Maria del Carmen Tamayo Asef


Fractura contra los espejismos del arte (+Obras y tuits)

Hace alrededor de medio milenio el arte adquirió un carácter comercializable. La idea de tener un “objeto” con características especiales seducía a muchos en el afán de alcanzar determinado poder. Resulta aún, hoy día, usual dilema el hecho de que algo que no posee valor de uso constituya una pieza fundamental del canjeo y las relaciones comerciales.

Indiscutiblemente, con el paso del tiempo los procesos inherentes al mundo del arte se han visto permeados de una mayor complejidad. Para el teórico estadounidense Arthur Danto, “estamos en una etapa prehistórica, en la que todo es susceptible de ser arte”, aseveración que se ve sustentada en “la teoría del problema de los Indiscernibles”.

El mercado del arte es un ámbito esencial a explorar a la hora de abordar el desarrollo del hecho artístico. Su análisis se ha convertido en una necesidad imperante para contribuir a dilucidar una parte importante del entramado que compone lo que se ha catalogado como “el mundo del arte”. Este último constituye un elemento fundamental dentro de lo que el filósofo George Dickie ha calificado como la Teoría Institucional del Arte. En esta ocasión resulta fundamental reconocer esas estructuras que forman parte de la teoría, debido a la incursión del Proyecto Fractura en un centro donde una de las premisas esenciales es realizar la comercialización del producto artístico.

Fractura nos presenta su visión acerca del “conflicto” y nos vuelca en determinados cuestionamientos: ¿Qué es el mercado?, ¿qué representa para el ámbito cubano y santiaguero en particular?, ¿qué representa para ellos como creadores? y ¿qué tipo de mercado o comercialización se lleva a cabo en este contexto? Realmente son muchas las interrogantes que pueden asistir a esta muestra.  

Con todo, resulta difícil desentrañar la delgada pared que separa lo que se debe hacer de lo que se hace realmente. Parece que todo está escrito sobre determinado proceso o fenómeno, pero continuamente queda lugar para la incertidumbre, para las brechas donde suceden cosas inusuales y opuestas a las que están preestablecidas, lo cual nos acerca a la idea de que no todo funciona como se enuncia. Cabe decir que “el mercado del arte” o las relaciones comerciales que se establecen en Santiago de Cuba, que no constituye un escenario diferente al del resto de las provincias –fuera de la capital–, deja mucho que decir en cuanto a las maneras de llevar a cabo este complejo proceso. Más, no es intención primada de esta exposición debatir los desempeños de instituciones culturales y sí en llegar a puntos más incisivos que afectan la matriz de todo hecho artístico, desde la esencia del propio arte que inicia en el creador y su tiempo.

poster

Entonces, resulta evidente que la cuestión primordial que da luz a esta muestra es ¿qué representa el mercado para los creadores y cómo los influye en el proceso creativo? Frank Lahera, Carlos Gil y Yuri Seoane han tejido una red de significados. Construyen su universo simbólico aludiendo a las prácticas que se suscitan alrededor de este tema. Es una muestra plural como ya acostumbran a legar los jóvenes artífices. La preocupación de los autores acerca de la frialdad con que puede ser visto este tópico los induce hacia un viaje convulso en aguas turbulentas.

Esta exhibición, que no es para nada frívola o alejada de la realidad, es un espacio vivo; Las raíces de un árbol no proyectan sombras, un título que demarca lo que acontece desde lo más profundo hasta su calada en el hoy y el ahora. Incluso se lanza más allá pues traspasa los límites de la galería para representar la inquietante situación que identifica las actuales circunstancias y que los afecta directamente porque son entes sociales.

Como enlace de lo múltiple, el grupo ha mezclado diversos soportes. Es una especie de juego para invitar a repensar la idea que permea y afecta al mundo del arte y a sus creadores. Lahera resulta bastante explícito en sus producciones audiovisuales y las calza coherentemente con fotografías de la serie “Tin marín”. El contraste soberbio de fondos muy oscuros con las figuras humanas desbordadas por símbolos materiales predispone al espectador a la hora de abordar la trama. Al plasmar detalles del cuerpo construye una atmósfera que exige sumergirse y empaparse con el entorno, cuestión que enriquece además con instalaciones un tanto atrevidas que sugieren símbolos más globales del ámbito artístico.  

Serie fotográfica “Tin marín” Autor Frank Lahera, 2021, fotografía digital

Serie fotográfica “Tin marín” Autor Frank Lahera, 2021, fotografía digital

Por su parte, Seoane nos vuelca hacia lo más íntimo. Pondera lo individual sin abandonar ese mensaje de calado universal. Con su serie instalativa “Confort” cuestiona la falta de valentía del ser humano que se construye sus propias jaulas, que no permiten la evolución del pensamiento. Hace un llamado a no conformarse, a lanzarse y correr riesgos que valen la pena para descubrir la verdadera esencia de cada uno. Es una ramificación de la metáfora que se deslinda del mercado. Es luchar contra lo convencional. Ratifica una y otra vez que lo habitual no es sinónimo de propicio. El mercado es una burbuja, una construcción mundana que puede traer beneficios aparentes y al mismo tiempo significar el fin de la creación.

Serie instalativa “Jaulas”. Autor Yuri Seoane, 2020

Serie instalativa “Jaulas”. Autor Yuri Seoane, 2020

Asimismo, Carlos Gil, en este caso, da la nota de conexión con el pasado, que se transfiere en determinados elementos alegóricos que más que sustantivos u objetos son acciones verbales en función. Concreta la representación del vestigio de las consecuencias, es la paráfrasis del desgaste vaticinado por los ancestros que conviven con él en sus ideales y que ha querido incorporar a través del pelo. El cabello humano es una especie de documentación simbólica que consolida la premisa de la impermanencia y es plasmada en la serie “Arrastre”, aunque debe aclararse que también es análogo a las actividades que acontecen en el presente.

No obstante, también utiliza otros medios para lograr meditar acerca de esos conflictos internos que afectan la evolución del ser. Es una mirada más que reflexiva, que se consuma como abordaje de fenómenos vigentes. Las imágenes que registra van hilando dimensiones de la diversidad de forma orgánica. Gil es un provocador nato. Sintetiza lo antropológico y las instalaciones y videos performances que vigorizan la muestra con un matiz corrosivo que ha caracterizado siempre su trayectoria y que hoy resume con naturalidad.

Video Performance “Impermanencia del desgaste”. Autor Carlos Gil Calderón, 2021

El Proyecto Fractura una vez más se encuentra de pie ante la avalancha de la apariencia. Este grupo no promueve espejismos absurdos, sino que lucha contra ellos. Recordemos que como dicta su manifiesto, Fractura es hacer arte, vivir para el arte y no vivir del arte”.   



Un santiaguero en el Salón de Arte Contemporáneo Post-it

Con regocijo para los santiagueros llegó la noticia de que Alejandro Lescay Hierrezuelo ha sido seleccionado en el Salón Post-it 7. Arte Cubano Contemporáneo. Este evento tiene como principal fin otorgar protagonismo a los artistas que, con corta edad, sobresalen por su creatividad y talento. De manera que, se ha convertido en una plataforma para lo múltiple y lo heterogéneo dentro del panorama de las artes visuales contemporáneas cubanas.

Obra Pubertad. Acrílico, carboncillo sobre lienzo. 2019. Perteneciente a su última exposición personal Silencio, realizada en julio del 2019 en la galería Arte Soy de Santiago de Cuba, durante la 39 Edición del Festival del Caribe.

Este suceso promulga una ganancia por partida doble para la ciudad. Primeramente, el satisfactorio resultado personal de quién ha sido formado en el seno de esta urbe. Alejandro Lescay, graduado de la Academia Profesional de Arte José Joaquín Tejada, ya posee numerosos reconocimientos tanto en su provincia como en la esfera cultural nacional. Con una activa labor creativa también se ha insertado en el circuito internacional del arte contemporáneo. Su participación en exposiciones como «Identity & difference. Utopia Horizons. Contemporary Cuban Art In Venice» (2019), demuestran que su trabajo transita por un camino ascendente lo cual es fruto de su incansable empeño y talento.

Por otra parte, esta novedad tributa directamente al sistema de experiencias artísticas que componen la “institución arte” en la ciudad. Los salones, desde su surgimiento en el siglo XVIII, han contribuido a enaltecer el trabajo de los artistas. La dramaturgia ejercida en tales ambientes ha sido crítica en la valorización de los creadores y su establecimiento en el mercado. Además, han asistido a una construcción diacrónica de una tradición visual propia de la cultura occidental. Hablar de los salones es intervenir en el núcleo mismo de la historia del arte.

En Cuba, la realización de estos concursos ha contribuido al desarrollo de la esfera cultural en sus diversas etapas. Poseen la función de aquilatadores del buen arte. En esta línea, el Salón Post-it desde el año 2014 se ha presentado como una iniciativa que el sistema de galerías del Fondo Cubano de Bienes Culturales, particularmente la galería Galiano, ha expandido a un nuevo horizonte dentro del conjunto de acciones para promocionar la actividad cultural en el país.

Imagen del artista Juan Salazar tomada del catálogo de la primera edición del Salón Post-it realizado en 2014.

Este es un proyecto que sugiere impulsar lo más actual de la creación artística cubana sin exclusión de tipologías discursivas. Tras seis entregas ha logrado legitimarse a nivel de país. Se coloca en una posición de avanzada y la experiencia demuestra que como todo evento institucional de elevada calidad, el haber sido seleccionado para la muestra final de este concurso, se convierte en carta de presentación para los noveles artistas.

No obstante, estas cualidades, que solo suman garantías para los creadores, no han sido tan bien aprovechadas por los naturales de Santiago de Cuba. En las pasadas entregas solo se ha contado con la participación del artista Juan Salazar Salas, joven promesa, tristemente abrazada por una muerte precoz, quien participara en la primera entrega del Salón en 2014. Con una obra prominente de la serie «Contracorriente S/T» (2014) colocó bien en alto al grabado santiaguero.                            

Esta vez, Alejandro Lescay, inconforme ante la pasividad y ávido de explorar nuevos espacios ha hecho posible que hoy su ciudad natal cuente con la representación certera en un concurso que crece constantemente. Con su obra «La espera» (2020) propugna nuevos códigos para la visualidad contemporánea cubana.

Solo queda esperar con ansias la muestra final y por supuesto los resultados del evento que ya llena de regocijo a Santiago de Cuba en el 505 aniversario de su fundación. El joven creador evidencia que la ciudad cuenta con buen arte y jóvenes artífices dispuestos a defenderlo.

imagen de los salones post it pasados/ cortesía: galería Galiano

imagen de los salones post it pasados/ cortesía: galería Galiano