jóvenes


Compás #4: Al final del pentagrama (+Fotos)

Infinitos son los compases del jazz cubano contemporáneo que hoy cultivan nuestros jóvenes músicos, fieles siempre a su raíz. Una mezcla explosiva de excelentes exponentes del género ha participado en la octava edición del Festival Jazz Namá, desde las redes sociales.

pianista Carlos Javier Alcántara Díaz. fotos cortesía de la ahs de santiago de cuba/archivo

Con una sui géneris descarga musical, concluyó el evento, que reúne a jazzistas de latitudes diversas, para la visualización, integración y reconocimiento cultural de este género musical. Encuentro que propicia cada febrero la filial santiaguera de la Asociación Hermanos Saíz.

En la cuarta y última jornada del Festival llegó al escenario virtual el prometedor pianista Carlos Javier Alcántara Díaz. Siempre explosivo en el piano e impetuoso en los arreglos, esta vez junto al bajista, también santiaguero, Wilfredo Fuentes; se presentaron como el dúo Consortes Jazz.

Más de 13 600 kilómetros nos separan hoy de esos talentosos jóvenes, distancia irrisoria cuando de Internet se trata. Ellos aseguran que: El color cubano de su música es con influencia de nuestro Santiago: la trova, el son, el changüí, el nengón; todo eso, aunque uno no quiera, está ahí, obligatoriamente lo sientes, lo palpas todo, siempre está alrededor.

Ya veterano en el Jazz Namá, el joven percusionista Yordis Baute se sumó a esta edición, defendiendo que: Me gusta el arte que sale del corazón, el que muestra la realidad interior del que la práctica, no el que se hace por conveniencia, sino el que tiene su propia voz, sin importar lo que diga o cómo se manifieste, pero que sea genuino y sincero.  

dúo Consortes Jazz. fotos cortesía de la ahs de santiago de cuba/archivo

El cuarteto de saxofones Confluencias Sax, ganador del primer premio en pequeño formato del Jojazz 2020, estuvo una vez más en el evento, representado por Lázaro Alejandro del Valle, baritonista de la agrupación. El también estudiante de cuarto año del Conservatorio Esteban Salas de la urbe santiaguera agradeció, en su cápsula promocional Jazz Namá Plus, la existencia de un festival de tal magnitud y esencia, en la tercera ocasión que participa.

Aunque el joven jazzista Albertico Lescay, hijo del afamado artista santiaguero de la plástica Alberto Lescay, no siguió exactamente los senderos pictóricos de su padre, de cierta manera es también un artista de la plástica. Dibuja con nuevas formas sonoras las actuales tendencias jazzísticas, imprimiéndole a ese movimiento frescura y cubanía, mezclados con elementos folclóricos propios de su natal Santiago de Cuba.

Detrás de la realización de todo lo vivido en estos días hay muchas personas sin las cuales hubiese sido imposible realizar esta edición del Jazz Namá. El coordinador del evento, el joven músico y director del grupo DNova y vicepresidente de la AHS en el territorio, Erick Pérez Martín, expresó:

jazzista Albertico Lescay. fotos cortesía de la ahs de santiago de cuba/archivo

El comité organizador lleva alrededor de tres meses accionando para lograr el cumplimiento de las actividades que nos propusimos inicialmente, e ineludible debemos agradecer a todos los músicos que nos acompañaron en esta travesía, a la AHS Nacional, a la Dirección Provincial de Cultura, a la productora audiovisual Lía Videos y su enlace de alcance nacional Streaming Cuba, a la Empresa de Grabaciones Musicales EGREM y su director Marcos Camping, a los trabajadores del Iris Jazz Club, a Raúl Capote, a Rubén Aja Garí y Buena Luz Producciones, y a todos los creadores que confiaron en la idea de este Festival.

Lázaro Alejandro del Valle, baritonista de la agrupación. fotos cortesía de la ahs de santiago de cuba/archivo

Y aunque llegamos al final del pentagrama, para esta edición, estamos convencidos de que seguirán sonando los mejores compases del jazz en Cuba y el resto del mundo. Talento y ganas sobran a nuestros jóvenes músicos. Nos vemos en el 2022 ¡Hágase la música! ¡Y que todos los caminos nos conduzcan a la raíz!

jazzista Albertico Lescay. fotos cortesía de la ahs de santiago de cuba/archivo

dúo Consortes Jazz. fotos cortesía de la ahs de santiago de cuba/archivo

percusionista Yordis Baute. fotos cortesía de la ahs de santiago de cuba/archivo

fotos cortesía de la ahs de santiago de cuba


José Martí, un símbolo en disputa

Ahí estaba yo. Por primera vez ante originales del periódico Patria. Devoraba aquellas páginas con los ojos en el Centro de Estudios Martianos. Y mi mente, incontrolable, como casi siempre, pasaba imágenes de José Martí escribiendo, guiando, soñando…

Gracias a la imaginación, lo veo en diferentes etapas de su vida. Allí estaba el muchacho, en las clases de Rafael María de Mendive, el adolescente encarcelado con apenas 16 años de edad, el poeta y periodista, el pensador profundo, el romántico, el hermano amoroso, el hombre sufrido, el Apóstol, vestido no con el traje grandilocuente, sino con la humildad de un ser humano que padeció, anheló e hizo a favor de los demás.
Lo observo en las Canteras de San Lázaro. Los grilletes, el sol y el fango mellan su salud, aunque no el valor y la convicción. Desde la madrugada, trabaja y arrastra cadenas y grilletes por un pedregoso camino, excava y desbarata piedras a golpe de pico.

El Apóstol, vestido no con el traje grandilocuente, sino con la humildad de un ser humano… Foto: Cortesía del artista

Después del indulto y ya en España, escribió: “Dolor infinito debía ser el único nombre de estas páginas. Dolor infinito porque el dolor del presidio es el más rudo, el más devastador de los dolores, el que mata la inteligencia, y seca el alma, y deja en ella huellas que no se borrarán jamás…”.

Su mente no descansa: es un volcán en ebullición que, en vez de lava, arroja luz. Le preocupa lo que allá en Washington se trama a espaldas de los pueblos de América. La necesidad de desahogo es inevitable. Toma papel y pluma.

Cada cierto tiempo, da vueltas al anillo de su mano izquierda, mira la inscripción en él (Cuba) y un torbellino se agita en su interior. Viste de negro y esa prenda, forjada con el grillete que llevó en las Canteras, es recuerdo omnipresente de la opresión que se cierne sobre su Patria.

Pasa el tiempo y aquel adolescente que escribió Abdala, obra de profundo sentimiento patriótico, ya es un hombre, un padre lejos de su hijo Ismaelillo, un intelectual reconocido, un revolucionario con la capacidad y el prestigio para aglutinar.

¿Cuánto conocemos en verdad a ese ser humano?, o lo que es más importante para reflexionar: ¿cuánto más nos pueden seguir ayudando sus ideas y enseñanzas hasta la eternidad?

Está claro que del niño y el adolescente Pepe, del revolucionario, hermano, hijo y héroe José Martí, deberíamos conocer lo más posible, de la A hasta la Z. Su ejemplo e ideas deberían navegar siempre en las venas de cada cubano y hombre digno del planeta, como parte de las esencias de sensibilidad, justeza y valor.

¿Cómo conseguir que los niños y todos lo sientan cerca y crezcan con su luz? Hace poco, pregunté a una alumna de segundo grado por él, y con orgullo expresó: “Nació el 28 de enero de 1853…”, y así continuó con una versión de su biografía.

Es muy favorable que los pequeños sepan eso, pero qué dicen cuando hablan de sus amiguitos o primos. ¿Acaso expresan la fecha de nacimiento? Ojalá cada familia conociera al Apóstol más allá de las referencias comunes y transmitiera todo a los infantes con la pasión con la cual algunos abuelos suelen narrar historias.

Martí es, indudablemente, un símbolo en disputa. Están quienes lo aman profundamente, conscientes de que ser martianos significa mucho más que palabras, y hay también quienes “enarbolan sus ideas, su poesía”, al ritmo del dinero recibido del mismo imperio que él tanto combatió o uniéndose a quienes reciben esos billetes provenientes del país que ha impulsado decenas de medidas para matar de hambre y miseria a este pueblo. Sentirse martianos jamás podría ser compatible con eso.

Ojalá cada familia conociera al Apóstol más allá de las referencias comunes y transmitiera todo a los infantes con la pasión con la cual algunos abuelos suelen narrar historias. Foto: Antoine Cedeño

No es casual que los sucesos frente al Ministerio de Cultura de Cuba ocurrieran en dos fechas significativas: 27 de noviembre, aniversario del fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina, uno de los hechos más tristes de la historia nacional; y 27 de enero, fecha de la Marcha de las Antorchas, y cuando apenas faltaban unas horas para cumplirse otro año del natalicio del Apóstol.

Quienes se digan martianos deben tratar de ser verdaderamente útiles, lo mejor posible en todo, como seres humanos y cubanos. Ser consecuentes con el ejemplo de bondad, valor, sensibilidad y amor total a esta nación y sus esencias, sin asumir jamás poses ni servir como instrumentos, consciente o inconscientemente, a quienes pretenden apagar esta nación.

Los de más edad y los jóvenes debemos ir de manera permanente a los textos del Héroe Nacional, navegar en su pensamiento y aprehender, para bien de nosotros, nuestros hijos y nietos…, el país, porque Martí forma parte del corazón de Cuba, manantial de esencias y fortalezas.

Recuerdo varias visitas a Dos Ríos, donde cayó en combate y se levanta un obelisco, que prefiero considerar sin dimensiones, infinito, como deberá ser siempre el cariño, la admiración y el agradecimiento de los hijos en este archipiélago al Apóstol.

Jóvenes de varias provincias vamos al río Contramaestre, ubicado cerca, cogemos piedras y las colocamos como otro pequeño monumento, tal como suponemos lo hicieron mambises y cubanos de épocas anteriores. En ese lugar conversamos y vibramos por la emoción de estar en un altar sagrado de la Patria, un sitio en el cual el ejemplo del Maestro palpita con más fuerza.

Dejo de teclear durante unos segundos. Me recuesto en el espaldar de la silla, y lo imagino otra vez con la pluma en la mano, redactando y en la conquista de aparentes utopías.

Lo observo sobre su caballo, siento disparos…, pero él sigue de manera impetuosa, renace en cada éxito y muestra de dignidad de los cubanos.

  • *Publicado originalmente en La Jiribilla

Vientos del ISA en Santa Clara

El trío Ventisa tiene pocos meses de fundado y ya participa en uno de los eventos más importantes de su ciudad de origen, A Tempo con Caturla. En Santa Clara los jóvenes integrantes de esta agrupación de cámara han encontrado el sitio idóneo para formar un proyecto en conjunto.

Surgió como un ejercicio docente bajo la guía de Gloria Laura Rodríguez Pérez, estudiante de flauta de la Universidad de las Artes (ISA), junto a otros dos alumnos de la misma alma mater: el cornista Eddimar Chizeca y la trombonista Lisday Pozo Aguila.

Sobre los momentos iniciales de la agrupación, en septiembre del pasado año, Gloria Laura comentó:

El Trío Ventisa lo conformamos hace unos meses, cuando se suspendieron las clases por la situación epidemiológica por la COVID 19. La Universidad de las Artes tuvo una iniciativa durante este período, que fue realizar prácticas en el instrumento que serían parte de la evaluación de ese semestre.

De ahí surgió la idea de conformar un trío con los estudiantes que estábamos en Santa Clara, se lo comenté a la decana de la facultad de música María del Rosario Hernández, y así surgió nuestro trío de viento.

¿Qué significa Ventisa? ¿Cómo decidieron ese nombre para el trío?

Esa es una anécdota bastante graciosa; y sucedió en nuestra primera presentación, en octubre, durante la apertura de la jornada martiana en la casa de cultura de nuestra localidad. Cuando el presentador fue a introducir nuestro concierto aun no teníamos decidido nombre y fue entonces que el maestro y trombonista Emilio Sánchez se le ocurrió de pronto llamarnos Ventisa, en alusión a Vientos del ISA.

El profesor Emilio es crucial para nuestro trío, pues nos asesora y estamos muy agradecidos con él.

Sobre la peculiaridad del formato, Gloria Laura ahondó:

Es un formato singular, incluso al principio no sabíamos cuál sería el resultado; aún así quisimos arriesgarnos. Afortunadamente todo nos ha salido bien. El nuestro es un formato único; aunque no quisiera ser absoluta al decir eso; pero es cierto que pocos podrán decir que han escuchado algo parecido antes.

Para escoger el repertorio es todo un reto, porque para el formato no hemos encontrado obras originales aún. Primeramente lo que hicimos fue escoger obras pensadas para otros instrumentos y hacerles un arreglo, reducción de orquesta o transportar de un trío de trombón para el nuestro: corno, flauta y trombón.

Aunque es un reto dirigir una agrupación tan peculiar, es maravilloso el trabajo que hacemos porque somos muy unidos y nos ayudamos mucho.

¿Qué obras interpretaron en A tempo con Caturla?

Una de las obras que hicimos fue Recordando cha cha chá del compositor Dario Morgan, con un arreglo del profesor Tony Pedroso que es el director de la Camerata Cortés, de la que también soy miembro. Esa obra en realidad está escrita a cuatro voces para flauta, y yo hice como una reducción y lo transporté a nuestros instrumentos.

También interpretamos Dile a Catalina de Arsenio Rodríguez; con un arreglo de Lisday Pozo.

¿Qué tal la experiencia de participar en esta edición de A tempo con Caturla? ¿Qué significa para ti tocar en tan importante evento de tu ciudad natal?

Participar en este evento es muy importante para nosotros, estamos muy agradecidos porque nos dieran esta oportunidad. Somos un formato novel y es una vía de darnos a conocer.

Desde que me fui a estudiar a La Habana siempre me ha gustado seguir participando en eventos que se organizan y realizan en mi ciudad, Santa Clara; para mí es un honor y un orgullo tocar aquí, donde me formé como persona y profesional.


Alpidio Alonso: la obra cultural de la Revolución Cubana es innegable

El ministro de Cultura de Cuba, Alpidio Alonso Grau, dijo este jueves en el espacio televisivo Mesa Redonda que la obra cultural de la Revolución es innegable y que no se puede aspirar a entender qué cosa es la Revolución Cubana sin saber qué ha sido su política cultural y educacional.

Al comparar “lo que era este país, de más de un millón y medio de analfabetos y semianalfabetos, con el país de hombres y mujeres preparados de hoy, de más de un millón de universitarios, sembrado de instituciones culturales desde una punta a la otra, de bibliotecas, de museos, de librerías, de salas de teatro y de cine, de escuelas, de universidades”, aseguró el titular que se tienen razones para celebrar.

En ese sentido, Alonso Grau habló de la campaña de acciones que prevé el ministerio durante este año para festejar “por todo lo alto” los 60 años del discurso pronunciado por Fidel Castro en junio de 1961, conocido como Palabras a los Intelectuales.

De acuerdo con el también poeta y editor, este es un discurso fundador, del que se dice nace simbólicamente la política cultural de la Revolución, “ahí están las ideas fundamentales, los principios de todo lo que se ha hecho”.

Según destacó, se quiere que la conmemoración sea una fiesta, “porque tenemos que sentirnos orgullosos de la política cultural que tenemos, que no es perfecta, mucho menos cuando tiene que hacerse en las condiciones que se ha tenido que hacer, que han sido de trinchera”.

Con respecto a los ataques de los que ha sido víctima la cultura cubana y sus instituciones en estos últimos tiempos, el ministro declaró que estos chocan contra ese espíritu de participación, contra el trabajo de los escritores y artistas, del movimiento artístico cubano revolucionario, contra la verdad y la obra cultural de la Revolución.

Se ha estado ignorando lo que ha significado el trabajo de las instituciones culturales, lo que significan la UNEAC y la AHS como canales y espacios para el debate con las instituciones sobre los temas inherentes a la política cultural, manifestó.

Se quiere invisibilizar esa obra, se ha ignorado la complejidada del arte que nosotros auspiciamos y por eso atacan las instituciones, porque sin ellas sería imposible hacer todo lo que hacemos, el nivel de cobertura y de respuesta que se da a las expectativas culturales de la población, lo que significan para mantener una dinámica cultural como la que tenemos, continuó el ministro.

Por eso, enfatizó, se va a celebrar todo el año el aniversario de Palabras… junto a los 60 años de la UNEAC y los 35 de la organización de los jóvenes y artistas.

Sin la cultura sería inconcebible el proyecto socialista nuestro, por eso es que la están atacando, se quiere fracturar la unidad entre nuestros escritores y artistas y las instituciones nuestras, se quiere fracturar la unidad entre la vanguardia artística y la vanguardia política que se gestó durante todos estos años, se quiere fracturar nuestra identidad, resaltó.

Alpidio Alonso dijo que se sabe bien lo que significa la voz de nuestros intelectuales, «la onda expansiva que genera una opinión de un intelectual y por eso están tratando de atacar la cultura».

Pero contamos con la vergüenza de nuestra gente, con el patriotismo demostrado por nuestros escritores y artistas, por el compromiso que se ha visto en este último año de trabajo que ha sido extraordinario, destacó.


«Tienes la palabra» para dialogar en la construcción cultural del presente y el futuro de la Nación

En junio de 2021 se cumplen 60 años de los tres encuentros sostenidos por el Comandante en Jefe Fidel Castro y otros dirigentes del gobierno revolucionario, con artistas y escritores en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. Ese intercambio marcaría el inicio de una larga, continuada y ascendente relación entre las vanguardias política y artística en nuestro país.

Palabras a los intelectuales, como se conocería el discurso con que el líder revolucionario concluyó aquellos encuentros, se constituiría en la plataforma que establece los principios esenciales de la Política Cultural de la Revolución Cubana. La participación de la vanguardia artística y la democratización de la Cultura constituyen pilares esenciales de esta política, inaugurada a pocas semanas de la declaración del carácter socialista de la Revolución.

El Ministerio de Cultura y los creadores cubanos, han organizado un programa conmemorativo para celebrar los sesenta años de aquel acontecimiento. La participación de escritores, artistas y promotores culturales, el diálogo honesto y la crítica responsable, son los atributos principales del razonamiento que se quiere promover en torno a los desafíos actuales de la política cultural cubana. Este intercambio al que convocamos hoy, se extenderá durante los próximos meses y dará continuidad a las acciones que desarrolla el Ministerio de Cultura con el fin de perfeccionar su sistema institucional y articular el Programa Nacional de Desarrollo Cultural hasta el año 2030.

Fidel Castro durante el discurso conocido como «Palabras a los intelectuales», en la Biblioteca Nacional, el 30 de junio de 1961. Foto: Archivo del sitio Fidel Soldado de las Ideas.

Este abarcador programa será acompañado de una atractiva plataforma comunicacional. Las instituciones más representativas de nuestro amplio y diverso movimiento cultural enriquecerán este esfuerzo con acciones que movilicen al diálogo en diferentes sectores del país, incluidos la educación, la ciencia y los medios de comunicación. La UNEAC y la AHS también se suman al Ministerio de Cultura, mediante programas de actividades que festejan, de manera simultánea, sus 60 y 35 respectivos aniversarios.

El @CubaCultura a través de @AlpidioAlonsoG , su Ministro, en estos momentos presenta la campaña #TienesLaPalabra la celebración de los 60 años de Palabras de los Intelectuales. Ademas de los 60 de la @UNEAC_online y los 35 de la @ahsjovenescuba pic.twitter.com/JRS3MzeCSo

— Cubarte (@CubarteES) February 10, 2021

Como parte de este programa, se promoverán espacios de intercambio, textos y audiovisuales que, desde una perspectiva histórica, dialogarán sobre los problemas actuales de la cultura cubana. Las redes sociales constituirán escenario fundamental de este intercambio constructivo, que concederá especial protagonismo a los jóvenes. Las nuevas generaciones de creadores, como aquellos de hace 60 años, tienen la palabra hoy para intercambiar sobre los desafíos de la cultura y abrir un nuevo ciclo de reflexiones colectivas que se pregunte, una vez más, de dónde venimos y hacia dónde vamos, en medio de las numerosas presiones e intentos desestabilizadores que asedian a la Nación.

Los jóvenes escritores, artistas y promotores culturales cubanos, con limpia voluntad creativa e irrenunciable compromiso y confianza en sus instituciones, sumarán su palabra a la de todas las generaciones que hoy se dan la mano en el concierto de la cultura cubana, por la transformación revolucionaria de la patria.

“Tienes la palabra” es el mensaje principal de esta conmemoración, que nos invita a volver a la frase final de las Palabras a los Intelectuales y a la plenitud de su espíritu para dialogar con disposición en la construcción cultural del presente y el futuro de la Nación.


Teatro documental, invocaciones del cuerpo como archivo palpitante

Afuera comienza a salir el manto titilante que es la noche, afuera esperamos que las puertas se abran, algunos confiamos en que la oscuridad despierte a los fantasmas de Frexes #132.

Ellas han tomado la casa. Somos más de una veintena y nos invitan a pasar, a acomodarnos como podamos entre los viejos muebles y libros desparramados por el piso. La sala se llena de su voz. Hoy somos los invitados a la casa de las conspiraciones, y sobre sus paredes se proyecta el ayer. Otra vez la casa que la sobrevive y resucita, nos hace cómplice de su existencia.

Fotos: Carlos Rafael

La luz llega apenas para dejarnos ver el rostro de la muchacha-tiempo que habla de su padre, de la ciudad, de la Historia y de una mujer, poeta del amor diario, Lalita Curvelo

María Victoria Guerra transida de las memorias de Holguín y el tiempo de Lalita nos lleva entre sus amigos; el lucero inolvidable que bajo otro nombre fue su cómplice, Oscar; los niños rescatados de la orfandad; las sentencias de muerte que sus manos sostuvieron contra asesinos y torturadores. María Victoria nos guía al pasado y tras ella avanzamos o retrocedemos en la penumbra hacia una habitación que debió ser oficina.

Teclea, los pies en el suelo como Hemingway, una muchacha pálida, Nathaly Polo, su voz sale desde un sitio invisible, reparte viejas fotos, mezcla sus vivencias con los versos de la dueña de la vieja casa. Regala poemas sueltos, rosas, nos lleva a la pequeña capilla, donde un Jesús adolorido sube la mirada e invita encender en el piso velas por las almas que han de habitar estos espacios, por Lalita, por nosotros y nuestra fe en la belleza, que supongo es el móvil que nos mantiene absortos mientras, a lo lejos se escucha el mar ausente.

Atravesamos el patio interior, algo bulle en la oscuridad, y cuando la luz nos toca vemos una mesa dispuesta para el convite visual, caracolas, piedras, dibujos de Lalita y una cafetera modernísima en la que está lista la bebida que compartimos, otros prefieren té y por primera vez alcanzo a ver los rostros de quienes han venido esta noche.

Fotos: Carlos Rafael

Los espejos colocados al fondo del comedor reflejan a una esbelta joven, Darlin Morales, ella también ha encontrado una Lalita propia, junto a las otras muchachas ha indagado por dos meses en documentos, objetos, los muros, las leyendas. Darlin ha traído su tiempo hasta este espacio un antiquísimo reloj cucú con que marca su existencia desde el inicio, por eso el aparente anacronismo entre él, la casa, y la modernidad de la cafetera eléctrica no son sino expresión del diálogo entre el legado y el descubrimiento, el pretérito y su interpretación bajo el prisma del hoy, son la danza armónica del pasado y el presente concatenándose.

Seguimos invadiendo el aposento. Sobre las viejas lozas de barro del patio ha reposado toda la memoria de sus días. Hemos sido convocados a caminar hacia la atalaya que fue la biblioteca de la escritora. Entre volúmenes vetustos, suvenires, un teléfono obsoleto, parece que va a llegar Lalita. Ya está, su voz la trae entre el olor de la noche y la mirada taciturna de un gato que sobre una tapia nos observa.

Todo es raro y vibrante. Sumergida en la atmósfera de la década de 1950 es esta una pieza raigal, de la casa para la casa y realizable solo en su interior. Las jóvenes autoras se asumen como peformers que convierten sus cuerpos en archivos palpitantes, documentos vivos.

Fotos: Carlos Rafael

La obra es un claro ejemplo de apropiación de la expresión estética de la realidad. Un texto en el que la subjetividad de las autoras se entronca con la de su objeto de investigación y se expresa luego en este resultado en el que recrean las vivencias de Lalita, su tiempo y espacio, permeados de la circunstancia propia de las dramaturgas.

Sustentada en los paradigmas del teatro documental, Otra vez la casa emplea los resortes emotivos de la poesía mezclados con el realismo propio de este género y aprovecha el espacio, la semipenumbra, la intimidad de las puertas y ventanas cerradas, la casa como un vientre fecundo que gesta la memoria.

Volvemos a la sala, a despedirnos de Eulalia y aplaudimos. Algunos de sus contemporáneos, personas de sus afectos, agradecen el acto casi místico de la resurrección.

Salimos otra vez a la calle Frexes, al 2021, con olor a libro antiguo y una flor en las manos. Aún podemos sentir el incienso en nuestras ropas y ver a Lalita en la ventana, reclinada, diciendo adiós.


La angustia que nos ofrece el destino

Vasily Mendoza Pérez no se ha propuesto escribir sobre la trascendencia y, sin embargo, en su obra pueden seguirse las señales de lo que es —o, al menos, de lo que yo considero— gran literatura. Desde lo breve y lo fragmentario, desde el punto en que su vida lo marcó para ser creador y usar la palabra como una de las sendas para comunicarse con el mundo, Vasily ha hecho una apuesta: abrir las ventanas a otros universos posibles.

¿Hasta qué punto tu historia de vida signó las historias que, como autor, estabas destinado a contarle al mundo?

Mi historia personal no solo ha signado la literatura que tramo, sin ella no habría narrativa o poesía posible. He sido un vividor de historias fabulosas, desde mi infancia, pero angustiosas. No he sido un delincuente porque estaba signado para otro destino. Tenía todas las condiciones para serlo. Incluso para haber adquirido una conducta o modo de vida más cercano a lo antisocial.

Hijo de padres divorciados que no supieron manejar esa situación familiar y no cuidaron las consecuencias nefastas de ello, tengo huellas de esa infancia, y son las que van saliendo en lo que escribo. Por ejemplo, hay un cuento, Algo que estorba, donde dos hermanos están fabulándose para matar al padre que es un abusador y que, al parecer, mató a la madre de ambos. Este cuento me surgió el día que estaba escribiendo y mi padre y mi hermano me interrumpían a cada rato y no me dejaban concentrar.

Mi proceso de escritura es muy místico. Necesito silencio y concentración para poder escuchar la voz que me dicta lo que transcribo. Y perder esa conexión me es muy doloroso, incómodo, y como soy irascible por arranques, ya te imaginarás cómo terminó la escena en la vida real. Aunque claro, no matamos a nadie, y mi padre no mató a mi madre. Pero son las cosas, verbigracia, que han ido construyendo mi literatura.

Hay cuentos en los que pareciera que escribí en clave para las antiguas amantes, casadas, que me leían buscándose en esos escritos. Y se encontraban. Y nos volvíamos a encontrar en la realidad y todo era mágico. Era, quizás, tan maravilloso como decía Borges cuando se asombraba de que la realidad copiara a la fantasía. Cuando comencé a escribir, bastante en serio, empecé con la poesía. Ahí sí estaba copiando la realidad tal cual era, y no como argumentos sino como sensaciones, porque era el reflejo exacto de mi mundo emocional. Todos mis miedos, mis reacciones, mis afecciones, ahí estaban hechos versos. Cuando estuve los dos años de misión en Venezuela, la poesía vino a salvarme. Y me salvó de todos los colores posibles. Incluso del negro. Y ahí está el libro inédito, En el país de los ruidos, donde estoy yo más lacerado que nunca. Porque esa misión me demostró que nuestro coterráneo puede ser nuestro peor enemigo fuera de los límites de la isla. Es lacerante saber que, en ocasiones, es así.

El argumento, entonces, en mis cuentos viene a ser la historia del otro que me lo dicta. Pero las sensaciones, los afectos, las claves secretas y tácitas, son las mías. Sin eso no tendría razón de escribir ficción.

¿En el oficio de escritor juega algún papel el destino? ¿Es este un oficio como otro cualquiera o comulga con un tipo de espiritualidad distinta, en estrecha conexión con el alma de los receptores?

Siempre he creído en la angustia que nos ofrece el destino. Pero ahora empiezo a dudar de la existencia del destino. Por lo que suponer que uno nace para algo, o está destinado para algo, es como creer en el destino. Y si analizas mi historia personal, como te decía, te darás cuenta de que había algo, secreto y taciturno, que me halaba hacia el arte, hacia la vía del bien. Yo soy rocker, fui friki en la época más dura de nuestro país. Y viví cosas sorprendentes. No consumí drogas, pero sí sus sinónimos, porque la música rock llega a ser una especie de droga y más aún cuando tratas de enajenarte, de irte de vacaciones de tu maldita familia que no está haciendo bien las cosas. Los jóvenes, por lo general, tenemos la sensación o la clara idea de que la familia está haciendo mal las cosas en algún momento de nuestras vidas, y por eso queremos salir un rato a tomar una bocanada de aire. Yo hice muchas cosas en mi adolescencia porque era muy libre. Tenía mucho espacio para mí solo. Por eso pertenecer a una tribu urbana como la de los rockers y hacer música rock en una banda me daba cierta felicidad y consuelo. Pero ese no era mi destino, solo parte de mi anécdota. Y en eso quedó.

Pareciera que, aunque ya no creo tanto en el destino, sí estaba destinado a ser escritor. Incluso ahora, ya más maduro, me doy cuenta de que tengo varias profesiones, pero la que se me da bien, o bastante bien, es la de escribir. De hecho, he tenido relaciones con chicas que nunca me han conocido en persona, pero por los correos y cartas que nos escribíamos ya era capaz de establecer un tipo de relación. Es ahí donde la literatura, sea ficción o no, logra ese acto comunicativo direccional con el que lee: acto que empieza con la actitud del escriba. Ningún escritor escribe sin esa actitud, porque es física. Nuestra mano deja de ser la mano de siempre, la mano de comer y afeitarnos, la mano de saludar o de agarrar las cosas. Entonces se convierte en la mano de alguien que escribe. Alguien que comunica. Eso es algo muy poderoso. Poderoso porque consigue varios niveles de comunicación. Primero, con el que nos dicta lo que escribimos; luego, con nosotros mismos en una especie de introspección; y por último, con el lector que siempre tendrá la última palabra. Pero no acaba. A su vez, el ciclo se repite, pero a la inversa. El lector interioriza lo que lee y lo vive, y luego se lo dice a otros para que compartan las mismas buenas o malas sensaciones. Es pura espiritualidad, sí, claro que sí. Es energía en movimiento. Energía invisible que empieza y concluye en el ser humano.

Lo fantástico, lo mistérico, lo sobrenatural forman parte del sistema de sentido de muchas de tus obras, ¿por qué te interesa cruzar la frontera, la cortina, que separa a la realidad de esas otras realidades probables?

Todo se relaciona. Y habría que volver a la importancia de mi historia personal. Nunca he sido conforme con lo que he vivido. Siempre quiero más. Y siempre me ha dolido mi pasado por no darme lo que necesité justo en la medida y momento adecuados. Por eso la fantasía y esos temas que mencionas han sido como la puerta de escape. Mi primera fantasía, y que nunca escribí, era ser invisible e incorpóreo. Para andar por ahí haciendo maldades al mundo, obtener dinero fácil, ver a las muchachas que amaba en sus casas sin que me vieran a mí, y poder hacer muchas cosas más con total omnisciencia. Eso es algo literario, fíjate, si se quiere, es lo que hacemos los escritores, somos invisibles e incorpóreos en un mundo ilusorio que no existe pero del que sabemos absolutamente todo. Quizás no fuimos sus demiurgos, pero es nuestro mundo y así lo sentimos.

Después, con las lecturas y ese proceso natural de selección, fui descartando temas y quedándome con el misterio, con lo sobrenatural. Eran geniales vías de escape. La realidad me gusta, pero esa la reflejo o la trabajo con el pseudoperiodismo que escribo y con el que me gano la vida, también. Con 18 años entré a formar parte de A.M.O.R.C. y la cuerda mística vibró en mí para siempre. Esa parte genial de la espiritualidad se colmó de alegrías y me hizo el Hombre que soy ahora… y que también reflejo y ha sido determinante en mis lecturas y escrituras.

Háblame un poco de tu proceso creativo…

cortesía del entrevistado

Mi proceso creativo quizás no se diferencie mucho del tuyo o del de otros artistas. Es el mismo para cualquiera de las manifestaciones artísticas que trabajo. Por ejemplo, la primera cosa es la idea en sí que viene sola y sin pedir permiso. Si es un tema musical, tengo que tener a mano algo para grabar o escribir la melodía. Por suerte, sé escribir partituras y tengo el móvil con apks para grabar. Si es un cuento o un texto crítico, siempre a la mano tengo con qué escribir o guardar. Nunca confié en la memoria. Pero siempre confío en ese soplo de la primera línea, en el primer acorde. Y es genial porque me siento como en las nubes. Ya después, cuando me siento a desarrollar esas ideas es como si me distanciara de mí, como si fuera otro y me estuviera viendo hacer el arte que hago. Feliz, vibrante, monárquico. Así termino lo que sea y espero la opinión de mis amigos, los selectos. Una cofradía de humanos que me soportan y dan muy buenas opiniones. Mi mujer es la primera en opinar, periodista de profesión, y con una sapiencia exquisita. Así va rodando la obra hasta que pareciera que ya está terminada. Y cuando sale al mundo, me doy cuenta de que no puedo con ella. No la soporto. Empiezo a verle miles de defectos y la detesto, para siempre. Por eso no puedo leer mis libros ya publicados, ni mis dibujos, ni la música que compongo. Es terrible. Altamente doloroso.

El mundo del teatro forma parte indiscutible de tu realidad como artista, ¿hasta qué punto sientes que la comprensión de la teatralidad ha impactado en el sentido narrativo de tus libros?

Vivir el teatro tanto como aficionado como profesionalmente me ha desarrollado, además, como ser humano. Yo era un rocker tímido y con mucho que callar, pero el teatro me abrió las puertas del pecho e hizo que salieran una a una mis angustias, mis congojas y hasta las piedras de mis zapatos. Me ha dado no solo el sentido de la espacialidad, todo existe con una función determinada en este mundo sino, también, el de la humanidad. Somos humanos por una cualidad y no por otra; y con un fin determinado estamos en este mundo y no en otro. Aparte de ello, el teatro me hizo aprender de la técnica sin necesidad de ir a la escuela, ni de pasarme años estudiándolo. Solo lo viví, y me alimenté, vestí, de ello. Fui muy feliz en el teatro como mismo lo soy gracias a A.M.O.R.C. que también diseñó el dibujo de lo que sería, luego, mi personalidad. Además, me dio todas las herramientas para que en el futuro me dedicara a escribir críticas teatrales, asunto que me fascina.

¿Cómo trazas la arquitectura de un libro de relatos?

A veces un libro me surge con la misma fuerza de la primera línea del primer cuento o parte, así como el título. Muy raras veces desarrollo el libro con los cuentos ya escritos y reunidos después. Es un todo en común que me ayuda a que sea más cerrado el sentido de este. Me ayuda a que, después, se comprenda mejor lo que quise decir, aunque esto no significa que la idea primigenia se mantenga inamovible durante años.

Hay libros que he demorado más de ocho años en publicar desde la primera vez que lo escribí y han sufrido tantos cambios que ya ni se parecen a la idea inicial; pero son los que más me han dado placer y han quedado más en la memoria de algunos lectores. Alguna que otra vez dibujo el libro que quiero hacer y trato de guiarme por ese plano. Así también me funciona. El asunto es que veo al libro de cuentos como un juguete de arme y desarme. En el deseo juvenil de transgredir los límites, intento romper esquemas como los de un cuento detrás del otro aunque, en esencia, sea esa la forma. No creo que exista otra manera de armar un libro de cuentos. Nadie puede poner dos cuentos a la vez, o todos los cuentos a la vez, que no sea uno detrás del otro. Es como la pintura. Uno trata de darle riendas sueltas a la imaginación o a la musa, pero casi siempre traza un plan, una forma.

El diseño, tanto teatral como editorial, ¿de qué manera complementa tu vocación como escritor y qué comprensión del universo de la industria del libro te ha enseñado?

Me veo menos como diseñador. Es así de sencillo. Es un oficio, una manera digna y profesional de ganarme el dinero y asegurar el futuro. Pero no creo que el diseño haya contaminado mi vocación de escritor; más bien a la inversa. Al diseño le hallo correlatos como escritor. Y justifico un trazo o una forma de la manera más conceptual posible, como si con ello estuviese haciendo literatura. Es curioso, pero las cosas ocurren así, a la inversa. No le resto el valor al oficio de diseñar, pero tampoco le doy el papel determinante sobre mis otras profesiones.

Al diseñar a tus personajes, ¿qué recursos empleas? ¿Sientes que la Psicología te dotó de un set de conocimientos sobre la mente y el alma humana que has podido, después, verter en tus historias?

Llegué a la Psicología después de ser escritor. Y me hice consciente de algunos elementos psicológicos de mis personajes cuando estaba en la carrera. Nunca lo hice consciente, ni ahora que ya estoy graduado. Son prácticas que uno va adquiriendo de las lecturas que hace. Creo, como decía Robert L. Stevenson, que los personajes literarios son como cubos de papel. Como cubos de papel que se van armando de personalidad mientras voy corrigiendo las historias. No los trazo. Los veo andar. No les hablo, les permito hablar. A veces, conscientemente, los copio de la realidad o de mí mismo. Y transfiero conocimientos que tengo de otros en ellos y los disfrazo para no descubrir alguna cosa, algún mensaje secreto que dejo en el cuento. Por lo general se me ocurre la historia, no los personajes. Ellos son parte del escenario. Son las herramientas para transmitir una idea. Sé que suena feo. Sé que pareciera una cosa morbosa, cruel. Pero así es. No creo que hacerlo de otra forma sea más caritativo solo por parecer más humano. Los personajes de mis historias son peleles que se mueven a mi antojo. Eso sí, tienen un basamento personológico real, basado en mí y, quizás por eso, parecen más psicológicos o más reales. Pero no dejan de ser cubos de papel.

De tus libros (los inéditos, los publicados), ¿cuál ha quedado tatuado en tu memoria y por qué? Si tuvieran que reconocerte por uno solo de esos libros, por una sola de esas historias, ¿cuál elegirías?

Mi primer libro, en el año 99. Mi primera persona, porque fue Yamilé Tabío Rodríguez la mujer que me inventó como escritor, la que me ayudó y alentó a armar ese libro de cuentos. Lo mandamos a un concurso y fue mi primer concurso nacional en el que saboreé la victoria. En ese primer libro estoy yo más al desnudo. Están historias de fantasmas y cosas imaginarias que siempre me fascinaron. Están Borges y Cortázar, Bach y Picasso. Ahí están mis otras lecturas y mi deseo de ser querido por los lectores y apreciado como escritor. Asuntos que aún están pendientes. Ahí están mensajes en clave para amantes que tuve y que eran casadas y que no se podían decir todas las cosas que normalmente uno les dice a las amantes. Era una gran complicidad. Como mi segundo libro, Esquijarosa, que es el apellido de mi segunda novia en la vida, alguien que significó bastante para mí. Y fue como un punto mágico porque fue, además, mi segunda mujer en la vida sexual y eso, aunque nadie lo diga, tiene tanto significado como la primera.

Mirar con ojos críticos la obra de otro creador es un ejercicio de riesgo, ¿cómo lo afrontas? ¿Cuál es la ética necesaria a la hora de ejercer la crítica? ¿Por qué hemos colocado en picota la cultura del debate y del disentir?

Siempre tengo una opinión sobre cualquier cosa que veo, oigo o digo. Y expresarlo me es fácil. Los pensamientos con criterios fluyen en mí con soltura y logro hilvanarlos. Prefiero más decir que no equivocarme en el criterio. El ejercicio de la crítica es de puro pensamiento. Y no se trata de ser certeros o de poner la verdad al descubierto; se trata de hacer pensar. Cuando tienes un pensamiento genuino es fácil ser polémico. Así soy. Pienso, pienso, y con ello soy polémico. Lo otro es que no tengo miedo de decir eso que pienso, sea bueno o malo. Pero siempre trato de ser constructivo. De que mi opinión sirva para ver la realidad desde otro punto de vista y que la solución parezca, al menos, más palpable. Esa es la ética que me signa.

Disentir no creo que sea el problema. El problema está en disentir un ateo en medio de una misa religiosa, o un satanista en medio de una reunión cristiana. Ese es el punto que muchos no entienden y quieren hacerse entender como disidentes así por así. Es algo complejo, sin dudas. Se ha puesto ahora mismo en la cima de toda la realidad cubana porque muchos no han sabido dialogar y otros no han sabido hacerse entender. A la fuerza no se logra nada. Lo primero es el respeto. Lo primero es escuchar, pero si yo te digo que no quiero dialogar, es mi derecho. Y mi derecho también es entenderlo y aceptarlo.

¿Es la escritura un oficio solitario? ¿Cómo interpretas tú la soledad a la hora de sentarte frente a la potencialidad de la página en blanco?

Si no hay soledad, no hay arte. Porque el arte comunitario existe porque hay un solo y único receptor, al menos, la primera vez. Eso somos los artistas, los primeros receptores. Alguien nos escogió a nosotros para transmitir un mensaje y allá vamos, a duplicarlo y a transmitir. Pero si estamos en compañía de seres queridos, de distracciones y esas cosas, quizás no podamos concentrarnos ni recibir bien el mensaje.

Tengo amigos que escriben en la multitud de un parque, pero cuando les pregunto, no son capaces de decirme que está ocurriendo a solo unos pasos de ellos. Por lo tanto, la concentración es esencial y, con ello, la soledad es tanto íntima como exteriorizante. Te puedes aislar del mundo en medio de una multitud aplastante.

En mi carrera de Psicología, estudié los procesos de concentración y pensamiento, y estaba más que claro que nadie podía hacer más de dos cosas al mismo tiempo. Por lo tanto, si es así, científicamente: ¿cómo puedo yo hablar con mi novia y, a la vez, escribir un gran cuento? No podría, jamás. Por ello, el arte es un ejercicio en solitario. Incluso en el arte grupal, esa de grupos creativos. Tienes que tener un momento a solas para generar ideas y luego ampliarlas en el colectivo o cambiarlas, mejorarlas, en fin.  Siempre la idea base nace en la soledad de uno mismo. Porque es así. Creo yo. No quiero ser absolutista.

¿Cuáles son las principales carencias y excesos, en materia escritural, que acompaña a la literatura que se hace en Cuba, en estos tiempos?

No creo que las principales carencias en materia escritural en Cuba tengan que ver con la censura como algunos predican por ahí. Sin ser un especialista en la materia, pienso que la principal barrera está en lo material. No todo el mundo tiene 600 hojas en blanco para imprimir su obra y mandarla a un concurso, o un poco menos para enviarla a una editorial. Porque para escribir solo se necesita talento y algo que decir. Y, luego, el espacio para que se haga visible tu obra. Al final, la censura siempre va a existir porque es un mal social que no se deslinda de la moral. Sabemos que la moral tiene que ver con las leyes de la convivencia cívica, con lo establecido por una sociedad y su tiempo. Nadie debería ir contra ello y después reclamarle a la censura. Es algo tonto. Porque, de verdad, yo siempre he creído que no hago nada escribiendo sobre abusadores sexuales de niños en una sociedad que deplora ese tipo de actitud. Irremediablemente, seré vetado o censurado en alguna parte del camino. Entonces, ¿en qué sociedad será permitido cualquier tipo de expresión artística? ¿Por qué pensar que ese tipo de actitud solo se tiene en Cuba cuando la historia del arte universal está plagada de actos censurados desde Raphael hasta The Beatles? Y aún hoy. Fuera de Cuba, ¿cuántos artistas no han sido vetados por otros por diferentes motivos? La lista es enorme. Lo triste es que solo los cañones se enfilen hacia Cuba y su Revolución. No creo que la censura sea un mal necesario. No. Es deplorable. Pero orinar contra el ventilador me parece estúpido. Y más aún cuando después se arma una campaña para defenderlo. ¿Alguien tiene derecho a orinar contra el ventilador? Por otra parte creo que, si algún lugar de este mundo es consecuente ahora con el diálogo entre el artista y el Estado, es en Cuba. Stephen King nunca me ha dicho que se ha reunido con los dirigentes del Congreso que él mismo eligió para decirles alguna inquietud social o política que tenga; y nosotros lo hacemos a cada rato desde una asamblea de la UNEAC o de la AHS. Eso es legítimo. Es un logro de esta Revolución.

Ahora bien, que haya artistas que no pertenezcan a ninguna de estar organizaciones y necesiten un espacio de diálogo, es otra cosa. Bien justa y legítima. Pero no tiene que ser a la fuerza. El diálogo para que sea diálogo tiene que partir del consenso de ambas partes; si no, es imposición. El Estado cubano: ¿tiene la obligación de dialogar con todos los habitantes de la isla? Sí, lo creo, pero también tiene el derecho de no dialogar, porque si no estaría siendo esclavizado por una parte de una población que quiere diálogo, que quiere otra cosa. Es algo complejo que merece más de un análisis. Por el momento, yo he tramado mi literatura hasta donde he querido. He escrito lo que pienso y lo he publicado. Nunca he escrito algo que no sienta. La censura nunca me ha tocado un pelo porque mi arte sigue siendo libre y soberano como mi bandera.


«Es imposible crear sin exponerte»

Marlon Duménigo sabe que la literatura se asume como un ejercicio de riesgo. La literatura es un salto al vacío de la (in)certidumbre. Con sus historias, este joven escritor refleja uno de los ángulos de lo real. Ha escogido el vehículo de la palabra escrita para llegar a los otros. Contar es, bien lo sabe, un acto de valor y de supervivencia.

Hay quienes refieren que la literatura les llegó de repente, que el acto creativo los sorprendió en la vida cuando no pensaban, ni siquiera, ser artistas. Otros hablan de un llamado temprano de la vocación. ¿Cuál es tu historia: cómo descubres que este era el camino, o uno de los caminos, que te interesaba transitar?

Mi primer intento de hacer literatura fueron unas cuantas poesías rimadas que escribí a los 12 o 13 años, y que mi madre aún conserva y se empeña en mostrar como un trofeo infantil a los conocidos más cercanos. Digo intento a riesgo de que le palabra le quede grande, pues fueron apenas pinceladas de creación, su principal valor radica en la necesidad de expresar ciertas ideas y que el canal escogido sea precisamente la palabra escrita. Más tarde, en el servicio militar, llevaba siempre en el bolsillo derecho del pantalón una libreta doblada y un lapicero que usaba en los ratos libres para conformar una especie de bitácora que, además, contenía viñetas y reflexiones cortas; concebidas bajo la premisa de “ser escritas solo para mí”. De hecho, llené más de una libreta (al final no se cumplió eso de que eran para mí, pues todas se perdieron), aunque por ese entonces tampoco podría definirlo como una vocación. Lo más parecido a eso llegaría más tarde, en 5to año de la carrera de Ingeniería en Ciencias Informáticas y, esta vez, para bien o para mal, se cumplió el axioma de que a la tercera va la vencida. Entonces tuve la guía de Anisley Miraz Lladosa, una poeta que me animó a la escritura y a presentar mis textos al concurso de talleres literarios de Trinidad, mi Macondo, la ciudad donde viví hasta los 23 años.

La velocidad de los resúmenes hace que no mencione otros nombres y títulos de libros que influyeron de manera consciente o inconsciente en el deseo de convertirme en escritor. Un deseo que cobró otra dimensión mientras cumplía el servicio social en La Habana, cuando entré al Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso” y al Taller de Ciencia Ficción y Fantasía Espacio Abierto. Creo que este fue el punto de no retorno. Era la primera vez en mi vida que estaba rodeado de escritores, de personas con aspiraciones creativas similares a las mías y fue la primera vez que sentí una retroalimentación. Ese saber que hay otros como tú, con los mismos bloqueos literarios, ansias de publicación, cuentos inacabados y deseos de abandonarlo todo en algún punto, pero que siguen en el camino de la literatura a pesar de todo. En mi caso, porque la literatura, tras casi diez años, consigue emocionarme de la misma forma. Hace que me levante a las 5:45 de la mañana a intentar mejorar un texto y lo hago con toda la energía disponible. Eso tiene que significar algo. Solo si dejo de emocionarme con la literatura dejaré de escribir.

¿Sientes que existe una pauta, una constante, en tu proceso creativo, u optas por ser libre de cadenas vinculadas al ejercicio del oficio o a la costumbre escritural?

Al principio bastaba con la soledad y el café. Me sentaba a escribir cuando me sentía inspirado y rechazaba hacerlo esos días en los que procrastinar se vuelve tendencia. Luego asumí cierta disciplina. Actualmente escribo cinco días a la semana. Con el tiempo fui incorporando, además, rutinas que hacen más predecible o menos extraño el proceso creativo. Escribo por lo general en las mañanas, entre las 6:00 y las 9:00, con el ruido del ventilador de fondo. Solo tomo café mientras escribo y nunca comienzo a escribir la historia hasta tener la primera oración exacta. A veces tengo el resto del cuento o del capítulo en la cabeza y no lo comienzo hasta encontrar esa primera línea que dicta el tono de la historia. Cuando tengo bloqueos literarios recurro al manuscrito, lleno decenas de páginas de tinta azul o negra y caligrafía apurada que, muchas veces, no representa otra cosa que desechar caminos, decantar posibles finales o diálogos que reescribo hasta reencontrarme con el tono o la idea que me permita volver a enfrentarme al teclado y la pantalla definitiva en la laptop.

¿Cuáles sientes son los “siete pecados capitales” de un autor?, ¿qué entorpece la creación?

El acto creativo es tan personal que se vuelve casi imposible elaborar listas sobre lo que debe o no hacerse. Así que quizás esta sea la respuesta más arriesgada de todas. Para hacerlo menos difícil me tomo la libertad de no mencionar factores subjetivos como los estados de ánimo. En mi lista, el orden no obedece a jerarquías, únicamente a un sentido numérico indispensable para no pasarnos horas mencionando posibles “pecados capitales” de un escritor.

  1. No leer.
  2. No reconocer cuándo abandonar un texto.
  3. Editar mientras se escribe.
  4. No dejar “enfriar” los textos una vez terminados.
  5. Procrastinar en exceso.
  6. No ser receptivo a las críticas.
  7. Subestimar los títulos.

¿Los premios te han sido esquivos o confías que existe una arquitectura en tu vida creativa que te llevará a algún punto en específico? ¿Confías en la dinámica de los premios?

Honestamente, hubiera preferido ganar más premios de los que tengo hasta ahora. Sobre todo porque los premios son en este momento la vía más expedita para un autor de publicar su obra en Cuba y, probablemente, la única que le asegure cierta promoción. Como autor me queda intentar ser mejor en cada texto. Si los premios llegan, por supuesto que serán bienvenidos. No renuncio a los concursos como tampoco a otras vías para hacer llegar mi obra a los lectores. Al fin y al cabo no basta un premio para legitimar la calidad de una obra.

Dentro del gremio suele pasar que asociamos los nombres de los autores a sus premios, así podemos citar de memoria los premios de X autor, pero rara vez podemos mencionar los títulos de sus libros. Se debe crear expectativa alrededor de la obra galardonada. Garantizar que cuando se publique, un año después, esta no pase desapercibida entre las noticias generadas sobre los nuevos ganadores.

cortesía del entrevistado

¿Cuáles te parecen son los principales problemas de la literatura joven actual? ¿Son problemas vinculados al mundo exterior (sistema de premios, consolidación editorial, industria del libro, etc.) o más bien relacionados con el mundo interior del creador y sus relaciones con su propia obra?

Pienso que entre los problemas de la literatura hay algunos recurrentes: el tema de los premios, la promoción, la crítica literaria y la inserción en el mercado editorial. Si hablamos sobre autores jóvenes, estos tema cobran aún más vitalidad porque son escritores que no están consolidados y requieren estas oportunidades, aprovechar los focos de atención generados por un galardón más o menos importante, alguna crítica sobre su trabajo, una sólida campaña de promoción, para comenzar a formar parte del imaginario de un posible lector.

Incluso la propia etiqueta de “literatura joven” puede generar predisposición, pues se puede interpretar como la referencia a una promesa, a un escritor que aún necesita madurar. Y, aunque es cierto que el oficio de escritor requiere de experiencia, considero un error asociar la edad a la falta de madurez creativa. Se puede hacer buena y mala literatura a cualquier edad. Conozco varios escritores jóvenes, publicados e inéditos, que muestran una calidad extraordinaria en sus textos, que sencillamente hacen buena literatura, a secas.

¿Es la literatura un proceso de fricción entre la realidad del autor y la de sus personajes, o ambas esferas coinciden en algún punto? ¿Cómo te sucede a ti?

Tiene un poco de las dos cosas. Desde el punto de vista de la historia, los personajes tienen vida propia y se desenvuelven de acuerdo a un argumento narrativo que la mayoría de las veces no tiene puntos de contacto con la realidad del autor. Pero la literatura, además de argumento y estilo, necesita emoción. Es muy difícil transmitir emoción si no se ha sentido antes, creo que en este punto es donde el autor apela a su propia experiencia, ya sea apoyándose en situaciones vivenciales o porque ha recreado tanto la escena que termina viviéndola de algún modo. Al menos ese es el recurso que utilizo. Ponerme en el papel del personaje, intentar sentir y reaccionar como lo hubiera hecho él ante una determinada situación, pero desde mis emociones, que son el único recurso a mi alcance para hacerlo lucir verosímil.

Los actores siempre ponen algo de sí mismos a los personajes, creo que sucede parecido con los escritores. Es imposible crear sin exponerte un poco.

¿Cuáles son las historias que te interesa contar y los personajes que quieres representar?

Me interesan las historias en las que pueda sorprender, historias que dejen sensaciones encontradas. En las que pueda llevar al límite situaciones cotidianas, encaminarlas hacia niveles de realidad que, por lo general, mudan hacia el absurdo o el surrealismo, sin perder ese toque de verosimilitud que las haga palpables al lector, casi posibles. Me interesa trabajar con ese nivel de realidad en el que, si das un paso en una dirección, caes en la fantasía y, si vas hacia el otro, te das de bruces con tu propia existencia.

En cuanto a los personajes, me atrapan los matices. El de la historia de vida triste y que aun así te provoca una sonrisa amarga, el que se esfuerza por hacer lo correcto y termina jodiéndolo todo. Personas comunes que de pronto se encuentran en medio de conflictos inesperados que las obligan a tomar decisiones en apariencia irónicas; personajes que dialoguen sin parecernos ajenos, con nuestra percepción de lo conveniente, de lo negativo, de los estereotipos.

Existe el mito del escritor “todoterreno”, el escritor que muchos géneros abarca, ¿asumes de alguna manera este calificativo o prefieres apostar tus cartas en un solo sentido?

Hace algunos años incursioné en la poesía, pero me considero narrador. Es el género donde me siento más cómodo y el que se acerca más a mis intereses creativos. Aunque admiro a los escritores que son capaces de moverse dentro de varios géneros y saltan del teatro a la poesía o al ensayo, prefiero apostar por el cuento y la novela. Eso no descarta que en algún punto decida recorrer otros derroteros literarios.

¿Has renunciado a escribir alguna historia? ¿Por qué?

Prefiero utilizar el término aplazar, acaso un eufemismo con el cual sentirme menos culpable o tornar menos flagrante ese temor a involucrarme en una novela histórica que lleva años orbitando entre mis proyectos, y que siempre se aplaza un año más. Además de algunos cuentos cortos que he dejado a medias o ni siquiera he comenzado porque sé que no dan para más y que ni siquiera vale la pena mencionar. Esta novela biográfica sobre uno de los deportistas cubanos más destacados del pasado siglo sería la respuesta a la primera parte de tu pregunta. ¿Por qué no me decido a escribirla? Porque siento que aún no estoy listo para enfrentarme a una investigación que podría durar años antes de escribir la primera línea de la novela. Porque necesito terminar antes con otros libros que están a medio camino y aprovechar esa certitud, esa alegre confirmación de haber concluido otras novelas, para superar las crisis y los bloqueos que estoy seguro me asaltarán en ese otro proyecto, que irremediablemente tampoco empezaré en el 2021.

¿Existe la autocensura? ¿La has sentido?

Un doble sí a tus preguntas. Existe la autocensura y, de hecho, afecta de forma notable la calidad literaria. La he sentido, a veces de forma más evidente en cuanto a un argumento, un personaje; otras en formas tan sutiles como esa necesidad de edulcorar ciertas frases que pueden resultar ríspidas, incómodas… Vale aclarar que aunque resulte obvio, la autocensura no es un acto inherente al escritor, es una reacción a la censura y, como toda reacción, a veces genera un efecto más destructivo porque es el propio autor quien desarrolla mecanismos para limitar y socavar sus engranajes.

Lo peor es que se ha vuelto casi natural, una parte del proceso creativo y da al traste con muchas obras que terminan convirtiéndose en historias frías, carentes de espíritu, por el simple hecho de estar pendientes al “qué dirán”. Y no solo el “qué dirán” los decisores o las personas encargadas de evaluar o censurar tu texto, muchas veces se trata de cómo puedan reaccionar ante determinada historia tu familia, colegas, amigos… Pero es muy difícil hacer arte con tantas concesiones. Si el arte se empeña en ser complaciente se convierte en un simulacro.

cortesía del entrevistado

El papel del autor como autopromotor, ¿lo defiendes?

Definitivamente. Sobre todo en el contexto cubano en el que los espacios de promoción son tan limitados. Las alternativas de los autores de crearse páginas de Facebook, perfiles en Instagram, gestionarse espacios de presentación y otras estrategias con las que llegar al lector me parecen no solo una opción válida, sino necesaria. Lo que me parece absurdo es que toda la responsabilidad de promoción recaiga en el autor. Que las editoriales asuman que el trabajo está concluido una vez que se imprime el libro, cuando en realidad es ahí donde empieza lo difícil: llamar la atención dentro de un mercado literario plagado de propuestas, muchas de ellas interesantes. Además, el libro no solo compite contra obras literarias: se enfrenta a Internet, a sus redes sociales y sus algoritmos especializados para captar y mantener la atención de un ser humano durante horas. Si pretendemos que el libro llegue al lector, no basta con una presentación en la Feria. Son necesarias muchas, muchísimas otras acciones de promoción y, de algún modo, los escritores aprovechamos los canales digitales para hacerlo. Con impericia, cierto, improvisando sobre la marcha, con las limitaciones propias de los que intentan, qué remedio, reemplazar el rol promocional que deberían cumplir las editoriales.

Si pudieras elegir a un autor, vivo o muerto, con el que escribir a dos manos un cuento o una novela, ¿quién sería?, ¿por qué?

William Faulkner. Cuando pienso en autores es el primer nombre que arriba siempre. Después de leerlo nada quedó en su sitio. Todas las lecturas posteriores estuvieron signadas por una comparación ¿Mejor que Faulkner? No, ni de lejos. Faulkner al derecho, Faulkner al revés. Definitivo. Jodidamente Faulkner.


La música de los sentidos y la creatividad

La Asociación Hermanos Saíz en Santiago de Cuba esquiva los obstáculos gracias a ese golpe en el que se mezcla juventud y arte. Esa mixtura desequilibra cualquier inercia y pone la creación en un vuelo infinito hasta llegar al público. A veces el ciclo no termina, o se estanca, o simplemente se pospone en el tiempo, pero existe y deja sus huellas. Quizás en los entresijos de la vida, la sección de música navegó con buenos resultados. Leandro González Revilla es su jefe y analiza estos meses.

tomada de cuenta de facebook hiphopean2

«Empezamos el año 2020 con buena vibra. La programación de la Casona Azul estuvo muy activa con conciertos, peñas. Febrero nos reservó el primer evento del año con el Jazznamá que ha sido quizás la mejor edición desde su creación. Luego vino la pandemia que obligó a cambiar muchas cosas. El Festival Palabras se suspendió, el Playarte solo se hizo muy poco de manera online. Eso llevó a hacer muchas cosas virtuales. En el verano, Una salva de porvenir llegó a varios municipios respetándose las medidas sanitarias. Aquí se reunieron todas las manifestaciones. También se posibilitó que artistas de los municipios se integraran con nosotros. Fue una bonita experiencia porque se logró hacer algo que era muy difícil en aquellos momentos y la gente de los territorios lo agradeció. Pudimos divertir, educar, y mostrar mucha de las cosas buenas de la asociación y se vio el resultado. Hicimos talleres, a cada artista le tocaba su horario y fue muy exitoso.»

tomada de cuenta de facebook hiphopean2

El proyecto La Casona Azul tuvo mucho impacto. ¿Qué puedes comentarme al respecto?

«Lo teníamos previsto para finales de agosto pero se pospuso para septiembre. Impartimos el taller de música relacionado con el hip hop. El proyecto es dirigido a realizar talleres de diferentes manifestaciones que representan a la asociación. Se realizó uno de teatro, de música fusión, de hip hop, literatura, entre otros. Hubo una convocatoria, y a partir de eso vinieron los talleres con gran participación. En mi caso la experiencia fue grandiosa. Quedé sorprendido con el resultado. Te pongo un ejemplo, los siete muchachos que estuvieron en mi taller salían de allí e iban para mi casa y querían seguir con el taller de hip hop fuera del horario planificado. Y te puedo decir que ellos terminaron siendo raperos, DJs, y graffitteros, que era la idea. Nuestro objetivo era al final crear una canción compuesta por los muchachos y un video clip donde bailaran y aplicaran todo lo aprendido en el curso.

«Este video está en producción con los recursos que tenemos en mi estudio de grabación y cámaras. Pero lo mejor de todo es que el proyecto generó la creación de un proyecto socio-cultural con el nombre de Hiphopeando. Desde hace un tiempo lo veníamos pensando hasta ahora que lo materializamos.

tomada de cuenta de facebook hiphopean2

«Es en el poblado Caney y pretendemos darle una dimensión provincial o nacional, veremos qué pasa. Los estudiantes oscilaban entre 13 y 18 años. Después de esto mi casa se llenó de muchachos, de 11 en adelante que querían formar parte del proyecto. Y eso me obliga a hacer nuevos talleres para darle atención a esos alumnos que desean vivir la experiencia nacida en la Casona Azul.»

En todas las secciones se realiza un análisis para valorar la pertinencia de los asociados. Quiénes hacen, cómo lo hacen y si merecen seguir en la joven vanguardia artística cubana es una premisa necesaria para conquistar admiradores. Con la mayor cantidad de asociados, la sección de música toca puertas al entendimiento y la sensibilidad.

Bajo difíciles condiciones, los creadores inscriben el arte en ese tamiz singular de lo hermoso. Pero la constancia y la responsabilidad es lo que permite la consagración de un músico, sin obviar el talento y la disciplina. Para el 2021 los jóvenes de la AHS deben bautizar cada espacio con dosis placenteras del buen arte que emana de ellos. Sin panfletos y con dedicación, una amalgama de hermosas melodías puede asaltar el futuro.

tomada de cuenta de facebook hiphopean2