Procesos creativos
Iván Fernández Real: «Todo gira en torno a la creación»
Si algo maravilloso tiene la entrega anual de Becas y Premios de la AHS es la posibilidad de escuchar nuevos nombres y fijar los rostros de aquellos jóvenes que comienzan a marcar una pauta en nuestro mundo cultural. Fue precisamente en la ceremonia de diciembre de 2020 cuando conocí a Iván Fernández Real y su obra, merecedora de la más reciente Beca Conmutaciones. Así, una vez más, las redes sociales me sirvieron para rastrear al joven artista y proponerle este diálogo y estas preguntas.
—¿Crees que el arte tiene un poder transformador de la conciencia y la espiritualidad humanas?
—Me gustaría creer eso. Al menos, el arte puede intentarlo. El hecho de lograr una transformación implica una apropiación, aceptación o al menos una reacción, un dejarse llevar del receptor, aparte de la fuerza que pueda tener la obra. Tal vez si para el autor supuso una transformación personal en primera instancia, para parte del público también sea posible.
—¿Por qué elegiste la composición como lenguaje?
—No creo que la composición llegara a mí por una decisión racional sino a través de mis estudios de violín; simplemente tocando, tal vez variando algún repertorio o haciéndolo más personal. Casi pudo haber sido un acto de inconformidad, de querer tocar o buscar una música diferente. Después vino el deseo y la necesidad de ampliar estudios, de dedicarme con mayor esmero: ahí sí está la decisión de seguir componiendo.
—Los músicos descubren muy jóvenes el llamado a la vocación, ¿cuán importante es para un artista saber desde temprano adónde lo dirigen sus pasos?
—En la medida en que cada cual descubre más temprano qué hacer con su vida, mayor experiencia y desarrollo en este sentido tendrá. Los músicos comienzan a estudiar siendo niños, lo que no necesariamente significa que sean músicos cuando crezcan, esa es una decisión personal y conlleva mayor madurez. En la música, así como en la danza y demás manifestaciones que implican el uso del cuerpo, es vital desarrollar y potenciar capacidades físicas, y esto solo se logra entrenando, es como un deporte, implica dedicación, trabajo duro.
Si no crees en lo que haces, si no te gusta de verdad, si no te apasiona, será muy difícil alcanzar un resultado favorable. El arte conlleva gran esfuerzo, resistencia, se convierte en una obsesión, en una forma de vida.
En cualquier caso, no está de más acercarse al arte desde edades tempranas, favorece el desarrollo intelectual, la responsabilidad, la madurez, la creatividad.
—¿Cómo transcurre tu proceso creativo? ¿Qué importancia le confieres a la investigación?
—No tengo una forma ni proceso creativo estático o predeterminado, intento estar lo más conectado posible con lo que estoy haciendo y tener resueltas cuestiones técnicas antes del momento de componer. La investigación antes, durante y después me resulta fundamental, es una manera de llegar al fondo, de poder mirar desde varios ángulos lo que va saliendo, de buscar otros posibles caminos, preguntas e interrelaciones con zonas de creación artística y de pensamiento diferentes.
—¿Qué es lo más difícil de tu trabajo creativo y qué es lo más simple?
—En la obra confluyen interrogantes, experiencias cotidianas, pensamientos, lo vivido o imaginado, lo que eres, has sido, tu idea de lo que debes ser y de los que te rodean… Todo va quedando y se filtra, de manera consciente o inconsciente, en el resultado. Difícil o simple, es un camino, se va haciendo y todo es parte del proceso, todo gira en torno a la creación, o tal vez sea que en el acto de la creación se aprehende de todo.
—¿Cuáles son las principales herramientas de un creador y los principales errores en los que un artista podría incurrir?
—La imaginación, la creatividad, la capacidad para escuchar, ver y pensar: son herramientas que hay que afilar, conservar, desarrollar y salvar.
Los artistas son personas también, pudiera parecer obvio; el principal error: dejar de ser persona.
—Para un creador, un premio es un reconocimiento a una trayectoria de vida pero, ¿cómo lo interpretas tú?, ¿qué importancia le confieres? ¿Son los premios trascendentes más allá de la oportunidad o de la luz parcial que brindan en un momento determinado? ¿Qué es, para ti, lo realmente trascendente en la vida de un músico?
—Un premio, para mí, tal vez diga más sobre el jurado que lo decide que sobre las obras o los artistas que lo obtienen. Son opiniones, y las opiniones son recibidas como tal. Si un premio es dado, está en relación con los integrantes de un jurado, que será mejor mientras más amplio, heterogéneo y conocedor sea, y aun así, el resultado no iría en detrimento de las demás propuestas presentadas. La importancia que pudiera tener la premiación es darle movilidad al arte, lo realmente significativo sería que la música suene, que el arte pueda llegar a un público mayor, estimular el debate entre estudiosos y público en general, y para esto no es necesario un reconocimiento (aunque sí supone una ayuda). O sea, creo necesaria la escucha y respectiva crítica de la música y el arte, no porque tenga algún premio la obra o el autor (esto no lo hace mejor ni peor), sino por la difusión y el estudio, que en definitiva va emparejado al desarrollo de la interpretación general, y a la creación o perfeccionamiento de un juicio crítico e individual sobre el arte contemporáneo.
—Aún eres estudiante de Composición del Instituto Superior de Arte y ya has obtenido la Beca Conmutaciones, que confiere la Asociación Hermanos Saíz, ¿qué posibilidades específicas te brinda esta beca?
—Precisamente eso: es una beca que incluye un apoyo importante para hacer la música y grabarla. Facilita un período de trabajo y ayuda a desarrollar un proceso de creación.
—¿Quiénes son tus principales referentes artísticos?
—Hablar de referentes artísticos sería muy complicado, pueden ser muchos y variables dependiendo de etapas, descubrimientos, proyectos. Intento escuchar, leer y ver de la forma más abarcadora posible. Si pensara en algún referente fijo sería Johann Sebastian Bach, Lezama, Nietzsche, Martí, Webern, Tarkovski, son una especie de acompañamiento. De la creación musical cubana me interesa particularmente la obra de Julián Orbón y Carlos Fariñas, aunque intento conocer, o al menos estar enterado, de la música escrita por compositores cubanos, sobre todo después de Roldán y Caturla. Esto pudiera resultar otra obviedad pero no lo es.
—Desde el lenguaje de la composición, desde la comunicación humana que se establece al escuchar una obra musical, ¿qué intentas transmitir con tu creación a los otros?
—Simplemente intento que la música sea en sí misma suficiente. La pretensión de querer decir algo específico no me parece legítima, en definitiva cada cual entiende hasta donde puede y quiere: esos límites varían. Creo que cuando alguna obra demanda mucha explicación por parte de su autor es que algo no fue bien. Tampoco la opinión del autor debe ser tomada como modelo; si el resultado es bueno, con la obra basta. Muchas veces, el propio autor es el que limita las posibles interpretaciones y, al final, esto es lo maravilloso del arte, la multiplicidad de lecturas.
Intento ver la música desde el sonido en sí y cómo es percibido en su totalidad. A partir de esto, todo lo que puede pasar y ser desarrollado, desde la aparente construcción de códigos con una insinuación de significación, a un estímulo sensorial, a lograr al menos una reacción, incitar, sugestionar, que quede algo en la memoria que permita hacer pensar y repensar al oyente.
—¿Cómo definirías el talento? ¿Cuánta importancia le concedes a la disciplina de trabajo? ¿Puede existir un buen músico que no combine, en su propia naturaleza, el talento con la disciplina?
—Aun con el mayor talento es imprescindible la entrega, la disciplina, el oficio, en algunos casos hasta ascético. No creo que se haya conocido músico ni artista alguno donde no confluyan talento y trabajo. Es como si el talento fuese la mezcla perfecta entre aptitud y actitud, vitales las dos, pero visto más como la capacidad de mantener una disciplina de trabajo, de estar preparados y siempre en disposición de evolucionar, de aprender, de estar instruidos e inspirados.
—¿Hasta qué punto la competencia o la emulación es saludable para la vida creativa de un músico?
—No me ocupo de esto, no me gusta la competencia en el sentido de mostrar habilidades que pueden adquirirse mediante repetición y copia, a modo deportivo, sin que haya un trasfondo. Me parece dañino. Cada cual debe buscar su forma propia de hacer y decir. Intentar entrar o adaptarse a ciertos moldes por el hecho de competir o alcanzar algún reconocimiento puede limitar el verdadero desarrollo personal, entiéndase individualidad, la capacidad que cada cual tiene de ser de una forma única.
—En el universo particular de la experiencia humana, ¿qué lugar ocupa la música?
—Siempre ha estado y está prácticamente en todo momento de la vida. Si se quiere entender cómo es el hombre hoy, hay que estudiar sus relaciones con la música en la historia, la consumida hoy y la forma en que es consumida. Hasta ahora, la música ha sido imprescindible, y debe seguir siéndolo.
Tablas-Alarcos, el mismo espíritu de 20 años atrás
Tablas–Alarcos, esa Casa Editorial que ha acompañada desde las letras el acontecer del teatro nacional, este 2020 celebra dos décadas de unión y vida, con la acertada imagen de un elefante como metáfora de resistencia, esa que como dijera el editorial de Juventud Rebelde, no solo había estado a prueba muchas veces, sino que había sido el soporte de cada una de nuestras acciones.[1]
Ningún obstáculo impidió que se compilara el teatro cubano y se ganaran los derechos de autor de los internacionales. Tampoco que se realizaron coloquios, concursos disímiles y otros intercambios con críticos, dramaturgos, actrices y actores.
La revista Tablas, por su parte, se consolida cada vez más como esa publicación por excelencia de las artes escénicas, y que a su vez la dimensiona dentro del imaginario social y cultural cubano.
Entonces, poco de asombro tiene el hecho de que, por celebrar su cumpleaños, el equipo de comunicadores haya salido de casa una vez más para compartir los triunfos y los sueños, conquistados o por rediseñar, junto a los hacedores del arte dramático del centro de la Isla.
“Lograr que el teatro se mantenga actualizado ha sido una impronta de la Casa Editorial”, dijo para el Portal del Arte Joven Cubano la editora Taimí Dieguez Mallo, durante la visita a Santa Clara del equipo de comunicadores.
“Fue un programa apretadito y nutrido porque hemos visitado varios grupos. Estamos muy contentos con el intercambio que hemos logrado con los diferentes grupos; como Teatro Laboratorio, Estudio Teatral, Ojalá, Alánimo y Teatro sobre el Camino.”
Dieguez Mallo explicó también que “es muy importante mantener el vínculo con los grupos teatrales y acompañarlos en sus procesos creativos, uno de los objetivos de la Casa Editorial Tablas-Alarcos.”
¿Cómo puede, el mundo del libro en Cuba, seguir el camino abierto por Tablas-Alarcos, que ha dado tanta visibilidad a lo que sucede sobre las tablas tanto en provincia, como en la capital y el resto del mundo?
En realidad, los procesos editoriales en Cuba pueden ser lentos o complejos, por las cuestiones materiales a que nos enfrentamos constantemente, entre estas la escases del papel y demás. Por eso estamos muy enfocados en la producción digital. Queremos enrumbarnos hacia lo virtual, por supuesto, sin abandonar el libro, porque es importantísimo, y eso lo tenemos muy claro y presente en nuestro trabajo.
¿Cuál es el desafío, a la vuelta de 20 años, y la publicación de unos 200 títulos de cotizados autores?
El desafío es el hecho de constantemente estar publicando, no solo el teatro cubano, sino también a los autores extranjeros, ¡los clásicos del teatro a modo general! La Editora se mantiene en vínculo con el quehacer teatral internacional.”
Según el artículo de JR: Tablas-Alarcos celebra sus veinte aniversarios, Alarcos cuenta ya con más de 60 libros de dramaturgia cubana contemporánea en su colección Aire Frío, casi 30 teóricos y de investigación escénica nacional acopiados en La selca oscura, cerca de 40 imprescindibles de las artes escénicas de todos los tiempos en Biblioteca de Clásicos, casi 20 de dramaturgia y teoría contemporánea internacional Escenarios del Mundo, y diez manuales o testimonios de directores y actores que, dentro de la colección Cuadernos Tablas, redondean algunas de las vertientes editoriales que se propone la casa.
Se suman a este arsenal otras publicaciones como Antologías, Completos, Ediciones Especiales, además de la revista Oralia, dedicada a la narración oral; y varios materiales digitales de la colección Multimedia.
Y es que durante estas dos décadas, no solo ha sido posible el sello Tablas-Alarcos por esa suerte de resistencia, sino también por la fuerza de la magia que emerge sobre un escenario y que este equipo, liderado por el crítico Omar Valiño, ha ido a libar, de un modo u otro, hasta un improvisado retablo de la periferia en las sedes de provincia, o en los diferentes escenarios de La Habana.
Nota:
[1] Tomado de http://www.juventudrebelde.cu/suplementos/el-tintero/2020-08-08/la-medida-y-el-ritmo. EN LINEA 08-08-2020.
La fotografía y el camino de la felicidad
La fotografía de Rubén Ricardo Ferrero (Hardy) ha tocado un punto muy preciso, diría que entrañable, en mi memoria emotiva como espectadora. La primera vez que hallé una de sus imágenes —gracias al influjo en ocasiones maravilloso de las redes sociales—, sentí que era Keats quien decía por mí: “La belleza es verdad…”. Este joven artista, aún desconocido, tiene mucho por ofrecer: más que rostros y cuerpos bellos, su fotografía bebe de los caudales de la tradición visual y los moderniza, los dota de nueva vida y de movimiento.
¿Cuándo y cómo nace tu interés por la fotografía?

En el año 2009 había desistido en mis estudios en la Universidad de Oriente y estaba cursando Ciencias de la Computación, pero no me encontraba enamorado de mi profesión: pensaba en el futuro y en la idea de si quería que eso fuese toda mi vida, y no encontraba satisfacción en el pensamiento… Retorné a mi ciudad natal y empecé a estudiar Estudios Socioculturales en la Universidad de Holguín, más por la satisfacción que quería brindarle a mi madre que por la propia; pero al mismo tiempo comencé a editarle fotos de 15 a una fotógrafa que vivía en la esquina de mi casa.
Así sucedió invariablemente hasta culminar la universidad en 2015, y fue entonces cuando comencé un estudio pequeño junto a Yunier, un profesor de la universidad. Me mantuve desarrollando este trabajo comercial hasta el 2017. Aquel fue un momento de decisión para mí: o continuaba la Maestría que había comenzado en la universidad después de haber pasado el servicio social, o proseguía mi camino por la senda de la fotografía. Realmente no me sentía pleno como profesor universitario, aunque confieso que me gusta mucho la docencia.
Decidí comenzar en la fotografía oficialmente en febrero de 2018. Es cierto que fue un interés que creció lentamente: me gustaba mucho aprender cosas nuevas de fotografía, ya tenía de base la edición y, sintiéndome fuerte en ese aspecto, empecé a preguntarme por qué no hacía yo mis propias fotos, algo más personal, que me llenara, un poco más alejado del trabajo comercial. Así comencé a subir fotos a Facebook que fueran más cercanas a mí y, sin darme cuenta, desarrollé una estética que me fue identificando. Ya para ese entonces la fotografía se había convertido en mi forma de existir.

¿Cómo concilias y concibes tu lenguaje estético y la visualidad de tu obra?
Es una de las preguntas más difíciles de responder. En mi caso, no se trata de que un día pensara en cómo definir mi lenguaje visual, sino que se asistió a un cúmulo de experiencias, robaba ideas o detalles de cada foto que veía y que me impactaba, colores, también formas, texturas, iluminación, y poco a poco fui creando lo mío, hasta conseguir que las personas fueran capaces de reconocer mi estilo.
En un área tan popular como la fotografía, definir una visualidad personal es algo bastante complicado.
Parto del punto más importante: es preciso que a uno mismo le guste lo que se hace y, a partir de eso, ser muy sincero, autocrítico, detallista e inconforme.
¿Eres un fotógrafo que deja madurar la idea o prefieres concreciones casi inmediatas?
Bueno, aquí hay sentimientos encontrados: siempre quisiera tener una idea concreta y con todos los elementos que la componen, pero es complicado en nuestro país el acceso y la disponibilidad de los recursos fotográficos. En sentido general siempre tengo más o menos claro lo que deseo hacer, pero la palabra final la tiene el momento en que aprietas el obturador, miras la foto en la cámara y te dices: “aquí falta algo”.
¿De qué manera piensas tu proceso creativo?
Una vez que ya tengo preparado el set de iluminación, pruebo diferentes opciones de una misma idea. Varío ciertos elementos hasta encontrarme satisfecho con lo que veo en cámara.

¿Cuáles son tus principales referentes visuales?
Tengo tantos que no sabría identificar solo algunos… puede ser cualquier autor. Si veo algo que me impacte se me queda como un referente.
Tus fotografías tienen una amplia carga simbólica, ¿por qué? ¿De qué manera sintetizas, en tu composición y en los lenguajes físicos que pertenecen al cuerpo de tus modelos, un concepto artístico?
En un principio me atraía mucho la idea de no hacer retratos convencionales: buscar expresiones genuinas, mucho color, iluminación dramática, estaba empeñado en salir de lo convencional en la fotografía de mi provincia. La forma de sintetizar y de componer proviene de la plástica renacentista.

Como me comentabas antes, fue en febrero de 2018 cuando comenzaste en el mundo de la fotografía. Este hecho, si se ve bajo la lupa del tiempo transcurrido, te ubica en un momento genésico y definitorio de tu estética, ¿cuáles son los caminos visuales que más te atraen?
Es bueno que te defina una estética visual, pero de nada sirve si no tienes un mensaje que transmitir, una idea que ofrecer. Igual, cuando lo hagas, tienes que reinventarte y seguir ofreciendo nuevas ideas, nuevos patrones. En mi fotografía no estoy del todo definido, al menos no al ciento por ciento. De momento, las luces suaves me seducen.
¿Hasta qué punto sientes que la iluminación es esencial para desarrollar tu lenguaje como artista? ¿Qué consideras básico o indispensable en este proceso?
Con el tiempo fui cambiando la idea inicial de que, para dramatizar, era necesaria una iluminación complicada (con ángulos y distancias específicas). Luego te das cuenta que sí, que es necesaria, pero no definitoria, se puede dramatizar de muchas formas. Lo que considero básico es tenerle ganas. Es cierto que las grandes marcas hacen la diferencia, pero sin ganas de llevarlo a cabo es imposible que salga algo bueno.

¿Eres un artista que divorcia la idea de una imagen comercial de una imagen artística, o piensas que ambos registros pueden coincidir en un mismo objeto arte?
¡Excelente pregunta! Siempre estuve convencido de que se podían llevar a cabo ambas ideas, lo artístico y lo comercial, pero realmente me percaté que no es tan así. Influyen varios factores, varias cadencias de tiempo y diferentes objetivos: mientras la parte comercial juzga factores de inmediatez, de cantidades y de patrones establecidos, lo artístico juzga la intención, las expresiones, busca más una comunicación entre tú y la obra. Siempre intento hacer arte en mi fotografía comercial, pero no siempre se puede.

¿Cómo valoras la promoción del joven talento visual en nuestro país?
Siempre hablo de mi campo, de la fotografía en específico. Actualmente marcha mucho mejor, me he dado cuenta que ya hay varios nombres en la fotografía, se comienza a ver una generación joven, con otro concepto, con otra idea, con su estética particular, nada que ver con lo que se hacía en el principio de la década pasada.
¿Existen suficientes oportunidades para el talento joven, más allá de lo puramente promocional? ¿Cuáles otras oportunidades se necesitarían concebir?
Carecemos de acciones que premien los trabajos de los artistas jóvenes. Costear una exposición, con todo lo que conlleva, no es muy barato que digamos. Se debe llevar a lo físico lo que se ha quedado como digital; no hay mejor evaluación para una obra que el hecho de verla a 10 centímetros de distancia en el plano terrenal.

¿Sientes que el camino y los lenguajes visuales de un artista han de ser una dinámica en constante movimiento?
Sí, totalmente. El mundo actual devora la visualidad, te exige reinventarte cada par de años como máximo. Es divertido exigirse a uno mismo y buscar variar en diferentes estilos.
¿Cuáles son tus principales sueños y expectativas? ¿Adónde deseas te conduzca tu camino como fotógrafo?
Sueño ser reconocido por mi trabajo, que las personas, con ver una foto mía, digan: “esto es de Hardy…”
¿Mis expectativas?, seguir siendo inconforme, humilde y tratar de hacer la próxima foto tan interesante como la anterior (aunque es difícil lograrlo siempre).
Adonde deseo que me conduzca mi camino en la fotografía es hacia la felicidad. Amo mi trabajo y la calidad de este hace que se convierta en la razón de mi existencia. Los que me conocen dicen que sería buen psicólogo, pero la verdad es que, si no fuera fotógrafo, sentiría que me falta algo.
«Los escritores somos esclavos de las historias»
El inicio del cuento fue el primer libro de Sigrid Victoria Dueñas que leí. En aquel entonces aún no conocía el rostro de la escritora, ni había tenido la oportunidad (el privilegio) de compartir con ella las páginas de una antología. Me acerqué a Sigrid como una lectora más, una lectora enamorada de la historia que aquella muchacha había contado. Desde entonces, y con igual intensidad, he seguido las otras historias de Sigrid. Me sigo considerando, como en aquel primer encuentro, una de sus fieles lectoras.
¿Crees que es útil, más allá de una intención valorativa o crítica, las definiciones genéricas en cuanto a literatura se trata?
Hmmm… Qué buena pregunta. El problema sería para quién resulta útil. Puede que un lector agradezca saber de antemano a qué género pertenece el libro que va a leer, si está dentro de sus preferencias o no… Para determinados autores, moverse a conciencia dentro de un género les permite utilizar los recursos del mismo, recurrir a la intertextualidad con otras obras afines. Pero también existen libros que cruzan alegremente las fronteras de toda definición y que se apropian de aquello que contribuye a contar la historia. Creo que la utilidad de las definiciones está sujeta a muchos factores, demasiados como para ser categórica al respecto.
¿Cómo transcurre tu proceso creativo? ¿Cómo piensas la estructura de tus libros?
No los pienso. Ellos llegan, tocan a la puerta y a mí lo único que me queda es abrirla. A veces, muy educados, se presentan de principio a fin y me advierten cómo va a ser nuestra relación. Otras veces empiezan por el final y esperan, desconfiados, a que yo demuestre ser digna de la historia antes de contármela por completo. Los escritores somos esclavos de las historias. Nada que hacer al respecto, ellas mandan.
¿Existe, en la actualidad, un lector más preparado para entender la ciencia ficción y la fantasía, o ese lector existió en todos los tiempos?
Siempre ha existido un lector capaz de asumir ese “qué pasaría si…” De lo contrario, la ciencia ficción y la fantasía no habrían llegado al lugar en que están hoy en día. Ahora, sí me parece que ha aumentado la cantidad de lectores con gusto por lo fantástico y con la capacidad de comprenderlo. Sobre todo en nuestro país, cada vez son más los lectores amantes del género que pueden apreciar una obra fantástica, criticarla, valorarla… Sí, hay más lectores listos para el fantástico en la actualidad.
Cada vez que una crítica negativa amenaza —con menos o más razón— al campo nacional de la ciencia ficción y la fantasía, los autores tienden a unirse para defender el género. ¿Existe un coto de protección mutua, donde el diálogo con escritores y críticos (quizás provenientes de otros campos de escritura que no sean el propiamente fantástico) se hace casi imposible? ¿Cómo podrían abrirse las mentes de uno y otro lado para conciliar opiniones?
No puedo negar que hubo un momento en que los amantes del fantástico sentíamos algo de desprecio o animosidad por parte de la crítica y la postura editorial en Cuba. Ignoro si ese fenómeno sigue dándose, hoy que tantos espacios se han abierto a la ciencia ficción y la fantasía. Es de esperarse que el escritor/lector del fantástico se ponga a la defensiva si escucha críticas mal fundamentadas de personas que solo han tratado de leerse a Bradbury y Asimov, y cuyas opiniones se basan mayormente en el cine, el peor enemigo de la ciencia ficción. Eso hicimos muchos de nosotros, que no entendíamos por qué el lector de fantástico podía leerse, además, a Cortázar y disfrutarlo, mientras que el crítico que prefería el mainstream no lograba abstraerse lo suficiente como para leer Hyperion y se atrevía a opinar sin una verdadera base.
Hoy en día, me parece que lo mejor que pudiera pasarle al género sería tener una alianza con la crítica profesional. ¡Nos haría tanto bien tener la visión externa, acertada, oportuna, de un crítico para nuestros libros! En general, siento que en Cuba hace falta más crítica literaria, no solo para el fantástico.
Seguro que si pudiéramos encontrar buenas reseñas de libros en la prensa, escritores y lectores mejoraríamos en conocimiento y criterio de selección. En cuanto a cómo lograrlo, me parece que lo primero que se necesita es buena voluntad. El resto vendrá solo.
Durante mucho tiempo, se defendió en el gremio del fantástico la idea de no cerrar premios, de conceder lauros incluso a obras con determinados grados de deficiencia escritural, para así proteger las pequeñas y muy soñadas búsquedas que nos costaron años ver materializadas. En la actualidad, ¿debemos seguir premiando a obras con deficiencias, o el género ha ganado la calidad suficiente como para valorar, en igual proporción, el valor del riesgo y la responsabilidad con el lector? ¿Premiar o no premiar, sin importar consecuencias? ¿Dar un premio desierto: es una pérdida para el género o una ganancia?
Tu pregunta pone de relieve uno de los problemas de las publicaciones en Cuba. Para mí, el mal está en que vemos el concurso como un aval de calidad. En una competencia de patinaje, pongamos por caso, puede que todos los atletas se caigan, pero el premio se lo lleva el que mayor puntaje logre, aunque todo el mundo sepa que existen mejores atletas que no se presentaron a esa competencia. En un concurso no se premia al mejor libro jamás escrito, se premia al mejor de los que participaron. En mi opinión personal, un jurado siempre debe ser capaz de escoger la mejor obra entre las que están participando. ¿Dónde está el problema? En que al no existir un premio de la crítica, un premio de la popularidad, un premio al más vendido, o al más leído… ganar un concurso es la manera de publicar, de obtener reconocimiento, etc. Y, por supuesto, si es un premio que incluye publicación, recae sobre el jurado la responsabilidad hacia el público, lo cual tampoco me parece adecuado.
Si un premio significara solo una sugerencia de publicación, los editores quedarían en libertad de rechazar el libro, o de trabajar con él y mejorarlo, en lugar de imponer a las editoriales obras cuestionables. Así que pienso que está muy bien no dejar un premio desierto, y que la batalla por la calidad del género debe darse en otros terrenos. En el de lograr una crítica profesional que avale los libros, por ejemplo.
Escribes ciencia ficción, fantasía y literatura infantil, géneros que han sido erróneamente tildados como literatura menor o géneros menores, ¿crees que el autor decide en serio qué escribir o cómo hacerlo, o cada obra llega con un empaque previamente dispuesto, al que el autor debe solo amoldarse?
Creo que varía, según el libro y el autor. En mi caso, ya te dije, soy esclava de las historias. Nunca me frenó lo que se opinara del género de estas, debían ser contadas de esa forma, jamás traté de adaptar ninguna a otro género. Pero conozco autores que planifican el libro desde el título hasta el punto final y logran obras maravillosas.
Ni siquiera creo que para un autor todas las obras sean iguales. Algunas se impondrán, otras se dejarán moldear y las habrá que surjan a conciencia, para cumplir con los términos de un concurso o de una publicación, y esas no valen menos si el resultado final es digno. No he conocido a nadie para el que todas las experiencias creativas hayan sido iguales.
¿Hasta qué punto tu trabajo se vio marcado o influido por la coexistencia, en tiempo y espacio, de otras voces jóvenes a las que, como a ti, les interesaba el mundo de lo fantástico? ¿Cómo crees que un escritor joven puede encontrarse a sí mismo y a sus historias en un contexto tan marcado por la comparación y las conexiones con el otro/los otros?
Oh, para mí… No puedo menos que pensar que mis amigos y colegas fueron una bendición. Me guiaron, me alentaron, me criticaron y ayudaron a mejorar. No sería quién soy como persona, mucho menos como escritora, sin esos grandes compañeros de viaje en la literatura y en la vida.
Un buen grupo, interesado en lo mismo que tú, dispuesto a soñar contigo, a retroalimentarte, a reír y llorar con tus historias, a decirte claramente que no lograste contar lo que pretendías, a leerse una y otra versión de lo mismo hasta que nace el libro definitivo… Una experiencia así solo enriquece.
Creo que el verdadero escritor no es débil, ni se pierde entre las voces de los demás. Los otros, sobre todo si son afines, como me ha pasado a mí, son un tesoro que agradecer. ¿La comparación, la conexión? No he tenido mayores incentivos en mi vida. Cada uno de mis libros publicados, y los que permanecen inéditos, han sido forjados en esa fragua.
¿Los premios influyen en la carrera de un escritor? ¿Ralentizan su camino si le dan exceso de ego?, ¿paralizan?, ¿dinamizan?, ¿cuál sería el punto medio?
Sí, los premios influyen, por lo que hablábamos antes de que son uno de los escasos avales con que cuenta un escritor en Cuba. Las editoriales y el mundo literario en general te prestan más atención, los lectores leen la contracubierta de tu libro y al ver que ha ganado premio se deciden a comprarlo… En cuanto al exceso de ego, es un riesgo que se corre ante cualquier forma de reconocimiento. Depende más de la calidad como persona del escritor que de la cantidad de premios que reciba.
Has estado en contacto con varios grupos, proyectos y talleres literarios, ¿su saldo es, a la larga, positivo en la vida y la trayectoria de un escritor? ¿Existe un punto en el que el taller se convierte en un lastre o esto puede ser evitado por el autor mediante alguna estrategia o intención?
Los buenos talleres son un refugio, una escuela y un lugar de crecimiento para el escritor. Y por un buen taller me refiero a un espacio donde haya buena intención hacia la historia, donde la crítica acertada no se detenga ante una falsa noción de amistad, donde todos se enfoquen, no en la historia que yo hubiera contado con tu idea, sino en la mejor forma de contar la historia que tienes tú. Encontré algo así en el Taller Espiral, que después pasó a llamarse Convergencia. Todavía hoy no me atrevo a considerar un libro terminado hasta que Anabel Enríquez o Javier de la Torre le dan el visto bueno. No creo que un buen taller se convierta nunca en un lastre. ¿Cuál es el escritor que ha llegado tan alto que no necesita crecer más? Y están los nuevos. ¡Se aprende tanto cuando enseñamos!
Es bueno para el alma poner un granito de arena en la formación de un nuevo talento y leerte un libro de alguien a quien conociste cuando novato, al que has ayudado y que te ha llenado el correo con sus ensayos, y sentir ganas de haberlo escrito tú… Los buenos talleres literarios no solo forjan libros, también dan forma a amistades genuinas y te hacen mejor persona.
Como guionista, ¿qué retos entraña este oficio que no habías enfrentado antes en la escritura tradicional de un libro?
Ah, el guion… Ahí donde somos amos de las historias, no sus esclavos… para terminar siendo esclavos, nosotros y el guion, de la productora. Es, en efecto, un mundo totalmente distinto de la escritura de un libro. Para mí, el guion es algo que se planifica, que se analiza, que se estudia hasta en sus más mínimos detalles. Tienes que estar pendiente del tiempo, de no narrar imposibles, escribes con las necesidades de producción en mente… El guion ha sido una lección de disciplina, por encima de todo lo demás. Y trae sus propias alegrías y decepciones. El actor que es justo como imaginaste al personaje, que se te acerca entusiasmado a comentarte cuál fue su escena favorita, que te pide que añadas algo a su papel, y al que ves repitiendo tus diálogos con tanta entrega.
La escena que no se filmó según tus instrucciones, y que luego escuchas criticar en la calle (siempre el responsable es el guionista), con ganas de gritar de frustración, de imprimir lo que escribiste y dejar caer las copias desde un helicóptero para que todos vean que no fuiste tú, ¡que no es tu culpa, caramba! Pero el saldo final de retos superados y fallidos ha sido bueno. Hacer guion me enseñó humildad, paciencia, trabajo en equipo… Ha sido una gran experiencia.
De todos tus libros, ¿podrías escoger alguno, el perdurable, acaso el más querido?
Supongo que sería el primero, Los noseniqué tienen la panza rayada. Era el primero en todos los sentidos: el primer premio literario, la primera publicación… Nada volvió a ser igual después de ese librito, ya estaba ese sentido de la responsabilidad hacia lo que escribía, la posibilidad de que algún día otra persona leyera esa página, que ya no era solo mía… Y ese primer libro está lleno de sueños, sueños del futuro que quería tener, de la vida que quería llevar, del tipo de escritora en que quería convertirme… Es un libro ingenuo, escrito por una niña que no sabía nada y se lo imaginaba todo. Y todavía amo las cosas que imaginé en ese tiempo. Son sueños que disfruto compartir con las personas que lo leen.
«El arte es el lenguaje de los sensibles»
Las memorias de la infancia son un mapa ineludible para cualquier ser humano. En las mías, Merlyn Cruz Acosta es más que la silueta desdibujada de una niña que jugaba en el patio de la Escuela Elemental de Música “Alejandro García Caturla”. Con los años, esa silueta y ese recuerdo adquirieron nuevos contornos. Cuando la vi actuar por primera vez, descubrí no solo la calidez de su voz sino también el histrionismo de su paso por la escena. Esta joven mezzosoprano tiene mucho que contarnos porque su lenguaje es el arte.
¿Cuál fue el primer paso que te encaminó en busca de tu carrera?, ¿qué puso en movimiento la pasión por tu oficio?
La primera vez que fui a la ópera llegué en el segundo acto de “La bohème”, de Puccini. La soprano Maite Milian estaba interpretando personaje y yo adoré su intensidad e histrionismo. Cuando terminó la última nota de la ópera lo supe: era aquello lo que quería hacer en mi vida.

Uno de los más reconocidos artistas de nuestra generación afirmó que la creación es un lenguaje y un fenómeno holísticos, ¿sientes que sucede así con tu propia obra?
En lo personal soy bastante espiritual y creo en mundos fantásticos y sobrenaturales: por ende, pienso que cuando uno hace arte —y en especial te hablo del canto— se conecta con un mundo más elevado, se entra en una especie de trance holístico. El arte es una de las cosas que, según mi apreciación, nos hizo ser cúspide en la evolución. Es el lenguaje de los sensibles.
¿Qué es indispensable en la formación de un cantante lírico?
La sensibilidad, la constancia y el estudio… No nos podemos olvidar de la técnica, por eso diría que también es importante la resistencia física y sobre todo la respiración y el apoyo costodiafragmático. Todo eso acompañado por la guía de un buen maestro de canto.
¿Cómo transcurre tu proceso creativo?
Lo primero es enamorarme de la pieza, conocer bien al compositor y a su época; ya luego —y esta es la parte que más disfruto— pongo la pieza en voz y pruebo las diversas formas en que puedo interpretarla y darle diferentes matices.

En materia de arte, ¿cuáles son tus principales búsquedas? ¿De qué manera encaminas tu formación artística e intelectual por diversas sendas de pensamiento?
Trato siempre de interpretar personajes u obras que me gusten y que ericen todas las fibras de mi cuerpo. Adoro a los personajes controversiales. En cuanto a la formación intelectual y artística, eso se lo agradezco al Instituto Superior de Arte (ISA), que me dió una apertura a nuevas formas de pensamiento en cuanto al arte y la manera de asumirlo. También busco otras fuentes no tan artísticas para ver cómo los que no son creadores ven el arte desde diversas aristas de la sociedad: esto enriquece mi campo visual e interpretativo y, de paso, me muestra cómo va la sociedad y cómo hacer el canto lírico de una forma que sea más asequible a todos.
La voz como instrumento, ¿qué retos particulares entraña?
Nunca se deja de aprender formas nuevas en la voz. Según mi apreciación, la voz es el instrumento más difícil, ya que se encuentra dentro de nosotros mismos y depende mucho de factores totalmente internos. Si alguno de estos falla, en ese momento se afecta el proceso creativo. En cuanto a educación creo que hasta el fin de mi carrera tendré siempre en consideración la opinión de mi maestro. Un maestro nunca deja de ser la guía de un cantante, así este sea profesional o tenga una exitosa carrera. Un cantante siempre vive en constante aprendizaje.
¿Cómo enfrentas la escena, la teatralidad acompañada por la música? ¿Cómo unes ambos registros para crear un arte que defienda tanto la calidad del sonido como la calidad histriónica del intérprete?
Es de las cosas más difíciles de conseguir. Son muchas las responsabilidades que recaen sobre el cantante, pues es la cara de todo un proceso que se gesta durante meses desde toda una parafernalia estética (dígase vestuario, maquillaje, dirección artística y demás) hasta el propio rostro de la orquesta. Uno se convierte en orquesta y en cantante. Esto es un reto que exige muchísimo y que en ocasiones paraliza y asusta, pero cuando se estudia, se ensaya y se tiene seguridad en uno mismo, el personaje y el intérprete pasan a ser la misma piel.

¿Cuáles son tus personajes favoritos y las piezas que prefieres interpretar?
Adoro a los personajes negativos y los más dramáticos. Entre mis preferidos está Azucena de “El trovador” y Ulrica de “Un baile de máscaras”, ambas obras de Verdi, y mi preferido de todos es la Carmen de Bizet. Sí, Carmen es mi gran pasión. Adoro el repertorio francés, en especial Massenet y Hahn, también me gusta mucho el Barroco: es cómodo y sano para el cantante. En este periodo, mis preferidos son Händel y Vivaldi.
Musicalmente hablando, ¿qué entraña un reto para ti?
La música contemporánea es el gran reto, ya que me cuesta a veces lograr entenderla del todo; creo que es de las más complejas. También considero un súper que cantar a Wagner es difícil y demanda mucho del cantante.
¿Hasta dónde el pensamiento y el espíritu de un artista condicionan al fruto de su creación?
En mi opinión, muchísimo. El arte es la forma que tiene el espíritu (el alma) para comunicarse con el mundo exterior. Un pensamiento o una experiencia —ya sea positivo o negativo— cambian por completo la forma de hacer del creador. Un pensamiento puede condicionar el resultado de un proceso, sea para bien o para mal.
¿Consideras que existen artistas que no necesitan una formación académica o consideras que este es, cuando menos, un paso fundamental para un creador?
Si te hablo desde mi experiencia personal te diría que no sería nada sin mi formación académica, y la influencia del estudio y de los diversos maestros que tuve. Mi vida es un antes y un después gracias al conocimiento académico pero, por supuesto, esa es solo mi experiencia: hay artistas tremendamente admirables que no tuvieron formación académica y son excelentes en lo que hacen, y también hay otros que, al escucharlos, te das cuenta que si hubieran pasado por un proceso académico pudieran hacer más de lo que hacen.

En tu experiencia, ¿cómo transcurren las dinámicas formativas de tu cuerpo actoral y las de tu voz?
Cuando tengo a asumir un personaje, primero me aprendo la música lo mejor y más completamente que se puede, para luego incorporar el movimiento y la emoción. La música tiene que ser algo seguro para que, cuando la emoción y el movimiento aparezcan, se trate solo de expresar.
No solo has actuado y cantado en obras del repertorio clásico sino también en piezas modernas, que abarcan incluso las dinámicas del teatro musical a la usanza Broadway. ¿Qué te aportan estos diversos modos de entender la escena dentro de un espectáculo?
Me aportan flexibilidad y frescura interpretativa, también recursos nuevos y otra visión del escenario. Hacen a mi voz más dúctil a otras formas de emisión sonora.

¿Piensas que es preciso actualizar escénicamente las obras clásicas para que sean de más fácil acceso al espectador contemporáneo? ¿De qué manera propondrías esta actualización de referentes?
Sí, creo que de vez en cuando hay que hacer puestas antiguas con una visión más moderna, juvenil y fresca. Esto ayudaría mucho al acercamiento de los más jóvenes al género; además, enriquece la historia. Mi propuesta sería hacer obras de pequeño formatos en escenarios poco convencionales y con vestuarios modernos; también se podrían llevar obras del repertorio internacional a nuestro idioma o adaptarlas a nuestra idiosincrasia, es preciso escapar de la idea de la cantante o el cantante lírico estático o en pose.
¿Cuánto valoras la posibilidad de intercambio del arte joven cubano con el arte de otras regiones geográficas?
Es fundamental. Así, el joven cubano se nutre del hacer de otras culturas y a la vez se enriquece la nuestra, ya que la cultura cubana en su inicio fue un amasijo de muchas influencias. De esa forma, también nuestra manera de hacer llega a otras latitudes.

¿Cuáles son tus principales referentes musicales?
Tengo muchos cantantes que son referencias y que admiro por diferentes motivos. Entre mis preferidas en el arte lírico están Cecilia Bartoli, Jessye Norman, Ana Caterina Antonacci, Patricia Petibon, Dolora Zajick y Joyce DiDonato. ¿Cantantes masculinos?: Jonas Kaufmann, Plácido Domingo y Dimitri Hvorostovsky.
Eres una mujer joven, mulata, hermosa, ¿piensas que tu físico te condiciona o te restringe a interpretar determinados roles, o es solo una circunstancia más que la calidad de la voz debe (y puede) traspasar?
Hoy día se intenta la inclusión de todas las razas en todo tipo de manifestaciones del arte, pero a veces determinadas cuestiones físicas frenan algunos procesos; por ejemplo, el peso o la altura. En mi caso, lo que en ocasiones me limita es mi tipo de voz ya que en escena se presentan pocas cosas para las mezzosopranos. Al ser una voz tan escasa, se priorizan más las obras escritas para sopranos.
¿De qué manera defines qué es un sueño creativo y cuál sería el tuyo?
Lo defino como mi mayor realización, mi meta, lo que me completa y me eleva. Es lo que me hace sentir diferente y real, es mi expresión más sublime. Mi mayor sueño es llegar a ser reconocida como una gloria en el arte lírico del mundo y de mi país, poder ser ejemplo positivo a seguir para las nuevas generaciones.
«Cada ilustración es una parte de mí que le entrego al mundo»
Recuerdo, o al menos eso creo, que nos conocimos en el año 2010. Hugo Abeis Ruiz Toranzo era un joven artista escénico con el que compartía la afinidad del teatro, ese vínculo poderosísimo que el teatro es en todos los órdenes de la vida. Desde entonces, su obra ha caminado por diversas rutas, por la infinita senda del arte, con los pasos firmes de quien sabe que una ilustración contiene no solo al mundo, sino también al pensamiento.
¿Cómo nace tu interés en el Diseño Escénico? ¿Qué aporta a tu visión como artista de cómic, el concepto y la comprensión de la teatralidad?

Recuerdo que desde niño me sentía atrapado por el magnetismo que ejerce el teatro cuando se ampara por una elaborada escenografía. Tal espectáculo solo podía ser descrito como mágico. ¿Cómo hacen para esconder la hoja de la espada cuando apuñalan al actor? ¿De dónde viene esa sangre? ¿Cómo es que se mueve eso que parece una montaña en el horizonte? ¿Cómo es que en un momento parece que estoy presenciando un campo al mediodía, y de pronto me transportan a una ciudad a medianoche? Todas estas preguntas y más rondaban mi cabeza, y siguiendo ese impulso de curiosidad infantil, quería desentrañar el misterio de cómo se elaboraban esos trucos. Ese afán por convertirme en un mago de los bastidores fue lo que impulsó mi interés por el Diseño Escénico. La capacidad de transformar y manipular la realidad , y condicionar una experiencia donde el espectador se siente inmerso en la dramaturgia, sumado a los elementos técnicos como la iluminación, ambientación, maquillaje y vestuario, son las herramientas que he extrapolado de mi entrenamiento escenográfico y he utilizado para nutrir mi quehacer como ilustrador e historietista.
¿Hasta qué punto impacta, positiva o negativamente, una formación académica en el desarrollo de la libertad creativa del artista visual?
Considero que una formación académica no es indispensable para el desarrollo de la libertad creativa del artista visual. Indiscutiblemente aporta y hasta diría que pone al estudiante en una posición aventajada ya que se le inculca los complejos aspectos técnicos y teóricos de la manos de mentores experimentados; además de que entran en contacto con otros intelectuales de disímiles procedencias, estéticas, y afiliaciones, lo cual es influyente en una proyección más universal del panorama artístico, y estimula la creatividad. Las escuelas de arte auspician una serie de eventos: dígase coloquios, bienales, concursos, convocatorias y becas que sirven para catapultar la labor artística de los jóvenes creadores.
Sin embargo, la Historia nos ha demostrado que de entre las filas de los autodidactas, también han surgido brillantes artistas que enfocaron todo su tiempo y atención en desarrollar sus aptitudes artísticas, concentrándose únicamente en asignaturas que podrían aportar a su obra, y descartando otras, no tan imprescindibles, que son impartidas por defecto en el entorno académico.
A tu criterio, ¿qué tal la salud del cómic nacional? ¿Cuáles son sus principales carencias, tanto materiales como estéticas y espirituales? ¿Cuáles son sus puntos fuertes?
Este es un tema que me apasiona. Podría escribir todo un ensayo, por lo ligado que está la historieta a la Historia de Cuba, y su triste deterioro con el devenir del llamado Período Especial, pero para los propósitos de estas cuartillas trataré de limitarme y ser lo más preciso posible.
En mi opinión, el cómic nacional está herido, pero no muerto. Su principal carencia es que no hay una industria como tal. Es decir, no tenemos una plataforma editorial (ya sea particular o gubernamental) donde se pueda divulgar periódicamente la obra de nuestros creadores. Al no existir esta, tampoco hay una manera de remunerar satisfactoriamente a nuestros artistas, por lo cual muchos de ellos optaron por mudarse a diferentes sectores del arte. Otros, en el mejor de los casos, fijaron su mirada más allá de nuestras fronteras, y se lanzaron a la aventura de intentar ganar renombre y prestigio en los mercados extranjeros.

Como toda obra artística, la creación de una historieta requiere de materia prima de difícil alcance para los cubanos, dada su escasez y, en ocasiones, alto costo.
Como resultado de las carencias materiales sufridas en la década de los 90 y principios del milenio, nos sobrevivieron las revistas Pioneros, Zunzún, Palante, Mar y Tierra y Caimán Barbudo, las cuales incluían entre sus páginas uno que otros ejemplares de muñequitos (como también se le conocen a los cómics en nuestro país). Desde el punto de vista dramatúrgico, sus temáticas, salvo pocas excepciones, son de corte didáctico, humorístico o épico, donde resalta la falta de matices en los personajes, impera el maniqueísmo de estos, y se enfatiza la deificación de la Historia y los héroes.
Esto mantuvo al cómic cubano fuera de las llamas, pero desafortunadamente ayudó a arraigar en el subconsciente popular, el anticuado estigma de que la historieta es para un público infantil y adolescente. Lo que es peor, hay quienes aún la ven como un subgénero donde solo habitan superhéroes que sirven para exportar la ideología capitalista yanqui, y corromper la mente de nuestros jóvenes.
Quisiera aprovechar este espacio para dejar algo en claro: ¡la historieta no es un género! La acción, el drama, la comedia, la tragedia, la fantasía o la ciencia ficción son géneros. La historieta es una manifestación artística; es considerada el noveno arte. Para muchos sigue siendo la hermana bastarda del cine o la fotografía, cuando en realidad es más vieja que ambos, y por ende se merece el respeto y admiración que, me temo, le hemos negado últimamente en nuestro país. Los superhéroes no son más que un subgénero de esta manifestación artística. Parafraseando al gran escritor Neil Gaiman: es un vaso donde puedes echar cualquier tipo de líquido; no el líquido en sí.

Si bien existen reconocidos autores como Paquita Armas Fonseca, Caridad Blanco y Antonio Enrique González Rojas que han investigado sobre la historieta en nuestro país, no contamos con una crítica especializada que otorgue validez a esta manifestación artística en las más altas esferas del sector intelectual.
Ahora hablaré de sus puntos fuertes. La primera virtud del cómic cubano es que existe, en yuxtaposición a otros países del mundo, donde nunca gozaron de un movimiento de historietistas, o existieron pero están muertos y enterrados. Con el paso de los tiempos, nuestros creadores han sabido adaptar los códigos estéticos del cómic al criollismo cubano. Tenemos muchos jóvenes creadores que se sienten con genuinas ganas de contar sus historias a través de esta expresión artística. La evidencia de ello está en los talleres de la Vitrina de Valonia, y los concursos anuales auspiciados por los eventos Behíque y Arte Cómic. Contamos con talentos en el dibujo que están a la par de los mejores artistas internacionales. De hecho, tenemos la dicha de que algunos hasta trabajan para ese mercado, y nos han transmitido sus experiencias para ponernos al día con el resto del mundo.
Anualmente, durante la Feria del Libro, vemos en creciente número, publicaciones de cómics por autores cubanos y foráneos que rápidamente desaparecen de las taquillas debido a la alta demanda del público. Y aunque aún cojeamos en los guiones, por lo menos la variedad de géneros y temáticas es cada vez más diversificada.
Con el devenir del Internet y las redes sociales se han abierto nuevas posibilidades para la historieta en Cuba. Para los creadores, esto ha significado que hemos podido acceder con mayor facilidad a las obras de reconocidos autores foráneos, y su influencia se ve reflejada en la creciente calidad artística de nuestros productos. Nos ha dado la posibilidad de promover nuestros trabajos y darnos a conocer, no solo en el resto del mundo, sino también en casa. Otro aspecto que va de la mano con la informatización de la sociedad cubana es que ahora, más que nunca, existe una red de artistas de todo el país que, por las redes sociales, dan a conocer su obra, debaten, comparten gustos en común y crean puentes para colaboraciones.
Sí, el cómic cubano está herido, pero tengo fe de que pronto tendrá una sana inyección de innovaciones y reformas que lo harán volar al infinito y más allá.
¿Existe en la historieta cubana una tendencia hacia el localismo? ¿Acaso desde lo local se puede accederse a lo universal? ¿Cómo?
Pienso que sí. A nivel provincial, el afán creativo de los artistas emergentes los conduce a publicar en las editoriales provinciales más cercanas. No son pocos los ejemplares del Centro y el Oriente del país que han visto la luz del día, cuya calidad en general, en muchas ocasiones, ha superado la de sus contrapartes occidentales. En ese sentido, creo que existe un aura de competencia sana, que no veo con malos ojos, puesto que fomenta la creación de productos más refinados y en mayor cantidad.
Aunque las influencias extranjeras son algo evidentes en nuestros cómics, cierto es que, en su mayoría, abordan elementos de puro criollismo cubano que nos permite identificarlas como nuestras, ya sea en el habla coloquial, los paisajes autóctonos, el vestuario o los escenarios históricos que se ven ilustrados.
Para los extranjeros, Cuba siempre ha estado bajo un velo de misticismo y misterio que forma parte de su encanto. Nuestras historietas pueden ser una vía para apartar ese velo y proyectar un poco de luz sobre la visión que tenemos los nativos de nuestro entorno a partir de nuestro arte.

¿Piensas que existe una saludable emulación estética entre los jóvenes referentes del arte del cómic o hablamos acaso de un vacío de sentido en nuestra producción nacional?
Existe un relevo de artistas muy talentosos, que poco o nada le tienen que envidiar a sus contrapartes extranjeros. El problema es que solo son conocidos por los miembros del gremio de historietistas, ilustradores y escritores de nuestro país. Las escasas publicaciones, la falta de promoción y el desestímulo económico (entre otros) son factores que contribuyen a que permanezcan en el anonimato público.
¿Qué particularidades presenta tu proceso creativo?
En mi trabajo trato de utilizar elementos propios de la estética del grabado o trabajos con pluma. A pesar de que utilizo soportes digitales, trato de reproducir una variedad de líneas con diferentes grosores para enmarcar los elementos, el contraste del blanco y negro para aludir a la iluminación de los personajes y su entorno, y el uso de tramados para dar valor y volumen. Últimamente he experimentado mucho con el uso de texturas que, pienso, enriquecen considerablemente mis obras.
Cuando trabajo con colores, trato de evitar a toda costa paletas monocromáticas. Me gusta trabajar con un esquema de colores complementarios, variando la saturación según lo que demande la emoción que estoy tratando de inspirar en los espectadores, además de la temática de la obra.
¿Cómo definirías tu poética?
Si tuviese que definirla en dos palabras: “mitología moderna”. En mis obras trato de exponer personajes heroicos, fuertes, titánicos… a semejanza de cómo los antiguos grecolatinos representaban a sus figuras mitológicas. Cuando trabajo, siempre trato de infundir una buena dosis de dinamismo y acción en lo que dibujo, de forma tal que los personajes parezcan que van a salir del marco de la página hacia la vida real. Para lograr esto, me apoyo en un lenguaje visual dotado de elementos caricaturistas, pero que se inclinen más hacia el realismo.
¿Te consideras un artista abierto a la colaboración creativa o prefieres trabajar selectiva e independientemente?
Me considero alguien flexible y abierto a la colaboración. Si bien es cierto que trabajo individualmente y me he dedicado a desarrollar mi técnica en todos los perfiles de la historieta (guion, dibujo, entintado, color, letrado, etc.), reconozco que el trabajo en equipo acorta considerablemente los tiempos de producción, lo cual es un factor indispensable en la industria del cómic.
¿Crees que solo puede hacerse arte cuando se entra en contacto con otros creadores?
Es algo muy relativo porque depende de cuál es la definición de cada cual de lo que es arte. Según mi concepción, sí considero que uno debe entrar en contacto con otros creadores para enriquecer su obra.
Siento que cada ilustración que hago es una parte de mí que le estoy entregando al mundo. Cuando dibujo, no puedo evitar canalizar mis emociones hacia el soporte. Son horas de mi vida que impregno en la tinta, junto con una mezcla de pasión que se ve reflejada en el producto final.
¿Cómo ocurre la inserción del arte joven dentro de los circuitos nacionales e internacionales? ¿Sientes que existen barreras o condicionantes?

En ambos casos es muy difícil. Por lo general, los realizadores de cómics a nivel nacional empiezan a darse a conocer a través de talleres o concursos donde ponen a prueba sus habilidades y las van desarrollando. A partir de ahí, los ganadores tienen la dicha de ser publicados como parte del premio. Otra vía es que presentan sus proyectos, ya sea parcialmente o totalmente concluidos, a casas editoriales como Abril, Gente Nueva (con su colección Ámbar) o Pablo de la Torriente, entre otras; de ser estos proyectos aprobados, se demoran aproximadamente un año en salir a la venta, sumado a otros varios meses para recibir el pago. Otra alternativa es tratar de insertarse en la plantilla de realizadores de las revistas mensuales, las cuales son bastante exclusivas. En caso de que no busque remuneración monetaria, está la alternativa de trabajar en los llamados fanzines, que son auto publicaciones sin fines de lucro, o publicar directamente en plataformas digitales.
Trabajar “para afuera” no es menos difícil. Existen un sinfín de editoriales especializadas, pero todas son muy competitivas, por lo que se demanda una calidad técnica extraordinaria. Además de las barreras idiomáticas, el artista tiene que demostrar que tiene la capacidad de narrar una historia de manera secuencial, además de una buena habilidad en el dibujo.
Hay quienes han tomado ventaja de las nuevas tendencias de Internet y han logrado exponer sus obras satisfactoriamente en sitios como Webtoon que, a mi entender, es como un YouTube para los cómics; pero en este caso, el lastre principal es la accesibilidad a las conexiones, a la cual ningún cubano residente en Cuba está ajeno. Otra posibilidad es entrar en contacto con otros creadores internacionales a través de grupos afines en las redes sociales, díganse Facebook, Instagram, Twitter, etc., y dar a conocer su disponibilidad para colaborar. En este caso la traba sería buscar la forma de recibir el sueldo, y es ahí donde se ponen en práctica los efectos crueles y reales del bloqueo hacia nuestro país.
El acceso a premios dedicados a tu perfil creativo, ¿es suficiente en Cuba? ¿Qué necesitarían los artistas visuales y de cómics para que su trabajo sea más difundido dentro y fuera de nuestros márgenes geográficos?
Al final del día, no son los premios lo que realmente cuentan, sino la obra en sí. Es lo primero que te piden cuando entras a una editorial o estás solicitando un trabajo. Eso es lo que es realmente imprescindible para que salga a la luz y sea más difundido.
¿Qué buscas en otros artistas cuando decides trabajar en colaboración? ¿Cuáles son las historias y las visiones que te atraen?
Profesionalismo ético, creatividad, buen dominio de la técnica y amabilidad.
Soy un fiel defensor del potencial que tiene el cómic para crear historias para un público maduro. Me interesa crear historietas que aborden temas políticos, psicológicos, filosóficos y sociales de gran complejidad, sin importar el género que utilice para canalizar estos aspectos. Me gustaría colaborar con otros creadores que apoyen estas ideas, y me ayuden a llevar a cabo ese fin.
En el ejercicio de tu creatividad, ¿qué consideras elemental y qué imprescindible?
Lo elemental vendrían siendo los aspectos técnicos de mi obra. Ahora bien, lo que para mí es imprescindible es la emoción que quiero evocar en el espectador o lector al verla.
«Todo acto creativo es transformador» (+ Galería de imágenes)
Si alguien cree en el azar, podría entonces afirmar sin margen de dudas que Grettel Montes de Oca y yo nos conocimos gracias a una sumatoria de factores disueltos en el aire, perdidos en la posibilidad remota. En aquel momento, en aquel primer instante de contacto, Grettel era para mí una muchacha amable e interesada en la defensa de los animales, una persona que me brindó ayuda en un caso de necesidad. El diálogo nos llevó hacia otras fuentes de sentido y entonces descubrí que el alma de esta protectora de animales se encuentra también ocupada por su pasión hacia el arte, hacia la música y, fundamentalmente, hacia la danza; carrera a la cual le ha dedicado parte indispensable de su vida. Para mí fue un hallazgo el hecho de cruzar la encrucijada donde el camino de la bailarina se entronca con el de la protectora.
¿Cómo transcurre tu proceso creativo? ¿De qué manera te apropias de una idea, una imagen, un sentimiento, y lo transformas o lo haces parte de tu identidad, para más adelante transmutar esto en un concepto escénico que utiliza al cuerpo como su principal herramienta?
El proceso creativo empieza y transcurre siempre de manera diferente. Depende del tipo de proceso en que me encuentre en ese momento; quiero decir, si es algo que estoy creando yo sola desde una idea propia, o si es una obra de danza o de teatro, o un trabajo multidisciplinario. Por supuesto, parto de la idea del creador y la respeto, aunque me construya mi manera personal de enlazarlo, combinarlo y, finalmente, armarlo.
Todo parte siempre de una idea primaria, un comando, un texto, una pauta inicial, una música, una imagen, un tema, un sentimiento o emoción.
A partir de ahí comienza el proceso, que se basa esencialmente en la improvisación, y donde se va organizando todo por frases de movimientos o pautas que se fijan.
A veces se trata de una improvisación dentro de una estructura organizada, o no. En fin, hay mil formas de organizar el proceso según el caso.
Como bailarina, ¿sientes que la danza, el acto creativo que se vale del idioma del cuerpo en movimiento, es un proceso biológico o intelectual, o acaso una mezcla de ambos conceptos? ¿Cómo te sucede a ti? ¿Tiene el cuerpo memoria?
Es más bien una mezcla de ambos conceptos, de lo biológico y lo intelectual y, por supuesto, también lo espiritual.
Todo lo que tenemos es nuestro cuerpo, es lo único verdaderamente nuestro, y en él está la esencia de todo.
Y sí, definitivamente, el cuerpo tiene memoria.
Háblame de tu relación con el mundo de la música…
Mi papá es músico y por eso es que siempre tuve muy buena formación y apreciación musical. Pensé incluso estudiar piano ya que tengo oído; la verdad es que me hubiera encantado ser pianista. Por un lado recibí la influencia musical de mi padre; mientras, mi madre deseaba que yo fuera bailarina: una conjugación que resultó muy efectiva porque tenía las condiciones técnicas para ser esto último, pero sin abandonar nunca mi vínculo con lo musical. Lo cierto es que desde pequeña escuché a los clásicos, rock and roll, lo que puede llamarse música bien hecha, bien pensada. Esto influyó mucho en mi formación como bailarina. Incluso desde pequeña estudié gimnasia, natación, incluso hasta pintura; fue solo luego que empecé en la carrera de Ballet Clásico, ya con nueve años de edad, en la Escuela de L y 19.
Luego transité hacia la ENA en Danza y allí tuve siete años de formación. Disfruté de la experiencia de trabajar en lo coreográfico prácticamente desde principios de mis estudios; hice cuatro o cinco obras donde la música era un factor fundamental. En la ENA me relacioné mucho con los músicos por nuestra cercanía gracias a las asignaturas de escolaridad que compartíamos, así pues, la conexión fue instantánea. Más adelante me relacioné también con pintores, fundamentalmente los de la generaciones de los 80 y los 90, una generación marcada por el éxodo, casi todos ellos se fueron de Cuba.
Acabada de graduar fui fundadora de Danza Combinatoria y, poco después, formé parte de Danza Abierta, compañía en la cual la música tenía una relevancia verdaderamente destacada. En mi vida personal, la música me abrió las puertas a un montón de relaciones espirituales. Creo que siempre ha estado presente en mi vida. Si no hubiera sido bailarina, hubiera sido músico.
¿Cómo empleas el mundo de las vivencias y lo autorreferencial en tu ejercicio creativo?
La danza, el movimiento, siempre que se hagan de manera sincera y genuina se transforman fácilmente en un acto muy personal. Significa que a través de nuestro cuerpo en movimiento comunicamos. Con el tiempo, con los años, somos mucho más verdaderos.
¿Sientes que la danza puede transformar, así sea por breves instantes, la realidad que nos circunda y nos define?
Todo acto creativo es transformador y nos define como individuos.
Cuando tu cuerpo se enfrenta a una nueva creación coreográfica o a cualquier otra forma de ejercicio creativo, ¿a qué recursos acudes?, ¿cuáles son los principales ejes o resortes que ponen en marcha tu memoria emotiva y que dinamitan tu relación con la escena y con el cuerpo de otros bailarines?
A pesar de la técnica y formación académica —y, por supuesto, los años de carrera como bailarina de danza contemporánea porque todavía estoy activa— me gusta salir mucho de mi zona de confort y buscar más allá, buscar otras maneras de decir con el cuerpo.
¿Cuán importante es para un artista tener conexión, tanto espiritual como física, con otros creadores? ¿Cómo se traduce esto en el lenguaje de la escena?
La conexión y la interacción con otros creadores de cualquier manifestación son maneras de enriquecer grandemente el universo de cualquier artista. Cada experiencia enseña y abre el mundo creativo hacia otros caminos desconocidos, que pueden ser la puerta para nuevas creaciones. Es un ciclo infinito y lleno de posibilidades inimaginables.
Con Danza Abierta iniciaste una experiencia creativa y un modo nuevo de entender lo corporal como espectacularidad espiritual y escénica. De tu paso por Danza Abierta, ¿cuál fue tu saldo más perdurable?
Danza Abierta fue mi escuela. Era un laboratorio constante e imparable donde la investigación resultaba fundamental. Con la dirección y guía de su fundadora, Marianela Boán, logramos un grupo sólido y unido, y un trabajo esencial en la historia de la Danza en Cuba. Inolvidable. Fue, en fin, mi vida.
Para muchos, la imagen de la Grettel bailarina y la imagen de la Grettel protectora de animales forman parte de un mismo registro. ¿Es tu rol como protectora otra arista creativa? En ese rol, ¿cuáles son tus principales sueños? ¿Sientes que los artistas podemos colaborar con esta causa?
Sí, estoy de acuerdo contigo: Grettel protectora de animales es otra arista creativa y forma parte de un mismo registro.
Mi sueño siempre ha sido el mismo que comparte todo el movimiento animalista: una Ley de Protección Animal en Cuba. Que los animales como parte de este, nuestro único Universo, sean respetados. Merecen ser tratados como seres sintientes y sensibles, de una manera ética y humanitaria.
Los artistas son seres sensibles en sí, y esa cualidad es la base del amor y la compasión. Por eso pienso que pueden —y deben— apoyar y ayudar de cualquier manera posible a la Defensa, Amor y Justicia por y hacia cualquier forma de Vida.
Coméntame un poco de tu experiencia en el teatro, específicamente de tu relación con Osvaldo Doimeadiós en su más reciente montaje.
En Oficio de Isla me fue fácil entender lo que Doimeadiós quería, a pesar que mi personaje no existía en la obra de teatro de Arturo Soto. A partir de los ensayos, de insertarme dentro del proceso con los actores y músicos, mi personaje logró construirse fluidamente y fue saliendo de manera muy orgánica.
La experiencia en esta reciente obra ha sido muy hermosa. Lo primero y más importante fue trabajar con un equipo de personas lindas. Hemos creado bajo la dirección de Osvaldo Doimeadiós, con su delicadeza y amor hacia lo que convierte a un grupo en grande, con muy bonita energía y respeto entre todos. La experiencia es siempre bienvenida y estoy agradecida de ser parte de Oficio de Isla. Doy gracias también a Arturo Soto por poner su pensamiento en mí.
Muchas veces se ha afirmado que la carrera de un bailarín tiende a ser corta, finita, marcada por el paso del tiempo, ¿sucede así o el cuerpo transmuta su conocimiento hacia otras experiencias creativas?
Bueno, sí, el cuerpo con los años empieza a tener límites, pero la creación, la danza y el movimiento no los tienen.
Has trabajando con algunos de nuestros más importantes coreógrafos nacionales y no pocos internacionales. ¿Sientes que tu identidad, tu memoria, tu cuerpo se ajustan mejor a determinados tipos de obras, o eres una bailarina abierta a la posibilidad de descubrir nuevas artistas, a experimentar con registros y formas de hacer?
Estoy abierta totalmente a todo tipo de experiencias y maneras de hacer danza. Precisamente, mi carrera con Marianela Boán estaba basada en su concepto de “danza contaminada”, donde todo cabía y era posible. Ya no hay nada verdaderamente puro.
En tu experiencia, ¿qué recursos pueden servirle al bailarín en su formación, tanto intelectual como física?
El bailarín tiene control de su cuerpo y eso es indispensable para todo en la vida. Además posee una fuerza física y espiritual que también controla. La danza es como una meditación de otro tipo. Sana interna y externamente. Cura el cuerpo y el alma.
¿Entiendes la creación como una continuidad, como un reciclaje de influencias y referencias?
Dijo Isadora Duncan: “Danzar es sentir, sentir es sufrir, sufrir es amar; usted ama, sufre y siente. ¡Usted danza!
“El arte no es necesario en absoluto. Todo lo necesario para hacer de este mundo un mejor lugar para vivir es el amor.”
Nunca he intentado romper moldes
No he tenido la oportunidad de conocerlo a profundidad. Me refiero a ese encuentro, provocado o al azar, que en ocasiones nos coloca a los escritores en un mismo punto del tiempo y el espacio, y que permite ciertas formas de interacción. Sin embargo, creo que he llegado a descubrir un poco de las esencias de Alexy Dumenigo Águila a través de sus obras y de las impresiones que estas han causado en mí. Quizás esta sea la mejor forma en que un escritor alcanza a conocer a otro.
¿Te consideras un narrador estrictamente de ciencia ficción o uno que hibrida en sus textos diversos géneros? ¿O eres de los que cree que la literatura no ha de dividirse en géneros, sino en categorías y jerarquías de calidad?

Me gusta la ciencia ficción por las posibilidades que ofrece para contar, pero no me limito a un género. A veces escribo fantasía o relatos puramente realistas. No los clasifico hasta luego de terminar. De ahí que me resulte imposible etiquetarme como autor de ciencia ficción, ni mucho menos decir que hibrido géneros.
Trabajo con ideas y recursos narrativos, al menos en la parte consciente de la escritura. Siempre queda un porciento del texto que no sabría decir de dónde salió. En la parte que sí controlo del proceso, me gusta tomar de aquí y de allá. Intento no pensar en términos de género. Los géneros son útiles para que el público encuentre cierto tipo de libro o para que los académicos y críticos puedan organizar su discurso; pero también tienen el efecto de que, como ocurre con la ciencia ficción y la fantasía, obras muy diferentes entre sí van a caer en el mismo saco, para bien o para mal. Ahí no valen tampoco las jerarquías de calidad. Tienden a confundirse con gustos y prejuicios. Personalmente, dedico mucho tiempo a pensar en el dilema de los géneros y a veces me digo, “escribiré un cuento dentro de este género”, porque ayuda tener un punto de partida, pero luego voy adonde me lleve la historia.
¿Qué opinión te merece la literatura de ciencia ficción joven que existe hoy en día en nuestro país? ¿Cuál es un principal hándicap?
Creo que hoy los autores están mucho más informados de lo que estaban hace una década. Se trata de una ciencia ficción escrita por nativos digitales, en un mundo interconectado. Los referentes actuales pueden llegar de lugares como China o Nigeria, que antes no figuraban en nuestro mapa de la ciencia ficción. El abanico de temas y estéticas se ha ampliado mucho.
¿Hándicap? Muchos de los textos que leo de autores contemporáneos están salpicados de referencias y tópicos ya abordados en sagas literarias exitosas, series de televisión, películas, etcétera. Raras veces la mezcla se produce de forma orgánica. Parece que la ciencia ficción cubana está todavía en proceso de asimilar todas esas influencias externas. Como amante de las buenas historias, me preocupa que los argumentos se subordinen al afán especulativo y a las referencias.
¿Cuáles son los temas o asuntos que te preocupan a la hora de escribir y cómo transcurre tu proceso creativo?
Me gusta probar suerte con los tópicos de la ciencia ficción. Mis argumentos son muy diferentes entre sí. Lo mismo me pasa con otros géneros. Solo encuentro un elemento en común: el individuo. Suena demasiado vago y general pero, analizando mis cuentos y la forma en que se desarrollan, veo que el foco de atención siempre está en el mundo interior de los personajes. Mientras más imperfectos y vulnerables, mejor.
Por raro que suene, dedico la mayor parte de mi tiempo libre a complicar la vida de personas imaginarias. En ese sentido, la ciencia ficción me ofrece un arsenal de situaciones desagradables o extrañas que puedo dejarles en el camino. Trato de no extenderme en la descripción de sociedades o tecnologías, aunque me divierta hacer lo que llamamos worldbuilding (construcción de mundos).
Casi todos mis relatos están entrelazados con el punto de vista de los protagonistas, a tal punto que un noventa por ciento de las ideas que vienen a mi cabeza acaban desechadas porque no encuentro a los personajes adecuados. Cuando aparecen los personajes ya hay conflicto, y entonces el cuento se escribe solo… lo cual es un sentido figurado, porque bastante que me cuesta. Escribo lento, a lápiz, y tengo la mala costumbre de corregir a cada rato. Ese es mi proceso creativo y no se lo recomendaría a nadie. Los horarios y la cantidad de revisiones varía con cada cuento. Y suelo reescribir mucho.
¿Es importante que los jóvenes creadores tengan referentes de las generaciones anteriores?, ¿o piensas que es preciso que los jóvenes rompan con moldes anteriores y que solo se miren en el espejo de sus contemporáneos?
Nunca he intentado romper moldes. Mis preocupaciones suelen ser mucho más inmediatas. Trato de no hacer comparaciones. Una amiga escritora me ha calificado de “arqueólogo literario” porque paso más tiempo leyendo novelas del siglo XIX que poniéndome al día con el panorama literario cubano. Desde que abandoné la condición de inédito, intento llenar ese vacío cultural, porque hay que tener de qué conversar en los eventos y ferias del libro.
Lo cierto es que leo principalmente por placer y curiosidad. Cualquier comparación de mi obra con la de mis contemporáneos me parece un acto mezquino. Cualquier comparación con los clásicos puede ser fatal para mi autoestima.
Conversemos un poco sobre el debate de si existe el fantástico o la ciencia ficción netamente cubanos, entendiendo que esa categoría no incluye la condición nativa de aquellos que escriben sino la elección de figuras, temas, leyendas, mitos, religiones, etc. propias de nuestra región geográfica. ¿Este es un riesgo que nos puede conducir a una escritura localista o constituye un paso adelante en cuanto a la idea de formar un corpus creativo de raíz nacional?
Pienso que la cultura cubana es mucho más universal y compleja de lo que parece a simple vista. Siempre se agradecen las historias fantásticas que reflejan nuestra identidad, pero se corre el riesgo de mostrar una visión caricaturesca de lo que significa ser cubano. Por atractivo que resulte un corpus creativo de estas características, no debería otorgársele más valor del que tiene ni debería limitar la elección de argumentos por parte de los autores.
Como escritor cubano, puedo escribir historias que se desarrollen en Nueva York o Japón, incluso con situaciones que parecen sacada de un cómic norteamericano, y siempre habrá algo de cubanía en el modo de representar esos rasgos culturales foráneos.
Los grupos literarios, ¿beneficiosos o negativos para un escritor?
Si algo hemos aprendido durante la pandemia del coronavirus es que, por mucho que la sociedad nos corrompa, el aislamiento no nos hace ningún favor. Eso aplica también a la formación de los escritores. El Centro Onelio, el Taller Espacio Abierto y el taller literario de la UCI han sido claves en mi aprendizaje y no sé qué rumbo hubiera tomado mi escritura sin ellos. Posiblemente no hubiera pasado de ser un hobby.
Mi experiencia personal en estos grupos puedo calificarla como positiva. Es verdad que se corren riesgos. Puede ser difícil para un autor formarse un criterio propio bajo la influencia de un grupo. Siempre hay una parte de nosotros que quiere agradar, que busca ser aceptada y disolverse en la multitud. Depende de hasta qué punto el escritor consiga mantener su individualidad. Pero no hay duda de que se aprende. De lo bueno y de lo malo.
Háblame un poco de tu libro Izokumi, Premio Calendario de Ciencia Ficción en el 2019.

Izokumi es el último de cuatro cuentos que conforman el libro. Y los cuentos no guardan relación entre sí. Así que es difícil explicarlo como un todo, aunque por lo general mis presentadores se las arreglan para definirlo mejor que yo (aquí pondría un enlace a la reseña de Abel Guelmes que está en el blog de Espacio Abierto).
La colección inicia con Edén, una reescritura de un cuento de Edgar Allan Poe en clave de ópera espacial. Luego viene el cuento más largo de todos, Tiempos convulsos, donde me di el gusto de contar una historia de intriga y espionaje en un 1962 alternativo, donde la Crisis de los Misiles toma un nuevo giro.
Hostal 51 es un cuento que escribí y reescribí varias veces sin parar de reirme de mis propios chistes. Lo mejor es que a otros también les ha hecho gracia. Trata de un hostal que alquila a extraterrestres en la Cuba de hoy, o al menos la Cuba de hace unos meses.
Izokumi es una historia sobre universos paralelos y el bombardeo nuclear a Nagasaki, en 1945, y es mi cuento favorito del libro. El hilo que conecta las narraciones, si hay alguno, podría ser el tratamiento de los personajes y su manera de afrontar la adversidad, pero ese es el tipo de explicación que los autores nos inventamos sobre la marcha. Si alguien me dice a la cara que son solo cuatro cuentos que reuní para ganar un concurso, posiblemente no se me ocurra nada que contestar.
Leí con curiosidad, y hasta con un poco de sorpresa, que de los tres jurados que concedieron dicho premio, solo uno estaba vinculado directamente al mundo de la ciencia ficción y la fantasía. ¿Es positivo que nuevos jurados, provenientes de la literatura mainstream, valoren las obras que se enfocan en el género fantástico? ¿Se corre un riesgo o se amplía un espectro de referencias?
A menudo se oye decir que la literatura de género no es tomada en serio ni por la crítica ni por otros escritores. En ese sentido, la inclusión de autores ajenos al género, pero de vasta trayectoria y autoridad en el mainstream, permite que exista ese acercamiento tan deseado.
Me gusta pensar que esos jurados pueden expandir sus horizontes y su comprensión de la literatura popular, al mismo tiempo que aportan un punto de vista estrictamente literario. Lo ideal sería mantener un equilibrio en la mesa donde se valoran de los manuscritos, pero con un número impar se hace difícil. De hecho, la contradicción entre la calidad literaria y el carácter especulativo es inherente a este tipo de obra. Incluso si hubiera un único jurado, la elección siempre va a ser complicada, por eso los veredictos del Premio Calendario de Ciencia Ficción siempre están sujetos a polémica.
Es difícil encontrar libros perfectamente balanceados. Sin embargo, un buen libro de ciencia ficción debería ser capaz de convencer incluso a los lectores más novatos. La literatura de género muchas veces tiende a aislarse dentro de sus propios límites y creo que ese es el mayor riesgo.
¿Hay variedad estética y estilística en los textos de los escritores de ciencia ficción de nuestro país o se repiten las maneras de contar?
Siempre hay algo de imitación, sobre todo cuando se trata de autores que dan los primeros pasos en la escritura. Es normal. A medida que estos escritores ganan experiencia, se puede notar un estilo y una estética particular. No creo que haya dos autores cubanos de ciencia ficción que escriban igual. Todos tienen sus inquietudes y sus maneras.
¿Hasta qué punto crees que la reciente conectividad de nuestro país con mundo de la media enriquece los márgenes culturales de los escritores?
Es difícil estimar hasta qué punto. Son muchas las bondades del Internet y sus desafíos. Tengo cerca de 10 GB en videocursos de escritura y libros de teoría narrativa que no podré estudiar ni viviendo mil años, por no hablar de la cantidad de ficción que tengo al alcance de un click. Es casi desesperante. Antes, las opciones eran más reducidas y había más tiempo para procesar las experiencias. Ahora, lo que se gana en amplitud e inmediatez, se pierde en intensidad. Y los horizontes de los lectores se amplían también, o al menos su acceso a la información. Eso influye mucho en la forma de escribir, porque se lee distinto.
También, debido a la escasez de vías para promocionar y comercializar las obras literarias dentro del país, Internet es para muchos el camino más rápido y directo hacia una carrera literaria. Es muy popular la idea del escritor/divulgador/influencer, todo en uno. Los autores son mucho más conscientes del medio en que se distribuye su obra y pueden recibir retroalimentación. Parece que la literatura va dejando de ser un oficio solitario.
En mi experiencia personal, la conectividad puede ser también un enemigo de la productividad. Pero es uno de los riesgos que debemos correr. Habrá que adaptarse, porque el Internet no se irá a ninguna parte.
¿Cómo definirías tu propio estilo?
Siempre tengo en mente una frase de Hemingway cuando pienso en el estilo. Decía, más o menos, que son aquellos errores que se repiten en la obra de un autor mientras este trata de crearse un estilo. Yo ni siquiera busco definirlo. Otras personas lo han descrito como sencillo y directo. Mis cuentos están llenos de imperfecciones que se repiten, también de obsesiones que se manifiestan en la forma y el contenido. Arranco con la frase que me parece más esclarecedora y, como nunca me gustó la gramática, voy hasta el final intentando no tropezar con los adjetivos, los advervios o las oraciones subordinadas. Trato, en general, de no complicar las cosas, incluso cuando las ideas que manejo puedan ser excéntricas.
Mundos insospechables que invitan
Idán Luis Ferrán ha mapeado la ciudad de sus experiencias, la ciudad de sus memorias. En la composición abstracta de la poesía —las calles del recuerdo— construye mundos insospechables que invitan. Esta entrevista busca un acercamiento con este joven creador ariguanabense que confía en que el arte es, sin dudas, materia trascendente.
¿Cómo llegas al mundo de las artes visuales?
Desde niño siempre tuve una marcada inclinación por dibujar, por llevar casi siempre un pedacito de creyón en la mano, decía mi madre. Vigilaba sigiloso para no ser atrapado mientras garabateaba alguna pared que encontraba. Tenía una afición casi inconsciente por los murales. No corrí con la suerte de beber directamente del arte visual o del arte en general; crecí lejos de esos caminos y, por alguna extraña razón, cuando cumplí 16 años, ingresé a lo que fue una excelente escuelita de arte en mi localidad llamada «Eduardo Abela». A partir de ahí, empecé a encontrar la paz y a viajar finalmente por el sendero más indicado para mí, pues creo que no pudiera haber sido otra cosa en esta vida.

¿Cómo defines la poética de tu visualidad?
Esta pregunta en particular está relacionada con el proceso de mi trabajo. Sería bueno saber de antemano que mi definición de la realidad esta inherentemente vinculada a mi visión como artista: la poética viene a mí horas antes de pintar algún cuadro. En este método que desarrollo conviven la subjetividad y el propio destino de la obra. Decía Cortázar: «La obra ya está hecha antes de hacerla», y en mi caso necesito inspiraciones que confluyen entre la familia, los amigos, gentes y lugares que me son importantes. Ahora, creo que el pintor también pinta lo que quiere ver, lo que desea apreciar después de limpiarse las manos manchadas, porque en su búsqueda visual no encuentra lo que anhela contemplar más tarde en lo real, en lo vivo o muerto que le rodea. Yo defino la poética de mi visualidad como algo enérgico, como mundos insospechables que invitan.
En tu producción, ¿cómo se entroncan la investigación y el proceso creativo?
La investigación es mi vida. No puedo acostarme a dormir sabiendo que necesito investigar algo, tengo la maldita —o bendita— manía del bichito inquieto, “sabelotodo”. Esto inevitablemente se relaciona con el proceso creativo, existe el entroncamiento entre los dos en el punto en que surge el milagro: la idea. Como dije antes, todos los procesos e investigaciones que necesito para hacer una obra vienen casi siempre tomados de la mano. Uno me dice qué hacer con el otro. Son como los estudios previos que hace cualquier escritor que arruga un trozo de papel y se dispone a ordeñar otro tintero. Ya después vienen los bocetos, las restauraciones de ideas, las reinversiones, los cambios, los rescates y los accidentes.

Tu experiencia como artista, ¿cuánto te ha aportado a la hora de ejercer como maestro de niños y adolescentes en el Proyecto Cultural Casa Miqueli, en San Antonio de los Baños?
Tuve la oportunidad —más que eso, la dicha— de conocer a Raúl Bonachea Miqueli, director, fundador y promotor principal de este magnífico y ansiado centro artístico multidisciplinario para niños y adolescentes. Recuerdo que cuando no sabía pronunciar bien su nombre me hizo saber, por intermedio de un amigo en común, la idea de fundar este proyecto. Hacía ya algún tiempo que yo había impartido de manera muy conservadora un taller de pintura para niños en la ciudad, con fines de proyecto comunitario.
Desde ese entonces surgió en mí cierta vocación por el magisterio dirigido especialmente a los niños. De alguna forma aquella experiencia me marcó, y finalmente me he reencontrado otra vez como profesor del taller de pintura de la Academia Casa Miqueli de San Antonio de los Baños.
El aporte ha sido tanto que creo no hay mejor regalo. No paro de aprender, de tal forma que planifico una clase para enseñarles los colores primarios, secundarios y complementarios, y termino aprendiendo de los niños. Ellos tienen esa capacidad de enseñarle a uno, incluso sin planificarlo. El premio es que se descubren cosas que quedan para toda la vida y yo, como «el profe», tomo nota, y formo parte de ese hermoso y longevo sentimiento.
¿Asumes la abstracción como una forma de reflejar los mapas visuales de tus experiencias o como un lenguaje de posibilidades ilimitadas?
La asumo de las dos formas, y que la primera pregunta sería el pretexto para seleccionar la manera en que se dice, el famoso cómo. Sin duda alguna hay posibilidades ilimitadas en la creación de mis cuadros abstractos, el solo hecho de que escoja este lenguaje para manifestarme y comunicarme, extralimita toda frontera y a la vez vence a la censura.
La abstracción es uno de los mejores derroteros para decir, sin olvidar que —detrás de todo esto que explico— también subyace una expresión exacerbada del individuo a partir de su propia validación: puedo reflejar no solo mapas o planos urbanísticos, sino toda una inmensidad de mundos y misterios.
En buena parte de tu trabajo, la abstracción se asume como la imagen que define mapas aéreos de tus propias geografías en la memoria. ¿De qué manera comienzas a trazar estos recorridos?
De cierta forma ya hice un pequeño argumento antes, a manera de introducción de los procesos y de mis experiencias. Ahora me gustaría responder esta pregunta a modo de relato:
A ojo de pájaro

En el meticuloso desorden de un saloncillo estrecho puede surgir la magia de los altos vientos y de las entrañas vivas de la tierra; en el salón más pequeño de un edificio como cualquier otro, la magia surge siempre —como el diamante del carbón oscuro— hasta en el sitio más común y vulgar que hayamos visto: la magia surge siempre que esté el mago, con su ancestral oficio de aparecer y desaparecer las cosas, con su olvidado oficio de las fantasías de niño. Sabe hacernos ver un conejo en una nube, y una forma en donde no la esperábamos, como la de la reina de corazones entre los bastos de la baraja española, todo por arte de magia. El mago hace ver por su espíritu de niño, y hace niños a los demás cuando les muestra la imagen de lo que ve. Es mago el obrero que muestra con entusiasmo e ilusión cómo la máquina hace una cuchara, porque sabe ver la magia que hay en ello, así como es mago todo aquel que conoce que existe magia en su trabajo y sabe mirarlo con ojo de niño en un juego. La magia verdadera, la de los altos vientos y las entrañas vivas de la tierra, nace en cualquier sitio donde esté la inocencia, incluso en el salón más estrecho y con balcón de un edificio como otro cualquiera; donde un mago enjuto, delgado y de sonrisa temblorosa, se asoma a su balcón y mira, lánguido, y ve el espíritu de nuestras calles, y las pinta como en un mapa, en un lienzo geográfico, vistas desde arriba en una noche difusa. Porque como en difusa noche se anda por nuestras calles, y todo es oscuro y borroso recuerdo de la luz que en algún momento fue, y todo es ruina y nostalgia que nos hace ver el mago, porque es sincero, y no puede más que mostrarnos lo que de veras ve, sin lugar a engaño alguno.
¿Hasta qué punto, en la abstracción, consigues revelar un estado de la memoria, de tus ánimos y tus propias reflexiones?
Es sumamente importante, al menos en esta etapa de mi obra abstracta, el reflejo de una ciudad vista desde arriba. Siempre me pregunté cómo se vería mi gente y cómo me vería yo —hormiguitas en este pedazo de tierra que nos vio nacer y crecer. Fue una necesidad, casi física, de homenajear la villa con este lenguaje abstracto.
La parte difícil fue reconstruir algunos planos de los lugares más representativos del pueblo, esos que habitan en mi corazón, pues yo quería, como bien dices, pintar memorias, sucesos, gentes, y no tenía planos de las zonas ni ningún aparato viable como recurso para alcanzar una foto tan alta del barrio.
Recuerdo que una vez me subí en el cuartel «Roberto Valdés Santos», que se encuentra en una loma y que supuestamente es el sitio de más altitud del pueblo. Desde allí tampoco pude obtener lo que quería. Entonces hallé una fórmula de imaginarlo, mirando desde abajo y calculando cómo se vería desde arriba. Para ello también recreé a escala varios bocetos y estudios de campo visual. Ya tenía el terreno, ahora faltaban los entes y las emociones que convivirían en el cuadro. Para ello ideé una tabla de color de la tez de la piel de personas con un papel protagonista, y obtuve así una paleta llena de colores de distintas gamas de pieles que iban a ser plasmadas a manera de manchas (sueltas, caminantes y fugaces) en el formato y plano escogidos. Entonces mis propios ánimos y reflexiones se fueron empinando como papalotes, satisfechos poco a poco.
¿Cómo valoras la salud de las artes visuales jóvenes en la Cuba de hoy? ¿Existen suficientes oportunidades para que el talento sea reconocido o aún faltan espacios?

Aún faltan espacios. Por ejemplo, sin ir tan lejos, aquí mismo en mi localidad no existe un salón dedicado al arte abstracto, y considero que eso es una pena, pues tales inquietudes palpitan entre varios colegas pintores de nuestra comunidad.
De igual forma considero que sí existen espacios muy oportunos para impulsar y difundir el arte de los jóvenes creadores cubanos de hoy, como la AHS, entre otras instituciones; pero tampoco creo que sean suficientes las oportunidades ni los recursos. Sé que la palabra recursos no se encuentra en la pregunta; pero también se hace indispensable hablar de ella, dado que sin pinceles, pinturas, lienzos, papel, marquetería, etc., no se confecciona la obra deseada, y en este tema sí es verdad que las artes visuales están enfermas, más que en la cuestión de los espacios y las oportunidades. Hay mucha escasez de materiales en el país. Es lo que puedo decir a partir de mi propia experiencia.
En tu obra también trabajas la figuración. En ella, el cuerpo humano ejerce una fuerza de imán, pero a manera de un cuerpo otro, híbrido, metafórico, donde el hombre se transforma en ave y donde se cuestionan los cánones sociales de los femenino y lo masculino. ¿Qué exploraciones te conducen a esa senda?
El primer impulso está en que identifico a los cuerpos humanos como una materia que, con una solapa, salvaguarda o encarcela un alma o un espíritu diferente en cada uno de nosotros. Lo que hago es que manipulo dicha materia a mi antojo y la fusiono con otro ser, en este caso con las psittacidaes: familia de loros que carecen de dimorfismo sexual. Uso esa lógica conceptual para discursar a partir de nuevos seres que nacen en un contexto social. Hace mucho tiempo iba por la calle y miré a una mujer caminando que no era una mujer, pero tampoco era un hombre. ¿Qué era ese (o esa) no mujer/no hombre?, me pregunté. Ahora propongo nuevos seres en pos de una nueva especie humanoide. Simplemente propongo.

¿Sientes que en tu obra existe el erotismo, ya sea el de los cuerpos o el provocado por la intervención de los espacios mentales a los cuales haces referencia en tus obras abstractas?
El erotismo también es «energía» y creo que está marcada para mí, más que para muchos, en la parte abstracta de mi trabajo. La obra, cuando nace, se construye de cierta manera independiente en varios puntos y aspectos, deja de ser inocente y se relaciona más allá del propio creador, se convierte en amor deseoso y puro. La obra deja de ser solamente de alguien para enamorar a muchos más, e incluso ir a la cama con otros. ¿Acaso no hay erotismo en estas líneas?
En la evolución de la poética de tu visualidad, ¿qué te interesaría descubrir?, ¿cuáles serán tus próximos caminos?
Mis próximos caminos seguramente serán los que aún no conozco, pues todavía no los tránsito. El coterráneo y maestro Silvio Rodríguez parafraseaba así: «Mi canción favorita es la que escribiré mañana». Esa idea empática me hace pensar que mi tránsito o camino será el que necesite para continuar la búsqueda, esa travesía que respiraré en un momento futuro e incierto.
Por ahora sé pocas cosas sobre él: ¿por qué pinto?, a veces creo que esa pregunta latirá en mí muchos años, y que funcionará también como un motor con todo su mecanismo intacto, el cual no me deja parar de crear o de, al menos, intentarlo.
En cuanto a lo que me interesa descubrir o redescubrir, solo podría hablar de mis deseos inmediatos, de lo que persigo muchas veces sin un éxito del ciento por ciento: las «ENERGÍAS» que subyacen en la propia pieza, en su entorno, o en la relación obra-espectador. Claro que tengo ambiciones, ¿quién no? Me gustaría descubrir muchas cosas; pero me gusta más ser consecuente con ciertos principios del pensar que me hacen feliz.

«Ser artista es un fenómeno holístico»
José Víctor Gavilondo —Pepe para sus amigos— es uno de los jóvenes artistas que más he admirado desde que nos conocimos, hace ya 15 años, en las aulas del Conservatorio Amadeo Roldán. Desde entonces, Pepe tenía claro que su vocación lo llevaría a explorar mucho más allá de la creación musical, que su trabajo lo ayudaría a entender que el ser humano es una sumatoria de sus experiencias vitales y artísticas, y que todos —absolutamente todos— somos parte del llamado de lo holístico. Esta entrevista es, de alguna manera, mi deuda con esta amistad.
¿De qué manera influyó en tu formación la existencia de artistas en tu familia? ¿Qué aprendiste de la observación y de la experiencia de los otros?
Cuando antes de nacer estás dando saltos de ballet en la barriga de tu mamá, y tu hermano ya está dibujando como un prodigio, y tu padre científico toca la guitarra y toma fotos espectaculares, es inevitable que salgas con atracción hacia el arte.
Es importante entender que el arte o ser artista es un fenómeno holístico. No eres solo músico, o bailarín, o pintor. Todas las artes están conectadas y es esa interacción de percepciones la cual se codifica y nutre tu rama o vertiente creativa, interpretativa o analítica.
Para mí, la mayor influencia es nacer dentro de una familia que promueve la lectura, el análisis, el pensamiento y el cultivo del buen arte. Definitivamente tuve un contacto temprano con este mundo. Recuerdo corretear por el Ballet Nacional de Cuba (BNC) a los cinco años, viendo los ensayos de las mujeres, escuchando el piano, observando los movimientos. Con mi hermano, que estudiaba Diseño, hacía maquetas para sus tareas del ISDI. Y con papá salía a tirar fotos cuando la fotografía digital comenzaba aquí en Cuba. Para colmo, mis abuelas escuchaban música en la radio: una, canciones cubanas tradicionales, y la otra, ópera clásica. De todo esto supongo que aprendí a amar la diversidad de expresiones del ser humano (no estaba consiente de este fenómeno como tal en ese momento, pero viéndolo en retrospectiva, cimentó las bases para mi amor por lo distinto, lo diverso, la riqueza de las expresiones culturales y artísticas del planeta).
¿Hasta qué punto la competencia o la emulación es saludable para la vida creativa de un músico?
La competencia es necesaria. Yo soy altamente competitivo conmigo mismo. A veces lo llevo hasta lados negativos, lados de negar mi propia creación o restarle valor. Pero poco a poco he aprendido (y sigo aprendiendo) a transformar eso en ganas de mejorar, pero mejorar como el concepto de seguir experimentando, de seguir descubriendo mis voces, mis demonios, mis miedos, mis alegrías. Uno nunca para de conocerse o sorprenderse a sí mismo. Pero la música —he descubierto ya de viejo— se trata sobre compartir. La competencia o la emulación deben tornarse para abrir nuestras mentes a las diferentes voces y perspectivas de las personas.
En este momento, ¿cuáles son los principales retos del mundo de la composición? ¿De qué manera sintetizas lo cubano y lo universal en tus obras?

Hay un gran sentido de la universalidad ahora, siento yo, en la creación artística. Vivimos en tiempos de unión, de fusión, de mezcla y descubrimiento global absoluto. El arte ha dejado de tener fronteras para explorar sus diferencias y semejanzas con otras manifestaciones, cercanas y lejanas. Si hay un reto en la creación actual —que es virtual, no existente, pienso— es hallar nuevas maneras de expresar. Pero no es necesario. Ya se ha compuesto, escrito, dicho, pintado, filmado, fotografiado, de tantas maneras. Y en las redes descubres a mucha gente talentosa, genios, haciendo cosas maravillosas.
Entonces, el reto real de la creación es ser honesta con su origen (el creador) y apuntar a enriquecer nuestras vidas desde un concepto global: promover un sentimiento de sociedad, de pensamiento colectivo, de amor humano, de amor planetario, de lo místico, de lo distinto y de lo semejante.
Aquí en Cuba todavía se ve lo cubano de una manera muy tradicional, pese a que este fenómeno se va ampliando poco a poco. La gente espera de un creador cubano ciertos patrones, clichés, mundanerías tradicionalistas que ya han pasado de moda. La globalización de la cultura nos demuestra lo parecidos que somos pese a nuestras lejanías (reales y aparentes). El artista cubano debe apuntar hacia eso, hacia llevar la cubanía aún más hacia lo universal.
Particularmente no pienso mucho en ese fenómeno cuando creo. Lo que hago es mío porque lo hago yo, y yo soy cubano porque nací y vivo aquí en Cuba, y me gusta tanto una rumba como una música irlandesa o un disco experimental finés. Que no indague en géneros cubanos o utilice patrones obvios no me resta cubanía, ni me añade otras cosas. Me hace lo que soy y punto.
Uno de los grandes sueños de un compositor es poder tener una producción discográfica, lo que constituye un cierre de una etapa de trabajo y de creación. Ya lo has conseguido con tu CD “Voces del Subconsciente” (2016), el cual fue nominado a los Premios Cubadisco en 2019. ¿Hasta qué punto los reconocimientos son un estímulo para un joven artista? ¿Ayudan a que el camino a recorrer sea más simple o fijan metas más ambiciosas?
Tener un disco que contenga tu música, sobre todo, tu música sinfónica —tan difícil de componer, montar y grabar— es una alegría inmensurable. Siempre estaré agradecido a la AHS, a Colibrí, a Carmen Souto y Yentsy Rangel por ayudar a la promoción de las becas y las grabaciones de estos fonogramas. Ahora, esta alegría no sirve para establecerse (creerse establecido, digo) o, como decimos aquí, achantarse. Todo lo contrario. Es solo un impulso más para seguir creando y haciendo cosas distintas.
Solo las ganas de hacer cosas y la inhibición para probar lo desconocido me han llevado adelante. No creo que haya sido tanto el talento u otra cosa. Es la voluntad lo que te empuja. Y, definitivamente, hace que el camino más difícil, porque con cada paso sientes el peso de los demás. Un peso que no es para atormentarse, pero sí a veces se convierte en un compromiso con uno mismo, y con la gente que te ayuda y que disfruta de lo que le brindas. Yo no creo en relajarse, en decir: “en otra ocasión, mejor”. Ojo, esto puede llevarte a caminos tormentosos, sinuosos, terribles. Pero, por otro lado, puedes realizarte todos los días.
Has estado en contacto con algunos de los artistas más importantes del mundo creativo cubano en la actualidad, ¿qué se puede aprender de la experiencia musical de los otros y cómo adaptarla a tus necesidades particulares como artista?
La experiencia de compartir, aprender y crear junto a otros artistas cubanos y del mundo es de lo que se trata esto, te digo. Te pongo un ejemplo. Después de tantos años de hacer locuras con el Ensemble Interactivo de La Habana, tocar en Síntesis, trabajar en la Fábrica de Arte Cubano, colaborar con bailarines y coreógrafos, puedo decir que no me gusta crear arte solo. La interacción de mentes es el verdadero camino al progreso… y mientras más baches, mejor. Esto, entonces, ha creado en mí una necesidad de siempre compartir la experiencia creativa con otras personas o artistas. Casi puedo decir que no puedo funcionar como creador o esparcidor de arte si no lo hago junto a otras personas.
Tu música ha tenido el privilegio de ser interpretada por ensambles de cámara y sinfónicos del país, como la Orquesta de Cámara de La Habana, la Camerata Romeu, el Trío Lecuona, la Orquesta del ISA adjunta al Lyceum Mozartiano, la Orquesta Sinfónica Nacional, y por Fear No Music y Tenth Intervention, de Estados Unidos. ¿Qué piensas que, hoy en día, trasmite la música al mundo?
Ha sido un privilegio escuchar mi música desde el punto de vista de artistas, agrupaciones y conjuntos tan prestigiosos en Cuba y el mundo. Volvemos a lo mismo: tengo una concepción de mi música que siempre cambia con sus interpretaciones, y esto es genial. Me saca de mi zona de confort y de tranquilidad, me hace pensar.
La música existe en el mundo para comunicar algo muy misterioso. Todavía hoy no entendemos en su integridad cómo funciona el arte musical, cómo simples frecuencias simultáneas pueden transmitir tantas emociones a través de un medio tan abstracto, tan subjetivo. Mi música busca eso sin pretensión alguna.
¿Cómo transcurre tu proceso de investigación y de creación musical? ¿Hasta qué punto el mundo a tu alrededor influye en este proceso?
Hay dos músicas que creo: la que hago para mí, y la que hago para acompañar, integrar o fusionarse a otra experiencia artística. Las dos cumplen la misma función de comunicar contenido abstracto. Yo no investigo mucho, la verdad. Escucho música, pero tampoco tanta como alguna gente supone. Lo que sí me he pasado mi vida entera escuchando música, reuniendo sonidos y experiencias sonoras, según las que más me hablan y las que menos tienen que ver conmigo. Mi proceso de creación es puramente intuitivo, me siento al piano, o abro un programa en la computadora y simplemente me pongo a crear. Claro, después viene el 2839% de cabeza que hay que meterle a todo contenido en bruto. Pero esa parte también, me atrevo a decir, es más inconsciente e intuitiva.
El mundo exterior por supuesto que tiene una influencia en mi creación. Tiene la mitad de la influencia. Después mi cerebro procesa ese mundo, lo transforma, le encuentra defectos, lagunas, maravillas, cosas increíbles, sueños, fantasías, miedos y lloviznas. Ahora, sí soy consciente de por qué compongo, arreglo y orquesto como lo hago, o sea, estoy muy aware de mis influencias y mis preferencias en cada aspecto de la creación. Pero siempre trato de no anclarme a nada. Stravisnky profesaba mucho eso, el no-enamoramiento de un creador con su manera o estilo, la constante evolución intelectual y conceptual del artista. Yo trato, ¡trato!, de seguir ese camino.
No es un secreto que te interesas, y con muy buen tino, por el mundo de la fotografía. ¿Cómo se complementan estas dos artes, fotografía y música, en tu creación? ¿Qué te ofrece el mundo de la experiencia visual?
La fotografía es mi pasión. Y tiene todo que ver con la música, que al final es composición, colores, perspectiva, niveles. Es lo mismo, exactamente lo mismo. Además, yo tengo sinestesia musical con los colores (veo colores específicos cuando escucho ciertas notas o frecuencias) y siempre he percibido la música como algo descriptivamente visual, y viceversa. Mi música es altamente colorística por esto. Y mi fotografía explora los mismos conceptos sinestésicos desde su punto de vista.
El mundo de la danza está en intenso contacto con tu creación. ¿Hasta qué punto los cuerpos en movimiento y la espacialidad influyen en tus concepciones particulares de lo musical? Cuando compones para un coreógrafo en específico, ¿pactan de antemano alguna pauta de trabajo?
La danza es otra cosa. La llevo en la sangre antes de nacer y pienso que toda mi música es, inherentemente, bailable o danzable. Componer para la danza me trae tanto placer que soy muy adicto a ello. Tengo experiencia visual (no tanta motora, pues no bailo nada bien). Esta experiencia me ayuda a saber qué puede funcionar o no.
El otro aspecto que me encanta de este tipo de creación es trabajar con el coreógrafo. He explorado distintas formas de componer para la danza, desde estar encargado completamente del guion, historia, dramaturgia y todos los elementos musicales, hasta tener distintos tipos de guías por parte del coreógrafo. He compuesto, incluso, con el coreógrafo al lado, compartiendo esa experiencia conmigo. Es genial. Como te dije, soy adicto a esto.
Desde el 2014 trabajas en Síntesis como tecladista. Síntesis es, sin dudas, una de las agrupaciones icónicas e históricas de la música cubana. ¿Sientes que en tu creación particular hay un cambio, un “antes y un después” de tu entrada a esta banda?
Hay un Pepe antes y después de Síntesis, definitivamente. Carlos y Ele, y la experiencia de tocar, descubrir, entender la música afrocubana, el rock sinfónico, los arreglos, la voz, a través del grupo han alterado mi manera de entender y pensar la música.
Y está el lado humano, que es esencial para cualquiera, más si eres artista. Carlos y Ele me han enseñado a ser mejor persona. En una nota más micro específica, yo ya no puedo ver o entender la música afrocubana y africana si no es por el espejo de Carlos Alfonso.
Eres integrante y director del Ensemble Interactivo de La Habana (EIH), un colectivo de músicos y artistas promotores de la música experimental, la improvisación colectiva y el arte interdisciplinario. Coméntame un poco de esta experiencia, y de tu interrelación con la poesía y el mundo literario.
Sobre el EIH y su proyección en mí como un ente total, no encuentro ya más formas de expresar lo que siento. No solo he sido testigo de la creación de una familia, de un colectivo de personas distintas y hermosas, sino de algo igual de importante: el descubrir que la creación es un fenómeno colectivo, y que nuestro subconsciente, conducido siempre por lo instantáneo, lo intuitivo, lo improvisado, puede ser parte de un pensamiento colmena simultáneo. Eso, para mí, es la expresión máxima de lo que creo: en este planeta todos somos iguales, y nuestras diferencias e individualidades solo hacen nuestras vidas más ricas y felices.
Otra cosa que el Ensemble me ha aportado es el afán por la interdisciplinariedad (que no es más que otra extensión de mi concepto base). El arte es un fenómeno holístico, y no hay razón alguna para pensar las diferentes manifestaciones como, bueno, diferentes. Sí, hay funciones y características, pero al final te das cuenta que todo conduce al mismo objetivo. Música con poesía, danza, performance, teatro, pintura, video: es la misma cosa. Y repito, vivimos en los tiempos de la universalidad del arte y de la vida. Debemos estar abiertos a mezclar todo de formas orgánicas.
Te has enfrascado en la composición de una ópera, ¿puedes adelantarme algo al respecto: tema, historia?
De la ópera no puedo revelar mucho, excepto que la estoy componiendo junto a mi amigo, mi hermano de creación, Yasel Muñoz, uno de los músicos y seres humanos más originales y asombrosos que he conocido en mi vida. Estamos respaldados por un equipo creativo genial, y, si este reto no nos vuelve locos, podremos tener una experiencia como ninguna el año que viene.
En 2018 participaste como Fellow del programa 1Beat, residencia artística de creación y experimentación musical con sede en Estados Unidos, que reúne a músicos, productores y emprendedores musicales de todo el mundo. ¿Cuánto valoras la posibilidad de entrar en contacto con la actualidad musical y de producción del orbe? ¿Hasta qué punto este aporte es esencial para el crecimiento de un joven creador?
1Beat también sentó en mí un antes y después. La experiencia de hacer música —y no solo eso, se trató también de vivir, de convivir, de reír, llorar y experimentar junto a veinticinco otros humanos y artistas de todos los confines del mundo— no tiene precio. Todavía siento que ese mes y medio fue un sueño. He tenido la alegría de poder seguir colaborando con muchos de mis hermanos y hermanas de 1Beat, sobre todo en estos tiempos de cuarentena. Los extraño mucho, pero sé que nos reuniremos de nuevo para seguir conociéndonos y haciendo arte juntos. Musical y artísticamente, fue una bomba de conocimiento.
Por último, si tuvieras que recomendar una de tus obras como banda sonora para este tiempo, ¿qué nos invitarías a escuchar? ¿Y qué otra obra, de un autor cubano o extranjero, también formaría parte de esta definitiva banda sonora?
Si hay algo que he compuesto que sirve mucho para estos tiempos de cambio de paradigma es Satori, la música que hice para la coreografía homónima de mi hermano Raúl Reinoso, bailarín y coreógrafo de Acosta Danza. Satori es un viaje hacia adentro, que solamente explota hacia afuera en su conclusión, con un mensaje: el misterio de nuestro interior solo se explica con los ojos de los demás. Si tuviera que recomendar una pieza que no fuera mía, esta sería The Kolhn Concert, de Keth Jarret. Es una lluvia de humanidad, de perfección e imperfección, para refrescar el alma.