Escritores
Los sÃmbolos del derrumbe
Transcurre el mes de julio cálido y luminoso; con un buen augurio llega repentina la llovizna, los dÃas argentados, el clima propicio para permanecer debajo de una manta y elegir un libro.
En la cubierta predominan los tonos oscuros, una luz que se acerca, un hombre que aguarda en lo que pudiera ser una terminal ferroviaria o un escenario. LÃneas de tiempo anuncian las letras del color de la luz.
Un tren es el sÃmbolo que recorre estas lÃneas invisibles. Delimitadas por las fechas como estaciones inevitables. El hombre no es el conductor sino la maquinaria; transita el tiempo que le ha sido otorgado, ruge humo, se descompone, vuelve a las vÃas, pero jamás tiene el control. Los vagones le siguen como un cámara fija, dejan constancia del paisaje, los transeúntes, del deterioro, mas no juzgan la trayectoria.
Según las palabras de la joven escritora Elizabeth Reinosa Aliaga, autora de este volumen —con el que obtuvo el Premio Calendario de Narrativa 2019—, no ha podido precisar en qué género situarlo. Pero si continuamos el viaje necesitaremos definir, al menos para poder ordenar y analizar.
Por eso trataré de dar mi propia clasificación. LÃneas de tiempo no es un libro de cuentos y creo que eso queda claro, pero ¿es una novela?, pudiera ser, sobre todo atendiendo a las libertades que la modernidad le ha concedido a esta. Posee un alto vuelo poético, lo cual conjugado a su estructura se acerca sobremanera a la prosa poética. Sin embargo, me decantaré por llamarlo relato, como otros antes denominaron asà a El curioso caso de Benjamin Button, de F. Scott Fitzgerald. Este al igual que LÃneas…narra la vida de un personaje desde el nacimiento hasta su muerte —aunque en un orden peculiar—, seccionándola por etapas.
Una vez dicho esto quisiera pasar a hablar de Seda, novela del italiano Alessandro Baricco, y referente cercano de LÃneas de tiempo. La obra de Baricco también se estructura de manera viñética, flashazos de la vida de HervéJoncour; en esta el autor emplea capÃtulos muy cortos, casi todos de media página, que por orden numérico nos narra la vida de Hervé y otros personajes. Claro Alessandro sà entra en cuestiones propias de la novela, permite visualizar personajes y lugares en su forma fÃsica desde la Siberia hasta el Japón.
En este relato se nos muestra a los personajes siempre indefinidos, como detrás de la bruma, en las sombras, como los ingrávidos de Valeria Luiselli. Su protagonista no posee nombre, ni siquiera rostro, aunque sà una angustia, un dolor que deviene violencia. Esta violencia será padecida por el resto de los personajes, sin excepciones, ni siquiera de los más pequeños, ni siquiera del mismo que la genera.
Al escribir sobre otros escritores se apunta, por ejemplo: su estilo narrativo se inspira en las novelas de… o es evidente la influencia de autores como… Este punto es acertado y lógico, todos tienen referentes, puntos de partida, de contacto, de inspiración.
Me atrevo a decir que tiene precisos puntos de contacto con Celestino antes del alba, de Reinaldo Arenas. La casa como infierno, prisión. El predominio de la violencia. El único que comprende al protagonista es su hermano Kiko; al igual que al protagonista de Arenas solo lo entiende Celestino, su primo, quien más tarde se transformará en su hermano y viceversa. La madre, dualidad de brutalidad y ternura, igualmente “muereâ€, pero como en Celestino continúa viva.Â
Y un trasfondo como el de Cien años de soledad, de Gabriel GarcÃa Márquez. Piramidal: todo se va construyendo hasta llegar a la cúspide y, entonces, inicia el descenso, el estropicio. Su lÃnea central es la locura y, por supuesto, la soledad.
De un aliento corto. Sintético. LÃrico. No existe en estas páginas una inquietud por el mundo exterior. No es el cómo la sociedad modifica al sujeto, sino cómo el individuo altera su mundo interior y cercano. Nos hemos trasladado de esa visión de lo macro a lo micro. A la familia como preocupación y como orden. El ser como causante e impotente testigo de su propio derrumbe.
Convocan a primera edición del premio nacional de narrativa para niños Reina del Mar Editores 2020
El sello literario de Cienfuegos “Reina del Mar Editoresâ€, perteneciente a la Asociación Hermanos Saiz, convoca a la primera edición del premio nacional de narrativa para niños. En el concurso podrán participar escritores menores de 36 años, residentes en Cuba, miembros de la UNEAC o la AHS.
En esta oportunidad el volumen o proyecto de libro tendrá caracterÃsticas diferentes y será entregado de una manera habitual por estos dÃas, pues el formato digital cumplirá con las bases de la convocatoria.
Se puede concursar con un texto de Narrativa para niños, ya sea en los géneros noveleta o cuento y el mismo puede tener una extensión de hasta 95 cuartillas, incluyendo ilustraciones.
Es esta la primera ocasión que Reina del Mar editores dedica su principal certamen a la literatura infantil, como reconocimiento también a la fuerza de esta categorÃa en el territorio sureño.
La convocatoria cierra en el mes de octubre, fecha en la que la comisión de admisión sesionará para dar a conocer los 5 mejores volúmenes presentados.
El sello editorial de los jóvenes escritores cienfuegueros, celebra con este premio el aniversario 23 de su fundación. Más de una década impulsando la literatura, siempre desde textos audaces e innovadores.
*Tomado de Perlavisión
La integración cultural, premisa de la AHS villaclareña en este aniversario
Con motivo de su 34 cumpleaños, la Asociación Hermanos SaÃz en Villa Clara acogió a sus nuevos integrantes y despidió con especial afecto a quienes arriban a los 36 años de edad, durante una velada homenaje que tuvo lugar en el Centro Cultural “El Bosqueâ€, de la ciudad santaclareña.
LibrerÃas: espacios esenciales en las nuevas realidades sociales contemporáneas
“…sólo el júbilo que me produce entrar en una gran librerÃa es comparable al frÃo que se siente al entrar en un gran arsenalâ€.
José MartÃ.
(Diario La Nación El 13 de enero de 1886)
“Las librerÃas son antros donde se pasean unos tipos raros que ojean lo que no compran, que hojean lo que sólo pueden mirar…â€
César Hildebrandt
(Periodista limeño)
Quien se decida a realizar una exhaustiva búsqueda bibliográfica, acerca de temas relacionados con las instituciones culturales en nuestro paÃs, podrá percatarse de siguiente detalle: sobre las librerÃas resultan, aún, escasos los trabajos que atiendan suficientemente su quehacer y papel, en torno a procesos articuladores como el servicio y la gestión cultural o su participación en la producción de conocimientos e intercambios de información y significaciones de la sociedad.
La necesidad de indagar en estas y otras zonas de profundas connotaciones para estas instituciones, cuya actividad se relaciona con las formas tradicionales del consumo de libros, radica en el largo tiempo que han estado presentes en los itinerarios y prácticas culturales[1] de muchos cubanos. Ocupan un lugar crucial en la memoria colectiva, fundamentalmente, por el interés de los servicios que prestan y de sus usos, servicios que dejaron de ser una práctica de consumo cultural[2] elitista mediado por signos de status, con peso en las competencias económicas o culturales.
Lo antes descrito les ha permitido ganarse cierta distinción y destaque en los distintos momentos histórico-culturales de nuestra sociedad, a partir de interconexiones establecidas en el tejido social, que les imprimen caracterÃsticas —quizás las más conocidas— como las de ser soportes estructuradores de barrios y actividades culturales y lugar de afinidades cultivadas de diversas maneras: El lugar “donde a la memoria y la emoción se suma el encuentro, según postulados de la sicogeografÃa[3]â€.  Â
El periodista, narrador, crÃtico y editor cubano Imeldo Ãlvarez GarcÃa, da cuentas en su artÃculo «Libros, libreros y librerÃasâ€, de la impronta emotiva que estos lugares tienen al plantear “que valdrÃa la pena compilar los criterios y anécdotas de los más importantes escritores, artistas e intelectuales sobre las librerÃas [donde] SaldrÃa un libro colmado de experiencias incalculables en la memoria de cualquier densidad culturalâ€. Aunque valdrÃa la pena recoger también las vivencias de otros grupos sociales, pues la permanencia y diversificación de las librerÃas por todo el territorio nacional[4] patentiza una de las maneras en que se han defendido, nuestros derechos culturales, en tanto, hacer usos de sus servicios,[5] ejemplifica la democratización y acceso a los productos culturales (especÃficamente los productos editoriales).
II
Urge recuperar y organizar la mayor cantidad de información posible sobre las librerÃas porque en Cuba, “donde se libra actualmente la más auténtica revolución cultural de estos tiempos, la librerÃa tiene un significado distintoâ€[6],  al estar sometidas, entre otras mediaciones, a las cambiantes condiciones de la realidad social contemporánea, caracterizada por la diversificación (y nuevos hábitos) de consumo de bienes y servicios culturales que coadyuvan, de una manera u otra, a debilitar su viabilidad.
La diversificación de este tipo de consumo, ya ocupa el centro de disÃmiles procesos de reproducción social, lo que significa para las librerÃas, a escala local, según la opinión del pedagogo vazco, experto en politica y gestión cultural, Iñaki López Aguileta, “una dura competencia en el sector del ocio y la cultura, teniendo en cuenta la existencia de muchas ofertas públicas y privadas, en el hogar y fuera de élâ€[7].
Pese a las amenazas que se derivan de estos contextos, las librerÃas siguen desempeñando, desde su objeto social, el papel primordial de asegurar la bibliodiversidad y el fomento de la lectura de los niños, jóvenes y adultos, razones que convocan e invitan a reflexionar acerca de su lugar como espacio público que ha de ser promovido y defendido por todos los actores de la sociedad, los que deben (debemos) reconocer los roles y funciones de estas instituciones, para hacer ciertos las distintas proyecciones y asumir la pertinencia de valorizar la oportunidad que representan para el desarrollo cultural.
Este reconocimiento puede catalogarse de estratégico porque, hoy dÃa, sobre las librerÃas se ciñen no pocos pronósticos oscuros, que guardan relación por una parte —y terreno de agudas polémicas— con el empuje de las tecnologÃas de la información y las comunicaciones (Tics) consideradas, muchas veces, colaterales a todo el ciclo productivo del libro[8].  y que afecta indiscutiblemente a los actores involucrados en ese proceso, entre ellos el lector y el libro respectivamente.
Por otra parte relacionados con comportamientos culturales,[9] tanto en el ámbito social y educativo, que indican que la práctica de lectura está quedando por debajo de otras prácticas como escuchar música, ver la televisión, escuchar la radio y ver pelÃculas en el hogar gracias al amplio inventario de equipos electrónicos para ello. En otros términos: desplazamientos hacia otras zonas «más atractivas†que dan motivos, a veces extremistas, para decir que las librerÃas “se están vaciando aceleradamente». Â
Si bien en ambos sentidos existen verdades (relativas), resulta oportuno señalar que estas son las nuevas configuraciones donde las librerÃas se están (de)construyendo; asimilando e integrando otras interrelaciones y dinámicas para ampliar sus servicios, que no debe ser exclusivamente la venta de libros. Configuraciones donde las Tics pueden ser, efectivamente, excelentes aliadas ante las oportunidades que ellas proporcionan[10].
III
Datos obtenidos de las encuestas sobre el consumo y prácticas culturales en América Latina[11], apuntan a que la asistencia y/o visitas a librerÃas están exhibiendo cifras alentadoras lo que corrobora que estos espacios constituyen un incentivo para satisfacer intereses diversos. Cuba no es la excepción.
En los estudios que se desarrollan sobre el consumo de libros (producto cultural lÃder de la industria editorial), las visitas a librerÃas poseen una importancia particular, en tanto contribuyen a diagnosticar el sistema de prácticas relacionadas con el mismo. Preguntas diseñadas sobre la asistencia o visitas a librerÃas se realizan con el propósito de diagnosticar la utilización (uso) de esos espacios, ambos a disposición de las personas durante todo el año, a lo cual se debe agregar que visitarlas y ser socio de alguna es una práctica fácil de realizar y se pondera sobre la base de la importancia, utilidad y promoción de la lectura.
La información de y sobre las librerÃas, extraÃdas de estudios que indagan en otros fenómenos culturales vinculados con las mismas, sugiere y  aporta un  material nada desdeñable para el diseño y puesta en práctica de los resultados concretos de las polÃticas del libro en estos espacios culturales, esfuerzos institucionales a los que se incorporan investigadores de instituciones culturales y académicas, asà como los propios  agentes de la industria cultural del libro, preocupados, desde visiones interdisciplinares y la conveniente combinación de recursos metodológicos, en conocer las razones por la que determinados grupos sociales asisten a las librerÃas y a cuáles asisten.
En perspectiva las valoraciones anteriores contribuyen a bosquejar los actuales derroteros de las librerÃas, que deben trabajar por superar la representación tradicional como el lugar donde se venden libros, creencias, muchas veces compartidas, entre la población y el personal que labora en ellas[12] y apostar por una  orientación hacia:
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el servicio caracterizado por la creatividad; la utilización eficientemente de la información aportada por los estudios de la demanda; el sustento en diagnósticos socioculturales y programas de actividades flexibles; por la articulación de la actividad atendiendo a los principales factores que influyen en la conducta del consumidor como: los culturales, sociales y personales.[13] Asirse a la convicción de que presentar un servicio de buena factura contribuirá al aumento de hábitos, necesidades, demandas y expectativas culturales en la población (potencial comunidad de usuarios).
IV
A modo de conclusión, repensar las librerÃas como espacio público de la cultura, dedicado a la comercialización, posee intereses especÃficos que no deben dejarse pasar por alto, dÃgase, las relaciones que se establecen entre el binomio economÃa―cultura, pues están en el terreno del sector cultural cuyas actividades económicas se vinculan a la producción cultural a partir de ofertas que intentan satisfacer un tipo de necesidad especÃfica: la cultural. Â
Desde estas relaciones se visualiza la importante función de las librerÃas de ser una organización económica proveedora de servicios de distribución, función que las coloca en calidad de sociedad humana que tiene en mente los intereses de ese tipo de organización, situación que, en ocasiones, convierte las ventas al público en obsesión para los libreros, sin tiempo para reparar en la responsabilidad de lo que representa el producto cultural editorial, de manera general, de otro tipo de producto.
La gestión comercial con enfoque cultural, un tipo de gestión venida a bien dentro del modelo de actualización social y económico cubano, está llamada a solventar las deficiencias generadas por esas posturas y reordenar los procesos en aras de elaborar engranajes más orgánicos. Gestión que está llamada a defender, “la única riqueza renovable (la cultural) y por tanto inagotable que tenemos [la cual] no puede ser sometida a las leyes de la oferta y la demandaâ€[14].
Asà los procedimientos de trabajo a elegir ―o los elegidos―, tendrán inevitablemente que ser consecuentes con la creciente importancia del binomio antes señalado y tener la voluntad por comprender, acompañar y dominar mejor el lenguaje del mercado cultural (armónico y coherente con nuestra polÃtica cultural); realidad que exige entrenamientos más sólidos de los libreros y otros gestores para trabajar con recursos cientÃficos de la actividad cultural más complejos, expeditos para estimular el deseo y la necesidad de llegarnos a esos “grandes arsenales†y sentir que tienen definitivamente un protagonismo mayor en nuestra vida cotidiana.
Notas y referencias bibliográficas
[1] Prácticas culturales (PC): se define como conductas y formas de proceder de las personas que expresan cierta relación con los objetos culturales. La acción directa y conscientemente practicada por los individuos, por ejemplo, escribir, asistir a funciones de teatro o visitar galerÃa, bibliotecas y librerÃas, etc.
[2] El consumo cultural es un concepto estratégico para interpretar hoy dÃa los asuntos culturales. El teórico de la cultura Néstor GarcÃa Canclini, lo define como “el conjunto de procesos de apropiación y usos de productos en los que el valor simbólico prevalece sobre los valores de uso y de cambio, o donde al menos estos últimos se configuran subordinados a la dimensión simbólicasâ€. La idea del consumo cultural suele tener un ámbito de aplicación más amplio en el que caben las actividades relacionadas con los servicios culturales.
[3] La cursiva pertenece al escritor, poeta y ensayista español Manuel Rivas, que desde esta disciplina de la psicologÃa, que estudia, entre otros aspectos, los efectos psÃquicos que un determinado contexto produce en los individuos o entender los efectos y las formas del ambiente geográfico en el comportamiento y emociones de las personas, aseveró que sin las librerÃas y las bibliotecas no existirÃa la ciudad.
[4] Más de 310 librerÃas en funcionamiento según el Instituto Cubano del Libro.
[5] La respuesta de los usos, a decir del investigador granmense Máximo Gómez Castell, se objetiva en las producciones de sentido, en la actitud creativa de los individuos.
[6] Más información consultar el artÃculo de Imeldo Ãlvarez GarcÃa “Libros, libreros y librerÃasâ€. Disponible en http://www.cubaliteraria.cu/artbaul.php?idarticulo=23
[7] Iñaqui López Aguileta (2002). La promoción del libro a escala local. Ponencia presentada en el XVIII Congreso Nacional de Libreros. Orense, Bilbao, Portugal. 1-4 de mayo.
[8] En el esquema del ciclo productivo del libro en Cuba las librerÃas se destacan como uno de los eslabones esenciales en la distribución. Ellas responden como estructuras comerciales al Instituto Cubano del Libro (ICL) y administrativamente a los Centros Provinciales del Libro y la Literatura.
[9] Entiéndase por comportamiento cultural el comportamiento exhibido por los seres humanos, o sea, la manera de proceder que tienen las personas en relación con su entorno o mundo de estÃmulos.
[10] El diseño y puesta en práctica de proyectos como los cibercafés, áreas de lecturas en la red o áreas para descargar libros digitales (gratuitamente) de las bibliotecas virtuales son algunos de los ejemplos que ilustran el resultado de estas alianzas.
[11] Refiérase, entre otras, a los datos recuperados de los informes del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina, el Caribe, España y Portugal (CERLALC) al cual pertenece Cuba, los informes iberoamericanos del libro y a la segunda Encuesta Nacional sobre Prácticas de Consumo Cultural realizada por el Instituto Cubano de Investigaciones Culturales Juan Marinello (ICICJM) en coordinación con el Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE) de la Oficina Nacional de EstadÃsticas (ONE).
[12] Ver “La Gestión de los Servicios Culturales desde la perspectiva socio-cultural en Santiago de Cuba. El Caso de las LibrerÃas†de Liudska Guadarrama Ãlvarez.
[13] Los factores que influyen en la conducta del consumidor cultural serán determinantes en la toma de decisiones para usar o no el servicio que se presta. Según Philip Kotler, economista y especialista en mercadeo, estos son los: Factores culturales, sociales y personales.
[14] Fragmento de una exclusiva de Fornet aparecida en el artÃculo » Cultura cubana: Nunca respuestas fáciles a preguntas difÃciles.» Publicado: en el sitio digital Cubarte el 27 de febrero de 2012.
34 años unidos por el arte (+Video)
La Asociación Hermanos SaÃz celebra este 18 de octubre su aniversario 34 y con motivo de la fecha los jóvenes creadores de toda la isla desarrollan por estos dÃas múltiples actividades para enaltecer el arte joven que los une como vanguardia en el paÃs.
Desde el mes de septiembre impulsan en las redes sociales una campaña con el slogan “el arte nos uneâ€, resaltando la capacidad de resiliencia del arte en tiempos de pandemia y aislamiento social, y exponiendo la creación a través de las plataformas digitales.
“En los perfiles de la Asociación se han compartido cápsulas, postales, crónicas, entrevistas, fotos de momentos importantes de la organización, y secciones como AHS Te presenta, utilizando las etiquetas #AHSAniversario34, #AHSCuba, #AHSViva, #ElArteTambiénSalva y #ConLaMismaEstrellaâ€, comentó Yasel Toledo, vicepresidente de la organización.
También, el Portal del Arte Joven Cubano, disponible en la dirección www.ahs.cu, es fuente de múltiples contenidos, apoyados en la red de colaboradores a lo largo del paÃs.
“Entre las acciones más importantes, explicó el novel periodista, se incluirá un forodebate en el sitio de la organización para intercambiar en torno al quehacer de la joven vanguardia artÃstica luego de su Tercer Congreso, desarrollado en octubre de 2018; asà como se analizarán los proyectos que tiene por delante la Asociación. Además, se darán a conocer los premios Maestros de Juventudes 2020, mayor reconocimiento que otorga la AHS a personalidades referenciales que marcan una pauta importante en la cultura cubana.â€
El dÃa 18 se prevé transmitir por el canal Cubavisión y por varias plataformas digitales un concierto de jóvenes músicos, asà como el estreno del audiovisual Bitácoras AHS, que tiene como protagonistas a creadores de Santiago de Cuba. Por otra parte, se ha habilitado el correo electrónico ahscomunicacion@gmail.com para recibir textos breves, videos y otras propuestas en las cuales los asociados expresen el significado de la AHS.
Desde Internet, escenario principal, las diferentes provincias impulsan también varias iniciativas, que incluyen una gala especial en la ciudad de Santa Clara y un amplio programa de actividades en Granma, coincidiendo con la Fiesta de la CubanÃa.
“Defendiendo la capacidad de arte como factor espiritual ante las adversidades, celebraremos este nuevo aniversario de la Asociación, explicó Toledo, pues celebramos, además, todos los proyectos colectivos que han surgido entre escritores, investigadores y artistas durante este tiempo de pandemia a propósito de la Covid-19.â€
“Mantenernos unidos como familia, sin importar las circunstancias, ni cuán lejos estemos fÃsicamente, es parte de las esencias de la AHS, asà como el arte y la capacidad de soñar y crear debe mantenernos unidos siempre, como vanguardia creativa del paÃs y grupo de amigos enamorados de la belleza más allá de lo que se pueda verâ€, añadió el joven escritor.
Arte y promoción: El lÃmite es la creatividad (+ tuit)
La promoción suele ser preocupación o interés permanente de los creadores y otras personas. Alrededor del fenómeno gravitan muchos factores. Algunos artistas prefieren quedarse a esperar que otros asuman esa labor, vital para que se conozca más su obra. La mayorÃa aspira permanentemente a estar en los medios tradicionales de comunicación, pero la verdad es que hoy existen múltiples oportunidades para llegar a públicos diversos.
Un ejemplo ineludible de eso es que ciertas propuestas suelen hasta evitarse en la televisión o la radio, pero son ampliamente consumidas circulan en memorias flash, chats, grupos en redes sociales, alcanzan miles de reproducciones en canales de youtube… y hasta son tarareadas en la calle.
Teóricamente en Internet, millones de personas están a la distancia de un clic, un “me gustaâ€, una especie de comunidad global interconectada. Solamente en Facebook, la red social de más uso en el mundo, suelen conectarse más de 2 mil 500 millones de internautas; en youtube más de dos mil millones, en WhatsApp más de mil 600 millones, Instagram más de mil millones.
Cuba también ha dado pasos, y según estadÃsticas divulgadas en varios sitios oficiales, ya más de siete millones de personas aquà acceden a las plataformas digitales, aunque no debemos desconocer que muchas lo hacen con bajos niveles de conexión o a un precio alto que les exige ahorrar casi hasta el extremo.
En #BlogMiraJoven: Arte y promoción: El lÃmite es la creatividad (+ tuit)Por Yasel Toledo GarnacheLa promoción suele…
Publicada por Yasel Toledo Garnache en Lunes, 28 de septiembre de 2020
Aquà todavÃa no logran fuerza fenómenos como el de los youtubers, más allá de algunos esfuerzos. Debemos reconocer que perfiles de organizaciones e instituciones de la Cultura, con funciones también de promoción avanzan en el mundo digital. Ojalá algunas lleguen, por ejemplo, al millón de seguidores, aunque significa vencer otros obstáculos especiales para Cuba desde estas plataformas. No son muchos todavÃa los creadores que tienen cuentas en Instagram y en Youtube, ubicadas entre las redes preferidas a nivel global. Y algunos no las pueden actualizar con frecuencia por diferentes razones.
A eso sumamos que esos contenidos no suelen llegar a muchos internautas en otras regiones, y son consumidos casi totalmente por el público cubano, aunque resulta justo reconocer las buenas experiencias impulsadas en el sector de la cultura, especialmente durante los meses más recientes, con conciertos on-line y una presencia más atractiva en el mundo hipermedia.
Debemos continuar diseñando más y mejores campañas comunicacionales también para el exterior, realizar más alianzas con artistas y organizaciones de otras partes del mundo que nos permitan llegar más lejos. En lo adelante cada evento deberá tener una programación digital, con la aspiración de ir más allá de los lÃmites de nuestra geografÃa nacional, atraer y enamorar.
Debemos compartir más contenidos en otros idiomas, además del Español, analizar estadÃsticas y readaptar el trabajo en función de lo que queremos, tener en cuenta los horarios más pertinentes para publicar según la hora a la que acceden nuestros públicos… Según nuestros objetivos se pueden tener en cuenta otros elementos como sus edades, sexo, ciudad donde residen…, información que brindan con facilidad las administraciones de páginas en las redes.
Otra de las desventajas que se suele enfrentar aquà es que el posicionamiento de nuestros sitios webs y perfiles es solamente natural, o sea fruto del trabajo, mientras que otros pagan por lugares privilegiados en buscadores o llegar a más internautas con facilidad direccionando incluso hacia otros paÃses o grupos de edades.
En la situación de Cuba influyen diversos aspectos, incluida la infraestructura y organización existente para la promoción, y la preparación humana para desarrollarla. Es fundamental comprender mejor las dinámicas de las plataformas digitales, conocer su funcionamiento y las maneras de llegar a sectores de internautas más diversos. No se trata de inundar los sitios de contenidos, sino de brindarlos de una manera creativa y sugerente, y hacer luego una labor de promoción para esos propios materiales.
Fenómenos como la comercialización digital del arte deben ser aprovechados en mayor medida. No basta con tener, por ejemplo, una plataforma para la música, también es preciso hacerla atractiva y crear múltiples canales que lleven a ella. Los propios creadores también deben ser más protagonistas en todo esto. DeberÃan existir muchas más multimedias, exposiciones virtuales y posibilidades de visitas on line a nuestros principales centros de arte, muesos y otros lugares.
Es pertinente un mayor ejercicio de la crÃtica artÃstica y cultural en general en espacios que verdaderamente tengan gran impacto mediático y contribuyan a la jerarquización de las mejores opciones. Lo ideal serÃa que quienes tienen entre sus funciones la promoción desde las instituciones y los medios también sean coherentes con eso.
Lo realizado en esta etapa de coronavirus demuestra que tenÃamos muchas potencialidades sin aprovechar, y a pesar de la complejidad de las circunstancias se han redimensionado varias de las propuestas artÃsticas en el paÃs.
Escribimos esto siendo crÃticos sobre todo con nosotros mismos. Es fácil escribir, saber lo que se debe mejorar, pero lo verdaderamente complicado es conseguir lo que se quiere.
Necesitamos superación de las personas encargadas de la promoción y también de los propios autores que deben ser cada vez más protagonistas en función de que se conozca lo que hacen. Son fundamentales las alianzas entre las instituciones, entre ellas y los artistas, y con algunas de las personas o grupos creativos que mejores experiencias tienen.
Debemos estar conscientes de que más allá de lo hipermedia y los medios tradicionales, los espacios fÃsicos siempre serán un escenario importante de promoción. Lo más importante seguirá siendo la obra como tal, pero cada vez resulta más vital presentarla de la mejor manera posible y según las caracterÃsticas de cada plataforma.
Es importante resaltar los pasos que se han dado en el paÃs y especialmente en el sector de la Cultura, a favor de la promoción y la comunicación en general, con transmisiones en vivo, conciertos on-line y otras iniciativas, que han mantenido el arte muy vivo en esta etapa de pandemia. Resulta favorable que muchas de las mejores experiencias han sido impulsadas por el Ministerio de Cultura y organizaciones de creadores como la Asociación Hermanos SaÃz y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
En todo esto tampoco hay reglas fijas. Lo aparentemente incorrecto puede ser lo que mejor funcione para algunos. En esto como en el arte y la vida es muy favorable tener siempre un estilo propio. El lÃmite es la creatividad.
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*Publicado originalmente en el blog del autor Mira Joven
Claustrofobias Promociones Literarias entrega Premio Colateral en concurso de la radio joven cubana
Claustrofobias Promociones Literarias entrega un Premio colateral en el Taller y Concurso de la Radio Joven Antonio Lloga in memoriam desde 2016. Claustrofobias reconoce el poder y valor de la radio cubana que acompaña la promoción de libros y autores cubanos y universales.
El simbolismo de un ascenso (+ Fotos, videos y tuits)
Subir al punto más alto de Cuba, a la cima del Pico Turquino, no es cosa de juego. Implica sacrificio y atrevimiento. Cada escalada tiene su historia, sus sensaciones más Ãntimas. Hacerlo significa mucho más que un hecho o metas individuales. Constituye un sÃmbolo, un mensaje de voluntad y fidelidad a las esencias, de capacidad para vencer los obstáculos y seguir en el camino de los sueños.
Desde hace más de 10 años, jóvenes creadores de la Asociación Hermanos SaÃz siempre llegamos en agosto al encuentro con el busto del Apóstol, a mil 974 metros sobre el nivel del mar. Ahà está también el recuerdo de la heroÃna Celia Sánchez Manduley, su padre y la escultora Gilma Madera, quienes lo llevaron hasta la emblemática elevación cuando se cumplÃan cien años del natalicio del Héroe Nacional.
Para nosotros es muy especial esta tradición, que mantenemos a pesar de la complejidad de las circunstancias. En la ocasión más reciente fuimos apenas 20 escritores y artistas del oriente del paÃs, 20 amantes de la utopÃa, que desafiamos el fango y el cansancio, 20 inquietos que subimos como hermanos, inspirados en los poetas Luis y Sergio SaÃz Montes de Oca, en Fidel y MartÃ. Ese fue también un ascenso por la esperanza y la vida.
PREÃMBULO
El itinerario incluyó durante los dÃas anteriores las visitas al Museo de Cera de Bayamo y a la Casa Natal de Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria y Primer Presidente de la República en Armas, patriota y hombre de literatura y música. Disfrutamos una exposición dedicada a Fidel, y caminamos por la primera Plaza denominada de la Revolución en el paÃs y por el lugar donde fueron estrenadas las notas del Himno Nacional el 20 de octubre de 1868. Otro momento especial ocurrió en la sede de la AHS en Granma, fuente de trova y poesÃa. Tuvimos además un intercambio con autoridades de la provincia.
Hasta el Monumento Nacional La Demajagua, en el municipio de Manzanillo, llegamos conscientes de estar en un altar sagrado de la nación, lugar donde palpita parte importante del corazón de Cuba. Muy cerca de la campana que retumbó el dÃa del alzamiento inicial y de las ruinas del ingenio, conocimos más sobre los acontecimientos de aquel 10 de octubre de 1868, cuando comenzó la primera guerra por la independencia aquÃ. Más tarde desandamos el centro urbano de la ciudad también conocida como Perla del Guacanayabo, urbe con rica historia artÃstica, cuna de Carlos Puebla, llamado Cantor de la Revolución, y de otras personalidades de la cultura de ayer y hoy.
Luego nos fuimos a Santo Domingo, comunidad de la Sierra Maestra, ubicada apenas a ocho kilómetros de donde radicó la Comandancia General del Ejército Rebelde en La Plata. Ahà la AHS tiene otra familia, pobladores que esperan cada año esta expedición de arte y sueños. El saludo de Jorge y otros trabajadores del campamento de pioneros exploradores Ramón Paz Borroto. El cariño y la certeza de que estábamos en otra casa.
HACIA LO MÃS ALTO
El 12 en la madrugada comenzamos el ascenso hasta el campamento de Aguada de JoaquÃn, cinco kilómetros antes de lo más alto. Nos acompañaban los guÃas Oilet y Yordanys, dos amigos que siempre dan pasos firmes. Y el dÃa 13 a las tres de la madrugada, fecha del cumpleaños 94 de Fidel y del aniversario 63 del asesinato de Luis y Sergio SaÃz, retomamos el rumbo hacia la cima.
En la oscuridad compartimos la luz de un teléfono. Cuando alguien temblaba por el cansancio le brindamos la mano. Ante la lesión de alguien nos convertimos en enfermeros y algunos hasta en ambulancia. Asà fuimos metro a metro por la serranÃa.
Los instantes siguen en nuestras mentes como recuerdos en movimiento. Ahà está el cansancio, la seguridad de que llegaremos a pesar del mal estado del sendero. Ãbamos todos con agua, caramelos y algo más.
Cerca de las nubes hubo canciones, versos, y un abrazo gigante, muestra de hermandad. También fotos, muchas fotos, tal vez porque todos querÃan guardar el momento.

Para el joven poeta holguinero Norge Luis Labrada la experiencia fue inolvidable. “Llegar con un grupo de jóvenes diversos a lo más alto de Cuba me devolvió la fe, a pesar de este tiempo de coronavirus. Este ascenso y el abrazo entre todos fue una confirmación de que quedamos muchos comprometidos. Gracias por la devolución. Estoy orgulloso, ahora un poco llorón con ganas de encontrar otra vez a quienes me acompañaron en esta aventuraâ€.
La actriz tunera Leonor Pérez Hinojosa asegura que nunca olvidará esas vivencias, gracias a las cuales conoció un poco más a su paÃs y a otros creadores enamorados de la utopÃa.
Es inevitable recordar la emoción de la trovadora guantanamera Annalie López mientras cantaba al lado del busto de MartÃ, el entusiasmo del investigador baracoeso Carlos Urgellés, el ánimo del actor granmense Ruslan DomÃnguez o la fuerza de Yoana Aranda, a pesar del esguince en un tobillo.
El ascenso al Turquino representa también el espÃritu de la AHS, una familia grande que jamás se deja vencer por los obstáculos, un grupo de creadores que se apoya en la conquista de los anhelos.
Son muchas las imágenes en nuestras mentes: las sonrisas, las canciones, el abrazo en lo más alto. Seguramente el Turquino seguirá recibiendo a jóvenes escritores, artistas e investigadores cada 13 de agosto durante muchos años. Ahà habrá siempre poesÃa.
Cienfuegos: jóvenes artistas y escritores suben a la serranÃa
En el emblemático Pico San Juan, la mayor altura del Macizo Guamuhaya (mil 400 metros sobre el nivel del mar), comenzó el periplo con un acto de entrega de carnés a quienes se integran por vez primera a esa significa acción cultural.
Como parte de las medidas higiénicas y sanitarias, a cada joven le hicieron una prueba rápida para determinar la posible presencia del nuevo coronavirus o la Covid–19. Todos portan nasobucos confeccionados por los sobresalientes diseñadores cienfuegueros Reinier y Dianko.
El programa de la cruzada considera presentaciones en múltiples asentamientos poblaciones de la zona montañosa, con intercambios especiales con niños y jóvenes, sobre la base de la presentación de las diferentes manifestaciones artÃsticas.
Quienes toman parte en la Cruzada ArtÃstica─Literaria permanecerán en el lomerÃo hasta este lunes 3 de agosto.
Las voces de La Luz y los hombres del centenario (+ audio)
El sonido se disipa y si quedan los falsos abalorios, no habremos comprendido nada. Los podcasts precisan necesariamente el sentido directo de las palabras. Liset Prego, editora de Ediciones La Luz, es la voz que incita a la lectura en colaboración conjunta desde su proyecto La NarraTK y nuestra casa editora.
El podcast Los hombres del centenario es un trÃptico donde se recogen cuentos de Charles Bukowski, Isaac Asimov y Ray Bradbury. Tienes la facilidad de ir haciendo varias cosas mientras consumes literatura, la rutina se hace más llevadera, sobre todo en tiempos donde la tecnologÃa ha apartado a muchos del placer del olor al libro impreso, he aquà otra manera de estar conectados. Prego y su esposo Marjel Morales Gato, quien precisa la edición, alojan estos proyectos en la plataforma spreaker.com. En esta edición del Celestino de Cuento, nuestro sello insiste porque #ElSonidoEsUnaPuertaSeguraHaciaElCorazón.
Clase, de Charles Bukowski
No estoy muy seguro del lugar. Algún sitio al Noroeste de California. Hemingway acababa de terminar una novela, habÃa llegado de Europa o de no sé dónde, y ahora estaba en el ring pegándose con un tÃo. HabÃa periodistas, crÃticos, escritores —bueno, toda esa tribu— y también algunas jóvenes damas sentadas entre las filas de butacas. Me senté en la última fila. La mayor parte de la gente no estaba mirando a Hem. Solo hablaban entre sà y se reÃan.
El sol estaba alto. Era a primera hora de la tarde. Yo observaba a Ernie. TenÃa atrapado a su hombre, y estaba jugando con él. Se le cruzaba, bailaba, le daba vueltas, lo mareaba. Entonces lo tumbó. La gente miró. Su oponente logró levantarse al contar ocho. Hem se le acercó, se paró delante de él, escupió su protector bucal, soltó una carcajada, y volteó a su oponente de un puñetazo. Era como un asesinato. Ernie se fue hacia su rincón, se sentó. Inclinó la cabeza hacia atrás y alguien vertió agua sobre su boca.
Yo me levanté de mi asiento y bajé caminando despacio por el pasillo central. Llegué al ring, extendà la mano y le di unos golpecitos a Hemingway en el hombro.
—¿Señor Hemingway?
—¿SÃ, ¿qué pasa?
—Me gustarÃa cruzar los guantes con usted.
—¿Tienes alguna experiencia en boxeo?
—No.
—Vete y vuelve cuando hayas aprendido algo.
—Mire, estoy aquà para romperle el culo.
Ernie se rió estrepitosamente. Le dijo al tÃo que estaba en el rincón.
—Ponle al chico unos calzones y unos guantes.
El tÃo saltó fuera del ring y yo le seguà hasta los vestuarios.
—¿Estás loco, chico? —me preguntó.
—No sé. Creo que no.
—Toma. Pruébate estos calzones.
—Bueno.
—Oh, oh… Son demasiado grandes.
—A la mierda. Están bien.
—Bueno, deja que te vende las manos.
—Nada de vendas.
—¿Nada de vendas?
—Nada de vendas.
—¿Y qué tal un protector para la boca?
—Nada de protectores.
—¿Y vas a pelear en zapatos?
—Voy a pelear en zapatos.
Encendà un puro y salimos afuera. Bajé tranquilamente hacia el ring fumando mi puro. Hemingway volvió a subir al ring y ellos le colocaron los guantes.
No habÃa nadie en mi rincón. Finalmente alguien vino y me puso unos guantes. Nos llamaron al centro del ring para darnos las instrucciones.
—Ahora, cuando caigas a la lona —me dijo el árbitro—, yo…
—No me voy a caer —le dije al árbitro.
Siguieron otras instrucciones.
—Muy bien, volved a vuestros rincones; y cuando suene la campana, salid a pelear. Que gane el mejor. Y —se dirigió hacia m× será mejor que te quites ese puro de la boca.
Cuando sonó la campana salà al centro del ring con el puro todavÃa en la boca. Me chupé toda una bocanada de humo, y se la eché en la cara a Hemingway. La gente rió.
Hem se vino hacia mÃ, me lanzó dos ganchos cortos, y falló ambos golpes. Mis pies eran rápidos. Bailaba en un contÃnuo vaivén, me movÃa, entraba, salÃa, a pequeños saltos, tap tap tap tap tap, cinco veloces golpes de izquierda en la nariz de Papá. Divisé a una chica en la fila frontal de butacas, una cosa muy bonita, me quedé mirándola y entonces Hem me lanzó un directo de derecha que me aplastó el cigarro en la boca. Sentà cómo me quemaba los labios y la mejilla, me sacudà la ceniza, escupà los restos del puro y le pegué un gancho en el estómago a Ernie. Él respondió con un derechazo corto, y me pegó con la izquierda en la oreja. Esquivó mi derecha y con una fuerte volea me lanzó contra las cuerdas. Justo al tiempo de sonar la campana me tumbó son un sólido derechazo a la barbilla. Me levanté y me fui hasta mi rincón.
Un tÃo vino con una toalla.
—El señor Hemingway quiere saber si todavÃa deseas seguir otro asalto.
—Dile al señor Hemingway que tuvo suerte. El humo se me metió en los ojos. Un asalto más es todo lo que necesito para finalizar el asunto.
El tÃo con la toalla volvió al otro extremo y pude ver a Hemingway riéndose.
Sonó la campana y salà derecho. Empecé a atacar, no muy fuerte, pero con buenas combinaciones. Ernie retrocedÃa, fallando sus golpes. Por primera vez pude ver la duda en sus ojos.
¿Quién es este chico?, estarÃa pensando. Mis golpes eran más rápidos, le pegué más duro. Atacaba con todo mi aliento. Cabeza y cuerpo. Una variedad mixta. Boxeaba como Sugar Ray y pegaba como Dempsey.
Llevé a Hemingway contra las cuerdas. No podÃa caerse. Cada vez que empezaba a caerse, yo lo enderezaba con un nuevo golpe. Era un asesinato. Muerte en la tarde.
Me eché hacia atrás y el señor Hemingway cayó hacia adelante, sin sentido y ya frÃo.
Desaté mis guantes con los dientes, me los saqué, y salté fuera del ring. Caminé hacia mi vestuario; es decir, el vestuario del señor Hemingway, y me di una ducha. Bebà una botella de cerveza, encendà un puro y me senté en el borde de la mesa de masajes. Entraron a Ernie y lo tendieron en otra mesa. SeguÃa sin sentido. Yo estaba allÃ, sentado, desnudo, observando cómo se preocupaban por Ernie. HabÃa algunas mujeres en la habitación, pero no les presté la menor atención. Entonces se me acercó un tÃo.
—¿Quién eres? —me preguntó—. ¿Cómo te llamas?
—Henry Chinaski.
—Nunca he oÃdo hablar de ti —dijo.
—Ya oirás.
Toda la gente se acercó. A Ernie lo abandonaron. Pobre Ernie. Todo el mundo se puso a mi alrededor. También las mujeres. Estaba rodeado de ladrillos por todas partes menos por una. SÃ, una verdadera hoguera de clase me estaba mirando de arriba a abajo. ParecÃa una dama de la alta sociedad, rica, educada, de todo —bonito cuerpo, bonita cara, bonitas ropas, todas esas
cosas—. Y clase, verdaderos rayos de clase.
—¿Qué sueles hacer? —preguntó alguien.
—Follar y beber.
—No, no, quiero decir en qué trabajas.
—Soy friegaplatos.
—¿Friegaplatos?
—SÃ.
—¿Tienes alguna afición?
—Bueno, no sé si puede llamarse una afición. Escribo.
—¿Escribes?
—SÃ.
—¿El qué?
—Relatos cortos. Son bastante buenos.
—¿Has publicado algo?
—No.
—¿Por qué?
—No lo he intentado.
—Dónde están tus historias?
—Allá arriba —señalé una vieja maleta de cartón.
—Escucha, soy un crÃtico del New York Times. ¿Te importa si me llevo tus relatos a casa y los leo? Te los devolveré.
—Por mÃ, de acuerdo, culo sucio, sólo que no sé dónde voy a estar.
La estrella de clase y alta sociedad se acercó:
—Él estará conmigo. —Luego me dijo—. Vamos, Henry, vÃstete. Es un viaje largo y tenemos cosas que… hablar.
Empecé a vestirme y entonces Ernie recobró el sentido.
—¿Qué coño pasó?
—Se encontró con un buen tipo, señor Hemingway —le dijo alguien.
Acabé de vestirme y me acerqué a su mesa.
—Eres un buen tipo, Papá. Pero nadie puede vencer a todo el mundo.
Estreché su mano: —No te vueles los sesos.
Me fui con mi estrella de alta sociedad y subimos a un coche amarillo descapotado, de media manzana de largo. Condujo con el acelerador pisado a fondo, tomando las curvas derrapando y chirriando, con el rostro bello e impasible. Eso era clase. Si amaba de igual modo que conducÃa, iba a ser un infierno de noche.
El sitio estaba en lo alto de las colinas, apartado. Un mayordomo abrió la puerta.
—George —le dijo—, tómate la noche libre. O, mejor pensado, tómate la semana libre.
Entramos y habÃa un tÃo enorme sentado en una silla, con un vaso de alcohol en la mano.
—Tommy —dijo ella—, desaparece.
Fuimos introduciéndonos por los distintos sectores de la casa.
—¿Quién era ese grandulón?
—Thomas Wolfe —dijo ella—. Un coñazo.
Hizo una parada en la cocina para coger una botella de bourbon y dos vasos.
Entonces dijo:
—Vamos.
La seguà hasta el dormitorio.
A la mañana siguiente nos despertó el teléfono. Era para mÃ. Ella me alcanzó el auricular y yo me incorporé en la cama.
—¿Señor Chinaski?
—¿S�
—Leà sus historias. Estaba tan excitado que no he podido dormir en toda la noche. ¡Es usted seguramente el mayor genio de la década!
—¿SOlo de la década?
—Bueno, tal vez del siglo.
—Eso está mejor.
—Los editores de Harperis y Atlantic están ahora aquà conmigo. Puede que no se lo crea, pero cada uno ha aceptado cinco historias para su futura publicación.
—Me lo creo —dije.
El crÃtico colgó. Me tumbé. La estrella y yo hicimos otra vez el amor.
Cómo ocurrió, de Isaac Asimov
Mi hermano empezó a dictar en su mejor estilo oratorio, ese que hace que las tribus se queden aleladas ante sus palabras.
—En el principio —dijo—, exactamente hace quince mil doscientos millones de años, hubo una gran explosión, y el universo…
Pero yo habÃa dejado de escribir.
—¿Hace quince mil doscientos millones de años? —pregunté, incrédulo.
—Exactamente —dijo—. Estoy inspirado.
—No pongo en duda tu inspiración —aseguré. (Era mejor que no lo hiciera. Él es tres años más joven que yo, pero jamás he intentado poner en duda su inspiración. Nadie más lo hace tampoco, o de otro modo las cosas se ponen feas)—. Pero, ¿vas a contar la historia de la Creación a lo largo de un perÃodo de más de quince mil millones de años?
—Tengo que hacerlo. Ese es el tiempo que llevó. Lo tengo todo aquà dentro —dijo, palmeándose la frente—, y procede de la más alta autoridad.
Para entonces yo habÃa dejado el estilo sobre la mesa.
—¿Sabes cuál es el precio del papiro? —dije.
—¿Qué?
(Puede que esté inspirado, pero he notado con frecuencia que su inspiración no incluye asuntos tan sórdidos como el precio del papiro).
—Supongamos que describes un millón de años de acontecimientos en cada rollo de papiro. Eso significa que vas a tener que llenar quince mil rollos. Tendrás que hablar mucho para llenarlos, y sabes que empiezas a tartamudear al poco rato. Yo tendré que escribir lo bastante como para llenarlos, y los dedos se me acabarÃan cayendo. Además, aunque podamos comprar todo ese papiro, y tú tengas la voz y yo la fuerza suficientes, ¿quién va a copiarlo? Hemos de tener garantizados un centenar de ejemplares antes de poder publicarlo, y en esas condiciones, ¿cómo vamos a obtener derechos de autor?
Mi hermano pensó durante un rato. Luego dijo:
—¿Crees que deberÃamos acortarlo un poco?
—Mucho —puntualicé—, si esperas llegar al gran público.
—¿Qué te parecen cien años?
—¿Qué te parecen seis dÃas?
—No puedes comprimir la Creación en solo seis dÃas —dijo, horrorizado.
—Ese es todo el papiro de que dispongo —le aseguré—. Bien, ¿qué dices?
—Oh, está bien —concedió, y empezó a dictar de nuevo—. En el principio… ¿De veras han de ser solo seis dÃas, Aarón?
—Seis dÃas, Moisés —dije firmemente.
El tÃo Einar, de Ray Bradbury
—Llevará sólo un minuto —dijo la dulce mujer del tÃo Einar.
—Me opongo —dijo el tÃo Einar—. Y eso sólo lleva un segundo.
—He trabajado toda la mañana —dijo ella, sosteniéndose la espalda delgada—, ¿y tú no me
ayudarás ahora? El tamborileo anuncia lluvia.
—Pues que llueva —dijo el tÃo Einar con despreocupación—. No dejaré que me traspase un
relámpago sólo por airear tus ropas.
—Pero lo haces tan rápido…
—Repito, me opongo.
Las vastas alas alquitranadas del tÃo Einar zumbaban nerviosamente detrás de los hombros
indignados.
La mujer le alcanzó una cuerda delgada con cuatro docenas de ropas recién lavadas. El tÃo
Einar sostuvo la cuerda entre los dedos, mirándola con profundo desagrado.
—De modo que hemos llegado a esto —murmuró amargamente—. A esto, a esto, a esto.
ParecÃa a punto de derramar unas lágrimas tristes y ácidas.
—Anda, no llores, o las mojarás de nuevo —dijo la mujer—. Salta ahora, paséalas.
—Paséalas. —La voz del tÃo Einar sonaba hueca, terriblemente lastimada.— Pues yo digo: que
truene, ¡que llueva a cántaros!
—No te lo pedirÃa si fuese un dÃa hermoso y soleado —dijo la mujer, razonable—. Todo mi lavado
serÃa inútil si no me ayudas. Tendré que colgarlas en la casa…
Esto convenció al tÃo Einar. Sobre todas las cosas odiaba las ropas que cuelgan como banderas
o festones, de modo que un hombre tiene que arrastrarse por el suelo para cruzar un cuarto.
Saltó en el aire, y las vastas alas verdes zumbaron.
—¡Sólo hasta la valla de la pradera!
Una sola voltereta, y arriba: las alas mordieron el hermoso aire fresco. Antes que uno pudiese
decir: «el tÃo Einar tiene alas verdes» ya navegaba a baja altura por encima de la granja,
arrastrando las ropas en un largo lazo aleteante detrás de los golpes pesados de las alas.
—¡Ahora!
De vuelta ya del viaje el tÃo Einar trajo flotando las ropas, secas como granos de maÃz, y las
depositó en las mantas limpias que la mujer habÃa preparado.
—¡Gracias!
—¡Bah! —gritó el tÃo Einar, y voló a rumiar sus pensamientos debajo del manzano.
Las hermosas alas sedosas del tÃo Einar le colgaban detrás como las velas verdes de un barco,
y cuando estornudaba o se volvÃa bruscamente le chirriaban o susurraban en los hombros.
Era uno de los pocos de la familia con un talento claramente visible. Todos los primos y
sobrinos y hermanos oscuros vivÃan ocultos en pueblos pequeños del mundo entero, hacÃan
cosas mentales invisibles o cosas con dedos de bruja y dientes blancos, o descendÃan por el
cielo como hojas en llamas, o saltaban en los bosques como lobos plateados por la luna.
VivÃan relativamente a salvo de los seres humanos comunes. No asà un hombre con grandes
alas verdes.
No era que odiara sus alas. Lejos de eso. En su juventud habÃa volado siempre de noche,
pues las noches son momentos excepcionales para un hombre alado. La luz del dÃa tiene sus
peligros, siempre los tuvo, siempre los tendrÃa; pero en las noches, ah, en las noches habÃa
navegado sobre islas de nubes y mares de cielo de verano. Sin correr ningún peligro. HabÃa
disfrutado realmente de aquellos vuelos.
Pero ahora no podÃa volar de noche.
De regreso a un alto paso en ciertas montañas de Europa, luego de una reunión de familia en
Mellin Town, Illinois (hace algunos años), habÃa bebido demasiado vino tinto. «Pronto estaré
bien», se habÃa dicho a sà mismo, vagamente, mientras volaba bajo las estrellas del alba,
sobre las lomas que se extendÃan más allá de Mellin, y soñaba a la luz de la luna. Y de
pronto…, un crujido en el cielo…
Una torre de alta tensión.
¡Como un pato en una red! Un tremendo siseo. La chispa azul de un cable le cruzó y
ennegreció la cara. Las alas golpearon hacia adelante parando la electricidad, y el tÃo Einar se
precipitó cabeza abajo.
Cayó en el prado iluminado por la luna al pie de la torre y fue como si alguien hubiese arrojado
desde el cielo una voluminosa guÃa de teléfonos.
A la mañana siguiente, temprano, se incorporó sacudiendo violentamente las alas empapadas
de rocÃo. La única luz era una débil franja de alba extendida a lo largo del este. Pronto esa
franja se colorarÃa y todos los vuelos quedarÃan restringidos. No habÃa otra solución que
refugiarse en el bosque y esperar escondido en los matorrales a que otra noche ocultara los
movimientos celestes de las alas.
Asà conoció el tÃo Einar a la que serÃa su mujer.
Durante el dÃa, un primero de noviembre excepcionalmente cálido en las tierras de Illinois, la
joven Brunilla Wexley salió a ordeñar una vaca perdida; llevaba en la mano un cubo plateado
mientras se deslizaba entre los matorrales y le rogaba inteligentemente a la vaca invisible
que por favor volviera a la casa o la leche le reventarÃa las entrañas. El hecho casi seguro de
que la vaca volverÃa sola cuando las ubres necesitaran realmente atención no preocupaba a
Brunilla Wexley. Era una buena excusa para pasear por el bosque, soplar flores de cardo y
morder hojas; todo lo que estaba haciendo Brunilla cuando tropezó con el tÃo Einar.
Dormido junto a un arbusto, parecÃa un hombre debajo de un alero verde.
—Oh —dijo Brunilla, entusiasmada—. Un hombre. En una tienda de campaña.
El tÃo Einar despertó. La tienda de campaña se abrió detrás como un alto abanico verde.
—Oh —dijo Brunilla, la buscadora de vacas—. Un hombre con alas.
Asà se lo tomó ella. Estaba sorprendida, sÃ, pero nunca le habÃan hecho daño, de modo que
no le tenÃa miedo a nadie, y esto de encontrarse con un hombre alado no pasaba todos los
dÃas, y se sentÃa orgullosa. Empezó a hablar. Al cabo de una hora eran viejos amigos, y al
cabo de dos horas Brunilla habÃa olvidado las alas. Y el tÃo Einar le confesó de algún modo
cómo habÃa llegado a parar a este bosque.
—SÃ, ya noté que estás golpeado por todos lados —dijo Brunilla—. Esa ala derecha tiene mal
aspecto. Será mejor que te lleve a casa y te la arregle. De todos modos, no podrÃas volar asÃ
hasta Europa. Y además, ¿quién quiere vivir en Europa en estos dÃas?
El tÃo Einar se lo agradeció, aunque no entendÃa muy bien cómo podÃa aceptar.
—Pero vivo sola —dijo Brunilla—. Pues, como ves, soy bastante fea.
El tÃo Einar insistió diciendo que todo lo contrario.
—Qué amable eres —dijo Brunilla—. Pero soy fea, no me engaño. Mis padres han muerto. Tengo
una granja, grande, toda para mà sola, lejos de Mellin Town, y necesito a alguien con quien
hablar.
Pero ¿ella no sentÃa miedo?, preguntó el tÃo Einar.
—Orgullo y celos serÃa más exacto. ¿Puedo?
Y Brunilla acarició las membranosas alas verdes con una envidia cuidadosa. El tÃo Einar se
estremeció y se puso la lengua entre los dientes.
De modo que no habÃa otro remedio: ir a la casa de ella en busca de medicinas y ungüentos,
y qué barbaridad, qué quemadura en la cara, ¡debajo de los ojos!
—Suerte que no quedaste ciego —dijo Brunilla—. ¿Cómo pasó?
—Bueno… —dijo el tÃo Einar, y ya estaban en la granja, notando apenas que habÃan caminado
un kilómetro y medio mirándose a los ojos.
Pasó un dÃa y otro, y el tÃo Einar le dio las gracias desde el umbral y dijo que debÃa irse, que
apreciaba mucho el ungüento, los cuidados, el alojamiento. CaÃa la noche y entre ahora, las
seis, y las cinco de la mañana tenÃa que cruzar un continente y un océano.
—Gracias, adiós —dijo, y desplegó las alas y echó a volar en el crepúsculo y se llevó por delante
un arce.
—¡Oh! —gritó Brunilla, y corrió hacia el cuerpo inconsciente.
Cuando el tÃo Einar despertó, al cabo de una hora, supo que ya nunca más podrÃa volar en la
oscuridad; habÃa perdido la delicada percepción nocturna. La telepatÃa alada que le habÃa
señalado la presencia de torres, árboles, casas y colinas, la visión y la sensibilidad tan claras
y sutiles que lo habÃan guiado a través de laberintos de bosques, acantilados y nubes, todo
habÃa sido quemado para siempre, reducido a nada por aquel golpe en la cara, aquella
chicharra y aquel siseo azul eléctrico.
—¿Cómo? —se quejó el tÃo Einar en voz baja—. ¿Cómo iré a Europa? Si vuelo de dÃa, me verán,
y ay, qué pobre chiste, ¡quizás hasta me bajen de un tiro!
O quizá me encierren en un jardÃn zoológico, ¡qué vida serÃa esa! Brunilla, ¿qué puedo hacer?
—Oh —murmuró Brunilla, mirándose los dedos—. Ya se nos ocurrirá algo…
Se casaron.
La Familia asistió a la boda. En una inmensa precipitación otoñal de hojas de arce, sicómoro,
roble, olmo, los parientes susurraron y murmuraron, cayeron en una llovizna de castañas de
Indias, golpearon la tierra como manzanas de invierno, y en el viento que levantaban al llegar
a la boda sobreabundaba el aroma del pasado verano. La ceremonia fue breve como una vela
negra que se enciende, se apaga con un soplido, y deja un humo en el aire. La brevedad, la
oscuridad, esa cualidad de movimientos invertidos y al revés se le escaparon a Brunilla, atenta
sólo a la pausada marea de las alas del tÃo Einar, que murmuraban dulcemente sobre ellos
mientras concluÃa el rito. En cuanto al tÃo Einar, la herida que le cruzaba la nariz estaba casi
curada, y tomando del brazo a Brunilla sentÃa que Europa se debilitaba y desvanecÃa a lo lejos.
No tenÃa que ver demasiado bien para volar directamente hacia arriba o descender en lÃnea
recta. Fue pues natural que en esta noche de bodas tomara a Brunilla en brazos y volara
verticalmente hacia el cielo.
Un granjero, a cinco kilómetros de distancia, a medianoche, le echó una ojeada a una nube
baja y alcanzó a ver unos resplandores y unas débiles estrÃas luminosas.
—Luces de tormenta —dijo, y se fue a la cama.
El tÃo Einar y Brunilla no descendieron hasta la mañana, junto con el rocÃo.
El matrimonio prosperó. Le bastaba a Brunilla mirar al tÃo Einar, y pensar que era la única
mujer del mundo casada con un hombre alado. «¿Qué otra mujer podrÃa decir lo mismo?», le
preguntaba al espejo. Y la respuesta era siempre: «¡Ninguna!».
El tÃo Einar, por su parte, pensaba que el rostro de Brunilla ocultaba una verdadera belleza,
una bondad y una comprensión admirables. Consintió en algunos cambios de dieta para
conformar a Brunilla, y tenÃa cuidado con las alas cuando andaba dentro de la casa; las
porcelanas golpeadas y las lámparas rotas irritan siempre los nervios, y el tÃo Einar se
mantenÃa a distancia de esos objetos. Cambió también de hábitos de dormir, pues de
cualquier modo ya no podÃa volar de noche. Y ella a su vez arregló las sillas, acomodándolas
a las alas, poniendo unas almohadillas extras aquà o quitándolas allá, y las cosas que decÃa
eran las que más agradaban al tÃo Einar.
—Estamos aún encerrados en capullos, todos nosotros —decÃa Brunilla—. Mira qué fea soy, pero
un dÃa romperé la cáscara y extenderé un par de alas tan delicadas y hermosas como las
tuyas.
—Has roto la cáscara —dijo el tÃo Einar.
Brunilla pensó un momento.
—Sà —admitió al fin—. Hasta sé qué dÃa ocurrió. En los bosques, ¡cuando buscaba una vaca y
encontré una tienda de campaña!
Los dos rieron, y sintiendo el abrazo del tÃo Einar, Brunilla supo que gracias al matrimonio
habÃa salido de la fealdad, asà como una espada brillante sale de la vaina.
Tuvieron niños. Al principio el tÃo Einar temió que nacieran con alas.
—TonterÃas, ojalá fuera asà —dijo Brunilla—. Nunca les pondrÃamos el pie encima.
—No —dijo el tÃo Einar—, ¡pero se te subirÃan a la cabeza!
—¡Ay! —lloró Brunilla.
Nacieron cuatro hijos, tres niños y una niña, tan movedizos que parecÃan tener alas. A los
pocos años saltaban como renacuajos, y en los dÃas calurosos de verano le pedÃan al padre
que se sentara bajo el manzano y los abanicara con las alas refrescantes y les contara
historias fantásticas a la luz de las estrellas acerca de islas de nubes y océanos de cielos y
formas de nieblas y viento y el sabor de un astro que se le disuelve a uno en la boca, y de
cómo bebes el helado aire de la montaña, y cómo te sientes cuando eres un guijarro que cae
desde el monte Everest y te transformas en un capullo verde abriendo las alas como los
pétalos de una flor poco antes de golpear el suelo.
Eso habÃa sido el matrimonio del tÃo Einar.
Y hoy, seis años después, aquà estaba el tÃo Einar, aquà estaba sentado, envenenándose
debajo del manzano, sintiéndose cada vez más impaciente y malévolo, no porque asà lo
deseara sino porque después de la larga espera era todavÃa incapaz de volar en el abierto
cielo nocturno; nunca habÃa recuperado el sentido extra. Aquà estaba, desalentado, convertido
en un mero parasol, descartado y verde, abandonado ahora por los veraneantes infatigables
que en otro tiempo habÃan buscado el refugio de la sombra translúcida. ¿TendrÃa que estar
aquà para siempre, sin atreverse a volar de dÃa porque alguien podÃa verlo? ¿No serÃa ya otra
cosa que un secador de ropas para Brunilla o un abanico para niños en las noches calurosas
de agosto? Hasta hacÃa seis años habÃa sido siempre el mensajero de la Familia, más rápido
que una tormenta. Volando sobre lomas y valles, como un bumerán, y aterrizando como una
flor de cardo. Siempre habÃa dispuesto de dinero; ¡a la Familia le era muy útil el hombre con
alas! Pero ¿ahora? Amarguras. Las alas estremecieron y barrieron el aire y sonaron como un
trueno cautivo.
—Papá —dijo la pequeña Meg.
Los niños miraban la cara pensativa y oscurecida del padre.
—Papá —dijo Ronald—, ¡haz más truenos!
—Hoy es un dÃa frÃo de marzo, lloverá pronto y habrá muchos truenos —dijo el tÃo Einar.
—¿Vendrás a vernos? —preguntó Michael.
—¡Corred, corred! ¡Dejad reflexionar a papá!
Estaba cerrado al amor, a los hijos del amor y al amor de los hijos. Sólo pensaba en cielos,
firmamentos, horizontes, infinitudes, de noche o de dÃa, a la luz de las estrellas, la luna o el
sol, cielos nublados o claros, pero siempre cielos, firmamentos y horizontes que se extendÃan
interminables en las alturas. Y aquà estaba ahora, navegando en el césped, siempre abajo,
para que no lo vieran.
¡Qué estado miserable, en un pozo hondo!
—¡Papá, ven a mirarnos, es marzo! —gritó Meg—. ¡Y vamos a la loma con todos los niños del
pueblo!
—¿Qué loma es ésa? —gruñó el tÃo Einar.
—¡La loma de las Cometas, por supuesto! —cantaron los niños.
El tÃo Einar los miró por primera vez.
Cada uno de los niños tenÃa en las manos una cometa de papel, y el calor de la excitación y
un resplandor animal les encendÃa las caras. Los deditos sostenÃan unas pelotas de cordel
blanco. De las cometas, rojas y azules y amarillas y verdes, colgaban colas de algodón y
trozos de seda.
—¡Remontaremos las cometas! —le dijo Ronald—. ¿No vienes?
—No —dijo el tÃo Einar tristemente—. No tiene que verme nadie o habrá dificultades.
—Puedes esconderte y mirar desde los bosques —dijo Meg—. Hicimos las cometas nosotros
mismos. Pues sabemos cómo.
—¿Cómo lo sabéis?
—¡Porque somos tus hijos! —fue el grito instantáneo—. ¡Por eso!
El tÃo Einar miró a los niños largo rato. Suspiró.
—Un festival de cometas, ¿no es as�
—¡SÃ, señor!
—Ganaré yo —dijo Meg.
—¡No, yo! —contradijo Michael.
—¡Yo, yo! —pió Stephen.
—¡Dios de las alturas! —rugió el tÃo Einar, saltando hacia arriba, batiendo el ensordecedor timbal
de las alas—. ¡Niños, niños, os amo tiernamente!
—Papá, ¿qué pasa? —dijo Michael, retrocediendo.
—¡Nada, nada, nada! —entonó Einar. Flexionó las alas hasta el punto máximo de propulsión y
embestida. ¡Bum! Las alas golpearon como cÃmbalos. La ola de aire tiró a los niños al suelo—
¡Lo conseguÃ, lo conseguÃ! ¡Soy libre de nuevo! ¡Fuego en la caldera! ¡Pluma en el viento!
¡Brunilla! —Einar llamó a la casa. Brunilla apareció en el umbral.— ¡Soy libre! —llamó Einar,
emocionado y alto, de puntillas—. Escucha, Brunilla, ¡ya no necesito la noche! ¡Puedo volar de
dÃa! ¡No necesito la noche! ¡De ahora en adelante volaré todos los dÃas y cualquier dÃa del
año! Pero… pierdo tiempo, hablando. ¡Mira!
Y mientras Brunilla y los niños lo miraban preocupados, Einar sacó la cola de algodón de una
de las cometas y se la ató al cinturón, a la espalda; tomó la pelota de cordel, se puso una
punta entre los dientes y les dio la otra punta a los niños ¡y voló, arriba, arriba en el aire,
alejándose en el viento de marzo!
Y los niños de Einar corrieron por los prados, cruzando las granjas, soltando cordel al cielo
soleado, trinando y tropezando, y Brunilla, de pie en el patio, saludaba con la mano y reÃa, y
los niños fueron a la loma de las Cometas sosteniendo la pelota de cordel entre los dedos
ávidos, y orgullosos, todos tirando y tironeando y dirigiendo. Y los niños de Mellin Town
llegaron corriendo con sus pequeñas cometas para soltarlas al viento y vieron la gran cometa
verde que saltaba y oscilaba en el cielo y exclamaron:
—¡Oh, oh, qué cometa! ¡Qué cometa! ¡Oh, cómo me gustarÃa una cometa parecida! ¿Dónde,
dónde la consiguieron?
—¡La hizo papá! —gritaron Meg y Michael y Stephen y Ronald, y tironearon animadamente del
cordel y la zumbante y atronadora cometa se zambulló y remontó en el cielo, y cruzando una
nube dibujó un largo y mágico signo de exclamación.