios y en el propio prólogo del libro Paquito de Cuba: una década de ciberactivismo: “Paquito es un revolucionario de la comunicación en los tramposos laberintos del ciberespacio, por eso me gusta tanto trabajar con él, aunque a veces me ponga en dificultades con sus criterios”.

La directora Mariela considera que se trata de una modesta contribución a lo que el propio autor denomina como “la nueva institucionalidad de un periodista socialista”. Resalta su osadía, su sentido de responsabilidad y compromiso, con el que “a veces de manera desesperada alerta, cuestiona, sugiere, aporta soluciones y también enfrenta consecuencias”.  

Quizás, tras 10 años de azares blogueros que han hecho camino al navegar, hay quien le llame escritor, pero –por si las dudas–, aclara: “martiano y periodista”.

Los 89 post compilados en este libro, de 399 entradas, tienen la impronta del ahora, de la emoción del momento, de lo vivencial y anecdótico, de lo real y maravillosa que es la causa por los derechos sexuales en la Isla.

A lo carpentiano, el periodista “trabaja en caliente, trabaja sobre la materia activa y cotidiana”, a diferencia del novelista que “la contempla en la distancia con la necesaria perspectiva, como un acontecer cumplido y terminado”.

Empezó con un potencial lector: su hijo Javier, una reducción del tiempo de vida útil del café de la bodega y 80 horas límites de conexión a Internet. Quizás, en el inicio de esa aventura digital ni él mismo imaginaba que crecería tanto su ciber-club de fans (algunos no muy amigables, pero fanáticos a injuriarlo), ni que los caminos se le abrirían en la editorial del Centro Martin Luther King. Mucho menos pensó que publicaría su título justo cuando Cuba está discutiendo el nuevo Código de las Familias.

La tesis de Carpentier se cumple a la perfección en su obra Paquito de Cuba: una década de ciberactivismo: “El periodista es en sí una forma de historiador… es el cronista de su tiempo… el novelista del futuro”.

El futuro mejor ha llegado para las personas LGTBIQ+ en nuestro país y se definirá en las urnas. Este texto pretende educar, empatizar, espolear en torno a los derechos sexuales, también humanos. Apuesta por la vindicación de Cuba, como lo hizo Martí ante aquel ultraje histórico del periódico The Evening Post de Nueva York, el 25 de marzo de 1889, donde se tildaba a los cubanos de “afeminados, perezosos, inútiles verbosos, enemigos del trabajo recio, falta de fuerza viril y de respeto propio”; prejuicios coloniales reproducidos hasta los días de hoy.  

Se reconoce como comunista y gay, lo cual no es contradictorio: son dos posiciones anti-hegemónicas, divergentes con el orden imperante, una refutación al poder del capitalismo/patriarcado; dos concepciones de un ser humano nuevo, actor y constructor de una sociedad más justa y equitativa.     

Sobreviviente del estigma y la discriminación, virus muchas veces más agresivos y mortales que el Sida.

Padre en todas las circunstancias y momentos, pareja de quien vacunó el amor del rechazo seronegativo.

Opinático y beligerante ante la ofensa, el prejuicio y el estereotipo fiscalizador, también frente a la chapucería institucional, los reojos de la prensa y las etiquetas asalariadas que llegan en olas ciberacosadoras del Norte a su tranquila orilla de esta Isla global.

Optimista y entusiasta, humorista natural, con buena cara a los tiempos casi siempre adversos para las poblaciones LGTBIQ+.

Cada uno de los seis capítulos –cuidadosamente compilados por Gretel Rafuls Trujillo– va destilando esa cubanía libre y plena, con sus códigos y coloquialismos, que han oxigenado la diversidad en la blogosfera, desde el enfoque de derechos sexuales, pero también desde el punto de vista formal e idiomático, con claros rasgos identitarios.

En las 315 páginas de este libro podrá conocer e identificarse con la historia ciberactivista del autor, pero también de esa Cuba no heteronormativa, sus luchas y tensiones con los rezagos capitalistas que se cuelan en los intersticios mentales y sociales en forma de exclusión.

Desde los títulos, la crítica movilizadora construye: “Escamotean voluntad del Parlamento en nueva Ley laboral” (18 de junio, 2014), “Presidencia del Paramento responde pero no satisface o Mariela Castro estaba clara de votar en contra (21 de julio, 2014)”, “ ‘Prohibido’ ser homofóbico para los militantes comunistas en Cuba” (17 de julio,2013), “La eterna lucha contra la homofobia o la reforma del Código Penal (1ro de junio, 2015)”, “Carta abierta a Raúl Castro o Aplazar hasta julio el VII Congreso del Partido (28 de marzo, 2016)”, “El matrimonio entre dos personas o La nueva revolución del ´68” (21 de julio, 2018), entre muchos otros.

Un libro divertido, empático y a la vez persuasivo, crítico, analítico, didáctico, de trasfondo científico, un reclamo ciudadano vivo, donde lo íntimo es político, al desnudar las problemáticas más acuciantes de las personas con sexualidades no hegemónicas en la nación cubana, como la desacertada omisión del principio de no discriminación por identidad de género  en la Ley del Código del Trabajo en 2013 (Artículo 2, inciso b), la desprotección penal de las múltiples violencias que sufren los colectivos LGTBIQ+ o la imposibilidad de formar una familia mediante el matrimonio para personas del mismo sexo.

Igualmente, este blog es testigo de los progresos en la política cubana de inclusión, como el Objetivo No. 57 de la Primera Conferencia Nacional del Partido en 2012 tras su VI Congreso y la Constitución de la República de Cuba de 2019.  

Paquito aconseja, propone, alerta a activistas, decisores y pueblo en general: “Es previsible también que en ese camino hacia la concreción de tales garantías constitucionales habrá polémicas, conflictos, y disensos, incluyendo encontronazos y rebeldías, cuestionamientos e injusticias; avances, estancamientos y retrocesos, todo lo cual no nos debe desalentar ni amilanar, o disuadirnos de asumir los riesgos que sean necesarios.

“Será imprescindible desplegar, pues, toda nuestra inteligencia y responsabilidad, habilidades y capacidad de negociación, madurez y valentía políticas, para que podamos conseguir que esta maravillosa y avanzada crisálida constitucional despliegue sus alas de mariposa multicolor en leyes específicas que reglamenten y garanticen de un modo efectivo nuestros derechos como personas LGTBIQ+”.

Lo privado se vuelve público en su cibermilitancia, para sacar del ostracismo periodístico esas otras sexualidades, esa otra ciudadanía que cree en la esencia emancipadora de un proyecto, del cual también forma parte.

Esperamos y también contribuya a refrendar la inclusión, la igualdad y el respeto a la diferencia. Un ser humano “solo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse”, diría Gabriel García Márquez, una de esas plumas cómplices que, como Paquito, cree que el periodismo es el “mejor oficio del mundo”.   

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